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2. Ojos

Durante toda su infancia Aidan vivió en una pequeña ciudad militar, rodeada por batallones e instalaciones para los soldados y sus respectivas familias, su propio abuelo había sido soldado, incluso su tío, el hermano menor de su madre, murió en combate, Aidan recordaba vívidamente ese día, no tanto por el trauma de haber perdido a un familiar querido, de hecho Aidan ni lo conocía, tampoco fue por las lágrimas de la tía Alma, la esposa de su tío y mejor amiga de la infancia de su madre, sino por la fría mirada de Evangeline, su madre, mientras les decía unas palabras que repitió religiosamente cada vez que algún tema militar se abarcaba: "Primero me hago matar antes de dejar que alguno de mis hijos vaya a una guerra" 

Era más que comprensible su forma de pensar, aunque Aidan consideraba un tanto hipócrita que su madre aún recibiera beneficios de ser hija de un veterano, pero ¿Quién era él para juzgarla? Evangeline era una mujer de admirar, crío a cuatro hijos sin queja alguna, cuido de su marido en coma y posterior recuperación con una enorme sonrisa, incluso cuando no tenía dinero suficiente para llegar a fin de mes o pagar las terapias de su esposo nunca se desesperó o al menos no lo demostró. Sin duda su fé en Dios fue algo que la ayudó a afrontar tales momentos, Evangeline era una mujer muy devota a su religión, más devota a Dios que a la religión,  pero jamás le impuso algo a sus hijos, ella los había criado en la fé adventista, asegurándose de darles la libertad necesaria para que hicieran una comunión propia con Dios, pero sobretodo que aprendieran a confiar en él, porque de la mano de Dios todo iba estar bien.

Pero ahora, por alguna razón, Aidan sentía que Dios lo había olvidado.

Se sentía tan solo y confundido, ¿Cómo era posible que no recordara haber sido abusado? Lo único que recordaba era estar cantando frente a una fogata rodeado de jóvenes de su iglesia, era un evento religioso, pero eso era todo, lo siguiente que recordaba era jadear de dolor y sentir como si lo estuvieran despellejando vivo, y que su cadera era fracturada de una manera aberrante, también recordaba intentar empujar a alguien de los hombros, tratando de quitarse un enorme peso de encima, un peso que lo asfixiaba y aplastaba pero esa misma persona lo sujetaba con fuerza de las muñecas, evitando su movimiento, después, todo se volvía oscuro. También recordaba a Katherina, sus últimos momentos, él la sostuvo en sus brazos durante sus últimos respiros, ella lo miró a los ojos, aún estaba consciente, lo estaba, incluso malherida intento calmarlo, "Todo va a estar bien" dijeron sus ojos antes de ponerse en blanco a la vez que la vida escapaba de su cuerpo. Lo siguiente que recordaba era despertar en un hospital, con su madre mirando a la nada. Sus ojos eran rojos y tenía un aspecto sucio, y descuidado, ella temblaba, ni siquiera noto que Aidan despertó hasta que intentó moverse pero un dolor pulsante lo hizo estremecer y jadear desesperado, luego todo ocurrió en cámara lenta: el dolor era tal que ni siquiera podía pensar, veía a su madre hablarle, pero tambien la veia llorar y cubrirse la boca con desesperación, mientras gritaba un "¡Oh, mi Dios! ¡Oh, mi Dios!" pero aunque la expresión desesperada y frustrada de Evangeline revelaba que estaba gritando, su voz se escuchaba muy lejana. La próxima vez que despertó toda su familia estaba allí.

Con excepción de Katherina.

Su padre, Owen, estaba recostado en el hombro de Evangeline, que seguía con la mirada perdida, parecía muerta, como si no estuviera ahí, pero el movimiento rítmico de su mano acariciando la cabeza de su esposo indicaba que si lo estaba, Ada, su hermanita pequeña permanecía recostada encima de las piernas de Evangeline. Esta vez, al moverse, el dolor era muchísimo más soportable que el anterior, pero, al intentar mover su mano derecha, esta fue apretada por alguien más, era Haza, su hermana gemela.

Tardaron menos de un día en contarle todo lo que pasó.

Pero el hecho de haber sido violado por el novio de su hermana mayor frente a sus otras hermanas y su madre quedó en segundo plano con la siguiente noticia:

Katherina había muerto.

Una bala provocó su muerte, estaba viva cuando llego la ambulancia, pero una bala destrozó una serie de arterias y vasos sanguíneos internos provocando un hemorragia interna. Y al llegar al hospital su débil y apenas perceptible respiración finalmente se detuvo, y ella murió.

Pero eso no fue todo, en total catorce personas murieron ese día. Fue un crimen de odio, según le explicó el doctor Stilinski cuando iniciaron la terapia. Un crimen de odio es cualquier delito cometido que es motivado por un sesgo o un prejuicio respecto a la membresía de la víctima en un grupo específico, como raza, nacionalidad, orientación sexual, género o creencia religiosa. Y al parecer los perpetradores era un grupo radical misoteísta que había causado estragos en todo el país, este grupo en específico parecía centrado en los grupos religiosos de los adventistas del séptimo día, pues se les atribuía diversos "accidentes" que habían ocurrido en el lapso de un año antes de la masacre, tales como: el vuelco de un autobús escolar que contenía a un total de 21 jóvenes del grupo adventistas juvenil los Conquistadores, todos muertos: también el autobomba en el vehículo de un pastor, también adventista; entre otros muchos atentados. Al parecer se habían aprovechado de un campamento ubicado a las afueras de una ciudad vecina, con 60 participantes, los asesinos entraron por la parte boscosa tras el hotel que sería la sede del campamento y tiraron a matar a cualquiera que veían. 14 niños murieron ese día, incluidos el joven hijo de cuatro años del doctor  Stilinski, que sorprendentemente no parecía afectado por la muerte de su hijo, pero si muy concentrado en ayudar con las tendencias suicidas de Aidan.

Por alguna razón, él se sentía culpable, aunque no pudiera recordar el porqué.

Es un bloqueo mental, Aidan, el bloqueo mental es la supresión o la represión incontrolable de pensamientos o recuerdos dolorosos y no deseados. Pero no te preocupes — dijo el doctor Stilinski en la primera sesión —, trabajaremos para que ese recuerdo sea soportable y menos doloroso, y así, puedas recordar, si eso es lo que quieres, por supuesto.

Aidan observó a su madre y padre sentados a su lado, se sentía tan frágil que rogó para que ambos permanecieran a su lado el mayor tiempo posible, incluida la primera sesión. Evangeline tenía los ojos muy abiertos, Owen empezó a llorar cubriéndose el rostro, Evangeline tomó la mano de Aidan y la apretó suavemente, negando con la cabeza.

"Por favor, no, no lo hagas, cariño, te lo ruego, solo olvidalo"

Leyó Aidan en los ojos muy abiertos de su madre que en menos de un parpadeo estaban llenos de lágrimas, luego miró a su padre que seguía llorando.

Pero Aidan sentía que debía recordar, había algo en su mente, él lo sabía, había algo, debía recordar, debía hacerlo.

Eso...eso es lo que quiero — respondió tímidamente.

¡Oh, Dios! — dijo Evangeline en una exclamación ahogada poniéndose de pie y negando mientras se golpeaba la cabeza, Owen, empezó a llorar más fuerte.

Me gustaría recordar, eso es lo que quiero, por favor — continuó Aidan, pero en menos de lo que pudiera pensar Evangeline estaba de rodillas frente a él, con sus ojos muy abiertos llenos de lágrimas.

Cariño, hijito, mi angelito, te lo pido, no lo hagas, confía en mamita, ella sabe lo que es lo mejor y yo no creo que debas saber eso, ya...— Evangeline tembló como si no pudiera respirar, llevándose las manos al pecho, negando y temblando, abriendo aún más sus ojos, cosa que Aidan creyó imposible.

¡Cariño! — gritó Owen sujetando a Evangeline antes de que cayera al suelo.

— ¡NO! ¡NO! ¡NO TE PUDE PROTEGER! ¿¡QUÉ CLASE DE MADRE SOY!? ¡NI A KATHERINA O A TI LOS PUDE CUIDAR! ¡NO! ¡NO! ¡OH, DIOS MÍO! ¿Por qué...? ¿Por qué estas cosas les pasan a mis niños? ¡Dañame a mi! ¡MÁTAME A MÍ SI QUIERES! ¡PERO A ELLOS NO LOS DAÑES, TE LO IMPLORO!

Grito Evangeline desde el suelo, jadeando y abriendo su boca como si no pudiera respirar, pero pateando y golpeándose asi misma.

Evangeline, tranquilícese, está teniendo un ataque de pánico, por favor, respire, una respiración a la vez — rogó el doctor Stilinski, colocándose frente a Evangeline en un intento de calmarla. 

Pero en vez de eso Evangeline se puso bruscamente de pie, empujando al doctor y a Owen en el proceso, mientras sujetaba fuertemente a Aidan de los brazos, nuevamente, con sus ojos muy abiertos, como si quisiera convencerse a sí misma que todo aquello era una pesadilla y que pronto despertaría, después de todo Evangeline seguía en negación de todo lo sucedido, era comprensible, la pérdida de un hijo nunca es fácil, tampoco una violación, mucho menos cuando son tan repentinos y simultáneos. 

¡POR FAVOR, NO! ¡NO LO HAGAS! ¡OLVIDALO! — poco a poco Evangeline cayó al suelo, besando las manos de Aidan repetidamente —, por favor...olvidalo, no lo hagas, cariño, no, no quiero que revivas eso, por favor, no, no, no...

Ahora deseaba con todas sus fuerzas haber escuchado a su madre, porque ahora, por culpa de sus propias decisiones, de su estupidez, estaba solo.

— ¡Ey, nueva! — gritó alguien, haciendo a Aidan salir de sus pensamientos.

Estaba tan sumergido en su pensar que ni siquiera noto cuando sonó la campana, mucho menos cuando todos salieron del salón, quedándose él solo, totalmente solo.

Aidan levantó lentamente la mirada, encontrándose con un chico extremadamente pálido y con unos rizos negros que hicieron a Aidan desear tocarlos.

— Por fin captó tu atención, eres distraída, ¿No, chulita? 

Aidan se puso de pie, tímidamente.

— ¿Chulita? — pregunto confundido.

El chico puso los ojos en blanco.

— Bonita, entonces, para que entiendas — el chico se mordió el labio y por alguna razón a Aidan eso le resulto atractivo —. Soy Valerio, ¿Y tu? 

— A-aidan.

Aidan se clavó las uñas en las palmas de sus manos con rencor, ¿Por que estaba tartamudeando tanto? De seguro ahora era el bicho raro de la clase. Valerio sonrió, con algo de picardía. 

— Voy a ir a la cooperativa con algunos amigos, ¿Quieres venir?

— ¡Valerio hijo del pescuezo; venite pa' ca y deja a la nueva en paz!

Aidan miro de donde venia ese grito y vio a un enorme muchacho que sujetaba de la cintura a la chica que reconoció como Roxelana, si ella era alta e imponente, él era un gigante, uno lleno de músculos. Roxelana saludo a Aidan con la mano, junto a ella estaba Tyline comiendo directamente de la bandeja una serie de cosas mezcladas que hizo a Aidan casi vomitar, pero al parecer a la chica le encantaba, ya que usaba sus dedos para llevarse rápidamente la comida a la boca y los lamia eliminando cualquier sobra. Al lado de Roxelana y ese chico, Tyline parecía una niña pequeña de lo bajita y delgada que era. Pero pronto el mismo chico que gritó se callo y observo a Aidan de pies a cabeza, cambiando su semblante despreocupado por uno formal y coqueto, Aidan se aferró a los bordes de su suéter al sentir la mirada penetrante del chico en su cuerpo.

— ¿Sabes que? Mejor si, ven con nosotros, te enseñaremos la escuela, ¿Cómo te llamas?

Aidan ni siquiera quiso responder, se sentía muy raro ante la mirada de ese enorme chico que parecía más un gigante musculoso, pero eso no fue necesario, porque Roxelana, rodando los ojos respondió.

— Aidan, su nombre es Aidan.

— Bueno, Aidan, ven con nosotros, ¿Si? Somos buena gente.

Tyline que por fin levantó sus ojos llenos de rímel negro de la bandeja lo saludo, con la boca abierta, revelando sus dientes llenos de comida. Pero eso no fue lo que mantuvo a Aidan perturbado, sino la mirada del chico, le asustaba esa clase de mirada, era como la de un león frente a su débil y vulnerable presa, lista para comerla, pero por alguna razón Aidan sabía que conocía esa mirada y eso lo atemorizaba.

Aidan negó, con los ojos muy abiertos.

— No, gracias.

Respondió en un hilo de voz.

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