Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14. Liam regresa

Tan solo recuerdo que mi largo cabello, ahora casi blanco, miraba con cierta confusión como aquel chico de pálida piel y oscuro cabello desaparecía lentamente tras la puerta de la habitación vino. Libre y sin grilletes, con la ligera oportunidad de sentarme en la cama y poder observarme a mi misma... poder observar a mente abierta aquel lugar que veía a Liam cada noche al despertar.

La vida no podía ser más ilógica.

Hacía una semana y media, dormía plácidamente junto al lecho de mi madre. Ahora, todo era distinto. Me habían subastado, comprado, marcado y cambiado físicamente. Me habían dejado a mi suerte y golpeado varias veces. Había llorado en vano y soportado, claramente, múltiples humillaciones no optas para cualquier ser humano.

Y lo más sorprendente de todo era que, en una semana y media, seguía virgen a pesar de lo que me había sucedido... de cuello, labios, cuerpo y alma. ¿Sería ahora tal vez más pura que antes?

Suspiré dándome cuenta de que tal vez era cierto y que posiblemente, ahora mi persona valía el doble. Si nadie me había tocado y Liam no pensaba morderme ¿Qué sería de mí? La sociedad lo descubriría y si es que me regresaban a donde vivía, nadie me vería con buena cara. Mis expectativas divagaban entre peligros de encontrarme a alguien que quisiera tomarme a la fuerza y a mis compañeras apartándome con envidia pura... solo porque ellas no sabrían cual era el ser que me había comprado.

Que falsa libertad me había tocado...

No debía de comprometer mi cuerpo y mi sangre, pero el deseo de poder negar o aceptar ciertas cosas ya no debería de existir en mi mente. Así como lo había mencionado Bryant al partir de mi cuarto, yo debía de mentalizarme como un objeto y no un ser móvil. Tan solo un mueble que había pasado con creces aquella prueba de oro que ninguna chica había superado tras las palabras del vampiro de llamas.

¿Quién diría que nos denigrarían tanto?

Y no era por el hecho de que podían usarme como maquina sexual, reproductora o alimentaria, si no porque, la merced del que ahora me poseía era convertirme en un ser inanimado, incapaz de razonar por sí mismo y ser dependiente del si querían o no alimentarme.

La mera infamia quedó como lamento en el aire, dejándome entonces el divulgar estática entre la cama roja, aprendiendo a no moverme... no solo por el estatus que debía tomar, si no por misma conciencia. Si pisaba el frio suelo, mi esencia se difundiría por toda la habitación y a la larga, Liam me sancionaría.

Por lo que, sin ajetrearme, tan solo miré detalladamente aquel en ser que me sostenía. Sintiéndola bajo mis dedos, sabiendo que aquel ser que era dueño de cada célula mía, dormía en aquel lugar tétrico y callado que en ese entonces, disimulaba despreciarme en silencio por la inusual y poca cordial intromisión que una simple humana como yo, había llevado a cabo al entrar inconsciente mojada sobre el pecho de el amo y señor de todo el castillo blanco.

—¿Qué debería hacer?

Mis palabras ciertamente incómodas relucieron con debilidad en aquel aposento. Era como si yo fuera un pequeño ratón rodeado de siete gatos hambrientos. La locura y el miedo eran evidentes. Mi corazón gritaba que corriera, porque yacía en peligro de ser comida, pero mi miedo a ser descubierta era más grande.

¿Qué pasaría si ocurría el peor de mis escenarios? La respuesta era obvia.

Si no era Bryant, tal vez Liam llegaba de improvisto y las cosas no saldrían nada bien. Lo imaginaba, yo, parada ahí o caminando por los muebles cuando el chico de largo cabello rojo volvía con una mirada moribunda capaz de dañarme o hasta de obligarme el suicidarme.

Así que negué, agitando mi cabeza, aquella nítida ilusión. Sonriendo confiada en que no debía de bajarme de la cama. Debía aceptarlo y ser obediente.



.
La pequeña manecilla del reloj aparado justo frente a mi dio una vuelta entera y yo, quien miraba a todos lados, moría de la ansiedad y melancolía. No solo por el desdén que sentía por toda raza vampira, si no por él porque me había tocado aquella situación extraña y poco comprensible.

¿Por qué las chicas que habían sido compradas antes que mi, habían desistido de vivir? ¿Sería porque la vida que me esperaba era desdichable o porque eran tan humilladas que preferían morir antes de salir perjudicadas físicamente?

Respiré con fuerza, imaginando un sinfín de castigos, temblando por mi propia consciencia en que tal vez sufriría todo aquello. Podía fantasear mis gritos, mis ojos hinchados del llanto y mi cuerpo desgastado de tanto golpe.

¿Eso era lo que se avecinaba, o no? Debía prepararme mentalmente pero era imposible. Saber que Liam regresaría tarde o temprano me hacía temblar como gelatina. Mi boca se secaba y pensaba en mil formas de poder satisfacerlo en palabras y acciones.

Aquel vampiro era extraño, su sonrisa lo delataba. Le gustaba hacer sufrir a otras personas, de eso ya me había dado cuenta. ¡Pero debía tener algún lado bueno! Él me había recogido cuando había desfallecido a mitad del bosque, me había subido a su coche y me había acomodado estratégicamente en su cama. Si hubiera sido cualquier otro, seguramente primero me comía, me dejaba tirada después de probarme y quien sabe cuántas otras cosas más. El en cambio, me había ayudado y trataba mis heridas.

¿Se preocupaba por mí o es que realmente deseaba entretenerse conmigo otro rato más?

Hice una mueca ante mis propios pensamientos, sintiendo otro cosquilleo al borde de mi estomago.

Si era eso, entonces aun faltaba mucho para que me mordiera, tenía la leve sospecha que primero me desgastaría mentalmente antes de poner sus colmillos sobre mi cuello. Cerré los ojos tirándome hacia atrás.

El colchón hizo que revotara, pero realmente no me importó que el cuarto quisiera absorber el sonido que había provocado. Cerré los ojos, esperando volver a dormir. Deseaba tan solo entender sus mal coordinadas acciones para satisfacerlo y que me dejase entonces volver a casa, para volver con mi madre y regalar aquel abrazo que no pude entregar el día en que partí de mi querido hogar.

¿Cuándo volvería a verla?

Al quedar en penumbras, el silencio incomodo fue notable. Sentía una presión acumulada, e intentando pasar de ella, tan solo me enfoque en los sonidos que tras la ventana se escuchaban.

Pude divisar los grillos del bosque, algunos pajarillos cantando, pero cuando pensé que podría tranquilizarme, el sonido de una carroza realzo un mal gesto en mi rostro. Abrí los ojos de nuevo, volviendo a tener el rojo vivo de la habitación en mi vista.

¿Por qué sentía que había algo fuera de tono en aquello?

No me importó mucho y, arrastrándome por la cama, llegué hasta el borde superior de esta. Le di gracias a Dios de que el gran ventanal daba vista desde el colchón y entonces, con un rostro curioso, pude observar con algo de dificultad, como es que el carruaje que había escuchado se detenía justo frente a la grande puerta de la entrada unos metros más abajo.

Esperaba que fuese cualquier otro, pero cuando aquel cabello rojizo y pálida piel se descubrieron desde las alturas, el pánico invadió mi cuerpo.

Me alejé de la ventana con fuerza y pavor, balbuceando cosas sin sentido y observando cualquier cosa que estuviera fuera de sí. Pensé tontamente cuando me imaginaba que en cuestión de segundos el estaría frente a la puerta. Pude apreciar el dolor de mi corazón latiendo con locura sobre mi pecho y cuando estuve a punto de tirarme para hacerme la dormida, recordé los grilletes.

Con demencia me fui colocando uno a uno, comenzando primero con los pies para al último, con algo de dificultad, encerrarme a mi misma sobre la cama. Volví a abrir las piernas como él me había dejado y en cuestión de milisegundos, cegué los ojos con fuerza.

Las pulsadas de mi corazón brotaron con insania, amenazando con descubrirme. Intente pensar en cualquier otra cosa, pero aquellos ojos rojos eran nítidos en mi mente. Pase saliva sintiendo un leve cosquilleo en mis manos y, cuando todo se hizo silencio, apreté aun más mis parpados.

Los minutos pasaron y a pesar de todo, nunca abrí los ojos.

¿Estaría desayunando? ¿Se habría olvidado de mí? ¿O es que estaba posicionado estratégicamente a un lado de mi cuerpo con una de esas sonrisas despiadadas esperando a que mis acciones decayeran?

La simple corazonada hizo que me diera un escalofrió grande y largo y como si mi mente lo hubiera llamado, escuché el crujir de la cama a un lado de mi. Mi cuerpo se tornó estático y aun respirando como si realmente no pasara nada, intenté desistir de aquel temor que me invadía de pies a cabeza.

No sabía que estaría haciendo, pero estaba segura de que se había acomodado aun lado de mí. La terrible sensación de saber que me miraba era terrible, pero cuando percibí su mano acercándose a mi cabello, todo se desvaneció.

¿Por qué estaba tocándome con delicadeza?

Su mano pasó un mechón que se mantenía posado en mi rostro hacia atrás. Su dedo gélido acarició mi mejilla con cierta suavidad y lentitud hasta posicionarse sobre mis labios. Y yo, simplemente yacía confundida con los ojos cerrados. ¿Qué planeaba hacer?

—Se que estas despierta, inútil.

Aquella ronca voz varonil hizo que abriera los ojos de golpe. Aquellas manos que antes me palpaban ahora aprisionaban mi rostro para que me topara con aquellos ojos del color del infierno. Mi mirada se turbio, no solo por el sobresalto que me había llevado esto, si no porque, a pesar de sus palabras frías y calculadoras, aquella sonrisa desequilibrada apareció justo enfrente de mí.

—¿Me extrañaste?

La desconfianza del no saber qué contestar tan solo comunicó a mi mente del no abrir la boca. Las palabras se atoraban y la sensación de ahogo era imprudente. ¿Si le contestaba estaría enterrando mí cuerpo vivo a algún castigo o tan solo echaba más carbón al potente fuego delante de mí?

Opté por callarme y apartar la mirada, porque múltiples veces había caído en su trampa y siempre terminaba por acudir a aquellas palabras frívolas que me hacían querer gritar de disgusto ante la impotencia de sus expresiones.

—Contéstame...

Le miré de nuevo con cierta advertencia, su rostro se había acercado más de lo normal y yo no estaba al cien por ciento acostumbrada a esos tratos. Mi rostro se hundió todo lo que pudo en el colchón para hacer algo de espacio entre él y yo, pero todo fue en vano al final, por qué a pesar de mis intentos, la cama no parecía querer echarme una mano.

—¿A sí que no vas a contestar, eh? —escuché su voz muy cerca de la cama—. Y yo que pensaba en felicitarte por pasar el examen.

Respiré algo contrariada, quería escuchar de su boca de que examen estaba hablando pero al mismo tiempo no quería contestarle no solo porque debía de aspirar a la respuesta que daría un inocente objeto inmóvil sino porque mi boca parecía sellada con pegamento. ¿Cómo responder? Pensando erróneamente y figurando que eso le gustaría, guarde silencio a sus peticiones.

Aquellos ojos me hicieron pensar mi falla cuando me decapitaron con la mirada. Inhalé profundamente ante aquellas manos que llegaban a los grilletes que me aprisionaban a que corriera. Quise pegar un grito cuando aquel vampiro jaló con fuerza uno de ellos y rompió una de aquellas barreras de hierro que me hacían imposible el moverme.

—¡He dicho que contestes! —gritó cuando se acercaba a otra cadena para romperla—. ¿No sabes acatar órdenes o es que eres muy estúpida para poder razonarlo?

Su grito me dejo desprevenida y sin poder evitarlo, una capa de lágrimas invadió mis ojos grises esperanzados que no me golpeara esta vez.

En cuestión de segundos, quedé envuelta en escombros de esposas y cierto polvo que había salido ante la fuerza sobrehumana de aquel chupasangre sobre ellas. El hiperventilado de mis pulmones fue fuerte, pero no pudo más que mi corazón enloquecido de mi futuro incierto.

A Liam no le importaba, eso podía leerlo en su gesto desfigurado de la ira, más aun cuando llevo aquella mano hacia mi nuca y me obligó con brío a que me parase de la cama al tiempo en que el también lo hacía.

La pulsada aguda en mi tobillo se disparó entonces y mi grito de congoja aludió aquel cuarto.

—¡E-Espera! —intenté mostrarle mi dolor con penitencia.

—¿Contestas para darme ordenes? —Su voz enojada se alzo con fuerza a mi lado—. Mira niña... te mueves o te muevo yo.

¿Moverme? ¡¿Cómo quería que hiciese eso si mi tobillo estaba que me picaba el hueso con un alfiler?! Mi rostro apenado de mi incapacidad voló con arrepentimiento hacia Liam, pero el simplemente arrugo mas su rostro y sin contrición, tomo mi cabello con fuerza.

Me quejé ante el fuerte agarre y sin poder hacer nada, sentí como empezaba a arrastrarme hacia afuera de su habitación... consciente ante todo, de que ahora no solo me dolía toda la pierna sino que mi cabello daba pequeños gritos con cada pulsada que mi corazón lanzaba hacia ellos.

Y aunque fuera casi impensable, realmente me movió por todo el pasillo sin importarle que liberaba quejidos de dolor por todo el lugar, siendo el único sonido proveniente de él, el gesto de su sonrisa soltada en el aire, mientras yo me agitaba y agarraba con fuerza de mi cabello, para que no llegase a arrancármelo... aun y a pesar de que estaba llegando al punto en que no sentía su mano entre mi pelaje recientemente pintado de un odiado azul pálido.

Así que, el recorrido fue semi doloroso.

No era por cómo me remolcaba por el piso al tomar con fuerza de mi melena, era tan solo la forma en que mi tobillo se azotaba contra el piso cuando bajamos las escaleras con brusquedad y nada de gentileza. Liam me hacía pasar como un peluche remolcado en el piso y por eso mismo, mi calvario era impresionante.

Nunca había sentido un dolor tan fuerte y extremo, pero el simplemente parecía disfrutar de cada grito que sacaba con desesperación de mis pulmones.

—Deja de quejarte tanto —Se atrevió a decir ya habiendo bajado dos pisos de aquel grande castillo—. Donde pegues otro grito... ¡Te corto la lengua! ¿Oíste?

Mis piernas temblaron una última vez cuando, al terminar aquella oración, dejó caer mi cabeza con toda la intensión a que me golpeara.

El grito fue ahogado pero no lo solté al aire. Únicamente lo mantuve entre mis manos y mis pensamientos, posando mis manos con alivio a la altura de mi cerebro, deseando apaciguar el terrible dolor que me había hecho sentir en tan pocos minutos.

—Levántate.

Mis manos temblaron y experimentando como mis piernas parecían molerse bajo mis rodillas, mi boca tembló ante lo peor. ¡Debía de moverme! Eso me gritaba en pensamientos. Si no lo hacía... seguramente me haría algo mucho peor. Mis lágrimas desembocaron mis ojos y a pesar de mi gran desconsuelo, tantee el erguirme.

—¿No escuchaste?

—Yo... —Un escalofrió me recorrió de pies a cabeza al intentar hablar—. No puedo.

—Es una orden.

Mi cuerpo tembló ante las palabras y tragándome los gritos, el sentimiento y todo el orgullo pisoteado, levanté mi mirada hacia adelante.

Lo que apareció frente a mi simplemente me dejo desconcertada.

¿Qué hacían tantos chicos rubios ordenados hombro con hombro en el despacho de Liam Dagon?

El vampiro de los ojos rojos pareció entender mi mirada y desistiendo a su pedido, sonrió al verme en la posición que deseaba encontrarme. Mi piel se estremeció al recordar él porque me había dejado abandonada en aquella habitación haciase algo de una semana y, sintiendo su mirada encima, empecé a ventilar.

—¿Ya te vas a parar?

Vibré de nuevo, esta vez por el seguro dolor que estaba por sufrir. Respiré con profundidad y agarrándome del filo de una silla cercana a mí, cerré los ojos para pararme de una vez con fuerza y valentía.

El dolor fue obvio, pero, aun y arqueándome por las pulsadas en mi tobillo, intenté mantenerme enderezada.

—Ves que no era tan difícil —soltó con sorna, pasando a mi lado como si analizara mi rostro encogido del mal pesar que me fomentaba a mi misma.

Y como era de prevenirse, mis reservas hicieron su trabajo. Mi vista empezó a nublarse, seguro por el sobreesfuerzo o por defensa de mi cuerpo para sanar sus heridas a costa de mi propia consciencia. Liam fue lucido al respecto de mi desmayo y, dándome un puntapié en mi tobillo sano, volvió a ponerme en marcha para observar al frente.

—Tienes una última tarea por hoy, así que no te duermas aun...

Pasé saliva sintiéndome terriblemente mal, sabía que mi piel se había hecho aun más pálida de lo normal y que mis labios se habían resecado. Me dolían los parpados, seguros responsables del sombrío sueño que intentaba sofocarme. Sentía sed y un cansancio excesivo en todos mis músculos.

¿Solo una tarea y ya, verdad?

Me mantuve despierta ante todo, solo porque sabía que mi sueño podría llegar cuando terminara todo esto.

—¿Lista? —Sonrió a un lado de mi, permitiéndome que mi mirada moribunda se posara por la suya divertida—. Bien... tú, el primero, pasa a adelante.

El primer hombre, cual no conocía, se acerco con cierta valentía frente a mí. Parpadee lentamente intentando entender que es lo que quería que hiciera, observando a aquel chico de una piel morena pero de unos ojos tan azules como el propio cielo.

—¿El te toco?

—No, el no...

Mis ojos se abrieron con fuerza, olvidando algún rastro de fatiga. La más roja sangre salió disparada ante mi susurro y el chico moreno cayo atrás sin cabeza. Los otros chicos en la habitación se pararon con más ímpetu y rigidez, mirando por el rabillo de los ojos como es que las cenizas cubrían al pobre chico que había muerto por accidente mío.

Mi boca se abrió sorprendida y cayendo al suelo, me tape con fuerza la cara.

—¡Como eres tan torpe!

Escuché entre la oscuridad que me permitía, como se quejaba de mis acciones. Hiperventilé asustada, tiritando ante lo que había visto.

—Bien, aun así y en el piso me sirves... ¡El que sigue! —Mis ojos se destaparon claros ante aquellas duras palabras—. ¿Y él? ¿Él te toco?

A unos metros más arriba, otro rubio temblaba de la misma manera que hacían mis manos y piernas, no solo por la enfermiza y cisañosa voz que me atormentaba a un lado, si no por el vampiro frente mío que sabía el destino que le seguía, porque él no había sido quien me había tocado el hombro esa noche de lluvia.

—¡Responde!

—Yo...

—¡Se muere el o te mueres tu! Elige.

Desde las alturas, su pie se colocó con rapidez en mi tobillo y empezó a aplastarme de nuevo. Negué con vigor y tristeza múltiples veces, terminado por llorar por el seco golpe de otro vampiro decapitado por mí culpa.

—¿Él te toco?

—Basta...

—Responde.

—No quiero.

—¡Responde!

Mis ojos se desviaron del vampiro que tenía frente mío y, empezando a buscar de entre todos, observé a uno que se escondía a la par de otro. Mis orbes se abrieron con fuerza y sin poder evitarlo, el recuerdo de su peinado lo desenmascaro. Mi mano, a pesar de sacudirse del dolor, se alzó en el aire.

—¡Fue él! —Lo apunté con miedo—. Fue él...

—¡Yo no fui! ¡Está mintiendo! Esta...

Otra cabeza rodó en el piso, pero esta vez frente a mí. Liam lo había obligado a agacharse a mi altura y despedirse a la par en que este mismo le arrancaba la cabeza poco a poco.

—Esto no hubiera pasado si hubieras acatado órdenes en vez de hacerte la dormida y no contestarme.

Eso fue lo último que dijo, antes de dejarme sola y situada justo en la gigante montaña de ceniza. Ahogándome en mi propio llanto, siendo consciente de lo que era capaz de hacer... pues, a pesar del matrato, ningún otro vampiro rubio salió de ahí con vida.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro