Una bendición
El matrimonio es la unión de dos personas que juran amarse y respetarse ante Dios, cuando Owen y Evangeline decidieron unir sus vidas en matrimonio se prometieron que sus hijos tendrían vidas muy distintas a las suyas, podrían hacer lo que quisieran, jamás estarían sometidos a tradiciones dañinas — tal como la vida militar —, podrían amar a quienes desearán y nunca pasarían necesidad alguna, pero ahora veían esa última opción como algo muy distante. Owen contempló con desasosiego la olla con comida en la estufa, su mirada viajo a sus hijos que esperaban pacientemente sentados en la mesa, Haza y Aidan jugaban entre ellos, Evangeline le daba pecho a Ada y Kat solo miraba hacía la cocina, presumiblemente esperando la comida. Evangeline notó la mirada de angustia de su esposo, intentó dejar a la bebé en su cuna, pero la niña se aferraba a su seno como si su vida dependiera de ello, sin más opción espero a que la niña suavizará su agarre en el pezón y a la mínima oportunidad la apartó de su fuente de alimento, la pequeña bebé se quedó helada ante tal descaro e inflo sus mejillas dispuesta a dar la rabieta de su vida, pero para su sorpresa su madre solo la descargo en la cuna e ignoró sus claros intentos de volver a su pecho, la mujer se sintió mal por hacerle eso a su bebé, pero ni toda la leche del mundo parecía llenar a la niña cuyo estómago parecía competir directamente con el amor de Dios: no tiene fin.
Dejando atrás a su comelona e indignada hija Evangeline avanzó a pasos suaves pero firmes hasta la cocina, temía conocer esa mirada, pero la conocía, intentó disimular su temor pero su mirada se centro en sus hijos sentados en la mesa, inocentes de las angustias que se presentaban a pocos metros de ellos, la mujer acarició la cabellera ondulada de sus mellizos cuando paso por su lado y deposito un beso sobre la frente de su primogénita, en un intento de calmar sus propio nervios.
— Mamá, tengo hambre — Evangeline se quedó de piedra al oír las palabras de su único hijo, el pequeño niño enrollaba sus manos entre la tela de su camisa, un claro indicio del hambre que tenía, Aidan tenía la costumbre de apretar cualquier objeto de tela cada vez que la agonía de tener el estómago vacío se hacía presente, Haza se lamía los labios y Kat se comía las uñas, con tristeza notó que Haza efectivamente se estaba lamiendo los labios y Kat ya había terminado de comerse las uñas de su mano derecha.
— Lo sé, hijo, tu padre ya a va servir la cena — el niño, lleno de confianza e inocencia por el mundo que lo rodeaba, solo asintio y siguio jugando a piedra, papel o tijera con su gemela.
— ¿Por qué tarda tanto? Ya llevamos una hora esperando — cuestiono Katherina, comenzando a devorar las uñas de su mano izquierda.
— Cocinar no es fácil, Kat, en especial para una familia tan grande como la nuestra, no se preocupen, iré a ayudar a su padre con la cena, pronto podrán comer.
Evangeline siguió su curso a la cocina y se posiciono detrás de su marido, envolviendo sus manos en la cintura de su esposo y apoyando su cabeza en el hombro del mismo.
— ¿Pasa algo, querido?
Owen dejó la olla en la estufa y apoyó sus manos en el mesón, la triste angustia se hizo más notoria en el rostro del hombre, en voz baja y con la respiración pesada dijo las palabras que Evangeline tanto temía oír.
— No es suficiente para todos — susurro.
Aquella simple combinación de palabras podían tener tantos significados, a veces incluso significados buenos, pero en ese contexto sólo significaba el miedo más grande que un padre y una madre amorosos pueden sentir: no tener los recursos suficientes para alimentar a sus hijos. Evangeline asintió mirando la olla con comida, Owen tenía razón, incluso repartiendo la comida en porciones más pequeñas no había forma en la que todos comieran esa noche.
— Podemos pedirle ayuda a Alma, ella siempre nos da dinero para suplir la necesidades de todos — propuso la mujer —, Alma ama a nuestros hijos como si fueran suyos, nos ha ayudado en ocasiones anteriores, sé que nos ayudará esta vez.
— Quizás, pero no quiero abusar de la confianza de tu amiga, Evangeline — resignado Owen sirvió cinco platos de comida, cinco para una familia de seis.
— ¿Qué más opción tenemos, Owen? ¡Todos necesitamos comer! — ignorando a su esposa el hombre salió de la cocina y sirvió frente a cada uno de sus hijos sus alimentos, Aidan salto emocionado hacía la comida, pero Owen lo detuvo.
— Espera a las oraciones, linda cabrita, sabes que siempre debemos dar las gracias a Dios por la comidita primero — el niño lo entendió, pero eso no evitó que a penas su padre se dio la vuelta él tomara la cuchara, la llenara de comida y se la llevara a su boquita, masticando de forma disimulada.
El hombre regresó a la cocina y sin decir palabra alguna le entregó el plato restante a su esposa.
— Está vez es mi turno — susurró Owen ante la mirada confusa de Evangeline.
La mujer tardó unos segundos en darse cuenta de lo que hablaba su esposo y cuando lo supo se horrorizo. Poco tiempo antes de que Evangeline se quedará embarazada de Ada se encontraron en una situación similar, en esa ocasión Evangeline sentó a su esposo en la mesa y lo alimento a la fuerza aunque ella no pudo probar bocado alguno, la mujer se negaba a permitir que el amor de su vida soportara el vacío que provoca una necesidad que no puede ser suplida.
— ¿Qué? ¡No! ¡Necesitas fuerzas para cuidar de los niños e ir a trabajar si te sale un trabajo! — Evangeline intentó darle el plato a su esposo, pero él retrocedió.
— Querida, los niños nos esperan para las oraciones.
— Owen no puedes aguantar hambre, ten — nuevamente sus intentos de darle de comer a su esposo fueron rechazados —. Necesitas comer, Owen.
— Tú también, anda, tú lo necesitás más que yo — el hombre tomó a su esposa de la cintura e intentó guiarla a la mesa donde sus hijos los esperaban para cenar en familia, pero la mujer se negó a moverse.
— No puedo permitir que pases hambre.
— Evangeline, estás lactando, estás trabajando, Ada necesita que te alimentes bien para que produzcas leche suficiente para ella, necesitas fuerzas para trabajar — Owen tomó la mano derecha de Evangeline y deposito un beso en ella —, si no lo haces por mí hazlo por ellos — Owen hecho un vistazo rápido a sus hijos —, ellos te necesitan.
— También te necesitan a ti, ¿cómo vas a cuidar de cuatro niños con el estómago vacío? — Owen se encogió de hombros.
— Soy más fuerte de lo que parezco.
— Igual yo, si pude sacar a cuatro criaturas por mi vagina soy capaz de aguantar un día sin comer — Evangeline tomó del brazo a su esposo dispuesta a sentarlo en la mesa y colocarle los alimentos frente a él para que no tuviera más opción que comer, pero Owen hizo fuerza, negándose a moverse —. Por favor, Owen, solo obedece, sabes bien que tengo razón, estaré bien, enserio, pude parir a una bebé de tres kilos sin problemas, podre aguantar un tiempo sin comida.
Owen se inclinó sobre su esposa, era apenas cinco centímetros más alto que ella, pero no quería que los niños escucharan lo que estaba a punto de decir.
— Si intentas darme esa comida o te niegas a comer juró que no volveré a dormir contigo hasta la próxima venida de Cristo — se sentía mal por recurrir al chantaje para conseguir que su esposa comiera, pero no tenía opción, no podía permitir que su esposa aguantará hambre por su incapacidad de conseguir un trabajo.
Resignada Evangeline lo aceptó, no sin antes lanzarle una mirada enojada a su triste marido.
— La próxima vez comerás tú, ¿entendido? — aunque los dos rogaban que no hubiera próxima vez, no tener de comer era algo realmente triste y angustioso.
— Sí, como desees.
Owen colocó el plato de comida frente a su esposa y se sentó a su lado con sólo un vaso de agua frente a él.
— ¿No vas a comer más, papá? — cuestionó Kat al ver a su padre únicamente tomando sorbitos del vaso frente a él.
— No, linda, no tengo hambre, me duele el estómago pero quiero acompañarlos para la cena, bien, juntemos las manos y demos las gracias a Dios por esta deliciosa cena — todos en la mesa se tomaron de las manos, aunque en sí no era necesario, el espacio entre la cocina y la sala, en donde se ubicaba el comedor era tan pequeño que prácticamente las piernas de todos se pegaban unas contra otras.
Evangeline miró el plato de comida apretando los nudillos. Dios jamás da pruebas o cargas que no se puedan soportar, entonces Evangeline no entendía porqué Dios le había dado 4 hijos si no podía darles ni siquiera una deliciosa comida. Solamente Katherina era planeada, Haza y Aidan sobrevivieron a los condones, y Ada logró vencer la píldora con gracia y belleza, pese a todo los amaba, los amaba con toda su alma y no se arrepentía de tenerlos, pero sí de no haberles dado la vida que ella sentía que merecían. Con un nudo en la garganta Evangeline se llevó la cuchara a la boca y mastico con pesar la deliciosa comida que su esposo había preparado, Owen bebió lentamente el contenido del vaso mientras charlaba animadamente con sus hijos. Cada bocado era similar a tener que comerse una piedra, era tanta la impotencia que sentía Evangeline por no brindarle lo necesario a su familia que fue incapaz de disfrutar los deliciosos sabores y aromas de la comida que con tanto cariño su marido había pasado horas preparando. Cuando Evangeline le pidió matrimonio a Owen le juró que jamás le faltaría nada, que ella supliría todas sus necesidades y la de su familia, pero su promesa se veía miserablemente incumplida por un salario mínimo y por una canasta familiar cuyo precio no hacía más que aumentar.
Cuando la cena terminó y los niños fueron a sus habitaciones a jugar, Owen se dispuso a limpiar la cocina y arreglar el desorden que tener niños pequeños conlleva, el hombre levantó los platos vacíos de la mesa, la única persona que seguía allí sentada era su esposa, que tenía la mirada fija en él, con su respectivo plato vació frente a ella.
— ¿Quieres darle un baño a Ada? Estoy un poco cansado y la niña siempre lucha cuando siente el agua, parece un gato salvaje cada vez que la baño, ¿Cómo será cuando tenga más dientes? ¡Que Dios nos amparé! Será una auténtica fiera con la boca llena de agujas — Owen intentó tomar el plato vacío de su esposa para ir a lavarlo, pero a penas estiró su mano para tomarlo esta fue interceptada por la de su esposa, que con suma facilidad gracias a sus años en la academia militar logró inmovilizarlo contra la pared.
— No vuelvas a hacer eso, Owen, te lo prohibo — amenazó la mujer manteniendo las manos de esposo sobre su cabeza, Owen no sintió miedo, en lo absoluto, Evangeline nunca lo había golpeado en su vida y sabía que seguiría así, solo sintio tristeza al ver tanta impotencia en la mirada de su mujer.
— Yo solo quería...
— Ya sé que tus intenciones son buenas — Evangeline liberó las manos de su esposo, pero siguió pegada a su cuerpo, impidiéndole irse —, pero tienes hemofilia, necesitas comer bien o puedes enfermarte y morir, ¿Es eso lo que quieres? ¿Dejarme viuda y cuatro niños huérfanos? Tu salud es muy delicada y no puedo permitir que te enfermes.
— No, ¡Claro que no! Pero necesitas alimentarte bien, cariño, tú eres el pilar de esta familia, sin ti...
— ¿Yo soy el pilar de la familia? ¿Quién lava, cocina, hace los recados, limpia, cuida a los niños, ayuda en las tareas escolares, recoge a los niños, juega con ellos? — Evangeline se acercó peligrosamente a los labios de su marido — ¿Quién sabe moverse tan bien que me vuelve loca cada noche en nuestra alcoba? — Owen se sonrojo en intento apartar a su esposa para seguir limpiando, pero las manos de su mujer se aferraron a su pecho —. Tú eres el pilar de esta familia, Owen, si te pierdo o te enfermas ten por seguro que todos sufriremos, no sabría qué hacer si algo malo te pasara.
Owen tomó las mejillas de su esposa y llenó su rostro de besos, entendía la sensación de tristeza, pensar que algo malo le pasaría a su esposa lo dejaba destrozado y triste, solo quería proteger a toda su familia, sin importar bajo qué disfraz angelical se presentará la maldad.
— Ambos, tu y yo, somos el pilar de esta familia, ambos somos necesarios.
— Es cierto, nos complementamos.
— Oremos, cariño, oremos para que Dios nos dé comida para los niños, si seguimos así no sé qué vamos a hacer — Owen miró con tristeza la cocina —, no hay nada para el desayuno de los niños, no podrán ir a la escuela con hambre.
— Con Dios nada es imposible, amor, si pudo proveer maná del cielo a su pueblo con más razón nos brindará alimentos para los niños.
Ambos esposos se tomaron de las manos y en silencio cada uno elevo una oración para que Dios no permitiera que sus hijos pasaran alguna necesidad. Esa noche Owen y Evangeline se fueron a dormir sin un rastro de comida para sus hijos, pero confiados en que Dios les ayudaría de una u otra forma.
Esa mañana al despertar Owen espero pacientemente a que sus hijos bajaran a desayunar, no había nada que darles a sus niños, había gastado hasta la última miga de pan en la cena de la noche anterior, literalmente solo tenía agua para darles y aún faltaba dos semanas para el fin de mes, y para que le pagaran a Evangeline su sueldo.
— ¿Qué vamos a hacer? ¡No hay nada para alimentar a los niños!
— No lo sé, intenté llamar a Alma para pedirle ayuda pero no contesta — respondió Evangeline igual o más angustiada que su esposo — ¿Qué haremos, Owen?
— Confiar, confiar en que Dios proveerá — Owen oculto su rostro entre sus manos orando y suplicando a Dios un milagro.
Ambos padres se tomaron desesperados de las manos cuando escucharon las risas de sus hijos acercándose por las escaleras, el primero en llegar a la sala fue Aidan, el niño estaba animado y riéndose como siempre, bajando las escaleras a saltitos, con su uniforme del colegio, mismo que le quedaba tan grande que tenía que remangarse los pantalones para poder usarlos, un uniforme heredado de su querida hermana Katherina que seguía arreglándose.
— ¡Buenos días, papá! — el niño corrió a los brazos de su padre, saltando y aplaudiendo como siempre hacía, Owen lo espero con los brazos abiertos y recibió con gusto el abrazo, y el beso matutino que su pequeño religiosamente le daba cada mañana — ¡Buenos días, mamá! — Aidan repitió exactamente la misma acción con su madre, misma que no pudo evitar romper en llanto al sentir los besos tiernos de su hijos — ¿Por qué estás triste, mamá?
— Por nada, pequeño regalo, ahora ve a sentarte mientras esperamos a tus hermanas.
El niño obedeció y se sentó en la mesa meciendo sus pequeñas piernas mientras relataba alegremente su sueño, como hacía cada mañana.
La siguiente en bajar fue Haza, con su clásica seriedad, la niña bajó las escaleras de forma lenta y elegante, ella no corría, ni reía, saltaba o aplaudía como lo hacía su mellizo, la niña solo le dio un beso en la mejilla a su padre y repitió la misma acción con su madre, sentándose al lado de su hermano, en completo silencio.
Finalmente Katherina llegó al comedor, luciendo tan linda como siempre, esta vez fue Owen quien no pudo disimular su aflicción por la situación.
— Buenos días — sin besos, sin abrazos, así era Katherina, ya no era nada cariñosa como cuando niña, pero ese era el precio de ser adolescente, no era nada "asombroso" ser cariñosa con sus padres. Katherina se sentó en la mesa y miró a su alrededor sorprendida de no ver el desayuno ya servido y al juzgar por la mirada de sofocación de sus padres algo estaba mal — ¿Y el desayuno? ¿Qué está pasando? ¿Por qué tienen esas caras?
— Bueno, niños, verán...— pero las palabras de Owen fueron silenciadas por el sonido de la puerta siendo tocada.
— ¡Yo voy! — grito Aidan saltando hacía la puerta.
Owen miró a su esposa siendo incapaz de decirles a sus hijos la verdad y justo cuando Evangeline iba a contar la realidad de su situación se escuchó el grito de Aidan desde la puerta. Rápidamente tanto los padres como las hermanas se pusieron de pie para ir a la puerta.
— ¡Cubitos de gelatina! — gritaba el niño feliz mientras recibía su golosina favorita.
— Eres la criaturita más glotona y tierna de la tierra — comentó Günther acariciando la cabellera ondulada del niño.
— ¿Podemos ayudarle? — preguntó Evangeline a la defensiva de ver a un extraño de pie en la puerta de su casa.
— ¡Günther! — Katherina empujó a sus padres y hermano para colocarse frente a la puerta, por ende frente al joven de ojos azules oscuros — ¡Es un gusto verte! ¿Qué haces tan temprano por aquí?
— Bueno, si mal no recuerdo existe cierto conejo que adora las frutas y verduras de mi jardín — tanto Katherina como Aidan se pusieron rojos de vergüenza al recordarles sus crímenes —, como están en plena cosecha y no puedo comerlas todas pensé en traerles un poco, también traje huevos del gallinero, las gallinas dieron demasiados y no quise desperdiciarlos.
Günther reveló una canasta llena de frutas, verduras, pan fresco y algunas otras delicias que la familia no podía ni imaginar, los olores dulces que incitaban al hambre invadieron sus rostros y los colores brillantes de la comida casi los dejó sin aliento.
— ¿Todo eso es para nosotros? — preguntó Aidan con la boca abierta por las delicias que sus ojos veían.
Günther volvió a desordenar la cabellera del niño, le encantaba acariciar esas negras y suaves ondas que conformaban tan lindo cabello, todo en Aidan le parecía de lo más hermoso del mundo.
— Sí, pequeño, tengo una cocinera que hace maravillas y le pedí que hiciera algunas cosas para mis nuevos vecinos — Günther extendió la gran canasta repleta de comida —. Por favor, acéptenlo, es un pequeño "gracias" por tan delicioso pastel de manzanas — Katherina tomó la canasta aprovechando para acariciar las manos de Günther, quien le sonrió feliz a la muchacha, causando que su rubor aumentará.
— Adelante — Katherina se hizo a un lado invitando a su nuevo vecino a ingresar, él lo hizo con algo de timidez, pero una enorme sonrisa fue marcada en su rostro cuando Aidan lo tomó de la mano, guiándolo dentro de la casa.
— Tranquilo, así no te vas a perder — dijo el niño feliz.
— Aidan, no seas tonto — Katherina apartó a su hermano del nuevo vecino y dejando la canasta en la sala lo tomó de la mano —. Disculpa a mi hermano, Günther, cree que nuestra casa es tan grande como la tuya como para que te pierdas en ella.
Mientras Katherina le daba a Günther un recorrido por la casa Owen y Evangeline seguían de piedra en la entrada de su hogar, ambos se miraron entre sí sin creer lo que veían.
— Owen...
— Evangeline...
— ¡Él es la respuesta a nuestra oración! — dijeron ambos al unisonó, sabían que Dios hacía maravillas pero no pensaron que respondiera una oración tan deprisa.
— Y esta es la sala, comedor, cocina y sí, está prácticamente todo junto. Lamento que no tengamos una casa tan linda como la tuya — Katherina sentía tanta pena por no estar a la altura de Günther que deseo que el chico jamás hubiera venido a su humilde hogar —. Ahora que lo pienso, ¿cómo supiste que esta era nuestra casa? Digo, todas las casas de esta calle son iguales con la excepción de la tuya, ¿cómo supiste que vivíamos aquí?
Günther vaciló un poco antes de que su mirada de azul oscuro se encontrará con una pequeña cachetona que inspeccionaba con sumo interés el contenido de la canasta.
— ¡Ah! ¿Y quién es esa preciosura? — Günther se agacho a la altura de Haza, al verlo la niña corrió a esconderse detrás de las piernas de su padre —. Kat no me dijiste que tenías hermanos gemelos, de haberlo sabido hubiera venido más deprisa.
— No son gemelos, son mellizos, ella es la mayor, es una niña.
— Hola, linda, ¿Cómo te llamas? — Günther extendió su mano esperando a que la niña lo saludará, pero ella no salió de detrás de las piernas de su padre.
— Anda, responde, hija — ordenó Evangeline —. Disculpa a mi hija, es muy tímida.
— Haza — respondió la tímida niña ocultándose detrás de las piernas de su padre.
— Descuide, no debe ser fácil conocer a alguien nuevo — Günther regreso a la canasta y de allí sacó un par de enormes, rojas y gordas fresas, mismas que le extendió a la niña —.Ten pequeña, pareces ser la clase de niña que ama las fresas, ¿Me equivoco? — Haza amaba las fresas, eran su fruta predilecta, la niña salió tímidamente de entre las piernas de su padre y tomó las fresas que eran tan grandes como sus manos —, eres un encanto — Günther regreso a la canasta y rebusco algo entre ella, Kat se emocionó al ver que sacaba un ramo de flores del interior de la misma —. También traje esto, para ti, Kat, noté que mirabas mucho las flores blancas del jardín y supuse que te gustaría tenerlas — el muchacho extendió el ramo a la chica, quien estaba helada por tanta caballerosidad, hasta el momento Kat pensaba que esa clase de chicos solo existían en las películas, pero ahora veía que era real, muy real y guapo, demasiado guapo.
— Günther, gracias, pero no debiste hacerlo, no las merezco.
— Una chica tan linda como tú merece todas las flores del mundo.
Katherina se quedó sin aliento.
— No puedo aceptarlas.
— No te preocupes, puedes conservarlas, aún me quedan muchas flores en mi jardín, así cada vez que las veas pensarás en mí, de la misma forma en la yo pienso en ti cuando veo las rosas tan rojas como tus labios — Katherina pensó que si esa misma noche tuviera que morir lo haría feliz porque sentía en su corazón que acababa de conocer el amor verdadero.
— Bien, iré a preparar el desayuno, vas a comer con nosotros, ¿verdad...?
— Günther — respondió Aidan intentando alcanzar una manzana de la cesta, misma que Günther terminó por entregarle en las manos —, mi nuevo amigo se llama Günther.
— ¿Te quedarás a desayunar con nosotros, Günther? — pregunto feliz Evangeline por tan maravilloso milagro que representaba aquél atractivo muchacho.
— No quiero ser una molestia — dijo Günther antes de que Aidan comenzará a tirarlo de la mano.
— Quedate a desayunar, Günther, luego vamos a jugar.
— Insisto, soy un cocinero rápido, podrás desayunar con nosotros sin problemas — pidió Owen, pero Günther ya había tomado una decisión a penas Aidan se lo pidió.
— Claro, muchas gracias.
Owen y Evangeline fueron a la cocina para preparar los alimentos de su familia, y de su distinguido invitado, Haza fue con ellos, temerosa de quedarse a solas con el extraño, en cambio Aidan permaneció feliz sentado al lado de Günther, al igual que Katherina que no dejaba de suspirar por el singular muchacho.
— ¿Y qué opinas de mis hermanos? Te pido disculpas si son un poco torpes o molestos — al decir eso Aidan le saco la lengua a su hermana, provocando en Kat una punzada de fastidio —, ambos son un par de salvajes.
— Yo no lo veo así, Kat, me parece que tanto Aidan como Haza son unos niños adorables, pero a decir verdad prefiero a Aidan sobre Haza, no me malinterpretes, es una niña adorable, sólo que...— los ojos de Günther viajaron a Aidan —, no sé, Aidan tiene algo especial.
Günther nunca se había detenido a pensar en el futuro, siempre vivía el "aquí" y "ahora", pero cuando veía a Aidan cientos de ideas y pensamientos hermosos llenaban su mente, haciéndolo sentir dichoso y en paz al estar en la presencia de la adorable criatura con mejillas tan rojas como la manzana que devoraba.
— Quizás es la sonrisa, Aidan siempre está sonriendo, mientras que Haza siempre tiene cara de calibre cuarenta.
— Sí, a lo mejor es eso, en todo el día no vi a Haza sonreír — y la sonrisa de Aidan era tan linda que hacía el corazón de hielo de Günther derretirse y volverse uno de carne.
— Gracias, Günther, has sido una auténtica bendición para nuestra familia — Evangeline abrazo a Owen y ambos miraron a la respuesta a sus peticiones, les sorprendía como Dios respondía sus oraciones, sin Günther probablemente su familia habría tenido que recurrir a Imogen para poder comer y pedirle cualquier favor a Imogen era como pedirle un favor al diablo, siempre encontraría motivos para frotárselo en la cara a la familia de su hermana.
Esa mañana la familia Fierro Morales desayunaron con las delicias traídas por Günther, con este mismo desayunando junto a toda la familia, la presencia de Günther era como un soplo de aire fresco para los angustiados padres, no solo por haber sido la respuesta a su oración, también por la gran felicidad que el muchacho les traía a sus hijos, sobre todo a su hija mayor, quien no dejaba de coquetear y recibir halagos por su parte. Owen y Evangeline se miraron entre sí, parecía ser que su nuevo vecino sería toda una bendición para sus vidas.
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