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17. Él no es así

El niño de ojos azules cual zafiros no recordaba cuando o dónde aprendió a llorar, solo sabía que ahora lo hacía, lo hacía muy seguido, tanto que ya no tenía lagrimas que derramar, eso era bueno, no quería llorar, no frente a él, frente a su verdadero mejor amigo.

Dan se pavoneaba tranquilamente por la habitación de Aidan, cada cierto tiempo algo captaba su atención y como un águila cazando a su presa saltaba sobre aquello que le hubiera parecido interesante, no lo soltaría hasta saber toda la historia sobre el objeto en cuestión y sobre testimonios relacionados. Era algo que Dan siempre hacía, le fascinaba las cosas pequeñas porque siempre tenían secretos más interesantes que las cosas grandes, las cosas pequeñas podían ocultar cosas a simple vistas, las grandes no, por eso eran aburridas. A veces el joven puberto pensaba que Dan lo quería por ese mismo motivo: era pequeño y guardaba grandes secretos.

Dejando a un lado una pequeña figurita de cerámica de un gato prendiendo una lampara Dan continuo su safari a través de la habitación de su amigo, con nada de discreción tomo una almohada, listo para lanzarla a la cara del dueño de la habitación si se atrevía a responder otra vez <<No sé, el doctor Stilinski lo escogió>> cuando le preguntara por el significado de un objeto o estampado, giro su cabeza y miro con malicia al inocente muchacho sentado en la cama, pero al hacerlo soltó la almohada, temía que un solo golpe lo matara. Ese no era su amigo, no era su Aidan, ese chico demacrado, de mejillas hundidas y cuerpo esquelético, de mirada muerta y carente de alegría no era su amigo, ese Aidan que no deseaba vivir más no era el amigo que había conocido y amado con fervor. Dan se propuso a conocer mejor al nuevo Aidan, entendía que traer al viejo Aidan de regreso era imposible, por ello decidió amar a la nueva versión destrozada de su amigo y poco a poco repararla, esperaba que Dios y el doctor Stilinski lo ayudarán.

Al terminar de revisar todos los adornos en la mesa de noche de la habitación Dan no pudo hacer nada más que suspirar frustrado, estaba convencido que el doctor Stilinski era una ancianita de 90 años que ama hornear galletas y consentir a sus nietos atrapado en el cuerpo de un hombre de 43 años, porque su gusto era el de una anciana: estatuillas por aquí, bordados por allá, pinturas insulsas y sin gusto en cada pared, y colores deprimentes adornaban toda la casa; esa habitación no tenía nada de Aidan más que al propio Aidan, sabía que si estuviera en manos de su mejor amigo el decorar ese lugar ya habría tapizado de suelo a techo las paredes con dibujos, posters, fotografías, recortes de revistas o etiquetas de ropa que le parecían bonitas, también tendría videojuegos en un rincón, ajedrez en otro, libros por montón, la versión en vinilo de los mayores éxitos de Enya, la cama estaría hecha un desastre y enmarcado en la pared más grande frente a la cama tendría la fotografía del hombre en la luna de "Caribbean Blue", esa clase de imágenes siempre relajaban al chico de ojos azules, Aidan podía pasar horas y horas mirando una imagen sin aburrirse. Dan recordaba con especial añoranza la vez en la que él y Aidan fueron a un museo por un viaje escolar, el ojiazul de en ese entonces 8 años lo convenció que dentro de cada pintura existía un mundo paralelo y que la pintura era la entrada en ese mundo, terminaron rompiendo un cuadro muy valioso y recibiendo una buena paliza, aún así le parecía agradable, no recordaba bien la reacción de su madre, tampoco los golpes, solo recordaba los ojitos azules de su amigo brillando mientras miraba la imagen, ansioso por entrar y descubrir aquél mundo oculto entre capaz de vinilo, y barniz. Esa habitación carecía por completo de la esencia de Aidan, fue entonces que Dan por fin entendió la gravedad de la situación.

Intento ignorar lo obvio cuando se despertó en la madrugada con las palabras y balbuceos de su amigo rogando que le quitarán la vida, y pidiendo perdón por no poder estar ahí, lo ignoro cuando lo abrazo y sus dedos sintieron con horror sus huesos tan nítidos incluso debajo de la gruesa lana del suéter, lo ignoro al ver esa mirada de muerte pero ya no podía ignorarlo más. Quería a su amigo de vuelta, al menos recuperar de alguna forma al risueño Aidan, haría lo que fuera, ir hasta el tártaro para traerlo de vuelta.

— Claro que no seré como el pendejo de Orfeo que ya en lo ultimo regreso a mirar a Eurídice, pinche pendejo — murmuro Dan sin percatarse que no lo había pensado.

— ¿Qué dijiste? — Aidan no estaba seguro de si Dan le estaba preguntando o comentando algo, de lo que sí tenía la certeza es que estaba preocupado, Dan siempre balbuceaba cuando sus nervios lo dominaban.

— Nada — Dan intento disimular abriendo uno de los cajones del armario, encontrándose con pequeñas cajas transparentes con pastillas en su interior — ¿Qué es esto?

— Son mis antidepresivos — Dan observo a Aidan unos segundos, apartando la mirada rápidamente, le era doloroso verlo así, tenía la angustiante sensación de que si lo miraba demasiado terminaría por romperlo, además de sentirse culpable por no haberlo protegido esa noche, si tan solo hubiera sido valiente y luchado por proteger a su amigo quizás Aidan no estaría sufriendo tanto, Dan se culpaba, porque mientras Aidan era abusado él estaba corriendo hacía el bosque con una pierna sangrante por una mortal bala que lo había atravesado.

— ¿Te pones feliz al instante con solo probarlos?

— No, Dan, así no funcionan.

— Ah, tiste. ¿Y esto? — al abrir el otro cajón los ojos del moreno se encontraron cara a cara con cientos de pequeñas cajas sin abrir, todas con símbolos inentendibles, por ello llego a la conclusión de que eran medicamentos, todo por la letra de doctor — ¡Wow! ¿Estás enfermo?

— Define "enfermedad" — Dan supo que Aidan intentaba bromear, pero aunque ese tono travieso seguía intacto sin el brillo de alegría en sus ojos no podía reír como una foca atolondrada como lo hacía antes, aún así disimulo forzando una incomoda carcajada.

— Algo que amerite tantos antibióticos — Aidan se puso de pie provocando en Dan una punzada de pánico, estaba seguro que en cualquier momento se rompería en pedazos, el ojiazul se detuvo al lado de su amigo, mirando con una pizca de desdén y mucho asco aquellas cajas.

— Oh...eso, eso...creí que ya los había acabado todos — Aidan se abrazo a si mismo y con la misma lentitud fantasmal que se levanto retorno a la inmensa cama, recostándose con cuidado en ella, mirando al techo completamente ensimismado en algo, en un recuerdo no deseado.

— ¿Qué pasa? — con toda la voluntad del mundo para comenzar a gritar el nombre del doctor Stilinski para que viniera en su auxilio Dan camino hasta Aidan, bastante preocupado por la repentina actitud de su amigo. 

Aidan miro a su amigo con ojos secos de lagrimas pero desbordantes de tristeza, sus manos estaban juntas sobre su estomago, apretando cada una los bordes de su suéter, temía que alguien llegará y lo despojara de sus prendas, dejando expuesta su desnudez para que — como en ocasiones anteriores — hicieran lo que quisieran con él.

— Gün...— el chico paso saliva, respiro profundo, intento esbozar una sonrisa para calmar a Dan, el moreno estaba al borde de un ataque de pánico y el ojiazul sabía que si no lo calmaba terminaría por provocar que Dan hiciera un escandalo de nivel nacional, también quería fingir estar bien para no asustarlo más, Aidan no deseaba cargar a alguien más con su tristeza, por ello intento disimular su malestar — él...no era virgen cuando abuso de mí y pues...solo Dios sabe a cuántas personas les habrá hecho lo mismo y qué tenía en su...en su intimidad.

El cerebro de Dan quedó en blanco de la misma manera en la que lo hacía cuando le preguntaban algo respecto a las matemáticas, sus neuronas hicieron un esfuerzo sobre humano en entender el significado oculto tras aquellas palabras no tan inocentes y cuando lo hizo deseo con todas sus fuerzas no haber descifrado tan horrible significado.

— ¿Te...contagio? — Aidan bajo la mirada asintiendo.

Dan retrocedió asustado, ameritando al instante la apariencia tan descuidado de su mejor amigo a una enfermedad, cientos de virus, bacterias y enfermedades de transmisión sexual existentes e inexistentes desfilaron por su mente, intentando adivinar cuál de todas ellas era la culpable del lamentero estado de su amigo.

— No te preocupes, Dani — el pelinegro se enderezo y tomo la mano de su amigo, tratando de calmarlo, pero aquél esquelético toque puso aún más nervioso al moreno —. Tiene cura, eso es lo bueno — al notar el pánico crecer en su amigo Aidan se apresuro a abrazarlo y a hacer diversos gestos teatreros para demostrar que estaba "bien" —, ¡Ya termine el tratamiento! De hecho solo duro un par de días al salir del hospital, pero el doctor Stilinski me compro demasiados antibióticos y como están sin usar decidió conservalos.

— ¿Por si acaso? — Aidan observo confundido a su amigo.

— ¿"Por si acaso" qué?

— ¿Por si acaso te vuelves a enfermar?

— No creo que sea posible volverme a enfermar, a no ser que tenga...que haga...— Aidan trago saliva, intentando hablar con claridad, pero la idea del sexo le resultaba agonizantemente espantosa — que tenga intimidad.

— Oh, ¿entonces lo tiene de adorno? — <<No te alteres, cabrón, respira, carajo, respira, finge estar bien, haz una broma ¡O algo! ¡Lo que sea! Tu amigis se esta preocupando, no viniste aquí para atormentarlo más, viniste a ayudarlo en su proceso de recuperación, ¡Respira, maldita sea, respira! Cambia esa cara, ya sé, ¡Abrazalo! ¡No puedo, lo voy a romper! Pero si no lo haces se va a alterar más, ¡Mira su carita! Parece asustado, no seas malo, solo abrazalo, no...las victimas de abuso sexual pueden tener malas reacciones al ser tocados sin permiso, pídele permiso, ¿Y si lo rompo? ¡Esta tan delgado! Entonces haz un chiste, ¿Eso no me haría ver insensible? Tienes razón, lo sé, siempre la tengo, callate, no tu, callate, ¡No tu callate! No es hora de estar peleando conmigo mismo, enfocate Daniel Arimateo, ¡Enfocate! Viniste aquí para ayudarlo, cuidarlo y apoyarlo, sé un buen amigo, sé un buen amigo, esta vez no lo vas a abandonar, no como...en la masacre que huiste cobardemente, vas a hacer un buen amigo y ayudarlo, ¡Tengo miedo! ¡Jamás lo había visto así! ¿Dónde esta mi amigo de radiante sonrisa y juguetona risa? ¿Dónde esta la linda cabrita? Mirá, pendejo, la linda cabrita fue asesinada la noche de la masacre, ese chico, ¡Sí, ese chico! Ese chico destrozado, desnutrido, al borde de la anorexia y sin ganas de vivir fue lo que quedó, por eso vas a ser un hombre, un buen amigo y apoyarlo en todo, ¡Y deja de hablar contigo mismo como un idiota! El pobre debe estar pensando que estás enojado o algo, recuerda, Aidan estuvo contigo en tus tiempos difíciles, es hora de ayudarlo, devolverle el favor ¡Y quitarle el puesto a Hazael de ser su otra mitad! ¡Sí, eso haré! Buenos consejos, mi mismo, lo mismo digo, mi mismo, estás muy guapo hoy, ¿Sabías? Gracias, pero enfocate en lo importante, sí, Aidan, Aidan y Aidan, en este momento solo importa Aidan, ¡Apoyarlo, ayudarlo a sanar, que mejore, supere su trauma y vivir juntos como un par de médicos solterones en una isla paradisiaca! ¡Si se puede, si se puede, si se puede!>> pensaba Dan intentando calmarse.

— Sí, algo así, yo no los necesito y el doctor no tiene pareja, al menos que yo sepa.

— Oh, wow, no pensé que te enfermaras físicamente...— cuando Dan despertó en el hospital con la pierna enyesada lo primero que pensó fue en Aidan, mientras estaba escondido en el bosque pudo escuchar a varios de los hombres de Günther hablar sobre él, quiso volver a ayudarlo pero salir sería una sentencia de muerte, paso noches enteras preguntándose si estaría vivo y cuando finalmente sus padres pudieron obtener información se horrorizo, se horrorizo aún más ante los rumores de su escuela, que aseguraban que Aidan era un promiscuo que se deleitaba provocando a hombres mayores, le gustaba ser visto como un objeto de deseo y adoraba exhibir su cuerpo a cambio de dinero para mantener a su pobre pero numerosa familia, según los rumores Günther fue un cliente que salió mal, varios de sus compañeros presumían tener fotos intimas de su amigo, la primera vez que escucho a un chico alardeando de que Aidan le había hecho un "trabajo oral" no pudo contener su rabia al golpearlo hasta la saciedad, pero sin importar a cuantas personas golpeara los rumores nunca cesaban, por el contrario comenzaron a aumentar, llegando a decir que Dan era "uno más" en la interminable lista de Aidan — por eso.

— Eso es lo más triste, a parte de que me destruyo por completo encima me dejo una enfermedad, no sé que haría si fuera una enfermedad incurable, tal vez me tiraría de un puente o algo — Aidan se arrepintió al instante de decir eso, la mirada de terror de Dan lo hacía sentir mal, ¿por qué Dan tenía que ser tan expresivo? Quería verlo sonreír, haciendo chistes tontos y diciendo groserías como si no hubiera un mañana, no quería que su amigo cambiará —. Es broma.

— Entre broma y broma la verdad se asoma — dijo Dan, tratando de ignorar el "chiste", si fuera en otro contexto u otra persona quien dijera aquello se reiría como caballo con epilepsia, pero como quien lo decía era su amigo con un historial de intento de suicidio no podía reír. El teléfono de Aidan sonó y los celos invadieron cada fibra del ser de Dan al ver un nombre brillando en la pantalla — ¿Quién es Valerio?

— Un chico de la escuela.

— ¿Ya me reemplazaste, maldito infiel? — algo que siempre ponía de buen humor a Aidan eran las escenas de celos dignas de una telenovela que Dan le hacía, entendía que para su mejor amigo era difícil verlo rodeado de otros tantos amigos, pero ahora se daba cuenta de que ellos solo lo querían mientras era aquél chico enérgico y radiante, ahora que era una sombra de su antiguo yo confirmaba que Dan era su único amigo de verdad.

— Sí, te engaño como con cinco.

Dan se llevo una mano al pecho como si sintiera un gran dolor.

— ¡Maldita rata! ¡Te entregue los mejores años de mi vida!

— Perdoname, no puedo evitar buscar a otras personas — Dan siguió retorciéndose, en parte porque le gustaba que Aidan le prestará atención y en parte porque realmente se sentía herido, amaba cuando solo eran "Aidan y Dan", pero luego fueron "Aidan, Dan y Haza", después "Aidan, Dan, Haza y Günther" y cuando menos se dio cuenta su mejor amigo tenía a toda la maldita arca de Noe en su agenda, los entendía, Aidan era la clase de persona que irradia positividad y alegría, ¿estaba mal que quisiera que toda esa bella persona fuera para solo él? Quizás.

Dan solo quería vivir eternamente al lado de Aidan, comiendo pastel y viajando por el mundo, profesando su eterno amor por el chocolate.

— Permití que tuvieras otros amigos a parte de mí, pero esto es demasiado — Dan estaba listo para dar una actuación digna del Oscar cuando su teléfono vibro, arruinando su inspiración.

— ¿Quién era? — a juzgar por la mirada de calvario del moreno Aidan supuso que no era nada bueno.

— Mi madre, ¡Va colgarme de las pelotas! Sigue insistiendo en que regrese a casa pero ya tengo a mi padre empacando mis cosas, él es mi abogado defensor — Dan hizo una mueca, mirando la pantalla de su teléfono —, aunque sería bueno que me defendiera por lo desea.

— ¿La señora Shraddha todavía no sabe que tu padre la engaña? — Dan negó.

— No.

— ¿Por qué no se lo has dicho? ¡Dan! ¡Es tu madre!

— Técnicamente madrastra, pero sí, debería decírselo a mamá, pero es divertido que papá haga todo lo que yo quiera con tal de que no revele su aventura, es lindo tener bajo control a una persona, ¿No crees?

Aidan miro al techo azul crema, no le gustaba esa palabra, "control", Günther lo tenía bajo su control, supo que palabras decir y qué hacer para que él, y su familia confiaran ciegamente en él.

— No lo sé, nunca lo había pensado — admitió, aunque en realidad sí lo había hecho, demasiado.

— De todas formas se lo diré.

— ¿Enserio? ¿Cuando?

— Cuando termine la universidad.

— ¡Dan! — lo reprendió el muchacho.

— ¿Qué? Aidan, no todos tenemos tu inteligencia, acceder y mantener una beca para mí será imposible, ¡Terminaría perdiéndola el primer semestre! Necesito que papá pague mi carrera y sabes como es él, es la criatura más tacaña de la tierra, solo pagará mis estudios si tengo un secreto de tal magnitud a mi favor, hasta entonces seguiré con la boca más cerrada que la puerta cerrada a las virgenes impías — Dan regreso la vista a su teléfono, dejándose caer sobre el cuerpo de Aidan, pero al instante se levanto y miro al chico sorprendido —, Aidan, puedo sentir tus huesos.

— ¿De veras? — el joven bajo la cabeza avergonzado, debía ser horrible, quizás por eso Dan no lo miraba, debía estar feo y demacrado, si tan solo Dan lo mirará le haría saber que todo, en un futuro, todo estaría bien.

— ¿Cómo te atreves a adelgazar tanto? ¡Tu eres mi almohada! ¡Necesito que seas tan gordo como tu hermana! — lo reprendió el moreno dándole un suave puñetazo juguetón, usualmente Dan no tenía compasión a la hora de golpear, Aidan quería sentir esos dolorosos pero amistosos golpes que le hacían escupir un pulmón, no eso.

— Haza no esta gorda, esta rellena de amor, en cambio a ti lo tonto, traicionero y aprovechado ni el diablo te lo quita.

— ¡Malvado! Además, necesito conseguir pruebas, mamá nunca me creerá sin evidencia, ¡Pero primero voy a asegurar mi futuro!

— ¿De verdad vas a hacer medico cirujano?

— Obvio, yo seré cirujano y tu mi fiel enfermero — <<Necesito de alguien con quien incursionar al maravilloso mundo del trafico de órganos, ¿te unes?>> pensaba Dan, ahora más que nunca medía sus palabras, no iba a decir nada que pudiera hacer sentir mal a su pobre amigo.

— No estudies una carrera solo para que sigamos juntos — <<Por favor, actúa normal, ¿Dónde esta mi amigo brusco y sarcástico? ¿Dónde?>>

— Rogelio, te necesito, eres mi mejor amigo en todo el mundo, te quiero tanto que cuando consigas esposa me iré con ustedes, seremos una feliz familia de a tres, ¡Incluso puedo ser la niñera gratis de tus engendros malignos! — Dan miro a una pared imaginándose con un delantal alimentando a toda una jauría de mini Aidans berrinchudos mientras el Aidan mayor pasaba un rato de pasión con su esposa, le agradaba la idea de malcriar hasta la saciedad a un bebé de Aidan, no le agradaba la idea de que él tuviera una esposa —  ¿Todavía sigues con ese plan? 

— ¿Cuál plan?

— Ese que siempre decías desde que eras niño: estudiar algo relacionado con medicina, casarte cuando aún fueras joven y apuesto con una hermosa mujer responsable, tener uno o dos hijos y vivir feliz para siempre.

Las manos de Dan temblaron, si Aidan volvía a bajar la mirada le pegaría la cabeza al techo para que siempre mirará al frente, su amigo nunca hacía eso, ¿Por qué parecía avergonzado de su mera existencia? No había hecho nada malo, ¿por qué actuaba como si lo hubiera hecho?

— En realidad no.

— ¿"En realidad no" o "no"?

— No, hace mucho que no pienso en el futuro.

Él no pensaba mucho en el futuro, Aidan pensaba mucho en suicidarse, no era su intención pensar en ello, simplemente sucedía, un pensamiento invasivo imposible de eliminar y deseoso por germinar, su cerebro ondeaba la idea del suicidio con gran fervor, convirtiendo la idea de la muerte en un seductor final para su tormento, haciendo que el niño de trece años deseara llevar a cabo dicho pensamiento, cumplir aquél inconsciente deseo. En los días buenos Aidan se permitía a si mismo el placer de imaginar su muerte, no le gustaba pensar en cómo lo haría, los detalles eran abrumantes y le resultaba angustiante que hubieran tantas formas de extinguir el latir de su corazón, prefería enfocar sus pensamientos en algo más alegre, algo que le resultaba indescriptiblemente placentero: la forma en que su familia, amigo y conocidos reaccionarían a su muerte; le gustaba imaginar la forma en la que sus padres llorarían, a sus hermanas cerca del ataúd incapaces de dejar de llorar, las oraciones para calmar el dolor, las palabras del pastor y los hipócritas lamentos por su deceso; pensar en ello lo hacía feliz, fantaseaba con ser un espectro flotante observando las diversas reacciones al final de su vida, lo hacía sentir especial, aunque fuera un poco. A veces no solo fantaseaba con la embriagante idea de morir, pensaba mucho en cómo sería volver a verlo, verlo a él, a su abusador, eran muy pocas veces en las que pensaba en eso, la angustia aprisionaba su pecho y era incapaz de respirar cuando lo hacía, pese a ello lo seguía haciendo, ignorando la sensación abrumadora de incomodidad; soñaba con gritarle y maldecirle, con golpearlo, exigir respuestas a sus muchas preguntas; una vez llego a imaginar una posible venganza, quería dañarlo, quería oírlo rogar, que fuera él quien suplicará piedad, al menos esa vez. Imaginaba que contrataba un grupo de fornidos hombres con miembros íntimos de gran tamaño, perfectos para destrozar al entrar, se imaginaba sentado en un sillón de piernas y brazos cruzados, en una habitación poco iluminada, cuya única luz alumbraba el cuerpo destrozado de su abusador en medio de un montón de personas liberando sus fluidos sobre él, sobre el moribundo hombre.

Aidan solo pensó en ello una vez, solo una y cuando lo hizo lloró hasta el amanecer por haber forzado a su inocente mente a pensar en ello, lloró por estar en esa situación, lloró porque en su imaginación no podía observar esa escena con una sonrisa o satisfacción y lloró por saber que si esa situación llegase a ocurrir terminaría rogando y luchando por liberar a su abusador de sufrir lo mismo que él, nuevamente quien suplicaría sería él, no Günther, él. El niño no podría vivir  si permitiese que algo así le sucediera a una persona, incluso a Günther, Aidan no era un monstruo, no lo era. 

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