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28. Último asalto

¿Cuánto tiempo había pasado en realidad? Parpadee con pesar mientras cerraba mis ojos, esperando que de aquella forma mi vida pasase en un santiamén. El silencio de las tardes me hacían imposible el saber si habían pasado horas o quizá minutos. Todo parecía estar como muerto a mi alrededor. Mis latidos me bombeaban sin hacer ruido. Ya no podía escuchar los gruñidos del hambre tocar mi estomago… siquiera el sonido de mis pulmones inflarse por el simple acto del respirar.

Semejaba padecer de afasia, ya que no había palabras en el aire que pudiese escuchar. Creía que no podría entender nada si es que llegasen a hablarme. ¿Cuántas estrellas había visto pasar ya?

Sabía que mi mente gritaba para que me levantase de la cama y me tirase de una buena vez por la ventana; pero era increíble la extenuación de mis débiles huesos; yo no podía moverme. Era desesperante, inútil y a la vez… patético.

Llore en silencio al ver perdida mi posibilidad de pasar a mejor vida, justo cuando Karen había entrado por última vez en mi habitación hace ya no se cuanto tiempo. Era increíble lo que le había pedido que hiciera, pero realmente ya no quería saber nada más. Entendía mi posición y mis castigos pero ciertamente, aunque fuese descortés de mi parte, no deseaba tener al engendro que por dentro me carcomía.

Estaba embarazada. Lo sabía porque podía sentirlo ahí, formándose… justo en el lugar donde habían hurgado ya dos hombres.     

Conecte mis ojos en la ventana, justo donde yacía la Luna que no me criticaba. Era envidiable verla. Ella tan solitaria allá en el manto negro mientras yo me hacía pedazos en una cama. ¿Qué debía de hacer para que me dejasen hacerle compañía de una buena vez por todas? Yo no deseaba vivir, no deseaba estar aquí.

Paso el tiempo como siempre mientras yo acumulaba la energía disponible en mi cuerpo para hacer lo impensable. Hoy sería el día en que me despediría de todo lo que conocía. Hoy me suicidaría. Sonreí al recordar las frases del hombre al que más odiaba en este planeta, esas a las que referían que me mataría si es que salía de la cama. Creo que ni él entendía mis anhelos de que aquello pasara…

Realmente ansiaba que encontrase algún defecto para que viniese a visitarme y me viese entonces junto a la ventana. Había imaginado ya, múltiples veces, su inquietud para asesinarme. Aquellos puños en mi rostro, quitándome los últimos suspiros de mi alma humana.

Respire con fuerza mientras intentaba hacer de mi sueño, la realidad. Mi cuerpo ardía desde hacía días y con cada segundo, me sentía aún más pesada. Los primeros intentos para sentarme en la cama fueron en vano. Soltaba leves gemidos al sentirme rozar con las sabanas y, aunque perseveraba, sabía que me lastimaba.

Me dolieron las costillas al respirar y fue entonces ahí, donde sentí un pellizco más en mi entrepierna. Había olvidado las lesiones que me habían hecho.

Trate de calmarme. No deseaba recordar aquel capitulo.

Apreté la mandíbula mientras miraba el blanco techo. A como diera lugar, hoy lo haría. Estaba decidida a continuar.

Con la fuerza que me quedaba, alce mi brazo y tome lo primero que estuviera a alcance. Caí de nuevo rendida cuando la sabana llego a mi rostro y mi mano al mueble. Pero mi mala suerte continuaría. Tras aquel movimiento, la boca de mi estomago comenzó a gruñirme. El monstruo había despertado. Me retorcí del dolor al tener hambre mientras buscaba la respuesta para adormilarle.

Aquella agitación me regalo adrenalina y con ella, la posibilidad de levantarme. Mi mente dio vueltas y mi visión volvió a ponerse borrosa. El jugo gástrico quemo mi garganta y de nuevo, volví a vomitar.

Me tome de la cabeza sonriente mientras esperaba que todo volviera a la normalidad. Por fin veía a la habitación en un nuevo ángulo.

La extraña imagen me alentó a que prosiguiera. Sabía que el sentarme no había sido nada, ya que el verdadero reto sería caminar. Tome aire y lo contuve en mis pulmones y entonces, hice lo que tenía que hacer.

Pegue un gritillo de dolor al llegar al suelo. ¿Cómo había sido capaz de intentar semejante cosa? Cuando me llego un torrente de valentía y me había echado para adelante, mis piernas se doblegaron. Había olvidado de nuevo mi crítico estado.

—Maldición… maldición —Hable para mi, viendo mi última oportunidad para matarme en vano

No pude levantarme y ante la desesperación, intente llorar. Pegue mi rostro contra la madera y ahí, en silencio, lamente mi estupidez.

                                                                 * * *

Parpadee unas cuantas veces, me había quedado dormida. Sentí la madera fría bajo de mí y me realice de donde estaba. Mis ojos cansados miraron hacia la derecha. Debajo de la cama no había nada que me ayudase a levantarme. Solté un pesado suspiro, mientras miraba hacia donde podía ir o que es lo que debería de hacer

Mágicamente, tras una ojeada rápida, mis ojos grises se toparon con aquella ventana que me había invitado a tirarme de ella tantas veces. Trague saliva. Ahí estaba mi salida. Mi cuerpo se torno rígido, sabiendo que estaba a tan solo unos cuantos metros para liberarse.

No pude llorar de alegría pero si arrancar pedazos de coraje para arrastrarme. En un largo recorrido, por el helado piso, me pude ver jadear de regocijo. Y entonces ahí, cuando estaba a centímetros de tocar el borde del tragaluz, escuche la puerta abrirse.

—¿Qué haces ahí, primor? —Una voz ronca y grotesca canturreo su hallazgo— ¿Quieres salir?

De alguna forma, mi cuerpo tembló al verse atrapado. No podía voltear atrás y no podía hablar tampoco. Mi momento de gloria se había visto opacado, pero aún así, no me di por vencida. Aun creyendo que podía ser lo suficientemente rápida para tirarme de la tronera, intente tocar la ventana.

Estire mi brazo tanto como pude pero eso no fue suficiente. Una mano gorda y pálida tomo con fuerza de mi muñeca. Abrí mis ojos y en un momento de pánico, gire mi mirada hacia la izquierda. Arriba de mí, justo con una amplia sonrisa, un hombre gordo y de cabello semi-oscuro me observaba gustoso.

—Mira como te tiene Liam —Habló quien nunca había visto— ¿Haz comido algo en estos días?

Hiperventile cuando sus gordos dedos se posaron en mi cintura. Quise patalear, impedir que me tocase, pero no pude hacer nada. Me dolía el cuerpo y en realidad, mi chispa de valentía se había acabado.

Pude percibir entonces el aire tras mis piernas, aquel vampiro me había recogido del suelo y yo me dejaba hacer como una muñeca.

—Estas más delgada de lo que recuerdo… —soltó de repente—, pero aún así me sirves

Abrí mis ojos con cierto miedo. No recordaba para nada la cara de aquel hombre pero el vampiro de peso exagerado y de grande tórax parecía conocerme del todo. ¿Cuándo nos habíamos visto?

—¿Qué? ¿Por qué me miras así?

En su rostro, un ceño de molestia pareció proceder. Yo no podía hablar por el asombro, pero por cómo no respondía, podía imaginar que le pondría los cabellos de punta como había hecho con Liam Dagon.

—¿Sabes hablar o es que me estas ignorando?

                                  ¿El cuento se volvería a repetir?

 

Aunque débil me encontrase, negué con la cabeza. Recién recordaba las palabras que me había dicho mi dueño. Sus órdenes, esas que me figuraban a ser un títere en el futuro. Mire con ansias a aquel hombre obeso. Mis anhelos en esos momentos no eran el de ser usada o doblegada. Yo tan solo quería morirme ese día. Él lo había arruinado todo.

—Maldito Volker… creo que sus adulaciones solo eran especulaciones suyas.

—V-Volker —Mi voz susurro en una voz cortada ¿Le había escuchado bien?

—¡Ah! A sí que si sabes hablar…

—V-Volker…

En mis memorias, la lluvia resplandeciente dio un flechazo en mi cabeza. El dolor de mi primera vez renació dentro de mí. El miedo reencarno como fuego. Mi boca se seco y la voz de aquel hombre volvió a mí.

¡Deberías de ver tu cara, es todo un poema! Como deseo que Liam llegue ya aquí, para verte desnuda y deshonrada ¿Qué curioso? Perderás tu virginidad de una manera muy violenta solo porque ese idiota de Dagon le ha quitado el puesto a muchos otros en el Consejo”

Abrí mis ojos mientras en ellos se reflejaba el hombre que sonreía y tenía una mirada lasciva en cuanto a mi desdichado cuerpo.

“Por si no lo sabías, no solo yo estaré dentro de ti. Hay 7 tipos que ansían poseerte ¡Ya quiero que se unan a la fiesta! Aunque claro, yo me llevaré el pastel principal…”

—¿Tu?… ¿C-Consejo?

—Es mi turno, chiquita.

Pulsadas en mi corazón brotaron furiosos cuando mis ojos vibraron por el conjunto de aquella amplia sonrisa. Hubo un minuto de silencio que fue desbordado por una carcajada suya. Mi cuerpo tembló bajo sus gruesos brazos que me elevaban en su mantecoso pecho. El shock de las palabras no se deshizo cuando el primer trueno en la lejanía rugió antes que la lluvia. El viento abrió la ventana y solo en ese entonces, con unos ojos vueltos a la realidad, pude observar que las nubes yacían tan grises como mi alma.

—¿Estas lista, primor? Pasaremos una buena noche.

No pude gritar, ni hablar, siquiera abrir mis labios. En un par de segundos, la lluvia me empapo por completo. El hombre había cumplido mi deseo de saltar por la ventana, pero con la excepción de que mi muerte no estaba al término del suelo. Para mi mala suerte, las intenciones de mi secuestrador no eran el de cometer homicidio.

Sus pies se deslizaron con cierta finesa en el césped del jardín pero aún y aunque había aterrizado con bien, pude sentir como sus fuerzas para sostenerme se deshicieron. Caí en un charco de lodo que recién se había formado y por ello y la altura, grite de dolor al percibir como uno de mis huesos se rompía.

—Sabes, me gusta el sexo sucio. —Explicó mientras se acercaba—. Me excito cuando veo suciedad en las mujeres… mujeres como tu; que siempre deben de verse limpias y pulcras

Yo no pude evitar mirar aquello que entre sus pantalones se agrandaba. Era increíble que su bulto apremiara a lo que decía. No podía creer que hubiese personas con fetichismos como del que presenciaba.

—Prepárate cariño, que esto te dolerá más a ti que a mí…

Abrí los ojos y tras aquellas palabras, este se hecho sobre mí como un león atrapando a su gacela. Yo simplemente no pude hacer nada. Mis huesos realmente me dolieron cuando le recibí encima de mí, pero aún así, no grite por miedo a lo desconocido. La respiración del rinoceronte yacía agitada, así que podía advertir con ella, la impaciencia que tenía para poseerme.

Trate de gritar cuando entre su grasa me vi atrapada. Era increíble que su panza le impidiese sus planes para violarme. Era tan grande que realmente le dificultaba acercarse lo necesario como para acariciarme.  Fue por eso, que utilizando el doble de su fuerza, trato de rozar mi mejilla que se ahogaba entre el agua y el asqueroso fango.

—¡Mira como me tienes! —Bramó de placer, mientras rozaba su pantalón con mi falda— Hace mucho que no me ponían tan caliente…

Mis ojos perdieron aún más color. No sabía porque nadie estaba ahí para separarlo de mí pero tampoco es que tuviese la esperanza para que el héroe de las películas apareciese de la nada. Podía suponer que si me dejaba hacer, como antes lo había hecho, todo acabaría más rápido. Mis brazos cayeron a mis costados aceptando un destino similar al de la semana pasada. Me violarían de nuevo.

—Me encanta que se sometan a mi voluntad —hablo el robusto macho cuando entendió la perdida de interés para salvar mi maltrecha vagina

Parpadee inconsciente ante sus palabras. Las finas gotas de agua cayeron en mis ojos grises cuando el vampiro se separo un poco para observar a su próxima víctima. La oscuridad de la entrada noche no me dejo verle del todo bien, pero sabía que sus orbes brillaban en ese color rojo que hacía mucho que no veía. Aquel color parecido al de Volker cuando estaba al borde de la muerte.    

Aquella imagen me recordó la terrible tortura que aquel vampiro sanguinario había recibido por el simple hecho de hurgarme. ¿Qué le pasaría a este que trataba de humillarme? El hombre que no le importaba que yo estuviese pensando en cómo le matarían, simplemente se puso de nuevo sobre mí. Ya débil y mirando hacia el exorbitante árbol, deje que prosiguiera mientras las tinieblas en mi cabeza me absorbían.

—Sabes, me gusta hacer gritar a las mujeres. ¿Crees que pueda hacerte gemir o es que necesitas un poco de mi cariño?

Pude sentir el peso de su cuerpo queriendo acercarse a mi cara. Mi reacción fue casi sin pensarla. Con los ojos abiertos y mis últimas fuerzas que me quedaban, rechace su beso moviendo mi cabeza hacia el cieno.

Ahí fue cuando comprendí lo que pasaría si le hacía enojar. Entre el resplandor de los truenos, pude ver su cara ofendida por mi refutado movimiento. Sus cejas se unían en un semblante enfurecido e irritado.  

Sus puños se alzaron frente a mi cara y fue entonces cuando sentí el primer impacto.

Me golpeo no sé cuantas veces hasta que sangre de mi boca comenzó a brotar. Mis ojos yacían blancos del miedo. Ya no quería pelear ni moverme. ¿Si hacía lo que me dictaban esta vez, me dejarían suicidarme al final? Sentí su jalón enfurecido en mi camisa y entonces, el sonido de la tela rasgarse. En ropa interior, pude escuchar su zíper bajarse, el regordete recién comenzaba.

—¡Y yo que pensaba hacértelo con pasión! —Me escupió— ¡A la verga niña! Te voy a dejar el ojete tan abierto que rogaras que Leonard no te viole de la misma manera que yo.

                                                           ¿Leonard?

               ¿Estaba el también en la lista para deshonrarme?

Temblé al pensar en aquello mientras sin poder respirar, intentaba tomar aire. ¿Por qué Dios no se compadecía de mí? ¿Cómo es que estaba viva todavía? ¿Por qué podía ver aún? Pude observar como relamía sus labios cuando me veía con los pechos al aire.

Sentí otra vez unas manos pellizcándome, mi falda bajarse. Mis últimos suspiros salieron de mi cuerpo una vez más. Aunque yacía ya tan cansada de pelear, realmente no quería que nada de esto sucediera. No entendía porque esto me estaba pasando a mí. ¿Por qué me atacaban todos? ¿Qué es lo que había hecho mal? ¡¿Qué es que nada bueno tocaría a mi puerta nunca?!

Y fue entonces cuando, entre el silencio de la lluvia y el éxtasis de aquel animal, pude divisar su figura a lo lejos.

Mis ojos no pudieron evitar mirar estupefacta hacia donde el del cabello rojo se aproximaba. El gordo me miro con la incertidumbre plasmada en su cara y fue entonces cuando dejo de tocarme.

Le había visto, a Liam.

—¡Maldición! —Exclamó— Esto no se quedará así niñata. Volveré.

No entendí que paso, pero cuando mi agresor se paraba para escapar, se escucho un estallido y su sangre cayó sobre mí. Manchada de color carmesí, mis orbes grises vibraron del pavor. La grasa del vampiro que me había tocado yacía esparcida en el césped. Me quede ida mientras los pasos se escucharon lejanos… dándome tiempo para dejarme cubrir por la lluvia, alimentando mi sueño para derretirme y esconder en ella,  las lágrimas que no tenía permitidas descubrir.

—Levántate.

Las señales de su aproximación, cesaron. Ya estaba junto a mí. La tensión del aire frio y las gotas de agua chocar en mi rostro me imposibilitaron verlo… pero tampoco es que quisiese hacerlo. Le tenía miedo. Estaba realmente asustada.

Mis brazos temblaron sin saber qué hacer y sin poder moverme, tan solo pude contemplar, de un par de ojos rojos más oscuros que otros, una mirada imperturbable.

—He dicho que te levantes.

Pude observar sus dedos tenidos de sangre ajena acercarse. ¿Me mataría a mí también? Mi corazón revoloteo como loco. Era extraño que no quisiese morir bajo aquella piel. No quería que me tocase… simplemente no quería que me matase.

Mis ojos le miraron por primera vez en mucho tiempo. Asustada, con llanto como cataratas en mis ojos, suplicando con movimientos secos para que se alejara.

—Trato de ser como todos quieren que sea. Trate de ser como querías que fuera. Ya no se qué hacer... —Se me quebró la voz, cuando al fin me envolvía en lágrimas—. Todo lo que hago está mal; realmente yo no quería….pero no podía defenderme. El vino y solo… yo no podía

Hubo un minuto de silencio.

—Levántate

—Yo…

—¿Vas a volver a desobedecer?

—¡Es que no puedo! —Le grite mientras me escondía en mi rostro— No puedo sentir las piernas…

En un minuto de debilidad, pude escuchar cómo se acercaba un poco más a mí. Mis ojos se abrieron cuando pude sentir sus manos en mi cintura. El pánico volvió y grite como loca. Me agite con la fuerza que pensé que no tenía. Suplique para que no me violase.

Liam no rio.

—Cállate. —Pareció enfurecido mientras me enredaba entre su pecho—. Regresaras a mi cuarto y por tu bien, espero que no escapes de ahí…jamás.

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