13. Sin su presencia
No sabía cuánto tiempo había pasado desde que Liam se había enterado de la desdicha tenida en el bosque, pero desde que había azotado la puerta y me había abandonado amarrada en su habitación, yo había peleado con dientes y garras para intentar liberarme.
Era tan irónico que cuando estaba sola, la valentía brotaba; pero cuando yacía en una situación con vampiros incluidos, me convertía en una persona inútil y sumisa, a llegar al extremo de parecer solo un pequeño cachorrito perdido en el más frio y grande castillo.
Sabía que no debía pelear porque no tenía siquiera el derecho de hacerlo, pero por más que deseaba atender a mi moral, mi instinto natural me dictaba todo lo contrario. Mi corazón mismo sabía que si no escapaba de esa habitación, algo malo iba a pasar.
¿Pero que podía engendrar para poder liberarme de ese cautiverio que me aprisionaba?
Las manecillas del reloj dieron toda una vuelta completa, terminando por hacerme soltar un bufido mío de desesperación. Afable a la idea de dejar de zarandear mis manos y las cadenas contra el respaldo de la cama y adentrándome, patéticamente, a aceptar la cruel realidad... esa del que era imposible corromper aquellos grilletes que me apresaban en aquel lugar grande de paredes rojizas y asfixiante silencio.
Así que no pelée mas y uniéndome con el ambiente, cerré los ojos, probablemente para no observar nada más que me hiciera contraatacar a mi idea y volver a la lucha por la irónica libertad.
La oscuridad me abrazó con fuerza ante las ansias que tenía para recibirme de nuevo en su albergue, provocando en mí una extraña reacción al acogerme entre sus brazos. Mi cuerpo tuvo un escalofrió tan monstruoso que me hizo temblar y sentir dolor en todo mi tobillo.
La imagen de Liam sobre mi había regresado, justo entre la negrura de mis recuerdos y lo más recóndito de mi mente.
¿Así era como las tinieblas planeaban calmarme?
Agradecí sarcásticamente por su falsa protección y fue entonces cuando me despedí de su mundo, abriendo mis orbes grises de nuevo y volviendo a la roja habitación. Segura ahora más que nunca de que no retornaría a cerrar por nada del mundo mis ojos. No deseaba ver aquella sonrisa brillar dentro de mi cuando estaba por hacer quien sabe qué cosa.
Mi cuerpo vibró como gelatina al recordar cada expresión, cada movimiento y cada gesto en su rostro que me hacía sentirme indefensa y con la posibilidad de morir en cualquier instante. Me golpeé a mi misma en pensamientos por haber soltado su nombre con tanta elocuencia y me mantuve pensante y confusa cuando el mismo había predicho lo que había pasado en aquel bosque lleno de lluvia y mas frio ambiente.
Era cierto que alguien más me había tocado, aquel rubio que me había topado cuando recién pasaban las primeras horas de castigo. Pero tan solo me había rozado el hombro antes de descubrir aquella marca que me habían dejado ese trió de vampiras.
¿Cómo era que Liam lo había percibido si me había mojado mucho tiempo y me había revuelto en el lodo como un vil animal rastrero?
En ese mismo instante, lo apremié a su olfato o tal vez a lo que era. Los vampiros no eran como los pintaban en los cuentos antiguos. ¿Habían evolucionado o no? No eran las mismas criaturas que mis ancestros ignoraban. No era ciencia ficción y, ahora, tan solo les faltaba que tuvieran poderes y pudieran controlar la gravedad, eso sí que sería extraño y hasta posible.
Suspiré conforme mis ideas me sacaban una sacudida espontánea y me hacían menear un poco mi cabeza. No deseaba pensar en el o cualquier otro ente que se le pareciera. No quería tener nada que ver con vampiros y la reticencia de todo era, que había sido comprada por uno que tenía sangre sádica corriendo por sus vacías venas.
—¿Por qué me tiene que pasar esto? —Me atreví a colar mis pensamientos en la grande habitación— Quiero irme a casa...
En mi último comentario, mis ojos se bañaron de nuevo en lágrimas, regalándole a mi boca algo de donde tomar agua para desquitar aquella sed que intentaba matarme desde hace varias horas. Eran finas y saladas pero para mí eran las que suficientes.
Estuve unos cuantos segundos hipnotizada, como inerte. Volteé mis ojos y cuello hacia mi lado derecho, tan solo para buscar consuelo y mirar por milésima vez, aquella puerta de donde el chico de cabello rojo había desaparecido.
Nunca pensé que me encontraría entonces con aquel paisaje que hizo que mi corazón latiera con firmeza y un pavor desesperante. Justo el lugar que accedía a la salida o la entrada estaba entreabierto.
¿Por qué podía ver el pasillo si Liam había azotado el paso con fuerza?
Mi respiración se interpuso en mis pulmones y todo se hizo más lento, silencioso y fúnebre. Mi piel se alzó como gallina y sentí que alguien me observaba desde la entrada del cuarto escarlata. Tragué la poca saliva que tenía en mi garganta y cuando se escuchó el rechine de la madera afuera del dormitorio, mis manos empezaron a temblar.
¿Ya había regresado? ¿Tan pronto? ¡Por Dios! ¿Ahora qué haría conmigo? Intenté que la bata sobre mis piernas bajara más, no deseaba que me encontrase con la ropa que me había prestado enseñándolo todo...y más por los bruscos movimientos que había hecho para liberarme de donde me habían dejado.
Si encontraba aquella prueba. ¿Qué sería de mí? Me golpearía de seguro o me mordería, peor... me violaría.
Un escalofrió y una ventilación acompañaron a mi lucha con mis piernas para que la larga camisa descendiera hacia el lugar preciso y no mostrara nada de mi pálida piel. Movía mis caderas y hasta me arqueaba para que bajara al menos hasta mis muslos. No deseaba provocar a nadie, no sabía cómo realmente hacerlo, pero... ¿Los hombres tenían sus debilidades o no? Mi madre me lo había dicho una vez cuando tenía tan solo quince años, si mostraba piel, me comerían viva.
Mi respiración se escuchó a lo largo de la estancia que me capturaba sin mi consentimiento. Los pasos afuera se escuchaban más y más cerca en un ritmo casi melancólico y lento, percibiendo de esa manera otro sonido que lo acompañaba.
Me concentré en las vibraciones que hacía y pude deducir aun estando amarrada a aquel mueble, de que un carrito o una clase de vehículo con ruedas estaba siendo arrastrado hacia el cuarto donde mi estadía me obligaba a quedarme.
¿Sería posible que fuera a torturarme? Aunque les pareciera poco fiable, en esos momentos me imaginaba todo un arsenal de látigos, picos y amordazas para sancionarme sobre aquel roce de aquel vampiro, que se había atrevido a poner su mano sobre mi hombro derecho.
¡No era mi culpa! Él me había dejado sola en la intemperie y el de cabello amarillo tan solo quería comer. ¿Me iba a culpar por algo que yo no podía controlar?
Cerré los ojos con fuerza cuando la puerta crujió al ser movida.
El sonido de aquel calzado ahora se escuchaba tan claro como el agua, y era más que audible, que había algo que estaba siendo remolcado junto a quien pisaba la alcoba a lentitud apacible. Mi corazón se aceleró al escuchar, junto a la miedosa oscuridad que me brindaban mis ojos, como era que el escarpín paraba a mi lado.
Quería hacerme la dormida, tan solo para que el castigo fuera más tarde o mejor aún, otro día.
¿Pero los vampiros no se iban a detener por tan poca cosa, verdad?
Entre el silencio y el sonido del reloj, pude advertir como es que un rostro se acercaba al mío. En mis adentros quería abrir los ojos, gritar o al menos observar quien era el que estaba a tan poca distancia de mí, pero era como si el miedo sellara mi cuerpo a obedecerme y me prohibiera actuar a consciencia propia.
Los dedos de mis pies se contrajeron y aguanté mi respiración, por tonto que lo parezca. Esto, además de que mi pavor era terriblemente visible, hizo que un susurro callado despejara cualquier duda.
Él no era Liam.
—Northon —Volvió a repetir—. Puede abrir los ojos.
Mis mejillas ardieron de vergüenza. ¿A estas criaturas no se les podía pasar nada? Con una lentitud casi desesperante, me atreví a alzar mi mirada para encontrarme entonces aquellas orbes de un color violeta que me miraban con cierta seriedad y molestia.
—Lo siento. —Se refirió tal vez a que lo estaba observando con ciertas lágrimas cayendo de mis ojos al susto que me había pegado.
Bajé de nuevo mi mirada, aunque no podía esconderme realmente como quería.
—No debe... no debe pedir disculpas —Mis palabras parecían tropezarse unas con otras—. No las merezco.
—El amo no se encuentra en casa, así que le he traído un bocadillo y su medicina.
El tono de su voz resonó en mis pensamientos una y otra vez. ¿Medicina? ¿Acaso es que me habían atendido cuando estaba sin conocimiento? Eso podía resolver aquella pregunta que tenía hace largas horas, cuando no podía hablar al despertarme y me sentía como drogada...
Pase saliva, inquieta por lo que había oído pero, extrañamente, como percibiendo un sentimiento que me hacía no tenerle miedo. Como si lo conociera o tuviéramos algo en común.
—Usted a...
—Llámeme Bryant —Interrumpió mi pregunta—. Y si, he cuidado de usted por toda una semana —Su voz volvió a sonar serena y sin ganas de platicar— Pero aun así, no parece aliviarse.
Aquel simple comentario pero testimonio me hizo volver a subir mí mirada, ahora completamente avergonzada, hacia aquel sujeto de cabello oscuro y esos orbes de un ambiguo color que mostraban un sumiso carácter.
—Lo lamento —Hablé tímida pero responsable de lo que había ocurrido—. No quería causarle ninguna infamia.
—No lo hace, solo respeto ordenes.
Asentí con lentitud. No era que quisiera creer que tuviera algún aliado a mi lado, pero aquella aclaración me hizo sentirme algo triste. No solo porque Bryant era diferente a lo que me había contado mi madre, si no porque, de alguna forma, a él no le importaba si lo miraba o pasaba sin mirarlo. Era como el intento de amigo que había soñado, al estar presa en aquel santuario lleno de mujeres en mi infancia, era lógico que imaginaba mi vida teniendo amigos varones. Bryant era exactamente lo que hubiera deseado de pequeña.
Callado, atento pero algo serio para mi gusto.
Antes de que pudiera contestar a lo que aquel chico de cabello oscuro me demandaba, él se alejó de mi rostro y miró aquellos grilletes de acero frio que me aprisionaban mis muñecas con un intento claro para que no me moviera ni un centímetro de donde me encontraba.
—Le quitaré las cadenas —Pronunció este mismo chico con tranquilidad—, pero no traté de bajarse de la cama.
—D-De acuerdo —solté aquello hasta con felicidad.
Sí, realmente, el era diferente a todos.
No sabía que pensaba pero dentro de poco, mis manos y pies estaban libres para hacer lo que desearan con independencia, aunque claro, siguiendo aquella condición que me había mandado Bryant de no bajarme de la cama por ningún motivo.
—Le traje sopa, espero que guste de ella.
Me senté lentamente tras escuchar aquello, intentando no mover mi tobillo izquierdo para no causar ningún dolor más de las pulsadas que sentía cuando la sangre pudo recorrer por fin aquella parte de mi cuerpo entumecido.
—No se preocupe por mis gustos, cualquier cosa me vendrá bien —contesté cuando sirvió en mis manos, aquel plato lleno de caldo.
El silencio inundó el dormitorio para entonces. La cuchara se enterró en el liquido de color entre rojo y amarillo, y con nerviosismo, la lleve a mi boca. Desesperada por comida pero intranquila por aquellos ojos que observaban con deleite para movimiento que mi cuerpo hacia.
Mi lengua degustó con rapidez el primer sorbo y casi como si mis ojos brillaran de la excitación, mire con rapidez aquel vampiro que esperaba a mi respuesta.
—Exquisito.
—Me alegra que le guste —contestó al poco tiempo—. No se preocupe por cortarse, termine el platillo con libertad.
Fue extraño que a cada segundo me mirasen por como comía. No creía que a Bryant eso le interesara tanto, pero luego pensé con cierta profundidad, que ellos nunca habían masticado o al menos, sentido el tacto del gusto. ¿Cómo sería entonces la vida sin aquel mangar del poder comer?
—¿Terminó?
Esa voz me hizo soltar la cuchara.
—Gracias por la comida.
—Entonces... recuéstese de nuevo, le pondré la inyección.
Respiré con profundidad, haciendo caso a lo que me dictaban. Mi cabello ahora azulado volvió a esparcirse por aquella cama cómoda pero fría que me hacía sentir escalofríos. Cerré los ojos por el miedo de ver aquella aguja y ese liquidito rojo que, cuando comía, pude observar por momentos.
No deseaba saber que era, pero era grande y parecía que sería dolorosa. Guarde silencio y respire profundamente cuando sentí el pinchazo por el antebrazo, siendo presa de un dolor que no podía describir en palabras pero que tampoco podía chillar para quejarme.
Y como si los dolores me lo recordaran, pude observar en mi mente aquella sonrisa sádica que hacía poco había observado. Su voz y como era que me había encontrado fielmente en el bosque. ¿Qué había pasado en ese entonces?
Mis cejas se unieron al pesar de mi congoja y cuando estaba por terminar aquella inyección, aquella oración volvió a mi mente.
"Y yo que pensaba en felicitarte por pasar el examen"
—¿Quiere preguntar algo?
Abrí mis ojos con cierta fuerza, observando entonces como es que el me ponía un algodón en el puntito de sangre que había dejado el medicamento como prueba de mi administración. Guardé silencio ante mi pesar e intentando no sonar confiada o grosera, mordí mis labios pretendiendo pensar alguna forma correcta del como averiguar aquella constante que carcomía mi curiosidad desde que me había desmayado en el bosque.
—Pregunte.
Miré sus ojos al mismo tiempo que luego bajaba a ver mis manos.
—Antes de que partiera, él. —Mordí mis labios—. Él no me aclaró algo... algo acerca de un examen.
A Bryant no le importunó mi mal hablada oración. Tan solo me quitó el algodón y siguió el procedimiento para guardar aquella ampolla que había usado conmigo.
—Como le había mencionado, varias humanas han pasado a manos del amo.
—No comprendo.
—Eres la primera que ha tenido, que se queda justamente donde le abandona —Susurró en un tono frio—. Eso le ha parecido interesante
Mis ojos se posicionaron justo en mis manos temblorosas. ¿Era la primera que se había quedado en el bosque? Mordí mis labios con suma preocupación. Yo no me había movido de ahí justo porque no sabía qué hacer, no porque mis instintos me hubieran dictado a quedarme en un solo lugar. Tan solo había sido suerte. ¡Liam no debía de tener tanto interés en mí!
Un escalofrió me recorrió de pronto, Bryant me miraba profundamente.
—¿Le ha causado molestia mi pregunta?
—Solo quiero darle un consejo —Aclaró su garganta antes de coger el plato, separarse de la cama y arrastrar el carrito hacia la salida—. Piense como si fuera un mueble, no como una mascota.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro