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36. No comer, no vivir.

Lo bueno de estar drogada era que al hacerlo no sentía hambre.

Podía estar volando en una nube hecha de algodón de azúcar flotando por el universo mientras un coro de perros con ojos verdes volaban a su alrededor, luchar contra un monstruo de lava o solo estar acostada en su cama ignorando a la fastidiosa empleada que vigilaba sus movimientos para asegurarse que no se llevará ni un cubo de hielo a la boca cuando no era su "horario" de comer — tan solo 20 minutos en la mañana y 20 minutos antes de las seis, en todo ese intervalo de tiempo debía hacer gárgaras de agua con sal, lavarse los dientes para chuparse el interior de las mejillas mentoladas o llenarse la boca con su propia saliva para tener algo que tragar —, además, cuando se drogaba perdía la vergüenza y con ello le era más fácil cumplir todas las directrices del loco de Valerio. Trabajando con Valerio aprendió dos cosas: los directores de cine — y cualquier persona que quiera hacer alguna producción cinematográfica —  son psicópatas y que la dignidad vale menos que un almuerzo. De cierto modo su situación de esclavitud laboral — y casi sexual —  era culpa de Tony, se aseguraba de recordárselo con demasiada frecuencia — cuatro días a la semana, quizás 12, a veces en varias ocasiones el mismo día —  teniendo un escote demasiado pronunciado y agitando los senos con cada palabra con doble significado para que no se enfadara demasiado mientras ella seguía con su diatriba de "hay de mí". Roxelana aprendió con gran rapidez que una vez agitaba las tetas, es muy difícil que alguien se enoje ella, podía acabar de masacrar a su familia o de violar a su gato, pero si se agitan bien los montículos de grasa y músculos le seria imposible a cualquiera, hombre o mujer — en especial a Tony — enojarse con ella.

— Perdona por no poder ir a verte, el trabajo se retraso y estoy en problemas — Roxelana apretó el teléfono al escuchar la voz de Tony con ese tono que conocía tan bien, fue el mismo tono de voz que tenía el día en que le dijo que lo mejor que podían hacer era seguirle la corriente a Valerio hasta que encontrará un nuevo juguete al cual torturar.

— Oh, no — la chica suspiro mirando a su alrededor, el camerino improvisado que hicieron en la casa de la tía de Aidan era lo suficientemente grande para guardar la utilería, el vestuario y el maquillaje, pero no lo suficiente para que no parecieran sardinas apachurradas en una lata. Desvió la mirada al notar lo concentrada que estaba Tyline en dibujar las ultimas heridas en Aidan, demasiado concentrada en pintar esos cortes como para escuchar su conversación o eso esperaba —, cariño, por favor, no me des malas noticias.

— Pero debo, muñeca, creo que estoy en graves problemas —  <<Muñeca>> en cualquier otra circunstancia parecería un apodo inofensivo o incluso lindo, pero a Roxelana se le revolvía el estomago vacío cada vez que recordaba que las muñecas (al igual que ella) no comían.

— ¿Por qué? ¿Paso algo malo con el jefe? — lo dudaba, ese anciano oloroso a café y tabaco adoraba a Tony, no solo por ser su mejor trabajador también por ser mano de obra barata, al ser menor de edad podía pagarle menos de lo que realmente valían sus capacidades, sospechaba que aquél hombre rezaba todas las noches para que Tony muriera antes de cumplir la mayoría de edad.

—  No, no con él, solo que algún sapo le informo a la policía que el jefe contrata menores de edad en las diversas sucursales de su empresa y mientras la policía este investigando no hay nada que pueda hacer, no puedo volver a la ciudad y ni siquiera terminar el trabajo — <<¿Eso quiere decir que tendré que soportar a esa perra por más tiempo?>> Roxelana apretó el teléfono en sus manos, tanto que sintió que se iba a fusionar con su oreja.

— No te preocupes, estaré esperando por ti, por favor, vuelve a mí en cuanto puedas, ¿Sí? Te extraño mucho — sino fuera porque había un par de botas que clamaban por estar en sus delicados pies dejaría a un lado su voz acaramelada y le colgaría de una patada.

— Descuida, muñeca, haré cualquier cosa para volver pronto y quizás te lleve uno o dos regalitos — <<¿Quizás? Más te vale, pendejo>> decidió que ya habían charlado lo suficiente cuando Tyline por fin se rindió y le dejo un hematoma a medio dibujar en el brazo a Aidan.

— Te quiero — susurro al teléfono, no deseando ser escuchada por nadie más a parte de Tony.

— Yo también y...— colgó antes de que siguiera hablando, escuchar tanto la voz de Tony le daba jaqueca.

Anthony era un buen novio, no la golpeaba ni la vendía a cambio de unas cuantas pastillas, eso ya era mucho decir.

Pero le gustaba fantasear con golpear a Tony y a su perra servicial con un extintor en la cabeza, encerrarlos en el interior de las paredes detrás de ese estúpido cuadro de la virgen María frente a la cama — pobre María, perpetuamente forzada a verlos fornicar porque Tony le tenía miedo al matrimonio y Roxelana no deseaba tener que pasar por un carísimo divorcio cuando la pasión se acabará o su novio encontrara un nuevo par de tetas que chupar —, dejando huecos a la altura de los ojos para que la vieran comer mientras sus tripas rugían en agonía detrás de la pared, pero en especial soñaba con gemir hasta quedarse sin voz mientras hacía el amor como una loca permitiendo que quien fuera con el que tuviera sexo hiciera lo que quisiera con ella mientras Tony estaba condenado a mirarla por la eternidad — o hasta que la inanición lo matará — mientras ella se entregaba en brazos y al pene de otro. Aunque sabía que a los tres días tomaría un maso y rompería la pared para sacarlo. Le era imposible vivir sin él y viceversa, tanto Tony como Roxelana estaban más que consientes que solo ellos se aguantaban mutuamente, si terminaban terminarían siendo un par de ancianos solitarios olvidados en un asilo. 

— ¿Ya estás lista? — Tyline se acerco tras despachar a Aidan y le ayudo a terminar de peinarse, recogiendo su larga melena en una coleta con varios mechones sueltos.

— No — se levanto mostrando el cierre del vestido abierto —, no me sube, este vestido esta echo para que niñas de ocho años quepan adentro, ¡Ayudame! — las pequeñas manos de Tyline tomaron el cierre y comenzaron a intentar subirlo, pero llegaba solo a una parte y se trababa.

— ¡Demonios! No sube más, ¡Mete la panza!

— ¿Cuál panza? — pregunto ofendida.

No llevaba dos años matándose de hambre para que esa delgaducha oompa loompa le dijese que estaba gorda.

— Cierto — Tyline se quedó pensativa un momento, mirando a Roxelana buscando una forma en la que podría entrar en el vestido. Roxelana suspiro exasperada, el vestido a parte de horrible le apretaba el cuerpo de forma dolorosa, se sentía como una salchicha en una bolsa de plástico, como un trozo de carne aplastado para convertirse en un embutido, la castaña siguió intentando subirle el cierre, pero no lograba hacer que avanzará ni un centímetro, con cada movimiento solo se clavaba más y más en su espalda —. Me lastimas.

— Sufre ahora y no tendrás que soportar los gritos de Valerio después — bufó descontenta, Tyline se puso delante de ella, buscando alguna cosa que estuviera reteniendo el vestido de subir por completo, Roxelana miró a su compañera de trabajo, siempre se había preguntado por qué razón trabajaba para Valerio, suponía que al igual que ella estaba forzada a hacerlo, pero no podía imaginarse con que la forzaba.

¿Acaso sería su mismo caso? Lo dudaba, Tyline era bonita pero no se la imaginaba abriendo las piernas delante de una cámara, ¿Sería por alguna deuda? Según sabía Tyline estaba sola, sin familiar alguno y sobreviviendo de las ayudas del gobierno, y si eran tan escasos como escucho no le sería raro que la joven tuviera que pedir préstamos para sobrevivir, pensó entonces como Tyline era la que más obediente se mostraba con Valerio y la forma en la que siempre cumplía sus caprichos. Sonrió al imaginarse a Tyline enamorada de Valerio, ¡Que disparate! Enamorarse de Valerio era un suicidio asegurado.

— Ya sé — Tyline se giró y colocó sus manos alrededor del borde superior del vestido —, a la de tres tiro y tú aguantas la respiración — los delgados y cortos dedos se Tyline se aferraron al cierre, Roxelana siempre pensó que tenía manos de bebé, le resultaban adorables esos diminutos y flacos dedos en contraste con los suyos largos, y hasta cierto punto grandes — ¿Entendido?

— Sí, hagámoslo.

— Uno, dos y...¡Mete las tetas! — grito mientras subía el cierre lo más que podía.

— ¿Eh...? — Roxelana miró a Tyline sin entender pero aguanto la respiración lo más que pudo, hasta que terminó exhalando al escuchar un crujido.

— Ay, no — Tyline se llevó las manos a la cabeza mientras sostenía entre sus dedos el cierre roto.

— Mierda.

Roxelana le arrebató el cierre de las manos a Tyline y examinó el daño en un espejo, pero no lograba ver su espalda con claridad, hizo un par de ademanes hasta que finalmente vio el daño y al hacerlo se horrorizo: el cierre estaba roto por completo, pero no solo eso, al tirar se había desgarrado la tela del cierre y ahora un enorme agujero adornaba el estampado azul brillante del vestido; el cierre colgando de un par de hilos blancos.

— ¿Y ahora qué hacemos? — pregunto Tyline asustada — Es un vestido de la tía de Aidan, nos lo presto solo para la escena — giro a la alta chica de un solo movimiento e inspeccionó el daño con las manos temblorosas.

— ¿Qué tan malo es?

— El cierre está totalmente destrozado — murmuró molesta —, no creo que se pueda salvar, a lo mejor y hay que reemplazarlo.

— ¿Y el agujero? ¿Qué tan grande es? — Tyline colocó su mano, tratando de medir el tamaño del hueco en la tela.

— Como mi puño — Roxelana suspiro aliviada.

— Bueno, no es muy grande, ¿Conoces a alguna modista o un sastre que nos pueda ayudar? — Tyline negó — Yo tampoco, Tony no le gusta que mis vestidos sean a medida, prefiere que me queden apretados para resaltar mi figura — Roxelana se miró al espejo pensativa — ¿Tienes alfileres?

— Sí, lo estoy usando para mantener los pantalones de Aidan en su lugar, ¡Es tan delgado que se deslizan de sus caderas!

— Usa algunos para mantener el vestido cerrado, luego pensamos en cómo lo arreglamos.

— Buena idea — Roxelana se quedó rígida mientras Tyline colocaba los alfileres en la tela, a cada extremo de la cremallera rota.

— ¡Apresurate! Alguien viene — con torpeza Tyline termino de ajustar los alfileres al vestido justo cuando la puerta se abrió.

— Ty, Valerio dice que las heridas están mal hechas y no son nada realistas — Aidan ladeó la cabeza al ver a Tyline congelada de rodillas detrás de Roxelana y a esa última aguantando la respiración — ¿Sucede algo? — pregunto entrando por completo a la habitación que usaban como camerino.

— Nada — ajustó el último alfiler y se levantó —, iré a hablar con Valerio, no soy maquilladora profesional, no puede exigirme tanto.

— Está bien, pero apresurate, no podemos tardar tanto — Evangeline pensaba que Aidan estaba pasando una tranquila tarde con Alma, un tiempo de cálida entre tía y sobrino, pero podía irrumpir en la casa en cualquier momento y el muchacho sentía pavor de imaginar estar grabando una escena y que su madre entrará justo cuando Roxelana se le orinaba encima después de insultarlo, y golpearlo— ¿Tienes el jugo de manzana? Valerio dijo que esa sería la primera escena que grabaremos hoy — Roxelana asintió levantando el frasco.

— Jamás pensé que el jugo de manzana pudiera usarse para emular la orina, menos que yo fuera a hacer una escena tan humillante — dió un suspiro exagerado antes de dejarse caer en la silla, se arrepintió al instante al sentir los alfileres clavarse en su espalda, pero se mordió los dientes disimulando el dolor con la misma tenacidad que disimulaba el hambre.

— Oye, soy yo a quien vas a orinar — Aidan se sentó a su lado y Roxelana rogó que no viera la sangre descender de su espalda — ¿Por qué Valerio hace esto? Puso un montón de escenas de violencia excesiva, gráfica y además de otras asquerosas como está — el chico se estremeció al recordar la escena que tuvo que grabar el día anterior: llorando por tres minutos sobre su propio vómito, con los jugos gástricos deslizándose por sus labios; lo peor fue que Valerio lo hizo vomitar de verdad para darle "realismo" a la escena, lo hizo vomitar tres veces seguidas, llenando su boca con comida que ni siquiera podía tragar hasta que lo hizo llorar de verdad y estuvo conforme con la grabación.

— Así es él — Roxelana lo sabía mejor que nadie —, ama el morbo y hará lo que sea para dejar una huella en quien vea sus películas, poco importa si es buena o mala.

— ¿Has grabado cosas similares? — Roxelana dejó escapar una carcajada.

— Peores — se sentó erguida, tratando de evitar sin éxito que se le clavara aún más las filosas puntas de los alfileres.

— ¿Por qué lo haces? Yo hago esto porque necesito recordar — desde que comenzó a grabar la película había logrado recordar muchas cosas, ninguna buena, pero al menos recordaba.

— No tengo opción — vio en los ojos celestes del chico que iba a preguntar más al respecto —, no quiero hablar de eso — Aidan asintió, cerrando la boca y tragándose sus preguntas.

— ¿Tan mal quedó el maquillaje? — levantó su rostro mostrando sus mejillas amoratadas y con cortadas, el joven y estricto director intento hacerlo quitarse la camisa, adornar de manera exagerada sus cicatrices pero Aidan se negó a hacerlo — Para mi son realistas, ¿Qué opinas tú?

— Les falta profundidad — Roxelana tomo una esponja y un pañito húmedo —, yo te ayudo — comenzó a desmaquillar suavemente la piel pálida del joven, dando suaves movimientos que recordaban a gentiles pinceladas de un artista a su lienzo.

— Gracias — dijo el puberto, deleitándose con la sensación suave sobre su rostro.

— No hay de que, me gusta el maquillaje — colocó las diversas brochas en orden, comenzando a trazar finas líneas en el rostro de Aidan.

— Se nota, siempre te ves muy bien — la brocha se congelo en sus manos.

— ¿Bien? — pregunto mirándolo con curiosidad.

— Sí, tus maquillajes son extravagantes, pero son de una forma...— apretó los labios buscando la palabra correcta —, no sé cómo describirlo, me refiero a que son extravagantes — Aidan abrió los ojos y por primera vez Roxelana se percató de lo singulares que eran, de un tono azul precioso — pero en tu rostro parecen una obra de arte — una leve sonrisa se formó en los rosados labios del joven —, me gustan tus párpados, recuerdo que una vez vi que dibujaste un atardecer, me pareció hermoso — en realidad no había dibujado un atardecer o similar, solo colocó colores cálidos allí y por allá, pero le pareció lindo que él viera algo más que formas sin sentido, no como Tony que solo asentía sin llegar a mirarla realmente.

— Gracias, pero no es para tanto — comenzó a difuminar la pintura con la esponja, pero luego la cambio por la yema de sus dedos, asegurándose que sus uñas acrílicas no lastimaran a Aidan —, cualquiera podría hacerlo.

— Lo dudó — la miró a los ojos, todavía con esa tímida sonrisa en sus labios rosas —, eres una artista.

Roxelana bajo la mirada, nunca nadie le había dicho algo así, siempre eran halagos por su apariencia, pero nunca por algo que hiciera ella con las manos, le resultaba ajena aquella sensación que la envolvía en ese momento.

— ¿Cómo van? — Valerio entro en el camerino y sonrió al ver las nuevas heridas — A eso me refiero, a partir de ahora eres la nueva maquilladora, Rox — se giró hacia la puerta — ¡Estás despedida, enana del mal!

— ¡Si me despides te quedas sin guionista, diseñadora de vestuario, diseñadora de escenario, camarógrafa, editora, encargada de mantenimiento, quien dirija a los actores, traiga el café...! — respondió Tyline de un grito desde la planta baja.

— Okay, ya entendí, no estás despedida — Valerio se sentó, observando atento el proceso de maquillaje —. La próxima vez avisanos cuando te crucifiquen, me interesa verte en paños menores — Aidan palideció, mirándolos atónitos.

— ¿De qué hablan?

— Alma nos mostró un vídeo tuyo haciendo de pastorcillo en la iglesia, ¡Te ves tan adorable! — exclamó con voz chillona.

El muchacho intento cubrirse el rostro avergonzado por haber sido visto en uno de sus momentos más bochornosos.

— ¡No te toques la cara! Arruinaras el maquillaje — espetó la pelinegra.

Al menos no lo habían visto disfrazado de algún animal o colgado del techo vestido como un ángel.

— ¿Y bien? ¿Cuando te crucifican? — Valerio lo miró con una sonrisa maliciosa.

—  No seas tonto, Jesús era negro y que yo sepa no de va a hacer una obra interpretando la muerte de Jesús pronto.

— ¿Por qué? ¿Por respeto? — Roxelana termino de difuminar e hizo una última línea para aumentar el realismo.

— No, porque no hay nadie que se anime a colocar una cruz de dos metros en medio del púlpito.

— Bien, te espero abajo — anuncio Valerio levantándose de un salto —, por cierto, tu tía es muy buena cocinando, ¿Eh? ¡Hace galletas tan buenas que casi me vengo en sus manos! — Aidan hizo una mueca mientras miraba al Valerio irse.

— Que grosero.

— Así es él, grosero como un camionero, aunque incluso ellos son más educados que Valerio ¡Listo! — Roxelana colocó a Aidan frente al espejo para que se mirará las heridas.

El chico se estremeció al ver su reflejo, realmente parecía herido, incluso podía ver la carne entre las fisuras de su piel.

— Vaya...es muy realista, ¿Cómo aprendiste a hacerlas?

— Al inicio de nuestra relación Tony me daba regalos cuando me lastimaba, entonces aprendí a hacerme heridas falsas hasta que me descubrió — hizo un puchero al recordar como la cortada en su barbilla se desvaneció en cuanto entro a bañarse y para su mala suerte Tony quiso sexo en la ducha.

— ¿Lo amas? — Aidan se sorprendió por su propia pregunta, se miraron en silencio unos segundos, antes de apartar la mirada incómodos.

— Me trata bien — fue todo lo que pudo responder Roxelana antes de ser interrumpida por el rugir de su estómago.

— No necesitas hacer dieta, Rox, eres muy alta y también delgada, estás perfecta.

— Gracias, pero necesito mantenerme así, las muñecas son delgadas, ¿Sabes? — pero el gruñido de su estómago la delato, el puberto hizo un mohín pensativo, antes de levantarse y salir de la habitación, regreso segundos después con un plato de galletas y un vaso de leche.

— Ve al baño al final del pasillo, nadie lo usa, allí podrás comer sin que nadie te vea — Roxelana se quedó paralizada, recibiendo las galletas en completo silencio —, iré a distraerlos, tu come tranquila.

Aidan salió de la habitación, Roxelana se quedo paralizada unos segundos más, sus manos temblaban con el plato y el vaso deslizándose hacia el suelo, los sujeto a tiempo y lentamente camino hacia el lugar indicado, bajo la tapa del inodoro y se sentó, colocó el plato en sus piernas y comió, solo comió.

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