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Trabajo robado= dinero asegurado

Las personas se vuelven locas por los bebés. Esa era una realidad. Pero no cualquier bebé, la mayoría de personas matarían por tener un bebé, pero no cualquiera, los favoritos son los bebés blancos, de ojos azules o verdes, de preferencia rubios, pero pelirrojos también sirven. Algunos padres prefieren pelinegros o castaños rojizos, pero esa es la excepción. La demanda por bebés negros o mestizos era baja, pero existente.

En épocas pasadas los padres tenían que esperar meses por un bebé, sufrir una decepción al darse cuenta que no era como ellos querían o no del genero correcto. Gracias a Un Mundo Libre ese problema estaba casi erradicado en su totalidad. En Un Mundo Libre existen granjas donde se hacen bebés, Grimore se llama, lugares ocultos en las montañas, en edificios debajo de la ciudad o en simples hospitales donde los niños son creados y posteriormente enviados a sus familias, ¿Quieres un bebé rubio de ojos azules? Lo tienes, ¿Tú bebé no es del genero adecuado? Mil disculpas, de inmediato lo cambiamos. En Grimore todo esta controlado, desde quienes engendraran a la criatura hasta sus rasgos, lo cierto es que, después de la prostitución, el campo de trafico infantil era el más fructífero.

Günther pronto entendió que eso lo hacía de cierta forma intocable, porque su padre era el dueño del 50% de los Grimore y un productor de la mejor calidad que se deleitaba con las hermosas jovencitas, y sumisos jovenes que sus granjas podían albergar, podía hacer lo que quisiera y nadie diría o haría algo, solo mirarían hacía un costado siempre y cuando su padre les siguiera dando bebés, y algo más. El rubio no recordaba muy bien cuando fue consciente de lo que su padre hacía, solo recordaba estar sentado en sus piernas mirando hileras de camas que se extendían por lo largo y ancho de una bodega, con mujeres atadas de brazos a las cabeceras de la cama, las piernas separadas, vientres hinchados y venosos, a punto de explotar. Algunas tenían grandes cortes debajo del estómago, cortes que si bien no estaban infectados se hinchaban y sangraban como si estuvieran a punto de abrirse. Vio a algunos hombres, con collares que los mantenían aferrados a una pared forzándolos a estar sobre ellas, aquél que se negara recibía o un latigazo o una descarga eléctrica que los hacía retorcerse en el suelo como peces recién salidos del agua. Pese a ello estaba orgulloso del trabajo de su padre, era una labor con la comunidad y si los gobiernos internacionales, y si las personas, no veían nada malo en beneficiarse del sufrimiento ajeno con tal de tener bebés, él tampoco.

Pese a ello Günther no quería usar su estado de inmunidad diplomática para actuar a su antojo. Anhelaba una vida digna, sobre todo considerando la presencia del niño que llenaba su corazón de locura amorosa. Suponía que su pequeño no desearía una relación marcada por turbulencias y conflictos constantes, eso incluía que se mantuviera en el anonimato, que fuera invisible. No quería tener recurrir a otros métodos, pero a juzgar por el ambiente religioso de su amado dudaba que sus suegros llegasen a aceptar su relación, por ello debía estar preparado para robar a Aidan de ser necesario. El camino más fácil era esperar, solo eso, esperar a que creciera, que fuera lo suficientemente grande como para tener conciencia de sus emociones o por lo menos que fuera legal, pero le resultaba tortuoso dicha espera, con su boquita rosa, esa piel perlada y pálida tan hermosa, todo en Aidan evocaba al deseo, era como si su pequeño hubiera sido creado minuciosamente por sus dioses, pieza por pieza, pestaña por pestaña, perfectamente creado para él. En un mundo perfecto, en Un Mundo Libre aquella agónica espera tendría sus frutos en el momento en que su pequeño fuera ya adulto, sus padres estarían muertos de felicidad de saber que su hijo sería amado y protegido, celebrarían una boda que duraría días, incluso semanas, el rubio se podría regocijar observando a su joven pero hermoso esposo vestido de rojo, el color ceremonial de los Vodja, se gozaría quitándole cada prenda mientras en el rostro de su pequeño había una sonrisa coqueta rebosante de amor y deseo, se casarían y tras años de intensa pasión darían la bienvenida a algún bebé, la mitad perfecta de ambos, un hijo que sería por siempre amado, pero lamentablemente estaban muy lejos de su país natal y el chico de ojos azules oscuros no se sentía en la capacidad de esperar.

A decir verdad, si el mundo fuera perfecto, si Un Mundo Libre hubiera logrado expandirse en su totalidad no tendría que esperar, ni siquiera que ir a su país, solo sería inundado por el amor del niño y su familia, pero al no ser eso posible no tenía más alternativa que imaginar, escapar al mundo de la imaginación y ensoñación, creando distintas historias que lo hacían sentirse mejor.

Entendía que a los ojos del mundo exterior lo suyo con el niño no era normal, por ello se deleitaba imaginando posibilidades. Tal vez podría llevarse a su futura familia política de vacaciones a su país de origen, los alojaría en el hotel más lujoso del país y los llevaría a conocer cada rincón de la belleza tropical del lugar, con un poco de tiempo podría hasta llegar a convencerlos de quedarse, unirse a su religión — o no, a decir verdad al rubio solo le importaba que aceptarán el amor que él y su pequeño profesaban — y entonces solo esperaría, pero que esperará no significaba que no pudiera llevarse a su pequeño amante a un rincón durante la cena, que no acariciara sus jugosas piernas, que no probará su seductora boca o que no reclamara la cremosidad blanca de su piel. ¿Así sin más se había enamorado de él? ¿Por una sola sonrisa en una mugrienta heladería? Claro que no, al principio solo fue atracción, curiosidad y una sorpresa abrumadora por tratar de entender el cómo esa criatura que para entonces era desconocida tenía la capacidad de sonreírle con ese cariño libre de interés, deber u obligación, le perturbaba un poco la idea de que un pequeño desconocido fuera capaz de sonreírle de la misma manera en la que tanto había soñado que le sonriera su padre y en la forma en la que esperaba que le sonriera su tía Genevieve. Al ser un hombre de negocios su padre le había entregado su total educación a distintas niñeras y maestros cuyos rostros cambiaban con la misma frecuencia que Günther se cambiaba de ropa, su padre pocas veces estaba en casa y más pronto que tarde entendió que en realidad el hombre que tanto lo amaba en realidad no sabía nada de él, solo se contentaba con trabajar y amasar una fortuna para que su único vástago jamás tuviera que trabajar, y pudiera entregarse por completo a los placeres carnales que pudiera desear. Pese a no haberse visto en su vida el niño le sonrío como si llevará mucho tiempo esperándolo, alegría, amor, alivio y cualquier cosa buena que terminará con "a", todas esas pequeñas emociones vio en el niño que no dejaba de exigir cubitos gelatinosos.

¿De esa manera, sin motivo aparente, cayó rendido ante su hechizo? ¿Solo por una sonrisa en una humilde heladería? Pero no, aquello no fue tan simple. Al principio, fue una atracción, una curiosidad que lo invadió, y una abrumadora sorpresa al tratar de comprender cómo aquel ser desconocido podía regalarle una sonrisa tan llena de cariño, libre de todo interés, deber u obligación. Le perturbaba el hecho de que un pequeño extraño pudiera sonreírle de la misma forma en la que siempre había soñado que su padre lo hiciera, y de la manera en que anhelaba que su tía Genevieve lo hiciera.Siendo un hombre de negocios, su padre delegó por completo su educación a distintas niñeras y maestros, cuyos rostros cambiaban con la misma frecuencia con la que Günther mudaba su vestimenta. Su padre rara vez estaba presente en casa, y pronto entendió que, en realidad, aquel hombre que lo amaba inmensamente no lo conocía en absoluto. Se conformaba con trabajar arduamente y acumular fortuna para asegurar que su único vástago nunca tuviera que trabajar y pudiera entregarse a todos los placeres carnales que deseara.A pesar de no haberse cruzado antes en sus vidas, el niño le sonrió como si hubiera estado esperándolo durante mucho tiempo. Alegría, amor, alivio y todas las bendiciones del universo se reflejaron en aquel gesto radiante que el pequeño no dejaba de exigir mientras saboreaba sus cubitos gelatinosos. En ese instante, Günther supo que estaba ante un ser especial, alguien capaz de llenar su corazón de una manera que nunca antes había experimentado.

Esa noche al llegar a su casa intento olvidarlo, principalmente porque sabía que al ser rechazado tan cruelmente por su tía sería regresado a la calidez frívola de su hogar, sabía que su padre lo amaba, pero quería algo, alguien que siempre estuviera allí para él, que sonreirá con alivio y alegría al verlo, no que le diera unas palmaditas en la cabeza y unos cuantos caramelos para después encerrarse en su oficina hasta el amanecer. Esa noche soñó con él. Günther se despertaba sobresaltado sintiendo pequeños suspiros y la fantasmal figura sonriente del niño lo miraba en la oscuridad. En los confines del corazón de Günther, ardía una llama intensa y prohibida, una pasión que se alzaba como un fuego indomable. Sus pensamientos se perdieron en la añoranza de la compañía de aquel hombre, de aquél niño, que despertó en él un amor que trascendió las barreras impuestas por la moral. Un vínculo misterioso los unió, como hilos invisibles tejidos por manos divinas, creando una conexión que desafió las convenciones del mundo terrenal.

En cada mirada compartida, en cada roce furtivo de sus cuerpos, Günther creyó percibir el eco de un deseo mutuo, la respuesta del universo, de sus dioses, a su anhelo más profundo. En sueños, se encontraron en un reino mágico, donde los límites se desvanecieron y el tiempo se detuvo, entregándose sin reservas a un amor que trascendía la moralidad, y la cordura, lo propio e impropió. Sin embargo, en el frágil equilibrio entre el deseo y la moralidad, Günther se enfrentó a una encrucijada. Sabía que la sociedad desaprobaba, que su amor era juzgado y condenado por aquellos que no comprendían la grandeza de su conexión. Pero el fuego de su pasión persistió, imparable y eterno, alimentando su corazón con la promesa de un amor auténtico y completo.En la oscuridad de la noche, Günther se deleitó en la dulce tortura de sus pensamientos, acariciando en su mente cada curva, cada suspiro compartido. Aunque el mundo exterior les negara su bendición, él se aferró a la esperanza de un destino que entrelazara sus vidas, permitiéndoles vivir su amor en plenitud.

En los confines de su ser, el hombre guardó el secreto más hermoso y arriesgado, un amor que desafió los límites de la realidad. Y en esa danza prohibida, en ese deseo que trascendió las barreras impuestas, Günther y Aidan encontraron la plenitud de su conexión, dejando que el amor los llenara hasta la eternidad. Fue incapaz de volver a dormir, paso el resto de la noche llamando a cuanto investigador privado recordará describiéndole a su infante soñado, la heladería y todo cuanto pudiera para hallar con su dirección, para su fortuna había una casa a la venta en esa misma calle, ya con todo listo llamo a un grupo de personas que lo ayudo a inventar una historia fantástica pero creíble sobre su llegada, y como su tía lo había recibido con bombos y platillos, pero como tenía un par de niños pequeños no podía darse el lujo de acogerlo, por eso tenía que comprar una casa y demás, el equipo se encargó de blanquear sus otros gastos, hacer cualquier cosa para que su padre no sospechará que algo estaba mal.

Gracias a los investigadores privados se enteró de la precaria situación económica de la familia biológica del niño, algo que lo hizo sentirse mal y preguntarse qué tan mala estaba la situación como para hacer a un niño tan pequeño trabajar — ninguno de los investigadores privados tuvo el corazón para decirle que en realidad el niño no trabajaba, solo estaba acompañando a su hermana — pronto se dio cuenta que más que un problema podría ser bien una ventaja. Su padre siempre decía que los pobres estaban dispuestos a todo con tal de mejorar su situación, esperaba que fuera cierto. Obviamente no que le dieran a su pequeño amante en bandeja de oro, pero sí que hicieran ojos y oídos sordos a algunas cosas, a pequeños roces, a sonidos y más.

Mentalmente Günther maldecía el día en que entro en la heladería, maldecía a su tía por haberlo rechazado, a su padre por haberle llenado la cabeza con ideas sobre que sería amado y protegido por la rubia mujer, y su familia, pero sobre todas las cosas maldecía a la inocente criatura que sin saberlo había despertado en el melancólico cliente de su hermana una calor que no podía apagarse y no deseaba que se apagará, pero tampoco podía saciar esa angustiante necesidad con libertad.

— ¡No quiero ir! — Gritaba Aidan dando saltos y patadas al aire — ¡Jesús murió en la cruz para que podamos tener libertad de elección!

— Murió para salvarnos de nuestros pecados, no para que hagas un berrinche — respondió Evangeline terminando de peinarse.

Ya se había vuelto costumbre que Günther fuera a desayunar con ellos, aún así se notaba que su presencia no era tan satisfactoria, sobre todo con su pequeño amor haciendo una rabieta.

— Ay, Ady, tú no tienes remedio — Katherina y Günther estaban en la mesa, bebiendo el exquisito chocolate que Günther les había regalado, mientras que a su alrededor reinaba el caos. Evangeline caminaba de un lado al otro buscando los zapatos que mejor combinarán con el vestido de seda blanco que llevaba, Owen batallaba intentando peinar a Haza y vestir a Ada, todo mientras Aidan estaba en modo salvaje negándose a vestirse, arrastrando y lanzando un disfraz de cordero mientras vagaba por la casa en ropa interior, claro que la vista no era para nada desagradable, al menos no para Günther, el rubio podía pasar todo el día viendo al niño con sus calzoncillos de dinosaurios y nunca se cansaría —, no es tan malo hacer esa obra de teatro para el deleite de las damas de la iglesia.

— Entonces vístete tú de cordero — respondió el niño lanzándole el disfraz a la cara a su hermana.

La muchacha bufó más furiosa de lo que debería pero recordando la presencia del rubio muchacho sonrío y exclamo un <<¡Ay, los niños de hoy en día!>> mientras dejaba el disfraz en un mueble al lado de la mesa. La chica se puso de pie y se aseguró de que lápiz labial estuviera bien, arreglo su peinado y verifico su rostro, miro el reflejo de su apuesto invitado y dejando caer una pinza para el cabello se agacho, asegurándose de dejar que la falda de su uniforme se subiera lo suficiente para mostrar, pero no demasiado para dejar nada a la imaginación.
El rubio aplaudió mentalmente aquél acto bien planeado, le divertía los intentos de la chica por seducirlo, pero lejos de deleitarse con el contenido de debajo de la falda de la chica el muchacho solo pudo pensar si aquella picardía era de familia y si su pequeño también lo haría.

Katherina regreso ruborizada a la mesa, dedicándole sonrisas tímidas a su compañero de bebida. Günther no lo iba a negar, la chica era bonita, con esas piernas largas y esos pechos redondos, carente de retaguardia, pero lo compensaba con esa cara, sin duda Katherina era un ejemplar único y bonito, lástima que él ya había fijado sus ojos en un ejemplar único, hermoso y pequeño. Supuso que si ella hubiera sido la que le sonreía de la manera en la que lo hacía Aidan tal vez la historia sería distinta. Terminaron el chocolate justo cuando Ada comenzaba a llorar y gritar al ser bañada, huyendo juntos del desastre que se avecinaba.
A Günther le gustaba llevar a Katherina al colegio porque en el asiento del conductor tenía una vista más clara hacía sus pechos, a Katherina le gusta que Günther la llevará al colegio porque era guapo y tenía un buen auto, y porque podía fingir con sus amigas que era su "pretendiente rico" que la sacaría de la pobreza, y la llevaría a la gloria lujosa de la vida.

Durante el trayecto Katherina le conto a su "pretendiente rico" sobre la razón por la cual Aidan estaba en modo revolución. Esa era otra ventaja de llevar a la chica a la escuela, siempre hablaba de más, era muy parlanchina y de vez en cuando dejaba escapar información valiosa que más tarde que temprano podría usar, eso y que podía ver con más claridad la rosada curva de sus senos. Cada cuatro meses las mamás de la iglesia hacía una fiesta en la casa de Imogen, donde sus pequeños retoños entretenían al público haciendo representación de algunas historias de la biblia, al grupo liderado por Evangeline les tocaba la historia de la oveja perdida pero Aidan se negaba a usar el disfraz, no tanto porque atentara contra su dignidad — ser chiquito y cachetón no lo hacía ver mejor — sino porque el traje le daba picazón.

— Vaya, parece interesante — el rubio se preguntaba como niños tan pequeños podrían recrear tales historias. Se preocupó por la seguridad de los infantes cuando Katherina le dijo que una de las historias era la de Jonas y el gran pez, se preguntó cómo esos niños harían que tantos peces entrarán en el arca ¿o esa era la historia de Moisés? No lo recordaba — ¿Puedo ir? — no se perdería la oportunidad de deleitar sus ojos con la imagen de su tierno corderito, llevaría una cámara y tomaría algunas fotos, una mauskeherramienta misteriosa por si la imaginación no era suficiente para darse auto placer.

— ¡Por supuesto! Usualmente es una actividad solo para madres de la iglesia, pero siempre hay uno que otro papá colado por ahí.

Dejo a Katherina en su colegio y fue directo al suyo, las clases eran aburridas y lentas, se sorprendía de que todo lo que estaba viendo ya lo sabía gracias a los tutores de su padre, pero suponía que la educación de los viles pecadores no era tan buena como la de ellos. Al finalizar las clases fue a recoger a su futura cuñada, tenía clases de dibujo después de la escuela y según había escuchado se aproximaba un concurso muy importante, por eso debía pasar más tiempo en el estudio. Las clases se impartían en uno de los lujosos salones de la prestigiosa escuela privada de la ciudad, para el rubio no había sido problema alguno pagar por las clases extracurriculares de su familia política: canto y pintura para Katherina, natación y atletismo para Haza, chino, inglés, francés, guitarra, matemáticas, lengua, literatura y algebra avanzada para su pequeño. Había sido idea de Evangeline, de eso estaba seguro, el alma de su pequeño se rompía con cada nueva clase que la mujer escogía para él, era el único niño de la familia, debía resaltar, ser el mejor en todo. Sus suegros le habían dicho que le pagarían en cuanto pudiera por las clases, estuvo tentado en pedir la mano de su pequeño como pago, pero solo les pidió que lo invitarán a desayunar porque su cocinera estaba enferma, fue una lastima tener que deshacerse de ella, la anciana cocinaba delicioso, pero bueno, su pequeño lo valía.
Günther llego justo cuando la maestra les recordaba el plazo máximo para entregar sus dibujos, maravillado observo cada una de las pinturas, habían chicos y chicas con mucho talento, otros...bueno, otros debían agradecer que tras la segunda guerra mundial el arte ya no debía ser algo extraordinario. Se paro allí, intentando comprender el significado de algunas manchas y rallones de unos dibujos, se dio por vencido tras notar como sus creadores solo miraban su teléfono mientras hacían rayones al azar. Siguió observando las pinturas pero se detuvo en seco cuando llego a su castaña cuñada. La pintura retrataba la figura de un gato blanco con negro, que miraba de forma curiosa al espectador, mientras detrás de él, en un prado, habían unos niños corriendo intentando volar una cometa. El cuadro distaba de ser la octava maravilla del mundo, pero los ojos del gato resultaban hechizantemente intrigantes, ojos brillantes, del color de la mantequilla derretida, llenos de curiosidad pero a la vez como si guardará un secreto que el animal se moría por revelar. La sonrisa gatuna del animal junto con la mirada le hicieron creer a Günther que sabía su pequeño secreto y que se moría por revelarlo al mundo, pero que no lo haría porque disfrutaba de observar como todos caminaban tranquilamente hacía su final, deseoso de empujarlos con sus patas esponjosas por un acantilado.

La maestra anuncio el final de la clase recordándoles nuevamente el plazo, de inmediato todos comenzaron a salir, pero para su desconcierto Günther notó como algunos chicos y chicas que había hecho garabatos o directamente tenían su lienzo en blanco se ponían de pie para firmar los cuadros ajenos de otros niños que se habían pasado toda la clase mezclando colores y plasmando una imagen, un sentimiento o un recuerdo en un lienzo. Harper hizo lo mismo, por fin dejo a un lado su teléfono para inclinarse y firmar aquél cuadro de gato blanco con manchas negras.

— ¡Ush! ¿No pudiste dibujar algo mejor? — pregunto la rubia haciendo un gesto de asco —, que gato tan feo — Katherina se encogió de hombros.

— Es Coco, la mascota imaginaria de Ady, le prometí que le regalaría un cuadro para decorar su lado de la habitación, tiene las paredes desnudas y dice que le da miedo la pintura de bailarina que le regale a Haza.

— Tiene una mirada peculiar, eso es bueno, esta de moda esas cosas, quizás logré alcanzar el tercer lugar — acepto la rubia, mirando con más atención el cuadro — ¡Que lindo! ¿Es Ady y Haza? — Katherina asintió — Te faltaron más cachetes para Haza, ¿Y por qué no dibujaste a Ada? — Harper escudriño el dibujo, buscando algún rastro de la bebé que tanto la enloquecía. 

— Porque es una bebé y no puede correr.

La sonrisa de Harper se borro, de interior del bolsillo de su lujoso uniforme saco un par de billetes y se los arrojo a su prima.

— Dibuja a Ada, sabes que me muero por esa bebé — Katherina observo los billetes caer lentamente, a la lluvia de dinero a su alrededor con ojos vacíos y cansados, Günther no pensó que lo haría, pero dejando de lado cualquier vestigio de dignidad se agacho a cuatro patas recogiendo el dinero. La muchacha se incorporo guardando los billetes en el bolsillo de su sencillo uniforme. Su rostro era duro como el concreto y miraba con desprecio a su tía, como si fuera menos que basura para ella. Harper amaba a Ada porque era una bebé y la chica podía hacer lo que quisiera con ella, y la infante no podría hacer nada para detenerla —. Termina la pintura para la próxima clase, ¿Sabes que te pago demasiado para solo alquilarla? Debería pagarte menos — de la nada, la rubia volvió a sonreír — ¡Estaba bromeando! Deja esa cara, enserio, chica, eres una dramática — Harper envolvió en sus brazos a Katherina en un apretado abrazo — ¿QUÉ CLASE TENEMOS? — grito en el oído de su prima — ¡Ups! Olvide que no estudias aquí, ¿Qué clase tengo?

— Piano — respondió la castaña aturdida y su prima puso los ojos en blanco. 

— Me cae como patada al culo el mamerto del profesor, ¿Qué no tiene a nadie más a quien joderle la puta existencia? Por eso su esposa se cogió a otro, everywhere — la chica por fin libero del abrazo de víbora el cuello de su prima, tomo su bolso y comenzó a caminar lejos —, no olvides terminar la pintura, necesito un nuevo trofeo, tengo un espacio perfecto en mi repisa de premios, ¡Bye, te quiero!

Harper se fue y Katherina se quedo junto con los otros chicos que habían vendido sus trabajos limpiando. El rubio entro en el estudio, sentándose al lado de la castaña que luchaba por liberar del color verde las hebras del pincel. 

— ¿Por qué dejas que Harper te robe los trabajos?

La chica levanto la cabeza asustada, pero se tranquilizo y sus mejillas se tiñeron de carmesí al percatarse de que era Günther quien le hablaba.

— No es robar — respondió Kat —, yo le hago las tareas a cambio de dinero.

— La vi durante toda la clase de pintura, no hizo nada en el lienzo y en el último minuto solo puso su nombre en tu trabajo, eso quiere decir que va a presentar la pintura como suya, tú trabajaste más, ¿Y si gana el concurso? — Katherina suspiro. 

— Mamá dice que está bien, dice que necesitamos llevarnos bien con nuestra prima y tía.

— Todo por el dinero, ¿Verdad?

— Algo así, mamá siempre ha querido tener una vida bonita y con lujos como la tía Imogen, yo la ayudo como puedo, papá no puede trabajar y es mi deber ayudar.

Günther la observo maravillado y por primera vez no fue por sus medianos pero apetitosos pechos, estaba maravillado porque, pese a ser una chica tan joven, ya llevaba sobre sus hombros una carga que estaba más que dispuesta a abrazar y soportar, era admirable.

— Debe ser difícil ser la mayor de toda una camada — razonó, agradecido con los dioses y a Grimore el ser unigénito. 

— Sí, lo es, ¿me esperas y vamos juntos a la fiesta? — el muchacho podía conseguir la dirección, pero se dio cuenta que era más fácil que ella lo llevará a llamar a su investigador privado, otra vez —, perfecto, iré a lavarme las manos.

La casa de Harper era, por decirlo poco, un palacio, no era comparable a las casas de su familia pero a juzgar como Katherina se derretía en añoranza supuso que era la casa más lujosa que ella, y por defecto su pequeño, habían visto en su vida, eso lo alegro, imaginar la reacción de su pequeño al conocer su hogar le causaba emoción.

El rubio estaba consiente que "una fiesta con madres de la iglesia" sería más aburrido que ver el césped crecer, pero nada lo tenía preparado para un desfile de niños pequeños disfrazados, empleados corriendo por doquier tratando de controlar a dichos niños — porque sus madres estaban demasiado ocupadas llenando sus bocas con pastelillos y galletas, con té o jugo y no podían dejar de alardear del talento del pequeño Timmy con el futbol, y como al crecer sería famoso —, mujeres elegantes que ignoraban con increíble destreza los llantos de sus hijos y una serie de bocadillos libres de azúcar, gluten y felicidad. Ni siquiera encontró diversión con los siete padres que se colaron en la fiesta cuyo único propósito era comer mientras fingían ver las actuaciones de sus hijos pero en realidad sus ojos se escabullían en los traseros de las asistentas que intentaban controlar a los niños. Lo único medianamente interesante que había sucedido fue ver a Harper y Katherina escribir algo con un cuchillo en el enorme árbol con columpio de llanta, pensó que sería algún hechizo o declaración de amor, <<Incesto lésbico>> había pensado emocionado, pero para su sorpresa y decepción solo era una promesa tonta de amistad post mortem. 

Una táctica de manipulación, supuso él, una forma de mantener a su tonta y patética sirviente/prima bajo su control. Poco a poco Harper se estaba ganando la simpatía y respeto de Günther. Le resultaba gratificante encontrar a alguien tan desalmada. 

Por ello en su lugar se escabullo buscando a su suegra, gracias al chismorreo de las mamás se enteró que al parecer Evangeline se moría de envidia por la vida lujosa de su hermana mayor y Günther no planeaba perderse algún altercado del que pudiera sacar información. Encontró a su suegra en uno de los balcones, charlando de manera robótica con una mujer mayor, supuso que era la dueña de la casa y la madre de Harper. La tal Imogen, la multimillonaria tras enviudar y dueña de tan espantoso papel tapiz que adornaba las paredes de la mansión. Imogen era una mujer menuda y formada, cuyo rostro comenzaba a mostrar los delicados trazos de las primeras arrugas que el tiempo había trazado con su pincel. Vestida con un atuendo que irradiaba decoro y elegancia, observaba a los demás con una mirada enaltecida, sin perder su compostura. Su cabello rubio, sedoso y perfectamente peinado en un recogido moño, enmarcaba su semblante con delicadeza. Sus ojos azules, aunque transmitían una apariencia afable, no escapaban al discernimiento de Günther, quien podía vislumbrar la hipocresía oculta tras su sonrisa.

— Tal vez deba regresar — dijo su suegra —, Owen me advirtió que Ada tiene el estomago sensible y podría llorar por ello.

Los oídos de Günther fueron bendecidos por los estrepitosos y dolorosos chillidos que lanzaba a diestra, y siniestra la criatura en brazos de su suegra. 

— Déjala llorar, Evangeline, ¡Tu esposo no puede correr cada vez que la escuche llorar! Así se forja el carácter — los ojos de Imogen se abrieron mientras con su mirada recorría a la pequeña bebé en brazos de su hermana pequeña —. Tal vez...tal vez deberías dejarla conmigo — Imogen estiró su mano acariciando el cabello rizado que comenzaba a salir de la cabecita de la bebé. Evangeline se congeló mientras los dedos de su hermana recorrían la suave piel de la niña. Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas, la niña era la viva imagen de su hermano pequeño, Edan y el instinto maternal la golpeaba con la fuerza de mil caballos —. Después de todo yo podría criarla sin carencias económicas — Imogen levanto la cabeza con una mirada de ojos bien abiertos y una sonrisa de labios apretados —. Obviamente preferiría a una niña blanca rubia y de ojos azules, pero —nuevamente su mano se aferró al cuerpo de la bebé — me conformaría con ella, si me permites tenerla — los ojos de Imogen estaban muy abiertos, tenía el mismo gesto de horror que ponía cada vez que Evangeline o Edan hacían algún desastre y tenía que contenerse para no golpearlos, claro que no siempre tenía éxito. 

— No, es mi bebé, Owen nunca me dejaría regalarla.

— Como quieras, yo solo quería salvar a uno de ellos. Los demás ya están echados a perder, quien sabe qué clases de costumbres extrañas les habrá enseñado ese analfabeto — Günther casi se enferma al escuchar tanto veneno en tan pocas palabras —, hablando del tema ¿ya pensaste en el internado? — Imogen se llevo las manos a la cintura, sin despegar los ojos de la bebé, negándose a reconocer la existencia de su hermana —, sabes bien que tendía una buena educación y como es el único varón de la familia necesita dejar en alto nuestro apellido — el muchacho agudizo sus oídos al darse cuenta de que hablaban de su niño —, le vendría bien tener una madre que le dé una buena educación y no una que a penas pueda llevar a fin de mes, ¿o acaso prefieres que tenga que esforzarse el triple por las cosas? Felicidades — Imogen aplaudió con malicia —, eres la madre del año.

Evangeline se encogió en su lugar, un mesero paso por su lado y aprovecho para tomar un vaso de jugo mientras se concentraba en mirar a su bebé, si no lo hacía inevitablemente rompería a llorar. Como toda madre Evangeline añoraba darle todo a sus hijos, pero veía pocas posibilidades en un mundo cuyo costo de vida era más caro cada día.

— Soy tu hermana, ¿Por qué me tratas así?

— Para mí eres solo una pobre estúpida que tuvo más hijos de los que puede permitirse — el rostro sombrío de la mujer se transformó en una sonrisa forzosa, mientras sus ojos se dirigían a Günther quien se maldijo mentalmente por dejarse descubrir y entraba penosamente en el balcón, la mujer perdió el aliento a la vez que su cerebro maquinaba el matrimonio de su hija y como ese apuesto ejemplar era perfecto para dicho plan —. Bienvenido, Günther ¿verdad? — el muchacho asintió — Harpie me ha hablado mucho de ti, ¿Te estás divirtiendo? — el joven contuvo las ganas de decirle lo mucho que le divertía ver a madres colocarles disfraces ridículos a sus bebés para forzarlos a actuar en historias tan descabelladas solo para su retorcida diversión.

— Sí, mucho.

— Me alegra, ¿Eres cristiano?

— Nop.

— ¿Judío?

— Tampoco.

— No me digas que eres musulmán — pregunto Imogen horrorizada, estaba dispuesta en aceptar un judío e incluso un católico, pero un musulmán ¿Para su hija? Jamás.

— No — la mujer suspiro aliviada.

— Pero claro que no, eres demasiado blanco para eso — Günther alzó las cejas sorprendido, pero a la vez no tanto, ¿qué más se podía esperar de una mujer blanca y cristiana? Nada bueno, sin duda — ¿Crees en algo? Porque si eres ateo no te preocupes — Imogen tomo al chico por los hombros, en un gesto hipócrita de comprensión —, te podemos llevar por el buen camino.

— No, en realidad sí creo en algo.

— ¿Así en qué?

— Creo en el Hacedor y en el Excelso, en la doncella de la luna que es la Benevolente que nos protege de los peligrosos dientes de las estrellas.

— ¿Eres...uno de esos locos de Un Mundo Libre? Bueno, orare por ti — la mujer se inclinó sobre él, tomándolo de los hombros — para que un día despiertes y veas lo absurdo de tus creencias, y puedas buscar la verdad, a lo mejor y también eres uno de esos descarriados sexuales, no te preocupes, conozco un pastor que cura y libra a cualquiera del demonio de la homosexualidad — Günther había olvidado que los Fierro Morales pertenecían a la misma religión que predicaba sobre el amor y la buena voluntad pero que si llegaban a conocer a alguien que pensará remotamente diferente no dudarían en hacerlo desear la muerte. Imogen se giro hacía su hermana y sin un ápice de educación extendió sus brazos —, dámela — ordeno, la mujer no espero que Evangeline le extendiera a la bebé cuando ya se la había arrebatado —, ya, ya, ya, deja de llorar — ordeno meciéndola —, vamos a ver las obras de teatro, quieres ir ¿verdad? Por eso lloras.

Imogen le dio unas palmaditas en la cabeza al aturdido muchacho y se fue con la bebé secuestrada, segura de que podría anexar a Günther a su familia, ¿Quién no quisiera un yerno tan guapo y billonario? La mujer no dejaría que se le escapará de las manos
<<Por los menos mis dioses no condenaron a muerte a su único hijo>>
pensó ofendido por la actitud de la mujer.

— Disculpa a mi hermana, Günther, Imogen tiende a ser...

— ¿Una bruja insoportable? — Evangeline asintió.

— Eso y mucho más.

— ¿Por qué actúa así?

— Desde mi primer embarazo se ha querido quedar con alguno de mis bebés. La infertilidad vuelve loca a algunas personas.

Las charlas con su hermana mayor nunca terminaban bien, siempre la hacía sentir como la mayor escoria de la humanidad y culpable por no ser lo suficientemente valiente como para abortar.

<<— Creó...que será mejor que Aidan siga conmigo, para evitar así que se confunda — había dicho Evangeline a Imogen cuando le propuso quedarse con el niño, pero la mujer la ignoraba ciñéndose sobre un Aidan recién nacido.

— No, mi chico listo no se confunde. ¿O acaso quieres hacerlo seguir sufriendo y hacer que se esfuerce el triple por obtener lo mínimo? Sé una buena madre por una vez y cedeme al niño.

— Tengo que hablarlo con mi esposo.

— ¿Con ese analfabeta? Él no entiende nada, es mediocre como tú, solo hazlo, él no se dará cuenta — Imogen frunció los labios en una temible sonrisa —, siempre pueden hacer otro.>>

— Ella ha querido quedarse con todos los hijos que he tenido — Evangeline suspiro agotada de la misma charla de siempre, intentar mantener a sus hijos con ella resultaba ser toda una proeza, sobre todo tomando en cuenta que Imogen podría realmente quitarle a sus hijos si quisiera —, su esposo murió antes de poder dejarla embarazada y no tiene planes de volverse a casar, pero sí quiere hijos.

— ¿Entonces Harper de dónde salió?

Evangeline se encogió de hombros, bebiendo de un trago el contenido del vaso que hacía momentos un camarero le había ofrecido, ojala fuera algún licor o algo similar, pero para su decepción solo eran jugos naturales. Las fiestas de cristianos eran taaaaaaaaan divertidas que Günther preferiría ver secar la pintura, si no fuera por la presencia de su niño se habrían inventado alguna historia fantástica para no ir.

— De una agencia de adopción, pero sospecho que tuvo que pagar muchísimo dinero por ella, el proceso fue realmente rápido.

— ¿Y por qué quiere llevarse a Ady lejos?

— Es el único varoncito de nuestra familia, dice que es lo mejor y que ella le dará una excelente educación — Evangeline suspiro mirando hacía la multitud en el patio trasero —, tal vez tenga razón y le estoy negando a mi hijo una mejor educación  — la mujer miro un reloj colgado en el interior del salón y dejando el vaso en una bandeja se dispuso a irse  —, tengo que ir a buscar a Aidan, pronto tenemos que presentarnos y aún no lo convenzo de que se ponga el traje de cordero, ¿hablamos después?  — el muchacho asintió viéndola alejarse mientras comenzaba a formarse un nudo en su estomago. 

Günther no dejaría que su pequeño fuera llevado lejos de su lado. Solo necesitaba hacer unas cuantas llamadas y ese tema de la educación quedaría resuelto, claro está que fácilmente podría perseguirlo, contaba con los recursos económicos para hacerlo pero si iba a mantener la mentira de la familia feliz con su tía Genevieve debía quedarse en la ciudad.

Estuvo recorriendo la casa en busca de escapar de los llantos de los niños que al igual que Aidan eran forzados a ponerse ridículos disfraces para su humillación y para diversión de los adultos. En su búsqueda termino llegando a la oficina de Imogen, supo que era de ella por la enorme pintura detrás del escritorio de la mujer con una Harper más pequeña mirando hacía el horizonte. Ambas rubias, ambas blancas. Vio la fotografía de quien supuso era el esposo de Imogen, un hombre pulcro y educado, que sostenía a la mujer en brazos, pero entre su búsqueda se encontró con un folleto en uno de los cajones, no le hubiera dado importancia si no tuviera la imagen de un dragón hecho de estrellas con una mujer en la luna, seguido por las fotos de un hombre que Günther conocía muy bien junto con dos niñas y un niño. Era su tío Edgar Al Bhatt, no eran parientes sanguíneos pero si un buen amigo de su padre. Günther sonrió observando el folleto. Eran los folletos que publicitaban la compra de bebés nacidos en Grimore. Eso explicaba como Imogen consiguió un bebé rubio de ojos azules sin pasar años buscando. Harper era una niña de Grimore. El joven tuvo que aguantar una carcajada, aquella mujer tan pulcra y brillante, que se la pasaba predicando sobre las virtudes de Dios había conseguido una niña gracias a su "impura" religión. Haciendo trabajo de investigación Günther se entero que la fortuna que poseía Imogen de su difunto marido era por encubrir algunos actos con UML. Supuso entonces que ella sería una simpatizante de su religión, pero pronto entendió que si bien Imogen se había beneficiado de Un Mundo Libre jamás los apoyaría, era una hipócrita, Un Mundo Libre no era inmoral ni cruel cuando de obtener hijos blancos y dinero se trataba.

Conteniendo la risa por su pequeño descubrimiento fue en busca de su pequeño, lo extrañaba y no lo había visto desde la mañana. Lo encontró junto con su madre en una habitación vacía, Aidan intentaba quitarse el trajecito de cordero mientras su madre lo obligaba ponérselo.

— ¡Que no quiero! — gritaba el niño tratando de sacarse el traje.

Evangeline ocultó su rostro fatigado ante la desobediencia de su hijo. El chico, con una sonrisa juguetona, observaba cómo su pequeño terco luchaba por liberarse del incómodo disfraz. Estaba dispuesto a intervenir y ayudar al niño a desvestirse cuando, de repente, Evangeline agarró con firmeza el brazo de su hijo y lo giró bruscamente. Sus manos se aferraron con fuerza, y de un tirón deslizó la parte inferior del disfraz, revelando su diminuta ropa interior de dinosaurio.En un acto impulsivo, la pesada mano de Evangeline se abatió con contundencia sobre la parte trasera de los muslos del niño, provocando un sonido desgarrador a medida que la piel era impactada con fuerza. El eco de aquel sombrío golpe resonó por toda la habitación, dejando en el aire una sensación de vacío. 
 

Günther dio un respingo de dolor al escuchar el sonido de los golpes, observo horrorizado los llantos de su niño mientras penosamente se cubría con sus manitas su zona enrojecida y recién golpeada. Debe arder, piensa intentando contener el hormigueo en sus manos deseosas de devolverle mil veces aquella nalgada a su futura suegra. Nunca lo habían golpeado, su padre no pasaba suficiente tiempo con él como para haber hecho algo lo suficientemente malo para ameritar un golpe como castigo, con él nunca hubo nalgadas, pellizcos o puñetazos, ni siquiera un apretón doloroso en las manos, pero sentía como si fuera él a quien le hubieran dado esa palmada. El pequeño Aidan se retorcía todavía con su traje de corderito, tratando de cubrir con sus pequeñas manos la piel de su trasera que comenzaba a ponerse roja, con los dedos de la mujer grabados en ella, retorciéndose en un penoso baile para menguar el dolor. Los ojos del muchacho se abrieron hasta casi salir de sus cuencas cuando Evangeline volvió a alzar la mano, esta vez en dirección del rostro del niño.

— ¡Aidan! — grito el joven adentrándose en la habitación, de inmediato Evangeline bajo su mano como un asesino que intenta ocultar su arma del crimen.

Günther le arrebato al niño de los brazos y lo arrullo mientras seguía retorciéndose, siendo su pequeña mente incapaz de procesar todo el dolor que sentía.

— Se tropezó...— intento excusarse la mujer, tratando de recuperar a su hijo que se aferraba como si su vida dependiera de ello al cuello del entrometido joven.

N-no...me pegues, mamá, me pondré el traje, voy a cantar, pero no m-me pegues, po-rfa

Susurraba el niño entre hipos y lamentos.

Günther le dio la espalda acunando al niño, impidiendo que ella lo tomará, Aidan seguía llorando pero no emitía sonido alguno, su boca se movía, las lágrimas caían y seguía retorciéndose pero el niño no hacía el más mínimo ruido, era tanto su silencio que si el muchacho no hubiera visto el primer golpe muy probablemente no se hubiera dado cuenta de lo que estaba pasando. El rubio sostuvo la cabeza del niño con una mano y sus piernas con la otra, no queriendo tocar esa zona que comenzaba a ponerse roja.

— Günther — habló la mujer, todavía mostrando una mezcla de vergüenza oculta tras un velo de indignación —, devuélveme a mi hijo — esta vez, Evangeline se giró tratando de sujetar al niño por la cintura, pero en un instante el enfurecido muchacho apartó sus brazos. Mentalmente, Günther imploró a los dioses que se llevaran a la mujer, pues sentía un deseo abrasador de golpearla hasta dejarla desfigurada si volvía a intentar arrebatarle a su pequeño. Mataría con sus propias manos si era necesario para garantizar que su pequeño no volviera a llorar —, por favor, entrégame a Aidan. Es un niño algo torpe, suele lastimarse con facilidad.

— Nunca vuelva a pegarle — los ojos marrones de la mujer se abrieron en un gesto de sorpresa y vergüenza, su boca tembló y por su expresión Günther adivino que en realidad ella no esperaba que dijera las cosas tal y como habían pasado, esperaba que fingiera demencia o por lo menos que solo hubiera visto al pequeño llorar, pero no todo desde el principio, no el golpe. 

Evangeline bajo la cabeza, parecía totalmente apenada, pero no por haber perdido los estribos y haber golpeado a su hijo, más bien parecía apenada por haber sido descubierta y ser abiertamente juzgada por ello.

— Yo no quise...

Pero Günther ya no la escuchaba, tomando al niño salió de la habitación, una parte de él quería exponer a todo pulmón que aquella mujer que parecía tan cariñosa y preocupada por sus hijos no tenía ningún reparo el golpearlos cuando no hacían lo que ella quería, suponía que exponerla sería una tortura para ella, con solo ver su reacción supo que Evangeline era la clase de mujer cuya reputación lo es todo para ella, pero su mayor prioridad era calmar al niño que seguía retorciéndose en sus brazos.

Dio una última mirada a la mujer pero solo la vio con la mirada clavada en el suelo, los dientes apretados en un gesto de molestia, las manos blancas arrugando la falda de su vestido y los ojos vidriosos por la vergüenza de haber sido descubierta. En ningún momento pareció arrepentida o siquiera preocupada por el estado de su hijo.

Günther se pregunto entonces si era ese el motivo por el cual su niño sabía llorar en absoluto silencio.

Llevo al pequeño a un rincón, a la parte trasera de la inmensa mansión, justo detrás de un árbol, lo sostuvo con cuidado pero no para hacer lo que había imaginado, sino para limpiar sus lágrimas y calmarlo, pero el niño estaba aferrado a él, se negaba a soltarlo, supuso que pensaba que si lo hacía su madre se lo llevaría para golpearlo, por ello solo dejo que mojara su hombro con sus pequeñas y saladas lágrimas, y siguiera temblando absolutamente aterrado.

— Me portaré bien, seré un buen corderito — susurraba el niño entre espasmos e hipos, aferrándose el cuello de su mejor amigo —, seré bueno, o...prometo.

El rubio tomo aire rogando que sus propias lagrimas no salieran, quería llorar por ver a su pequeño llorar, estaba frustrado por no haberlo protegido. ¿Cómo alguien podía ver tan indefensa criatura y hacerle daño?

— Ya eres bueno, pequeño, ya eres un niño bueno.

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