15. Prepago
— ¿Estás listo para hablar, Pinocho? — el doctor Stilinski estaba enojado, demasiado.
Aidan se encogió entre las mantas y sábanas de su cama, siempre había pensado que el doctor Stilinski y su madre eran muy parecidos, muchos bromeaba con que eran hermanos, incluso que el doctor era la versión masculina y menos extremista de Evangeline, pero allí, sentado de piernas cruzadas, con ese gesto de "voy a matarte" en su rostro Aidan comprendió que decir que eran parecidos resultaba un eufemismo, de hecho le sorprendió que el doctor Stilinski no tuviera una correa de cuero o un zapato de suela gruesa en una de sus manos, esa solía ser el arma predilecta de su madre, cada golpe era estar más cerca de la muerte y las marcas duraban semanas, incluso meses, un pequeño recordatorio de lo que pasaba cuando no hacías feliz a Evangeline Fierro Morales.
— ¿Y bien? — pregunto el hombre, levantando una de sus frondosas pero elegantes cejas.
El joven muchacho volvió a fundirse en las sábanas, estaba seguro de que sería golpeado, el problema es que ya no era tan fuerte como antes, Aidan tenía la certeza de que su flacura no soportaría alguna de esas armas letales. Un solo golpe lo mataría. El doctor Stilinski apretó los labios y frunció el ceño, el hombre estaba llegando al límite de su paciencia, nunca en sus años de carrera había tenido a un paciente tan problemático capaz de hacerle sentir tal angustia con sus imprudentes acciones, tal vez influía el hecho de ser una persona tan querida como lo era Aidan para él, era su sobrino, su familia, si algún otro paciente hubiera hecho las mismas cosas solo se limitaría a preocuparse un poco y a asentir mientras anotaba algunas cosas en su libreta, pero con Aidan era imposible limitarse a ello, quería abrirle la cabeza y entender que pasaba por aquél cerebro en crecimiento, entender qué rayos estaba pensando cuando hizo tales cosas.
— ¿Y bien? — repitió, está vez bajando la voz varios tonos, volviéndose más amenazante.
Aidan apartó la mirada, contemplando los bordados en la manta de lana. Incluso si quisiera responder no podría hacerlo, no recordaba mucho de la noche anterior, solo estar platicando con Valerio y su pandilla, lo siguiente que sabía era que estaba en su cama, cubierto por dos pares de sábanas y unas mantas, su cabello estaba húmedo y se pegaba con pasión a sus mejillas hundidas, llevaba una pijama de manga larga y pantalón largo, con unas medias de lana tan gruesas como su cuello, mismo que estaba cubierto por una bufanda de colores arcoiris. Incluso si su vida no estuviera bajo amenaza de muerte Aidan no podría responder, pero ¿Cómo explicarle eso a un hombre que parecía dispuesto a encerrarlo en la última habitación de la torre más alta del mundo?
— ¿Lo siento? — fue lo único a lo que atinó a responder, supo de inmediato que esa no era la respuesta que el hombre buscaba.
— ¿Lo sientes? Ay, que bueno, me alegra que lo sientas, eso le diré a la policía y los paramédicos que hice venir a las dos de la mañana para intentar encontrarte, eso sin mencionar el montón de plata que me toca pagar ahora por los recursos invertidos en un equipo de búsqueda y rescate, pero lo importante es que el muchachito lo siente — el doctor Stilinski nunca era sarcástico con él, era un hábito horrible, el propio doctor intentaba reprimir dicho hábito, como un profesional de la salud mental no podía darse el lujo de ser cruel o decir cosas que pudieran dejarse a una interpretación equivocada, puede que no fuera un enfermero o doctor clínico, pero ciertamente la vida de muchas personas dependían de él, la vida de ese niño sentado en la cama de la habitación de invitados dependía de él —. Tienes exactamente tres segundos para explicarme la razón, el motivo y la circunstancia por la cual has decidido desaparecer de la seguridad de tu morada a la medianoche, y reaparecer con labial por toda tu delicada faz, desprendiendo una fragancia similar al cáñamo Índico, con tu escaso y escuálido vientre infestado por heridas cortopunzantes ¡Y SIENDO TRAÍDO POR UN HIJUEPUTA DESCONOCIDO BORRACHO EN UNA MOTOCICLETA!!! — sus palabras fueron más crueles de lo que pretendía, no quería gritar pero la sensación de angustia aún no lo había abandonado del todo, eso sumado a su falta de sueño lo había puesto de malas, quizás como era terapeuta debería regular mejor sus emociones, pero era humano, él también tenía sus problemas y angustias. Despertarse esa madrugada preso por el insomnio ya era malo, ir a revisar la habitación de su sobrino con una taza de chocolate caliente, prediciendo que (como siempre) también tendría problemas para dormir y encontrarse con una cama vacía fue terrible. Miles de pensamientos abarcaron su mente y antes de que pudiera controlarse ya estaba gritando a todo pulmón el nombre del niño, temiendo al abrir cada habitación que allí yaciera su cuerpo sin vida. El doctor Stilinski se limpió unas fugaces lágrimas, no quería que el niño lo viera llorar, sabía lo que Aidan pensaba de él: el joven muchacho creía erróneamente que era indestructible, olvidaba que él también era un humano, una persona con sentimientos y temores, una persona con sus propios problemas; puede que su apariencia contribuyera con dicha idea; serio, inteligente y frío, incluso un poco tozco, pero en el fondo sólo quería dejar a un lado ese porte profesional y abrazar al pequeño joven frente a él, solo abrazarlo, que él supiera que todo estaría bien. Lo más ético hubiera sido que un psiquiatra no relacionado emocionalmente fuera quien tratará al desvalido muchacho, pero Aidan se negaba a hablar con cualquiera, no confiaba en los hombres y comenzaba a resentir a las mujeres, sobre todo porque muchas de ellas invalidaron lo sucedido, diciendo que un hombre "no podía ser violado", sin más remedio el doctor Stilinski tomó a Aidan bajo su lecho, pero ahora se arrepentía, el niño se le estaba saliendo de las manos y jamás se perdonaría si algo llegaba a pasarle bajo su cuidado. El doctor Stilinski hizo una nota mental, acariciando su dedo pulgar contra la uña de su dedo índice, memoria dactilar, más tarde llamaría a Tricia, una de los colegas experta en casos de abuso sexual, a lo mejor ella sabía de un lugar donde podría internar al pequeño bajo su cuidado, no lo dejaría solo, pediría un traslado a la clínica de ser necesario, solo necesitaba apoyo, alguien más con quien repartir la carga emocional con la cual ya no podía lidiar, al menos no solo —. Es que...¡No comprendo, Aidan! ¡Tú no eres así! ¿Desde cuándo tomas licor? ¿Desde cuándo te drogas? ¿¡Y DESDE CUANDO TE JUNTAS CON BORRACHOS MOTOCICLISTAS!? — el hombre parpadeó un par de veces, ocultando las lágrimas que cruelmente amenazaban con salir.
Aidan se sintió mal, el doctor Stilinski parecía realmente afectado, pero más enojado que cualquier cosa.
— ¿Tienes idea de lo que pudo haber pasado? ¡Pudieron demandarme por haber llamado a la policía y gastar recursos del Estado de una forma tan imprudente! — <<¡Pudiste haberte matado, resultar herido o herir a alguien! No quiero perderte, pero siento que te estás escapando de mis manos, ¿Cómo puedo ayudarte si te niegas a recibir ayuda? No hablas mucho durante las terapias, no haces los ejercicios que te pido, ni siquiera intentas comer, sé que soy el profesional, pero te me estás saliendo de las manos, quiero ayudarte y cuidarte, pero pareces querer que te abra la cabeza y te saque los malos pensamientos, créeme, si pudiera hacerlo lo haría, pero no puedo, necesito que quieras sanar, Aidan, necesito que quieras vivir, por favor, necesito que vivas>> todo eso y más pensaba el doctor, pero no sé atrevió a decirlo, no quería verse más vulnerable de lo ya se veía.
El chico miró sus manos descontento, ¿Era eso lo que le preocupaba? ¿Problemas legales? Era un tonto por pensar que el doctor Stilinski se preocupaba por él, quizás era amigo de la familia, casi un tío, pero ahora estaba en modo profesional, cuando el doctor Stilinski estaba en ese modo no había forma de ablandar su corazón.
— No hice nada malo — replicó molesto —, sí, tal vez tuve que pedir permiso o al menos dejar una nota, pero estaba trabajando en mejorar.
— ¿Así? ¿Y se puede saber cómo?
— Tus terapias no me ayudan en nada, por eso yo mismo estoy intentando mejorar, hablar de mis sentimientos por horas en un mueble no me ha servido de nada.
— A penas comenzamos el proceso, no te sentirás mejor de un día para otro, requiere tiempo y esfuerzo, Aidan, comprende.
— No tengo tiempo — Aidan apretó sus dedos sobre la manta, estaba molesto y cansado, ya no quería sentirse así, ¿Por qué no podía ser feliz? Antes parecía ser tan fácil reír y ser feliz, ahora sus labios se negaban a sonreír —, cada día pienso en la muerte, ¿Sabe? Pienso en quitarme la vida al menos cinco veces, eso en los días buenos, en los días malos...— haciendo uso de fuerza que no poseía Aidan trago saliva, negándose a llorar, no le daría la satisfacción al doctor Stilinski de verlo destrozado, no quería que el hombre pensara que lo necesitaba, no quería necesitarlo —, estoy cansado, doctor, muy cansado, no he sido capaz de dormir bien desde que desperté en el hospital, no puedo comer, tampoco beber.
— Algún día podrás comer, dormir y beber sin problemas, por ahora no te debes forzar demasiado, la vida cambia, Aidan, a veces para mejor, otras...— el hombre acomodó mejor sus gafas sobre su nariz, comenzaban a empaparse, estaba llorando — para peor.
— Esto no es vida — el doctor Stilinski asintió, tomando su teléfono y tecleando un número — ¿Qué hace? — pregunto Aidan, temeroso de haber cometido un error.
— Sé que la confidencialidad entre doctor-paciente es sagrada, pero en estos casos debo informarle a tu madre lo que pasó, eres menor de edad y lo que hiciste fue peligroso — Aidan apretó los dientes, no, su madre no debía saberlo, no quería que lo supiera, ella se lo diría a su padre y él se podría triste —, también le daré el contacto de una de mis colegas, esa que maneja la terapia en grupo a cual te niegas en asistir, no te preocupes, estar interno en una clínica no es tan malo como en las películas, ni hay tanta negligencia como parece y me aseguraré de que estés en un lugar adecuado, donde podamos ayudarte.
— Cuelgue ese teléfono ahora — el doctor Stilinski parpadeó sorprendido, Aidan nunca le había hablado así, parecía demasiado enojado y temblaba por la rabia.
— Sé que no lo parece, pero es lo mejor para ti, mi apegó emocional hacia ti puede ser perjudicial, tener una vista externa puede ser de gran ayuda.
— ¡CUELGUE ESE TELÉFONO AHORA! — gritó Aidan a la vez que entraba a buzón de voz la llamada.
Hola, habla Evangeline, por ahora no estoy disponible, pero intenté llamarme más tarde a una hora razonable, ¡Gracias!
Decía la voz pre-grabada de su mejor amiga. El hombre colgó el teléfono, completamente sorprendido por el comportamiento de su paciente/sobrino. Aidan era alguien muy pacifista, nunca se enojaba y si hacía tomaba aire, apartándose del problema, no explotaba de esa manera.
— Entiendo que tengas miedo, esto es lo mejor, necesitas ayuda, pero yo no puedo darte toda esa ayuda, a veces es necesario a varias personas, un equipo para ayudar.
— Bien — dijo Aidan, poniéndose de pie, ajustando la bufanda alrededor de su cuello y tomando una maleta, metiendo en su interior su ropa: todos los suéteres de cuello largo y pantalones anchos; nada parecida a la ropa que usaba antes, cómoda y delgada, perfecta para jugar, lástima que ya no había nadie con quién jugar.
— ¿Qué haces? Aún no es necesario empacar, iremos lentamente, una vez a la semana, luego dos, al cabo de un mes ya podrás pasar una noche allí, así te podrás acostumbrar mejor al lugar.
— No pienso ir a ninguna clínica, doctor — declaró molesto, empacando las bufandas.
— ¿Entonces? ¿Para que empacas?
— Es obvio que te quieres deshacer de mí, entonces te ahorrare la incomodidad y las excusas, me voy por mi propia voluntad, puedes decirle a cualquiera que pregunte eso, que me fui yo mismo, así mantendrás impecable tu reputación.
— Yo nunca dije eso, Aidan no tengo intención alguna de dejarte, no eres una carga para mí, solo necesito un poco de ayuda, soy un humano, no una máquina y también tengo mis limitaciones.
— Tomé una decisión — Aidan dobló con cuidado sus suéteres, empacándolos en la mochila, conteniendo las ganas de llorar en todo momento —, me voy.
— ¿Quieres ir a casa? Puedo llevarte a visitar a tus padres o podemos trasladar las terapias a tu ciudad natal.
— ¿Quién dijo que iría a casa? — esa última palabra le causo un mal sabor de boca, aunque sabía que siempre sería bienvenido en ese lugar no se sentía como en su casa, no la sentía como un hogar, al menos ya no.
— ¿Y adónde irás entonces?
— Con mí tía Alma, sé que ella me recibirá.
— ¡NO! ¡NO PERMITIRÉ QUE VIVAS CON ELLA!!
— ¿Por qué la odias tanto? ¡Ella es buena!
— Una perra querrás decir — el doctor Stilinski le arrancó la mochila del hombro a Aidan y comenzó a guardar la ropa de nuevo en los cajones, y comoda, tenía la ropa que iba en el armario en sus manos cuando se dió cuenta de lo que acababa de decir —. Lo siento, Aidan, pero hay cosas de esa mujer que no sabes, es mejor que no lo sepas, al menos no por ahora, eres muy pequeño para saberlo.
— Pronto cumpliré 14.
— Aún eres un niño.
— Para él no lo era.
El silencio reino sobre la habitación, el hombre froto sus dedos contra su pantalón, nunca debió haber aceptado tratar a Aidan, al menos no sólo, dejo que su amor por el chico nublara su buen juicio y ahora pagaba las consecuencias.
— Lo lamento, me excedí, no debí hablar de esa manera, eres un niño, no está bien que te exponga a cosas...que no deberías saber.
— Ya me expusieron demasiado.
— Aidan, perdóname, pero no puedo permitir que vivas con ella, tus padres me confiaron tu seguridad...
— Ellos también confían en Alma, solo hablaré con ellos y listo, bueno, con mamá en realidad, sabes que lo que dice es ley — Aidan volvió a sacar la ropa de los cajones, empacando de nuevo, cuando termino sujeto con ambas manos su mochila, colocándose unos zapatos, pero se los quito a penas los sintió, eran demasiado apretados, al menos con sus medias de lana gruesa.
— Incluso si tu madre lo acepta yo no lo permitiré, Alma no es lo que necesitas para mejorar.
— Ya no quiero estar aquí — admitió el joven apenado, era algo que sentía pero no se atrevió a decirlo en voz alta, al menos hasta ese momento.
— ¿Fue por lo que dije? Perdona, fue cruel de mi parte hablarte así.
— No, no es por lo que dijiste, es porque no hay un mar azul como prometiste, no es cálido y no me siento mejor — no era el paraíso cálido que imaginaba, no era el lugar de reposo y sanación que le prometieron, ni siquiera se veía el sol, solo un tumulto de nubes grises en el cielo, siempre lo mismo, siempre gris, siempre frío, lo cual se sentía deprimente y como una estafa, al menos para Aidan.
— Lleva tiempo, llegamos en mala época, espera un poco, solo un poquito más, pronto la primavera llegará y podrás correr a nadar.
— No quiero esperar.
— Lo sé, entiendo, pero por favor — las manos gruesas del doctor Stilinski tomaron las escuálidas, delgadas y diminutas manos de Aidan, sus dedos eran huesudos, tocarlos era doloroso, en especial con el conocimiento de que no siempre fueron así esas manos, antes eran de buen tamaño, algo gorditas y sin esas cicatrices en la muñeca que ahora las adornaba, cicatrices cubiertas por extravagantes pulseras —, no vayas con Alma.
— Está bien, no iré con tía Alma — Aidan se libro del agarre del cazador pero no de la peste destructora, se inclinó y rebusco entre sus zapatos algún par que le permitiera usarlos encima de las gruesas medias, el doctor Stilinski suspiró aliviado, al menos por el momento Aidan seguiría a salvo consigo —, me voy a ir, no con Alma pero si a algún lugar.
— ¿Y cómo vivirás, Aidan? ¡Eres un niño! — nuevamente la desesperación invadió cada centímetro de su ser.
— No lo sé, intentaré conseguir un trabajo, tal vez limpiando calles, sé que nadie le dará un buen trabajo a un niño de trece años pero encontraré algo o haré lo que todo el mundo piensa que hago — finalmente encontró un par de sandalias que no le apretaban el pie, tenía frío, muchísimo frío y no tenía planes de renunciar a la calidez de las medias.
— ¿Qué cosa? — el doctor Stilinski ya lo sabía, pero se negada a creer lo que sus oídos escuchaban.
— Prostituirme, todo el mundo piensa que soy una puta que sedujo a un "chico prometedor".
— Aidan...
— No, ya tomé mi decisión, por favor doctor Stilinski, respétela, no pude decidir sobre mi cuerpo, al menos decidiré sobre esto.
— ¡Aidan, por favor!
— A las prepago les va muy bien, quizás encuentre a alguien que no le importe que yo ya este...usado.
<<"Usado", ¿Así es como te ves? No estás "usado", Aidan, no lo estás, no eres un objeto al que puedan usar a su voluntad y luego desechar, eres una persona, una maravillosa persona, no los dejes ganar Aidan, ellos quieren verte así, ÉL quiere verte así, destruido, agonizando sobre tu propio dolor, por favor, sé fuerte, sobrino mío, déjame ayudarte>> el doctor Stilinski quiso decir todo eso y más, pero su mente era incapaz de dar la orden de hablar, todavía estaba shockeado por la actitud del muchacho y seguía sin procesar que realmente Aidan tenía una autopercepción tan cruel de si mismo.
— ¡Aidan! ¡Detente ahora mismo! — cuando el doctor Stilinski volvió a la realidad y abandono el mundo del pensamiento se encontró con la ausencia del chico, Aidan no estaba por ninguna parte, temió de que ya fuera demasiado tarde pero al correr hacía las escaleras lo vio abriendo la puerta, con la mochila repleta de ropa colgando a un costado de su espalda, haciendo doblar su débil cuerpo hacía ese lado — ¡Aidan! — gritó el hombre, bajando las escaleras a toda la velocidad que una lesión mal curada del tobillo le permitía — ¡Cruzas esa puerta jovencito y te vendo a Vietnam!
— ¿¡Por qué todo el mundo me quiere vender a Vietnam!? — gritó Aidan, abriendo la puerta, justo cuando una figura se abalanzaba sobre él.
Querer a alguien siempre era algo difícil, tarde o temprano tendrían que decirse adiós, no muchas personas piensan eso, en el <<adiós>> Aidan había comenzado a pensar en eso, demasiado, pensaba con lujo y detalles como se despedirá de cada uno de sus seres queridos, de sus conocidos o de personas al azar, quería ser recordado, no como un chico violado, quería ser recordado por lo que era, un niño con sueños por cumplir, ser recordado como antes de que muriera su hermana, su vida se había visto reducida a dicho trauma y no sabía porqué, inevitablemente pensaba en eso todos los días todo el tiempo, no lo recordaba, solo nubarrones de memoria inentendible, aún así pensaba en eso más de lo que desearía. Antes de la masacre Aidan no solía pensar en la muerte, sabía que estaba ahí, como cuando sabes algo pero prefieres ignorarlo porque sabes que te hará daño, Aidan hacía exactamente eso, pero ahora que comprendía lo efímera que podía ser la vida ese pensamiento había germinado y apoderado de su mente, usualmente las personas con experiencias cercanas a la muerte tienden a ser más libres, a aprender a amar la vida y a vivir cada día como si fuera el último, al menos eso se espera de ellos, pero nadie te dice cómo, no existe un manual que detalle paso por paso como volver a vivir.
Antes de la masacre el muchacho pensaba en el futuro en escasas ocasiones, pero siempre eran cosas positivas, como la boda de Katherina, no sabía porqué, pero ese pensamiento resultaba muy reconfortante: pensaba en su hermana, con su cabello castaño cayendo alrededor de sus mejillas llenas de colorete o tal vez recogido en un moño alto, con una tiara de diamantes sobre su cabeza, con pequeñas flores de plástico sobre su cabello, su vestido de un blanco inmaculado y un velo cubriendo su rostro como una fantasmal venus; la veía a la distancia, envolviendo con un brazo el cuello de su ahora esposo y sosteniendo su ramo en la mano restante; Günther la abrazaba por la cintura, con un traje de novio, un elegante traje que lo hacían ver más perfecto que nunca, algo que Aidan creía imposible, su cabello rubio estaba peinado hacía atrás con litros de gel para el cabello impidiendo que el viento lo despeinara; Aidan (obviamente) era el padrino, pero no la clase de padrino que lleva a su amigo a un club nudista la noche previa a la boda o que lo emborracha hasta la saciedad y luego le paga a una prostituta para que le haga sexo oral, no, Aidan soñaba con ser la clase de padrino que ayuda a acomodar la corbata y que abraza a su amigo por la espalda mientras se mira al espejo, haciéndole saber que por fin será un hombre, uno casado y que con la ayuda de Dios será feliz, no siempre pero será feliz.
Ahora pensaba mucho en el pasado, cada vez que intentaba pensar en el futuro...era abrumador, no podía pensar siquiera en lo que se pondría al día siguiente. Había muchas cosas de las que Aidan se arrepentía, fantaseaba con cambiarlas, inventar una máquina al pasado o llegar por medio de un bucle o realidad alterna, lo que fuera, solo quería cambiar las cosas, una de ellas era Dan, quería jugar más, llorar menos, quería estar más tiempo con su verdadero amigo, se arrepentía de no haberle dicho adiós de la forma correcta, lo quería devuelta, al menos para despedirse, pero si pudiera viajar en el tiempo ignoraría los mandatos de su madre y pasaría todo el tiempo del mundo con su verdadero mejor amigo.
Su madre solía decir que se arrepentía de pedirle a Dan que jugará con él, decía que era una mala influencia, porque era un niño más grande y a fuerzas quería enseñarle las cosas de niños grandes a Aidan o al menos así lo interpretaba su madre, aunque tenía algo de razón, Dan le enseñaba cosas, algunas buenas, otras malas, pero Günther también lo hacía, eso a nadie le parecía malo, Günther podía enseñarle cosas malas a él pero para todo el mundo estaba bien. Dan le enseño que los zapatos con velcro era una bendición del cielo, que el pepino con sal y limón era un manjar, como escribir la enciclopedia en un borrador para hacer trampa en un examen y no morir en el intento, Dan le enseño cosas buenas, pero también cosas indebidas. Con él aprendió lo que era la "masturbación", ahora que lo pensaba resultaba aterrador o por lo menos preocupante que un niño tan pequeño como Dan supiera que era la masturbación con lujos y detalle, incluso como hacerlo, Aidan lo intento una vez, Dan decía que era algo que se sentía muy bien y todo el mundo lo hacía, así que no debía tener nada malo, pero no fue capaz de hacerlo, se sentía culpable y le prometió a Dios nunca más pensar en hacerlo, además de resultarle doloroso. Aidan nunca había visto pornografía en su vida, incluso las escenas más básicas y menos explícitas de besos ameritaba apartar la mirada, una vez Dan le dio una lista de páginas donde habían mujeres muy atractivas y con poca ropa, tecleo el nombre de la primera página pero no le dió en buscar, imaginaba a su ángel guardián mirándolo expectante, vigilando cuál sería su próximo movimiento, se sentía vigilado. Con el tiempo incluso bañarse le resultaba incómodo, en todo momento sentía un par de ojos sobre él, pero no era una mirada de preocupación o benevolente, era algo más, algo que Aidan no supo identificar, tal vez su ángel guardián no era el único que lo vigilaba, como siempre era Dan quien lo calmaba y reconfortaba en esos momentos de angustia por sentirse observado.
Ahora siendo un niño más grande se arrepentía, quizás Dios puso toda esa información en Dan como un regalo, algo que debió hacer desde hace mucho tiempo, puede que al crecer hubiera sido perturbador recordar esa época, pero al menos podría consolarse con que su primera experiencia sexual fuera consigo mismo y por su propia voluntad, a lo mejor debió darle en <<buscar>>, así al menos la pérdida no se sentiría tan grande y podría tener un recuerdo diferente, vergonzoso pero diferente de su primera experiencia sexual.
El doctor Stilinski...las cortadas... Roxelana... Tyline...Tony... Tony...Valerio...las pulseras de la tía Alma...cadenas...dinero...Dan... primera vez...no fue...ella fue...piscina... Katherina rodando los ojos...concurso de cuentos infantiles...masturbación... él le hablaba al oído...se lo dijo...apartar y romper.
Eran cosas normales de la adolescencia, experiencias normales, algo que podría haber hecho, pero ahora no podría hacer.
— Dan — gimió Aidan aferrándose al cuerpo de su amigo — ¿De verdad eres tú?
— El único y el original — dijo el chico, abrazando a su mejor amigo.
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