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27. Tocame

Aidan llego tambaleándose a la casa de su tío. Se sentía adormecido, relajado, como si acabara de despertar de un sueño eterno. No sentía sus extremidades con claridad, las veía, sabía que estaban ahí, pero a penas si era capaz de sentirla, era como si un trillón de hormigas recorrieran su cuerpo en una danza pagana antes de salir a buscar comida, aunque no precisamente debían ser hormigas, podrían ser termitas o incluso gusanos los que se arrastraban entre las cortadas de su cuerpo. Enterró sus dientes en su mano derecha, no sintió dolor, apretó más, siguió sin sentir nada, el sabor metálico lleno su boca pero seguía sin sentir algo más allá de un fuerte hormigueo, ¿Estaba vivo? El chico no pudo discernirlo. 

Subió lentamente las escaleras de la casa, suponía que su tío no estaba, no lo encontraba por ningún lado. En cambio, cuando llego a la habitación de Dan lo encontró recostado en la cama, con auriculares y aparentemente tomando la siesta de la tarde, una costumbre inculcada por su madre que ni al llegar a la edad adulta podría perder. Se quito los zapatos y lentamente se acurruco a su lado. Necesitaba algo, algo para confirmar que estaba vivo, algo para dejar de sentir ese hormigueo que cada vez se parecía más a caricias de...no, no quería pensar en eso. Miro a su alrededor preocupado, necesitaba dejar de sentir nada y a la vez todo. Sus ojos celestes viajaron a Dan, lentamente se subió a su regazo y se inclino para besarlo. Los ojos oscuros del chico se abrieron de par en par cuando sintió los delicados labios de Aidan sobre los suyos, algo adormilado se enderezo, sorprendiéndose por el aspecto tan descuidado de su amigo, su rostro estaba en un gesto singular, como si no supiera si reír y llorar, pequeños espasmos recorrían su cuerpo y jadeaba pesadamente como si le costara respirar.

— ¿Ady? — Dan se levanto algo preocupado, acaricio la cabeza de su amigo, sus ojos celestes estaban enrojecidos — ¿Qué pasa? ¿Estuviste llorando? — lo sujeto de los hombros y de inmediato reconoció el aroma de uno de los tantos medicamentos para "relajarse" de su padre y sus amigos cuando se reunían en las barbacoas del domingo — ¿Estás drogado? — lo sacudió levemente tratando de que entrara en razón, pero parecía en una especie de trance.

Aidan observo con atención el rostro preocupado de su amigo, sus celestes ojos enrojecidos recorrieron cada parte del muchacho frente a él. Dan era guapo, como ningún otro. Altísimo, tanto que a su lado él no parecía más que un niño pese a tan solo tener un año de diferencia. Su piel morena, tostada por el sol, su cabello ondulado, sus labios en una mueca de preocupación y sus ojos oscuros escudriñando el comportamiento de su amigo. El chico jadeo y se abalanzo contra los labios de Dan. El moreno abrió aún más los ojos sorprendido momento en que el chico aprovecho para introducir su lengua e intensificar el beso. Se sintió un poco decepcionado al no sentir la emoción que deseaba sentir. Infinidad de veces Aidan se pregunto a si mismo si era gay o bisexual, no era ciego, podía apreciar la belleza masculina, solo que no podía imaginarse tratar a un hombre como lo haría con una mujer. Primero porque los hombres y las mujeres no son iguales de la misma forma en que las personas son diferentes entre sí, aunque sea algo mínimo nadie es igual a otro. En segundo lugar cada vez que se imaginaba besando a alguien, a veces a un chico —de la misma forma intensa en la que estaba besando a Dan—, tomando de la mano a una persona que no fuera su familiar —entrelazo sus dedos cuidadosamente con los del mayor, mientras sus labios danzaban en un baile salvaje y frugal, sus lenguas moviéndose unas contra otras como un par de espadas cuyos espadachines estaban enzarzados a un duelo a muerte— y descubrir los secretos ocultos debajo de la tela —Dan sujeto a Aidan de la cintura, mientras Aidan intentaba comenzar a quitarse la ropa— el otro chico terminaba siendo reemplazado por la bellísima Brooke Shields o la preciosa Jessica Alba. Una su amor de la infancia desde que se quedo despierto en la noche y vio "La Laguna Azul" por error —algo que debió haber sido un despertar sexual prematuro, pero en su inocente mente de niño solo podía pensar en la bella chica atrapada en la isla—, la otra el amor de su vida desde que la vio en "Awake" y lejos de odiarla por haber intentado matar al protagonista masculino termino pensando en lo mucho que disfrutaría morir en manos de una mujer así.

Dan intento separarlos, pero Aidan seguía aferrado con vehemencia a sus labios. No porque lo amará de esa forma o mucho menos, solo quería sentir algo más, algo que debió haber sentido pero no a tan temprana edad. Y porque no quería volver a pensar, el efecto del porro estaba acabándose y no deseaba volver a sentirse tan...él otra vez. No como se había estado sintiendo desde que supo que su cuerpo ya no era suyo. No quería volver a sentir o pensar otra vez. Nunca más.

— Tocame — rogó contra la boca de su amigo, entre jadeos y sollozos. La boca de Dan tenia un gusto extraño, como a queso y agua mineral, pese a ello no dudo en fundir sus labios en un segundo beso, aún más intenso que el anterior mientras tomaba las manos del atónito muchacho y lo incitaba a tocarlo —, por favor, Dan, tocame.

Los dedos de Dan recorrieron lentamente sus muslos hasta llegar a su cintura, luego subieron hasta sus muñecas y se cerraron con fuerza alrededor de sus tintineantes pulseras. 

— ¡Aidan! — el moreno lo sujeto de las muñecas, manteniéndolo ligeramente apartado — ¿Qué haces?

— Tocame — repitió tratando de besarlo de nuevo, pero Dan aparto el rostro, evitando que sus labios se volviesen a juntar — ¡Solo tocame! ¿Sí? — bajo la cabeza, colocando sus manos entre sus piernas, algo apenado pero también confundido, ¿Qué estaba haciendo? Pese a ello no podía parar — Quiero que me toques, que me hagas el amor y así pueda olvidar las malditas manos de Günther en mi cuerpo — se coloco sobre Dan y beso su cuello mientras intentaba quitarle la camisa, sus dedos bajaron hasta los pantalones de su amigo, tratando de desabrocharlo, apretó los dientes a medida que el hormigueo aumentaba. Muchas manos. En todos lados. Uno tras otro, entrando en su interior. Besando sus labios. Rompiendo su cuerpo. Mancillando su alma. En todas partes. Al mismo tiempo. Logró desabrochar el primer botón, pero de inmediato las fuertes manos de su amigo lo apartaron, evitando que cumpliera su cometido. Los ojos del chico ardieron a la vez que saladas lagrimas comenzaban a formarse, inclino su cabeza, pidiéndole permiso a Dan para seguir tocándolo —. Te lo ruego, solo follame.

El moreno lo miro escudriñando sus gestos y estudiando sus movimientos. Trato de reconocer el comportamiento y recordar qué hacer en esa situación. El doctor Stilinski le había dicho qué hacer, pero no lo recordaba, todo en lo que podía pensar era en abrazar a su estrella brillante, mantenerlo seguro en su presencia y no dejar que nadie más lo volviera a tocar.

— No — Dan lo sujeto de las manos, sentándolo a su lado —. No te haré ese daño.

Aidan no quería eso, Dan lo sabía, sabía que su amigo se sentía confundido y desesperado, pero también sabía que aquellas miradas "discretas" de su amigo hacia el equipo femenino de natación de su escuela no era en vano.

— ¿Daño? — miro al suelo preocupado.

— Ady, estás drogado, no puedes consentir tener intimidad de esta manera — estiro su mano, queriendo tocarlo, calmarlo pero se arrepintió, no quería confundirlo más de lo que ya la droga lo tenía —. Lo siento.

— Solo te estoy pidiendo que me toques, ¡No que robes un puto banco! — exclamo furioso. Dan lo tomo de las mejillas, tratando de calmarlo.

— Lo sé, Ady, lo sé, pero esto no esta bien — se inclino y beso las mejillas del niño, saboreando sus saldas lagrimas y limpiando sus mejillas con cada beso —. Sé que no quieres esto, si estuvieras en tus cinco sentidos te juro que no dudaría en empotrate contra el escritorio de Charles, pero ese es el punto, cabrita, no estas en tus cabales — volvió a besarlo, esta vez en la frente—, no puedes consentir tener relaciones sexuales y no voy a tocarte, no mientras estés drogado — su mano acuno el rostro del desorientado chico, con su pulgar trazo la lineá de sus labios, limpiando tanto residuos de saliva como lagrimas por igual —. Te amo, Aidan, eres mi mejor amigo y te conozco bien, sé que no quieres esto, sé que no te gusto, no de esa forma y sé que si lo hago seré igual o peor que el malnacido que te violo — Aidan suspiro, de repente estuvo consiente de lo que pasaba y sintió la vergüenza calándole los huesos, se cubrió el rostro sollozando, aferrándose a la cintura de Dan.

— ¡Lo siento! ¡Lo siento! No quería...yo...solo quería dejar de sentir las manos de Günther sobre mí y yo...— una oleada de miedo inexplicable lo invadió. Su corazón comenzó a latir con fuerza, tan fuerte que podía oírlo en sus oídos, y podía sentirlo golpeando contra su pecho.

Su respiración se aceleró y se volvió superficial. Se sintió mareado, como si el mundo estuviera girando a su alrededor. Una sensación de terror lo invadió, como si estuviera en peligro inminente, aunque no podía identificar ninguna amenaza. Comenzó a sudar, a temblar. Sentía náuseas e incluso pensó que iba a desmayarse. El entumecimiento y hormigueo en sus manos o pies lo hizo dejar caer la cabeza hacía atrás, pero en un rápido movimiento Dan lo atrajo y lo hizo recostar su cabeza en su pecho.

A medida que la confusión y el hormigueo se intensificaba, también lo hacía su miedo. Comenzó a pensar que estaba teniendo un ataque al corazón o que estaba muriendo. Algo que lo hizo ligeramente feliz. Sintió una necesidad abrumadora de escapar, pero no sabía a dónde ir o qué hacer para que estos sentimientos se detuvieran. De repente dos manos se posaron en sus suaves mejillas, eran manos grandes, pero cálidas que acunaban su rostro con cariño, su visión se volvió nítida y la mirada preocupada en los ojos de Dan termino por traerlo a la realidad.

— Shhh — lo envolvió en sus brazos acariciando su cabellera, arrullándolo con cariño, como el doctor Stilinski le había enseñado. Una de las condiciones para dejarlo vivir allí era estar pendiente del cuidado de Aidan y saber cómo reaccionar en caso de que el hombre no estuviera presente para menguar la situación, fue así como Dan entendió que darle un ambiente seguro al chico cuando entraba en crisis era lo primordial para evitar una catástrofe —. Lo sé, lo sé Ady, no hiciste nada malo — se inclino y beso la coronilla de su amigo, apretándolo con más fuerza contra su pecho. Estaba tan delgado y se sentía tan frágil entre sus brazos que temió romperlo —, todo esta bien, todo esta bien.

— No, no lo esta — su voz fue ahogada por las lagrimas —. Lo sigo sintiendo, Dan, siento sus dientes en mi cuello, sus manos en mi piel y sus labios en mi carne — se aferro aún más a la musculosa cintura del moreno —. Haz que paré — rogó —, haz que deje de tocarme.

— No puedo hacerlo, no sé cómo, pero te juró que estaré a tu lado — Dan tomó a Aidan de las caderas y lo sentó en sus piernas envolviéndolo en un protector abrazo entre su cuerpo. Era tan pequeño. El muchacho trato de contener las lagrimas, pero le fue imposible hacerlo. Su estrella brillante, su mejor amigo, su hermano de otra madre y su alma gemela yacía desmoronándose frente a él y no podía hacer mucho para ayudarlo —. Perdoname — susurro contra el oído de su amigo —, debí haberte protegido, debí haberme dado cuenta de lo que ese malnacido te hacía — sus dedos se ciñeron sobre la espalda del chico, ahogo un sollozo y enterró su rostro en el hombro del contrario que lo miraba anonadado — ¡Perdón! ¡Te falle, Ady! ¡Te falle! ¡Debí haberte cuidado! ¡Debí haberme dado cuenta y evitar que ese desgraciado te hubiera tocado! ¡Perdoname, cabrita! ¡Perdoname! — estaba allí, aferrándose a lo poco que quedaba del amigo que fue su roca  en momentos de necesidad, a la estrella brillante que fue alguna vez, su corazón latiendo con un ritmo desenfrenado. La desesperación se había apoderado de él, una sensación agobiante que amenazaba con consumirlo por completo. Amaba a Aidan con todo su ser, pero se sentía impotente, incapaz de protegerlo de los demonios que lo atormentaban.

Cada vez que veía a Aidan sufrir, sentía como si una parte de él también se desmoronara. Quería tener a Aidan sano y salvo entre sus brazos, quería ser su refugio, su salvación. Pero había fallado. Y esa sensación de fracaso lo carcomía por dentro, dejándolo con un vacío que parecía expandirse cada día más.

La angustia se reflejaba en sus ojos, ojos que habían visto demasiado dolor, demasiado sufrimiento. Quería gritar, quería llorar, pero las palabras y las lágrimas parecían haberlo abandonado. Todo lo que quedaba era un silencio ensordecedor. Cada noche, soñaba con un mundo en el que Aidan estaba libre de dolor, un mundo en el que podían reír juntos, vivir juntos, sin el constante temor que ahora los acechaba. Pero cada mañana, la dura realidad se cernía sobre él, aplastando cualquier rastro de esperanza que pudiera haber tenido.

Estaba destrozado, roto por dentro. Pero a pesar de todo, se aferraba a la única cosa que le quedaba: su amor por Aidan. Y aunque su corazón estuviera en pedazos, estaba decidido a luchar, a no rendirse. Porque Aidan merecía más, merecía el mundo. Y él haría todo lo posible para dárselo.

— ¡Dan! — lo sujeto de las mejillas, juntado sus frentes, sus alientos se mezclaron al igual que sus lagrimas saldas — ¡No hiciste nada malo, no hiciste nada malo! No hiciste nada malo, no me fallaste, eres el mejor amigo que podría desear, sin ti hace mucho habría muerto, pero no me he rendido porque Dios te puso a ti como un apoyo para mí, ni siquiera mis padres lo notaron, no te culpes por esto, nadie podría haberlo evitado — aseguro mientras se abrazaban, no queriendo estar lejos el uno del otro porque cuando Dan estaba a su lado Aidan sentía que podía volver a respirar, aunque fuera un poco.

— Te amo, cabrita psicodélica — susurro Dan contra el oído de Aidan, aferrándose más a su cuerpo, temiendo que si se llegase a apartar un poco lo terminaría perdiendo.

— También te amo, Dan.

Nota: Estuve leyendo que algunos casos de abuso sexual, los sobrevivientes intentan recrear algunas cosas sucedidas en sus ataques con personas de confianza, esto para generar una sensación de control de la situación. Para recuperar un poco del control que les fue cruelmente arrebatado. Quise incluir esto con Dan y Aidan, espero haberlo logrado. Por si acaso cualquiera tiene duda, la relación de Dan y Aidan es como la de Jonathan, y David, dos almas gemelas juntadas por Dios que se complementan de formas que los seres humanos a penas si pueden intentar explicar.

Que Dios los bendiga.

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