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21. El coco que bajo del cielo

— ¡Hablando del rey de roma y el burro que se asoma! — de inmediato Aidan puso esa sonrisa que llevaba practicando por varios días, su tía Alma era la prueba final, si podía engañarla a ella podría engañar a cualquiera — ¿Te escapaste de tu tío? Pregunto por si el hombre aparece en mi puerta con una escopeta, necesito estar preparada — la mujer dejo que el niño entrará en su casa, de inmediato el olor de aceites esenciales y otras fragancias golpearon el rostro del joven.

Era extraño, pero todos esos olores le recordaban a su tía y otras cosas, imágenes sin sentido y una sensación asfixiante, pero todo resultaba reconfortable. El aroma al incienso, aceites esenciales y algunos florales eran tan fuertes que hicieron al chico marear. Mientras temblaba Aidan se encontró rodeado por un abanico de fragancias que llenaban el aire. Un ballet perfumado se desplegaba ante sus sentidos, cada aroma como una nota en una sinfonía olfativa. El aire se impregnaba de las delicadas notas florales que flotaban en su alrededor.

El dulce aroma de las rosas envolvía a Aidan, acariciando su piel y dejando un rastro embriagador en su mente. Cada pétalo parecía transmitir una suave serenidad, un recuerdo de momentos dulces y pasados que se deslizaban entre sus dedos.

El néctar de las magnolias bailaba en el viento, liberando una fragancia exquisita y seductora. Su aroma le transportaba a un lugar desconocido pero cautivador. Se dice que todos poseen, de una u otra forma, un aroma característico, para el niño la tía Alma olía a rosas, magnolias, lirios, incienso, vainilla, orégano, canela, creatividad, elegancia, a un día soleado, a hierro, lágrimas, saliva y a una vida feliz. Podía oler cualquier cantidad de aromas distintos, pero ninguno se comparaba con la mezcla tan extraña y atrayente que poseía su amada tía. Por un momento el joven deseo quedarse allí, tranquilo, en esa bóveda de fragancias y recuerdos, dejándose llevar por el no pensar, hallando por fin la paz y tranquilidad.

— No, él me dio permiso.

— ¿Seguro? Porque no quiero que un equipo SWAT irrumpa en mi casa — No era una exageración, en realidad ambos sabían que el doctor Stilinski era capaz de eso y más.

— Lo juró por los cubitos de gelatina — Alma supo al instante que no estaba mintiendo, aquellos dulces llenos de grasas saturadas, azucares y colorantes era lo más sagrado que el niño tenía en su miserable vida. 

Convencer al doctor Stilinski para que lo dejará ir a la casa de su tía Alma había sido todo un reto, después de una rutina de casi cuatro horas haciendo pucheros e intentando causar lástima para que lo dejará ir con su tía intento usar la psicología inversa, hablando sobre los atributos de su joven tía para que el hombre le dijera que fuera a su casa para iluminarse con la presencia de la mujer y así no tener que pedirle permiso. No funcionó. Tampoco funcionó el desfile de llanto que hizo, tampoco la intervención de su mejor amigo. Finalmente después de casi desmayarse — producto de las lágrimas perdidas — el hombre decidió ofrecerle un trato: si era capaz de comer una manzana sin vomitar lo dejaría ir; por primera vez en mucho tiempo Aidan pudo comer sin tener arcadas, no sabía si era por su deseo de ver a su tía o por la misma hambre reprimida, pero pudo comer, aunque esa manzana estuviera podrida. Incluso recordarlo provocaba en el muchacho una sensación de ahogamiento.

<<Aidan sostuvo la manzana en sus pequeñas manos temblorosas. El aroma fresco y tentador de la fruta llenó el aire a su alrededor. Su tía Alma estaba lejos, y el único medio para visitarla era cumplir con el extraño trato propuesto por el doctor Stilinski.

El doctor observaba atentamente a su moribundo sobrino, completamente intrigado por saber si el niño lograría vencer su repulsión y comer la manzana sin vomitar, sabía que él era un muchachito tenaz y cuando se proponía algo lo conseguía, por ello intentaba hacer que se propusiera mejorar, el hombre sabía que el niño sentía que no lo merecía, había notado que Aidan sentía no merecer las cosas. El joven sentía que no merecía comer, no merecía un hogar, no merecía respirar. El niño de ojos azules creía firmemente que no merecía estar vivo, por ello el hombre había tenido que recurrir a métodos poco ortodoxos para mantenerlo vivo. El muchacho sabía que la fruta era un desafío, una prueba que debía superar para reunirse con su amada tía, la necesitaba, le había llegado el nuevo guion, uno mejor escrito y sin que le gritaran "prostituta" a la cara entre cada lineá o pagina, uno más neutro que no lo hacía parecer una criatura sedienta de poder cuyo único deseo era atraer cual canto de sirena a cualquier persona con dinero y después de robarles hasta el corazón, dejándolos solos sin nada más que recuerdos dolorosos. Alma había trabajado como actriz de teatro en uno de los múltiples trabajos de su juventud, a lo mejor y ella podía darle unos consejos para la película. No obstante, su deseo tan desesperado de verla no era solo por temas laborales. La extrañaba. Añoraba tanto un abrazo familiar y la sensación angustiante de saber que ella siempre tenía un regalo que darle pero no sabía qué sería ese regalo. Por ello decidido tomo la manzana, acercándola a su boca, Aidan sintió una oleada de nauseas, sus dientes se negaban abrirse, estaban firmemente sellados y cerrados. El chico intento ignorarlo y concentrarse en su objetivo, pero la fruta le recordó las caricias no deseadas, las manos que habían dejado cicatrices invisibles en su interior, en su corazón y en su piel. El niño miro a su tío de manera suplicante, esperaba que el hombre tuviera piedad de él, quería que le quitará la manzana de las manos, le diera un beso y le dijera que podía ir con su tía sin dar nada a cambio, pero el doctor Stilinski ni siquiera parpadeo, solo lo observo como un buitre hambriento a la espera de carroña. Usualmente el hombre cedía ante sus encantos, pero esa vez no, por ello Aidan abrió la boca y clavo sus dientes en la roja fruta, esperaba que la falta de obediencia por parte de su tío se debiera a algún mal día pero no a la falta de su ternura, su ternura era lo único que le quedaba de su antiguo yo. En el momento en que los dientes que Aidan se calvaron en la manzana la roja cascará se convirtió en cuchillas, cada bocado era como tragar clavos afilados que rasgaban su garganta, y su instinto le gritaba que dejara de comer. En lugar de ello solo miró fijamente al hombre frente a él, masticando tan dolorosa comida, negándose a permitir que sus humedecidos ojos liberaran a las imprudentes lagrimas, estaba cansado de llorar y le dolía la cabeza de tanto suplicar. A pesar de la repulsión y el temor en ningún momento dejo de comer, solo es una manzana, solo es una manzana, se repetía mentalmente mientras los trozos filosos rompían su garganta. Poco a poco, el sabor amargo se mezcló con el dulce jugo de la manzana, humedeciendo sus labios. Fue entonces cuando algo cambió. El niño ya no sentía asco. En su lugar, se despertó un hambre insaciable. Cada mordisco se volvió más fácil, más natural. La manzana se convirtió en su aliada, en su pasaporte hacia su tía Alma. Pero, a pesar de su apetito voraz, Aidan sintió que no podía comer lo suficiente. Su garganta se cerraba, haciendo casi imposible la dolorosa tarea de tragar. Había un vacío en su interior, un hambre que iba más allá de lo físico. Las palabras no pronunciadas, los secretos guardados en lo más profundo de su ser, pesaban sobre él. Mientras Aidan continuaba comiendo la manzana, el doctor Stilinski observaba con una mezcla de curiosidad y admiración. Era testigo de la determinación del niño, el hombre no pudo evitar contener una sonrisa, ya sabía que hacer para que su adorable pero testarudo paciente pudiera sanar. La fruta se desvaneció lentamente entre los dedos de Aidan, y una sensación de plenitud lo invadió. Había logrado cumplir con su parte del trato. Ahora, estaba un paso más cerca de encontrarse con su tía Alma y de liberar las palabras, y los recuerdos eternamente atrapados en su interior, olvidados en lo más profundo de su mente, en un cajón que no debía ser abierto.>>

Coco brilla de una manera lenta y amable.

Las cadenas lo hacen ver bien, lo hacen ver más puta de lo que es.

Alma dejo al niño en la sala mientras se deslizaba tranquilamente entre la cocina, vertiendo refrescos y dulces en una bandeja, contenta de cumplir su deber sagrado como tía: malcriar a sus sobrino hasta la saciedad.

— Bien, ¿Entonces a qué debo este honor? — en silencio Aidan le extendió el guión impreso, la mujer lo tomó en sus manos contenta y escudriño con atención las enigmáticas letras pero cuando estas comenzaron a tener sentido poco a poco su sonrisa se borro — ¿qué...qu-qué es esto, Ady? — la mujer levanto la vista sorprendida de las hojas, pero casi al instante comenzó a leer de nuevo, saltándose paginas enteras y con el horror pintándose cada vez con más fuerza.

— Es un guión.

— Ya sé que es un guión, pero ¿Para qué?

— Para una película.

— ¿Qué película? — Alma paso las paginas hasta llegar al final <<Nada más podía hacer que llorar, por todo lo perdido, por todo el odio recibido. Quería gritar hasta no poder más, decir a los cuatro vientos su verdad, pero no había nadie que lo quisiera escuchar, por eso recostó su cabeza en la pared de una tibia bañera y espero con tranquilidad que sus venas se pudieran secar, y finalmente descansar>> leyó la mujer en silencio, levanto su cabeza como un resorte y volvió a cerrar el guión, leyendo con dolor el titulo de la película — ¿Qué es esto, Ady? — repitió angustiada — ¿Qué es esto?

— Escuche de una clase de terapia — explico —, se recrean algunas cosas que puedan detonar el trauma y permitan recordar lo sucedido.

— ¿Y para qué quieres recordar? — pregunto aún más angustiada.

Aidan se encogió de hombros.

— ¿Para sanar? No lo sé — admitió —, solo no quiero seguir en la oscuridad — <<Solo no quiero seguir amando al tipo que me sodomizo sin piedad>> pensó él, demasiado avergonzado como para admitirlo.

Alma miro a su alrededor un rato, tratando de ocultar las lagrimas de su sobrino. Aidan se encogió en su asiento avergonzado y ansioso por todo lo que estaba pasando, odiaba ver a su tía apunto de llorar y aún más odiaba ser el causante de esas lagrimas.

— ¿Y vas a grabarlo solo? ¿Tú escribiste esto? — Aidan negó.

— Algunas partes sí, otras las hizo Tyline, una chica de la escuela — Alma se relamío los labios y dejo el guión sobre la mesa al lado de la bandeja con bocadillos.

— No deberías hacer esto — la mujer suspiro cruzándose de brazos, leerlo y saberlo eran cosas igual de horribles — ¿Cómo Hodge pudo permitirte hacer esto? ¿¡O es una de sus terapias alternativas!? — pregunto furiosa — ¿Cómo se le ocurre someterte a algo así?

— Bueno, en realidad...é-él n-n-no lo sabe — susurro.

— ¿Cómo?

— Es un proyecto que tengo...con...unos compañeros de clase — murmuro.

— Habla bien, no te entiendo nada.

— Es un proyecto, no tiene nada que ver con mi tío — volvió a decir en un susurro, Alma y Hodge no se agradaban, ¿Pero existía la posibilidad de que ella guardará el secreto? Si llegaba a hablar y su tío se enteraba podrían decirle adiós a la película.

— ¿Qué? No te entiendo.

— Que es algo que estoy haciendo de forma independiente — dijo entre dientes.

— ¡Habla bien, carajo! — exigió la mujer cansada de los balbuceos sin sentido de su sobrino.

— ¡Que es algo que estoy haciendo a escondidas de él y como tu lo odias pensé que podrías guardar el secreto además de ayudarme a saber como actuar! — Aidan bajo la cabeza, mirando sus manos, enfocándose en sus dedos, su tío le había cortado las uñas hasta el punto que sería imposible dañarse, aún así no fue impedimento para que Aidan comenzara a rascarse —. Por favor no le digas nada, si lo haces no podré hacerlo.

— ¿Por qué quieres hacerlo? Aidan, hay muchos niños abusados que darían lo que fuera por no recordarlo, ¿No crees que estás mejor así? — si Aidan llegaba a recordar, las cosas podrían ponerse muy difíciles, por eso la mujer se plateo seriamente delatarlo, pero si lo hacía ponía en riesgo la confianza que el niño sentía por ella y la mujer no podía permitirse que Aidan la apartara de su vida.

— Sólo...sólo quiero dejar de quererlo — esas palabras fueron toda la explicación que Alma necesitaba.

La mujer bufó, no estaba de acuerdo con lo que su sobrino estaba haciendo, pero ¿Qué más podía hacer? ¿Decirle que no? Necesitaba que el niño viniera a ella, perder la confianza de Aidan era un lujo que no podía darse. Lo necesitaba. Y si tenía que apoyarlo en su locura con tal de mantenerlo a su lado que así afuera.

— ¿Qué quieres que haga? — el niño levantó la cabeza sorprendido.

Sin poder contenerse saltó a sus brazos contento de poder contar con el respaldo de su tía.

— ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

— Ok, ok, te ayudaré, pero si te descubren yo solo sé que no sé nada, ¿Entendido? Sí Hodge llega a enterarse tu sensual tía Alma no sabía nada de esto, ¿Estamos? — la mujer sabía que a Aidan no le gustaba caer solo, pero dudaba que él la arrastrará, más sabiendo lo mucho que el doctor Stilinski la odiaba —. Pero primero come o bebe algo, cuando me abrazaste casi me abrazan también tus costillas — pronuncio la mujer asqueada de poder sentir tan claramente los huesos del niño — Aidan asintió regresando a su asiento frente a su tía y tomando entre sus manos la taza de chocolate frío que Alma le había llevado —. Bien, ¿Qué quieres saber?

— Quisiera saber tus trucos para actuar.

— Un mago no revela sus secretos, pero por ti haré una excepción, pero primero termina el chocolate, no quiero desmayados en mi casa.

— ¿Por qué todo el mundo me está obligando a comer hoy? ¿Dónde quedó la generosidad desinteresada?

— Quedaron en el mismo donde están tus ganas de vivir — respondió la mujer indiferente.

— Auch, eso dolió — dijo en un susurro bebiendo el chocolate.

La mujer miró en silencio al niño, observándolo atenta, Aidan levantó el alto la taza vacía y Alma sonrió saltando, y recuperando el brillo de siempre.

Esperaba que ella comenzará en enlistar técnicas de actuación o algo similar, en su lugar Aidan se encontró observando su reflejo frente al espejo de la habitación de su tía, ensayando líneas en voz baja para la película. Su corazón latía con nerviosismo y emoción, pero también había un rastro de inseguridad en su mirada. Sabía que la historia que iba a representar tocaba temas delicados, y quería asegurarse de hacer justicia a través de su actuación. En ese caso solo había dos posibles resultados: todo salía perfectamente bien o terriblemente mal; y el chico no estaba nada emocionado de ser nuevamente destrozado en televisión nacional.

— No, niño, tienes que hablar en voz alta y decir las expresiones — le dijo la mujer —, pero recuerda bien mirar al espejo e imaginar cómo se vería el personaje al hacerlo, es un ejercicio muy efectivo, yo misma lo usé durante varias funciones. 

— ¿Y te funciono?

— Para ser honesta no, pero tal vez en ti si funcione — respondió la tía Alma con voz cálida —, oye, ¿Qué sucede? Tienes cara de velorio, otra vez — la mujer estaba harta de ver al chico así, pero tuvo que contener sus deseos de golpearlo, no quería otro cargo por violencia infantil.

— Quiero transmitir la autenticidad y la complejidad emocional de esa experiencia, pero también quiero asegurarme de manejarlo con cuidado — el chico miró su reflejo pero aparto la mirada con rapidez, completamente rehacío al ver la sombra en la que se había convertido —, pero no sé si podré hacerlo, por un lado la película es una especie de terapia de exposición, pero también podría ayudar a chicos y chicas en mi situación, pero ¿y si no lo hago bien? ¿Y si resulta ser una basura pretenciosa? — Aidan entrelazo sus manos nervioso — No quiero volver a recibir tan horribles comentarios, no quiero que vuelvan a decir que soy una prostituta en televisión nacional — los recuerdos de los comentarios y las entrevistas que salieron a la luz tras el incidente no podían ser descritos más allá de un recuerdo doloroso, algo que hacía que Aidan quisiera llorar sin parar.

Los artículos de revista eran la peor parte. El periódico local se había dedicado a hacer una campaña de desprestigio, sacando a la luz cosas que ni el propio joven sabía, creándole así la imagen de un ser perverso e inmoral. Si la película obtenía la atención que Valerio tanto quería lo más probable es que dichos artículos fueran nuevamente relevantes, que las personas leyeran las cosas tan horribles que decían de él. Sabía que había una gran posibilidad que hubiera una campaña de desprestigio en su nombre, ya imaginaba a sus vecinos y conocidos dando entrevistas, diciendo las peores crueldades con la misma  con la naturalidad que lo saludaban cada mañana. Ya había pasado, pero Aidan no estaba seguro de poder soportarlo otra vez.

Alma escuchó atentamente, comprendiendo la importancia de las palabras de Aidan. Después de un breve momento de reflexión, comenzó a compartir la sabiduría que años siendo la mala influencia de su comunidad le habían dejado. Alma al igual que su mejor amiga, Evangeline, era hija de militares, su padre era un comandante de alto rango pero de poca compresión y mente cerrada, creía firmemente que las mujeres no tenían cabida en el mundo militar, por eso cuando su esposa legal le dio una hija no tardo mucho en buscar una amante que corrigiera su "error", con el nacimiento de su hermano menor Alma quedó poco a poco en el olvido mientras su madre se deprimía cada día por no haberle dado un hijo varón a su esposo. La mujer a veces sospechaba que si su hermano no hubiera salido del armario como gay probablemente su homofóbico, racista, machista y todo lo malo que hay en el diccionario padre jamás la hubiera vuelto a mirar, pero así sucedió, de la nada tenía al hombre que había pasado 17 años de su vida ignorándola respirándole en la nuca y haciéndola desfilar cual yegua a la venta frente a todo hombre militar que el hombre pudiera aprobar. Lastima que el tío Edan no estaba en esa lista.

La boda con Edan fue por decirlo menos un fiasco y hasta ese día Alma todavía conservaba las cicatrices que le había dejado su padre al golpearla. 

— Querido aderezo con cara de adefecio, la actuación es una forma poderosa de dar voz a nuestras emociones y experiencias — Alma tenía el poder de decir las cosas más horribles y que pareciera una broma. Su tía lo había comenzado a llamar aderezo por culpa de su constante rubor, mismo que su melliza tanto solía envidiar y con el tiempo el apodo se quedó —. Lo más importante es que te conectes con la verdad de tu personaje y con tus propios sentimientos. Permítete sentir y explorar esas emociones, pero recuerda que estás actuando. Eres tú quien controla la historia y cómo la compartes con el público — aconsejó Alma con su voz serena —. Enfócate en crear una base sólida para tu personaje. Investiga, comprende y empatiza con su historia, bueno, con tu historia. Pon atención a los detalles y gestos sutiles que puedan enriquecer tu interpretación. Practica la expresión corporal y el control de tu voz para transmitir la intensidad y vulnerabilidad de tus emociones — Aidan asintió, tomando notas mentales mientras escuchaba con atención las palabras de su tía. Sentía que cada consejo resonaba en su interior y lo llenaba de confianza— Recuerda que estás respaldado por un equipo de profesionales que te apoyan, porque sí son profesionales, ¿verdad? —  el chico asintió, sabía que Valerio y su equipo no tenían ni de profesional el nombre, pero era mejor mentir para calmar a su tía y que ella no lo delatará —. Comunícate con el director y el equipo de producción para expresar tus inquietudes y asegurarte de que se maneje el tema con sensibilidad. Tu voz importa y puede influir en la forma en que se representa esa experiencia traumática —  agregó la mujer con ternura, Aidan sonrió, sintiendo cómo la seguridad y el aliento de su tía lo envolvían.

— Gracias, tía, por quedarte callada y apoyarme — aunque su rostro reflejaba seguridad en realidad estaba aterrado, temía volver a recibir tanto odio como el que antes había obtenido.

— Tú tienes el talento y la fuerza necesarios, Aidan —  la mujer se echo a reír —, desde chiquito eras el rey del drama como decía tu hermana, aderezo, confía en ti mismo y permite que tu actuación sea una herramienta sanadora tanto para ti como para aquellos que vean la película — concluyó  Alma con orgullo.

Pero Aidan no escuchaba, comenzaba a sentirse cansado y muy pesado. Lo veía todo pero a la vez nada. El mundo giraba en una danza vertiginosa y embriagadora para el muchacho. Sus sentidos se desvanecían en un torbellino de colores y sonidos, fundiéndose en una amalgama de realidades entrelazadas. Todo era claro y a la vez borroso, tangible y a la vez efímero. Era como estar dentro de una jaula, siendo espectador de su propia vida pero sin tener voz o voto sobre lo que hacía su cuerpo. Su fiel aliado, su amigo para los juegos, su compañero desde antes de nacer, su cuerpo ya no le pertenecía, ya no podía manejarlo a su antojo, era como si su propio cuerpo se hubiera convertido en su prisión. Una jaula de carne, músculos, órganos, huesos y sangre de la que aunque realmente lo quisiera jamás podría escapar, mucho menos abandonar en el olvido la cicatriz en el cuello que ahora adornaba su piel. Un pequeño y amigable recordatorio que intentaba ocultar bajo suéteres, bufandas, cuellos de tortugas o kilos de base para el maquillaje, puede que para muchos solo fueran las marcas a penas visibles de dientes que alguna vez adornaron esa piel, pero para quienes conocían la historia tras aquella cicatriz, para Aidan, el mensaje era inequívoco: <<Ahora me perteneces>>.
En medio del mareo y la confusión Aidan pudo deslumbrar una figura gris que poco a poco cobraba nitidez y antes de que se diera cuenta ya no estaba en la habitación de su tía, ahora solo había bruma por donde sus ojos mirarán, pero en medio de su confusión pudo percatarse de algo que comenzaba a abrirse paso entre la neblina ante sus ojos, se alzaba un majestuoso castillo con sus torres alcanzando el cielo estrellado. La majestuosidad de antaño, ahora reducida a escombros yacían los vestigios de un castillo que en épocas pasadas encarnaba la gloria misma del mundo. Un castillo donde una familia fue feliz, castillo que sucumbió a la vez que sus integrantes perecían. Sus torres desmoronadas susurraban las alegrías del pasado, testigos silenciosos de un esplendor perdido en el tiempo. Entre las ruinas se vislumbraba la grandeza que alguna vez albergó, un recordatorio de la grandeza efímera que se desvanecío por culpa de un grupo de muchachos con armas. En lo más alto, una figura etérea envuelta en luz resplandeciente lo llamaba, con palabras dulces y mezclas misteriosas. Era Katherina quien con su vestido de muerte lo buscaba. La belleza de la chica era etérea, como un susurro en la noche. Su cabello marrón, suave y sedoso, caía en cascadas sobre sus hombros, enmarcando un rostro de facciones delicadas. Sus ojos, de un tono marrón profundo o tal vez un cautivador matiz miel, irradiaban un secreto que todos sabían pero se negaban a recordar. Ataviada en un vestido que evocaba la muerte misma, Katherina se deslizaba con gracia por el umbral del castillo destrozado. Sus pasos eran ligeros y silenciosos, como si flotara en el aire, y su presencia envolvía el entorno en una atmósfera de enigmática fascinación. Cantos de sirena emanaban de sus labios, seductores y melodiosos, invitando a su agonizante hermano a adentrarse en el abismo de su encanto. El muchacho quería ir tras ella, porque aunque no hablaba con solo sus gestos y miradas él supo que si iba con ella podría descansar, y dejar de respirar. Sus sonrisas eran como destellos fugaces de luna en la noche, destellos relucientes que atraían el corazón del niño con una promesa de descanso eterno del dolor.

Pero bajo la belleza cautivadora del castillo destrozado, había juegos inapropiados y golpes no escuchados. Detrás de esos ojos marrones, que eran adornados por la sombra de la tragedia que envolvía sus orbes y pestañas en dulces promesas, solo se ocultaba el encanto seductor de la desolación y la pérdida. La bruma iridiscente envolvía el paisaje, acariciando su piel con suaves caricias etéreas. Aidan quiso correr tras ella, aferrarse a su pecho sin vida y llorar, volver a escucharla decir que era el rey del drama, un tragón, un malcriado y lo que fuera, solo quería a su hermana de vuelta, incluso si con ello tenía que soportar los comentarios crueles y las burlas incesantes.  Pero al intentar llegar a ella con horror Aidan descubrió la negrura de un abismo que lo mantenía lejos de ella.
El abismo se extendía ante sus ojos como una boca oscura e insaciable, una fisura en la tierra que le impedía llegar al descanso y felicidad. Sus bordes eran indefinidos, como si se desvanecieran en la niebla que lo rodeaba. No había límite ni fondo a la vista, solo una vastedad sin forma ni sentido. La negrura del abismo emanaba un aura inquietante, una presencia invisible que susurraba en palabras apenas perceptibles.

Este es un secreto, no le digas a tu mamá o papá, si lo haces me harás llorar.

Cada paso hacia el borde parecía una danza con lo desconocido, un acercamiento temerario al vacío que engullía todo lo que se atrevía a desafiarlo, pero el niño solo quería cruzarlo y atender el llamado que el recuerdo de su hermana le dedicaba.
Las sombras danzaban en las profundidades, moviéndose como entidades vivas, sin rostro ni nombre. Sonidos silbantes parecían susurros de advertencia, invitaciones seductoras a descubrir lo que yacía en lo más profundo de la oscuridad. Su magnificencia era aterradora, una promesa de secretos insondables y verdades prohibidas. La curiosidad y el temor se entrelazaban en el corazón del pequeño niño que se atrevió a contemplarlo, una invitación a sumergirse en un abrazo incierto y peligroso. El deseo de simplemente dejarse caer a su interior fue tan abrumador como aterrador. El abismo parecía devorarlo, sus fauces abiertas y sedientas. El miedo se entrelazaba con su deseo de reunirse con su amada hermana, dejándolo paralizado en el filo de una elección. De repente, los truenos retumbaron en el horizonte, agitando el aire con su poderío. La voz de su tía Alma resonó a través de los ecos, su cámara en mano, capturando cada momento de aquel delirio onírico. Aidan sintió cómo la realidad y la fantasía se entrelazaban, tejiendo un tapiz de incertidumbre en su mente enmarañada. Quiso pedirle que parará pero ella no lo escuchaba, solo sonreía mientras foto tras foto su alma destrozaba. A la vez que su consciencia se desvanecía, voces familiares se mezclaban con los truenos, gritando su nombre en desesperada súplica. Aidan se encontraba en medio de un torbellino de flashes de cámara, cada destello golpeaba sus sentidos como una ráfaga de luz intensa. Al principio, solo veía el brillo cegador que lo envolvía, pero poco a poco comenzó a percibir algo más. Entre cada destello fugaz, vislumbraba rostros distorsionados, maliciosos y burlones, como gárgolas acechantes.

La sensación de mareo y desorientación lo envolvió, como si con cada fotografía le arrebataran una parte de su ser. Sentía cómo su mente se desvanecía lentamente, su esencia diluyéndose en el aire mientras aquellos rostros retorcidos se deleitaban con su vulnerabilidad.Cerro los ojos en busca de algo de paz, de dejar atrás la intranquilidad, pero al abrirlos contemplo con horror como ahora yacía en una jaula de oro, con cientos de inexpresivos rostros de mármol observándolo, con los flashes de las cámaras capturando con sumo placer su confusión, deleitándose con su sufrimiento y saboreando su temor. Asustado intento moverse y escapar pero con horror se encontró con que sus manos estaban apresadas a los lados de lo que parecía ser una jaula dorada que se extendía a su alrededor, aprisionándolo con recelo en su interior, intento mover su cabeza pero esta yacía sujeta por un collar dorado que unido a las demás cadenas lo mantenían en tan vergonzosa posición. Una obra de arte viviente creada para complacer.Una sensación de soledad y abandono lo invadió, mientras se esforzaba por liberarse de sus cadenas doradas. Buscaba desesperadamente un rostro conocido, la mirada compasiva que lo rescatara de aquel lujoso cautiverio. Pero solo encontraba indiferencia y desinterés en quienes lo rodeaban.

Mientras las cámaras seguían disparando, capturando su aparente fragilidad y belleza, Aidan luchaba por mantener su identidad intacta, resistiendo la tentación de convertirse en un mero objeto decorativo.  Con cada latido de su corazón y cada suspiro poco a poco comenzó a perderse entre la hermosura la decoración siendo solo un muñeco en un rincón que adornaba la habitación. Pero entre destellos fugaces el abismo a todos devoró y del cielo vislumbró una extraña aparición: entre rayos, y destellos las nubes se abrieron, una figura descendió desde lo alto, entre maullidos y ladridos, frente al imponente acantilado, un carruaje hizo su aparición, llevando consigo un gato blanco salpicado de manchas negras. La carrosa, con su peculiar forma de caracol, avanzaba con elegancia y gracia, tirada por criaturas rosadas hechas de carne que se movían a cuatro patas.

La figura felina, con su presencia mística, solo miraba todo con curiosidad, posando sus esponjosas patas entre la claridad y la oscuridad. Los ojos curiosos del animal se detuvieron frente al confundido joven, no fueron necesarios los maullidos para hacerle saber que debía despertar o la tía Alma nuevas fotos le podría sacar. El gato se sentó erguido, mirándolo fijamente, como un dibujo en una hoja de papel y por alguna razón Aidan sintió temor de volver a comer o beber. 

— ¿Qué...qué sucedió? — la nitidez de la luz del día casi lo hicieron volver a desfallecer, pero un fuerte olor lo aferro con garras y dientes a la realidad.

Cuando por fin sus ojos se volvieron a enfocar se encontró que el rostro marcado por la preocupación de su tío que lo llevaba en brazos como si de un bebé se tratará.

— Te desmayaste por la falta de comida, Alma te cuido mientras estabas...durmiendo — respondió el hombre cansado, frotándole alcohol en el rostro.

— ¿Enserio? No recuerdo nada, solo estar diciendo unas líneas y el flash de una cámara — el muchacho se mordió los labios dándose cuenta de lo que acababa de decir, si su tío llegaba a darse cuenta del proyecto jamás le permitiría grabar la película, el joven sabía que el testarudo hombre no lo dejaría.

— Fui yo, te tome una foto mientras dormías para mandársela a tu madre, estaba muy preocupada — Alma levanto su teléfono mostrando la imagen de Aidan en la cama con una manta y rodeado de almohadas.

— ¿Le tomaste una foto mientras yacía inconsciente? — pregunto el hombre horrorizado.

Aidan suspiro aliviado de que su tío no se hubiera percatado o no le hubiera prestado la suficiente atención a sus palabras, si por su indiscreción el proyecto quedaba anulado Valerio jamás podría perdonárselo. Ya se imaginaba al chico llorando a moco tendido por su "gran debut" perdido. 

— Naturalmente, es una costumbre que tengo desde que era un niño, Ady siempre tuvo la costumbre de hacer poses tiernas al dormir, pero no me dí cuenta que estaba desmayado, pensé que estaba durmiendo, por eso mande a Dan a la casa de Hodge, para que mi sobrino de oro pudiera dormir tranquilo...

El doctor Stilinski observó con ojos preocupados a su sobrino. El rostro del joven aún reflejaba los rastros de la experiencia onírica que lo había envuelto, pero ahora era tiempo de llevarlo a un lugar seguro. Con cuidado, el doctor envolvió su brazo alrededor de Aidan, asegurándose de brindarle apoyo mientras se ponía de pie. Su sobrino lucía frágil en aquel momento, vulnerable ante los misterios que lo habían acosado en su inconsciencia. Stilinski estaba decidido a protegerlo, a llevarlo a la seguridad de su hogar donde pudiera recuperarse y encontrar consuelo. A su lado, Dan, el leal — pero molesto y crónicamente destructor — amigo de Aidan, seguía de cerca. Su rostro reflejaba una mezcla de angustia y esperanza, había sido él quien fue a buscar a Aidan para que regresará a casa y se había encontrado con la imagen del chico inconsciente con su tía al lado, lo único que el muchacho quería era que el pelinegro estuviera sano y salvo. Caminaban a su ritmo, nunca dejando que la distancia se interponga entre ellos. Lo tomo del brazo restante aminorando la carga a la que el doctor Stilinski se sometía por su propia voluntad y estaba dispuesto a apoyar a Aidan en cada paso del camino. El doctor Stilinski llevó a Aidan con suavidad, procurando que cada paso fuera firme y seguro. Sentía en su corazón la responsabilidad de cuidar de su sobrino, de brindarle consuelo y protección en un mundo que parecía oscuro y enigmático. No importaba cuánto tiempo llevara, estaba decidido a ayudar a Aidan a encontrar respuestas y sanar las heridas que lo habían llevado a aquel desmayo, y al angustiante dolor que constantemente lo consumía. El camino a casa se extendía frente a ellos cuando nuevamente el chico cayo en brazos de Morfeo, sin mayor problema Stilinski sostuvo al niño en sus brazos y lo llevo con cuidado hasta la casa. Los tres varones entraron a la casa y de inmediato fueron a la habitación del niño que el doctor tenía inconsciente en brazos, Dan iba un par de pasos por delante, abriendo puertas y despejando el camino.

— ¿Por qué lo quieres tanto? — pregunto el hombre dejándolo en la cama, Dan se recostó al lado del cansado chico.

— ¿Por qué lo quieres TÚ tanto? — contrataco él. Al no recibir respuesta Dan se concentro en acariciar los rizos de su cabra psicodélica, el cabello de Aidan era tan suave como acariciar una nube pero despertaba en el muchacho el deseo de arrancarlo de la cabeza de su amigo y quemarlo, le parecía inaudito que existiera un cabello tan suave —. Porque los niños pueden ser muy crueles — respondió él —, muy, muy crueles. Te dicen amigo del curry, te preguntan cuando empezarás a bailar o si vas a explotar, siempre amerite ese comportamiento a la curiosidad, por eso aprendí a sonreír y fingir que no me dolía cuando dejaba mi mochila al lado de los demás, y ellos comenzaban a gritar, diciendo que había llevado una bomba a la escuela, lo cual dolió más ya que ni siquiera tengo ascendencia con esa parte del mundo, pero Ady no — Dan sostuvo la cabeza de su amigo entre las palmas de sus manos, Aidan yacía inconsciente en sus brazos, pero aún dormido podía sentir el cariño en el ambiente, algo que le dio paz y le permitió dejarse perder entre el mar de los sueños mientras se acurrucaba más cerca del cuerpo de Dan. El moreno acaricio con la punta de sus dedos la boca rosa del joven, recordando con anhelo la sonrisa genuina (y algo aterradora) que el niño le dedico el día en que se conocieron — , él no, la mamá de Ady prácticamente me llevo secuestrado hasta su casa para jugar con los gemelos. No hubo preguntas, tampoco comentarios, solo me dio una pistola de agua y jugamos, para Aidan solo era un niño, un nuevo amigo por hacer — Dan recordó con cariño como jugaron ese día, pero la sonrisa se borro cuando recordó el fuerte golpe que se dio al deslizarse por el húmedo pasto —. Para enfrentar estos problemas papá me empezó a decir que ocultará mi origen, que les dijera que en realidad solo estaba bronceado y sí era blanco— el chico disimulo su dolor por esa época tan oscura de su vida. Sabía que el comportamiento de los niños era el reflejo de sus padres, eso explicaba porque ni siquiera los adultos procuraban protegerlo o mediar la situación, quizás por eso se aferraba tanto a Aidan, él era distinto, Aidan no veía colores de piel, no veía etnias, rangos, religiones o estatus económicos, para el niño todos eran personas, solo eso, personas —. Con Aidan no tengo que ocultar nada o fingir nada, con él puedo ser tal y como soy, sé que nunca me juzgará porque es mi amigo, con él puedo ser un niño normal — <<Aunque ninguno de los dos sea ya un niño>> pensó él. 

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