10. Idea
El doctor Stilinski movía de manera magistral la cuchara revolviendo la masa para galletas, de vez en cuando se detenía y fingiendo tomar más chispas de chocolate se aseguraba que Aidan estuviera concentrado en colorear de forma correcta las páginas de su nueva Biblia, una edición especial con dibujos, espacios para anotaciones, stickers y olor a vainilla, Aidan solía amar esa clase de Biblias, hablaba animadamente coloreando la figura de un león o rellenando los espacios para hacer anotaciones, en vez de cocinar con el sonido de la voz de su paciente favorito el doctor Stilinski solo escuchaba el sonido de la cuchara batiendo, esperaba que al darle algo que Aidan amaba el chico al menos se pondría algo feliz, pero estaba en total silencio, rellenando con color verde unas hojas en la parte central de un versículo, era decepcionante que no pudiera hacer feliz al niño a su cargo. Mientras Aidan seguía concentrado en pintar las hojas el doctor Stilinski con las yemas de sus dedos tiraba levemente del cajón donde tenía todo objeto filoso (cuchillos, tenedores, etc) encerrados, asegurándose de que estuvieran con llave, estaba paranoico, más de lo usual.
Encontrar a Aidan sollozando, gritando, suplicando y retorciéndose resultaba ser perturbadoramente desgarrador, temía que si lo dejaba solo o lo perdía de vista por un segundo el niño correría a hacerse daño. Era curioso. Aidan solía ser un experto en ser feliz y causar felicidad, en cambio ahora parecía haber desarrollado un máster y una licenciatura en auto lastimarse, fuera física o emocionalmente. Tras corroborar que los cuchillos estaban bajo llave, de la misma forma disimulada observó a Aidan, el doctor Stilinski regreso su vista a la masa de galletas, apretó los dientes frustrado y empezó a batir con más rapidez, fue tanta su velocidad y violencia al batir que en cuenco con la masa salió volando de sus manos, estrellándose contra el lavavajillas.
— Carajo — murmuró tomando un trapo para limpiar las salpicaduras.
La cabeza de Aidan se levantó como un resorte y miró con preocupación al doctor, que limpiaba frenéticamente la mezcla azucarada y pegajosa.
— ¿Esta todo bien? — el doctor Stilinski asintió, aún dándole la espalda a Aidan y continuando con la limpieza. El chico dejo el lápiz de color verde al lado de la Biblia y se levantó, acercándose a la escena del desastre, por un momento Aidan dejo de ver la mezcla para galletas y en su lugar vio sangre, gruesas gotas de sangre por toda la cocina y a su hermana Katherina, en medio del suelo, con el cuerpo lleno de agujeros cual colador, el joven extendió el dedo y lo unto con la escena del crimen, jugando un poco con la mezcla rojiza y pegajosa.
— Sí, no te preocupes lo limpiare — dijo el doctor Stilinski, la sangre se convirtió de repente en mezcla para galletas y el cuerpo de Katherina no estaba por ningún lugar.
— ¿Quieres que te ayude a limpiar? — Aidan intentó tomar un trapo para acabar con la azucarada suciedad, pero el hombre lo detuvo.
— No, estoy bien, regresa a la mesa.
Aidan obedeció en silencio y se sentó de nuevo, golpeteando la punta de sus dedos contra la mesa de madera, se sentía aburrido, jugueteó unos segundos con una de las galletas en el plato frente a él, arrancándole las chispas de chocolate, como si le arrancará las alas a un insecto, esperaba ver al objeto harinoso retorciéndose, no sucedió, lo cual lo desanimo.
— ¿Puedo ir a visitar a mi tía Alma? — Aidan dejó caer la galleta sin chispas de nuevo en el plato, a la vez que el doctor Stilinski abría la llave, permitiendo que el agua se llevara la pegajosa mezcla.
— ¿Tu que crees? — no era una pregunta, era un "no" disfrazado de pregunta.
— No entiendo porque odias tanto a la tía Alma, ¡Ella es buena! — se quejo Aidan, rompiendo un globo ocular con sus dedos, la viscosa masa carmesí se filtró entre sus manos, pegándose a su piel — ¿Ella te hizo algo? — el chico frotó sus manos contra una servilleta, limpiando el interior de chocolate con crema de maní de la galleta que segundos antes había destruido con sus manos.
— Tengo mis motivos, Aidan, que alguien sea buena para ti, no significa que lo sea para mí — el hombre siguió empujando la mezcla por el drenaje, regresando la mirada de forma disimulada a Aidan en la mesa de la cocina, notando que no había comido ni una sola galleta y el vaso de leche a su lado apenas si había disminuido un poco.
El joven suspiró asintiendo, el doctor Stilinski tenía razón, que alguien sea bueno para unas personas no significa que lo sea para todas, pero él no lo comprendía, no en su totalidad, porque Günther era bueno para él y aún así resultó ser...
— Deja de romper galletas y cometelas, desperdiciar comida es pecado — el hombre cerró la llave del lavaplatos y usando la esponja termino de limpiar.
Aidan miro mal al doctor, no había roto la galleta apropósito, ni siquiera supo cuando lo hizo, era como si su mano tuviera vida propia, como si su cuerpo no fuera suyo, él mejor que nadie entendía el pecado que conllevaba el desperdicio de comida, el chico podía decir con seguridad que nunca había padecido hambre, al menos no en contra de su voluntad, pero eso no significaba que no notara la manera en la que sus padres tomaban vasos y vasos de agua, como decían que les "dolía el estómago" con tanta regularidad y las veces en las que encontró a su padre encorvado en la cocina, apretando su estómago y murmurando lo mucho que le dolía por la falta de comida, ante esos pensamientos el joven se sintió mal, por ello tomó una galleta, paso saliva e intentó llevársela a la boca, pero a penas el glaseado azucarado, esponjoso y con chispas tocó sus labios tuvo que apartarla.
— Aidan, ¿te sientes bien?
Cubriéndose la boca asintió a la vez que salía disparado al lavabo, las arcadas hicieron contorsionar su pequeño cuerpo de forma dolorosa, era como ver a un gato tratando de expulsar una bola de pelos, pero en vez de pelusa o algo similar lo único que salía de la boca de Aidan era saliva, solo saliva y agua. El doctor Stilinski frotó la espalda del niño tratando de amortiguar su malestar y dolor, era desgarrador verlo así, pero era aún más desgarrador que lo único que Aidan pudiera vomitar fuera saliva y agua, su estómago estaba vacío, totalmente vacío.
Cuando por fin las arcadas cesaron el débil cuerpo del niño se dejó caer en el lavabo, siendo sujetado por el doctor Stilinski, el hombre estaba angustiado, si el niño seguía así no tardaría mucho en morir.
— Odio esto — murmuró Aidan sollozando, con la saliva escurriendo de sus rojos labios y las lágrimas descendiendo de sus cansados ojos.
— Lo sé, pequeño, lo sé — el doctor Stilinski lo tomó de los brazos para abrazarlo pero Aidan lo apartó de un empujón.
— No me digas "pequeño" — pidió el débil chico, limpiándose la saliva con las manos.
— ¿Por qué? — Aidan se giró y abrió la llave del agua, dejando que sus dedos se mojarán y lavando su rostro.
— Porque él me llamaba así.
El doctor Stilinski asintió, entendiendo a quien se refería su paciente.
— Te prepararé un jugo natural, eso es lo único que no vomitas al instante.
— Perdón, doctor, ¡Le juro que no quiero causar tantos problemas! — el doctor negó abrazando al chico, asegurándose de apretarlo un poco, a Aidan le encantaban esa clase de abrazos, le recordaban a la fuerza bruta de su madre y lo hacía sentir seguro.
— Tu no causas problemas, Aidan, todo está bien — el hombre soltó al cansado muchacho y fue directamente a la nevera, sacando una bolsa con fruta congelada y llevándola directamente a la licuadora — ¿Jugo de durazno? — el chico se frotó el estómago asintiendo.
— Sí, por favor, me encanta el durazno.
— Lo sé — respondió el doctor poniendo a licuar las frutas en un poco de leche y agua —, haré lo posible para que seas feliz, cualquier cosa por mi sobrino favorito.
Aidan recostó su cuerpo contra el mesón y levantó una ceja de forma acusatoria.
— ¿Cualquier cosa? — el doctor entendió a lo que se refería.
— Todo menos eso — Aidan acortó la distancia entre ambos y comenzó a jalar de la manga de la camisa del doctor, como cuando era un niño pequeño y hacía berrinche.
— Por favoooooooooooooor — suplicó el chico haciendo puchero.
— Aidan Fierro Morales, dije no, con Alma no volverás a estar, nunca — rápidamente sirvió el líquido en un vaso de vidrio y se lo extendió al chico, pero en vez de tomarlo Aidan retrocedió como si le hiciera daño.
— ¡Estoy tan triste que no puedo beber nada! — se quejó el muchacho cruzándose de brazos e inflando las mejillas como un niñito malcriado.
— ¡Ay, criaturo de Dios! Tu hermana tenía razón, eres la reina del drama.
— Rey — contradijo Aidan, untando la punta de su dedo índice en el líquido dulce pero sin tomar el vaso de las manos del doctor —, Katherina decía que soy el rey del drama.
El ambiente amigable de repente se volvió frío, la tristeza era palpable, como Aidan deseaba tener a su hermana de vuelta, incluso si la tenía enojada gritándole a los cuatro vientos lo fastidioso que era según ella.
El doctor Stilinski rápidamente se dio cuenta en el cambio de ánimo de Aidan y era su deber como médico velar por la alegría de su paciente, su bienestar, incluso si eso indicaba dejarlo ir con aquella mujer que tanto detestaba.
— Esta bien, pero solo por una hora y cuando vuelvas comerás algo de fruta, ¿entendido?
— ¡Si! ¡Gracias, doc! — Aidan abrazo con fuerza al hombre y de un solo sorbo vacío el vaso, corriendo a casa de su tía favorita en el mundo.
El chico llegó rápidamente a la puerta y la tocó tres veces de forma rítmica, un <<¡Adelante!>> Se escuchó desde el interior de la casa y dando saltitos Aidan se adentro al desordenado hogar de Alma.
— ¡Hola! — saludó Aidan animado, abrazando a su tía por la espalda.
— ¡Oh, mi dulce melocotón! — exclamó Alma dándose la vuelta y abrazando al niño — ¡Cada día estás más guapo! Torturaras a las mujeres y a los hombres cuando termines de crecer — Aidan se apartó con una mueca de su tía y la mujer supo al instante que lo había arruinado —. Perdona, cariño, sabes que no me refería a eso.
— Está bien — respondió Aidan, sentándose en el sofá — ¿Qué estás haciendo? — los ojos de Aidan inspeccionaron la sala de estar, notando los álbumes de fotografías esparcidos por todo el piso, con cientos de recortes en el suelo, el muchacho extendió la mano y tomó uno de los recortes, al mirarlo lo dejó caer al instante. El chico palideció y trago saliva, apretando sus manos contra sus muslos, respirando de forma agitada, Aidan se llevó una mano al pecho, intentando respirar y tranquilizarse — ¿Qué es esto, tía Alma? — los ojos de Aidan escudriñaron la sala, notando los cientos de ojos azules oscuros que lo miraban desde distintas partes del suelo, esas sonrisas encantadoras, ese cabello rubio oscuro y ese rostro de benevolencia que tanto temor le causaba — ¿Estás quitando a...Gün...? — Aidan fue incapaz de decir su nombre, era asqueroso, le provocaba náuseas siquiera intentar decirlo, nuevamente colocó sus manos en su pecho, dándose unas palmaditas, menguando su respiración — ¿Estás quitando las fotos de él?
Alma asintió, tomando los cientos de rostros de su abusador y colocándolos en una bolsa de basura, justo donde él pertenecía.
— Es una tarea un tanto difícil, a partir de tus siete años literalmente no hay foto familiar en la que no salga Günther, así sea de fondo o algo — Alma se llevó las manos a las caderas y miró los enormes hoyos que quedaban en las fotografías de los álbumes —, no es por nada, chiquitín, pero tú familia tenía una obsesión con Günther.
Aidan bajo la mirada, abrazándose así mismo, de repente se sentía desprotegido, débil, tenía la sensación de que en cualquier momento le arrancarían la ropa de la piel, la piel de la carne y la carne de los huesos, dejando meramente su esqueleto. Se imaginó atado en una camilla de hospital, con en el estómago abierto y a Günther como un científico que felizmente diseccionaba su cuerpo, lenta y dolorosamente, le quitaba los intestinos y los zarandeaba frente a él, agitándolos, como una animadora agitaría los pompones de colores de su uniforme, riendo y enterrando su dedos en su cuerpo, ignorando sus gritos y su dolor, pero negándose a matarlo, forzándolo a contemplar su propio cuerpo destruido y a vivir con ello.
— Sí, mis padres lo amaban — dijo, sintiendo el frío aumentar, ni siquiera su suéter era suficientemente abrigador para evitar que el helado viento calará sus huesos —, pensaban que era el mejor cuñado del mundo. Todos lo pensamos — se corrigió, recordando lo mucho que aún lo amaba —, solo era cuestión de tiempo para que él y Katy se casarán o algo.
— ¿Tienes frío, chiquitín? — Aidan asintió y Alma le dió una pequeña mantita, envolviéndolo como si fuera un bebé. La mujer le acarició la mejilla y dejó escapar una risilla.
— ¿Qué?
— Nada, solo que me recordaste cuando te cargue por primera vez — Alma se sentó sobre las piernas de Aidan y oculto su rostro en el pecho del chico —, eras tan... chiquito...tan...lindo, jamás había visto una criaturita tan bella como tú — Alma acarició el pecho de Aidan, envolviendo sus brazos en la cintura del muchacho —. Y luego me dieron a cargar a tu hermana y ella se lanzó como desquiciada a mis pezones — Aidan comenzó a reír, recordaba esa historia.
Según sus padres desde niña Haza había padecido de un hambre voraz, tanta era su hambre que incluso antes de aprender a hablar la niña ya sabía que al sentarse sobre las piernas de su madre solo tenía que abrir la blusa y podría comer cuánta leche quisiera, la primera vez que Alma los conoció Aidan — como siempre — fue un angelito, paso dormido la mayor parte de la reunión, la otra parte solo miraba a todas partes con curiosidad, en cambio Haza se la paso llorando y cuando Alma la cargo el caos comenzó, Alma era mujer muy especial, le encantaba saber lo que ella, con su cuerpo y belleza podía provocar en los hombres, no era raro verla con ropa algo reveladora o que dejaba estratégicamente poco a la imaginación, durante un tiempo fue fan de las perforaciones y adornos corporales, para su desgracia decidió perforar sus pezones sin creer que cierta recién nacida se pegaría a ellos como si su vida dependiera de ello. Haza hizo lo mismo con cuánto ser humano se le presentaba, incluso su padre y el propio doctor Stilinski fueron víctimas del hambre voraz de la bebé, pero ellos no tenían perforaciones que hicieran tan doloroso el asunto.
— ¡Como odié ese día! — exclamó Alma, sobando sus pechos — ¡Amaba mis perforaciones! Pero por culpa de tu hermana nunca más los volví a usar — la mujer extendió su mano y la colocó en el hombro del chico, que felizmente recordaba aquella historia, aunque fuera incapaz de sonreír —, por eso tú eres mi favorito.
— En defensa de Haza mis padres te advirtieron de su comportamiento, pero aún así decidiste ir a conocernos con tus adornos y una blusa semi transparente, prácticamente lo pedías a gritos — un brillo de malicia atravesó los ojos de Alma, <<¿Igual que tú?>> Dijo una voz en la mente de Aidan, "No, yo no lo provoque, no hice nada para provocarlo, mi tía Alma sabía que no debía usar esa clase de prendas y accesorios corporales con Haza cerca debido a su hambre, yo no sabía que Günther tenía esos gustos y deseos", Aidan aumentó la presión en sus nudillos, mismos que se blanquearon por la falta de sangre <<¿Seguro? Tú sabías que Günther te quería, amabas sentirte amado, deseado y protegido, él te hacía sentir seguro, ¿Tienes la certeza de que no lo provocaste? ¿Estás completamente seguro de que no sabías que él tenía hambre y tú eras lo único que podía saciar su voraz apetito?>> Los ojos de Aidan se inundaron de agua salada, sí, amaba sentirse querido, ¿Y quién no? Amaba sentir que tenía un verdadero amigo, la clase de amigo que es capaz de donar un riñón por ti y sacarse el pan de la boca para dártelo en tiempos de necesidad, a decir verdad... Aidan no pensó nunca que esos sentimientos vinieran de otro lugar que no fuera la amistad, pero amaba como Günther lo hacía sentir y por consecuencia lo amaba a él, incluso aunque no quisiera hacerlo.
— Supongo que tienes razón, ellos me advirtieron, yo desobedecí, soy la culpable — Alma se dejó caer nuevamente en el pecho de Aidan — ¡Arrestame!
— ¡Ya, tía! ¡Pesas demasiado! — al instante Alma se puso de pie y miró con desagrado al pequeño adolescente frente a él.
— ¿Acabas de llamarme gorda, enano toretino? — Aidan se dió cuenta de su error, era un pecado capital comentar sobre el peso de una mujer, incluso si era sin intención.
— ¡No! ¡Claro que no...! — las últimas palabras de Alma socavaron sus oídos — ¿Acabas de llamarme enano? — al igual que su hermana Aidan sufría de esa maldición llamada medir menos de 1,65 y como todo hombre su estatura era una gran inseguridad, al menos para él, siempre se tiene esa imagen del hombre alto y fuerte, Aidan no era nada de eso, al menos no físicamente.
— Eh...la verdad yo no creo que Günther y Kat alguna vez se hubieran casado. Lo cierto es que yo nunca pensé eso — dijo Alma, cambiando el tema avergonzada.
— Es cierto, cada vez que hablábamos de su matrimonio tú te reías y decías que eso nunca iba a pasar — recordó Aidan.
— Sí — Aidan miró a su tía expectante, todos en su familia y cualquiera que conociera a Katherina estaba seguro que ellos dos se casarían, ¿Por qué Alma no? — ¿Te sientes mejor?
— Sí...— respondió Aidan, envolviéndose aún más en la manta, aún tenía frío.
— ¿Quieres que encienda la chimenea? — el chico giró su cabeza notando que efectivamente había una chimenea, ¿cómo no la notó? — ¿Recuerdas que en cada diciembre tu y Haza fingían que nevaba, tenían una chimenea y que Santa existía? ¿Quieres chocolate? Puedo encender la chimenea y fingir que estamos en un país con estaciones, ¿Recuerdas? ¡Como cuando eras pequeño!
Sus padres nunca les mintieron, al menos no sobre eso, desde que tenían uso de razón todos los niños Fierro Morales sabían y entendían que Santa Claus, el conejo de pascua, el hada de los dientes, el coco y demás entes fantásticos no existían, aún así les gustaba ver películas navideñas y simular que sus pocos pero apreciados regalos los traía Santa, aunque solo lo hacían frente a sus compañeros de clase. Fueron una infinidad de noches decembrinas en la que Aidan y Haza se la pasaban mirando por la ventana, preguntándose por qué no nevaba como en las películas, y aún más noches se reunían, con la pequeña Ada a azar masmelos en la estufa.
— Como quisiera volver a esa época — todo era tan fácil, tan sencillo, podía ser tan feliz con tan poco, deseaba tanto regresar a esa época, antes de conocer a Günther.
Si los viajes en el tiempo existieran Aidan se buscaría a su yo de 7 años y jugaría con él, jugaría con él aquél día en que conoció a Günther, así nunca lo conocería y su hermana podría estar viva. Aidan fantaseaba mucho con eso, con poder evitar que la tragedia hubiera pasado, noches en vela se preguntaba cómo habría sido su vida sin Günther y la respuesta era clara pero aterradora: infeliz; sin Günther su niñez hubiera sido infeliz. Era Günther quien semanalmente llenaba la casa de su familia con deliciosa y fresca comida, era con quien jugaba hasta el cansancio, quien le enseñó a andar en bicicleta y quien le ayudaba en las tareas escolares, era él quien llenaba a Katherina de abrazos, besos y regalos, quien inscribió a Haza en natación (con 10 años pagados por adelantado), fue Günther quien se aseguró de que Owen obtuviera los mejores doctores y tratamientos al mostrarle a Evangeline un seguro médico muy barato y efectivo, era Günther quien lo hacía reír, era Günther quien limpiaba sus lágrimas y lo abrazaba hasta que el pequeño Aidan por fin se pudiera calmar. Era su mejor amigo, era en quien más confiaba. Ciertamente su infancia sin Günther probablemente no habría sido tan feliz como lo fue. Aún no comprendía por qué le había hecho eso, esperaba nunca saberlo, Aidan en el fondo sabía que si Günther de alguna manera lograba demostrar su "inocencia" (un gemelo malvado, un clon maligno, un enemigo que usando tecnología avanzada o cirugías plásticas logró verse igual a él) sin duda alguna lo perdonaría. Günther siempre estuvo ahí para Aidan, para secar sus lagrimas y hacerlo reír, era irónico que fuera él quien provocaba en Aidan tal pesar. A veces, cuando Aidan lloraba tanto que no podía respirar o pensar sentía las fantasmales manos de Günther, pero no lo tocaban de forma inapropiada, solo acariciaban su espalda y su voz dulce susurraba "Ya, mi niño, todo está bien, pequeño, todo esta bien", lo peor era que, en ocasiones, cuando su mente estaba en blanco llegaba el pensamiento de lo mucho que lo extrañaba, se preguntaba cuándo podría volver a verlo y — como un balde de agua fría — recordaba lo que ese monstruo le había hecho.
Simplemente Aidan no podía comprender el motivo de tanta maldad, no entendía a Günther, ¿acaso lo odiaba? ¿Acaso Aidan había hecho algo para que Günther lo detestara? El hombre siempre le había dicho que lo amaba, que era su mejor amigo y siempre podría contar con él para lo que fuera, entonces ¿por qué? ¿Qué necesidad había de matar a tantos inocentes y abusar de él?
— Sí, eso me gustaría mucho — Alma dio un salto y encendió la chimenea, Aidan la miro embobado, nunca había visto una en la vida real, siempre en las películas.
— ¿Quieres algo de beber? Como ya te dije hice el chocolate que tanto te gusta.
— ¿Cómo es que siempre sabes que me gusta o necesito?
— Podría usar el dicho tu madre: "Hice tu cerebrito en mi útero"; pero en mi caso, solo te observo — Alma se sentó en el mueble frente a él, cruzándose de piernas —, observo cada parte de ti, cada expresión, respiración y parpadeo, lo analizo y lo comprendo. Te conozco. Y conocí bien a tu hermana — "conocí" no "conozco" porque Kat ya no estaba —, sé que ese matrimonio nunca hubiera pasado.
— No entiendo porque piensas eso, Kat y Gün...—nuevamente fue incapaz de pronunciar su nombre — él y ella...parecían ser la pareja perfecta — Alma se mordió los labios y se tensó en su lugar.
— Es que...digamos que el "gustó" de Günther por ti era demasiado obvio, al menos para mí — fue como si el tiempo se detuviera, por un breve segundo el mundo entero dejó de girar y Aidan fue incapaz de pensar, ¿acaso...acaso todo el mundo sabía lo que Günther le quería hacer y nadie hizo nada por detenerlo?
— ¿Por qué? — "Por favor, tía Alma, no me falles, tu no, tu no, por favor" pensó Aidan clavando sus uñas en sus codos y comenzando a desgarrar la piel de sus brazos, no podría soportarlo, otra traición así y definitivamente moriría.
Alma se puso de pie asustada por la forma en la que su adorado sobrino la miraba, rápidamente negó, comprendiendo lo que el niño pensaba.
— ¡No! ¡Aidan! ¡No es lo que piensas! ¡Yo no sabía lo que él te quería hacer! Solo lo pensaba porque Günther te adoraba, literalmente él besaba el suelo que pisabas, sí, quería a Katherina, pero a ti te adoraba. Hay un dicho que dice: "Para quedarte con la chica, primero al hermano tienes que enamorar y al suegro desposar" pero enserió, se notaba a kilómetros que aunque a Kat la quería a ti te amaba.
— ¿Y por qué no dijiste nada? — preguntó Aidan, mordiendo sus labios y dejando a las lágrimas correr libremente por sus mejillas, de la misma forma en que tantos jóvenes corrieron para intentar salvar sus vidas de Günther.
— Porque siempre pensé que Günther esperaría a que crecieras y después se alejaría poco a poco de Katherina, luego se confesaría y tras el drama inicial serían felices para siempre.
— ¿Yo y él?
Alma asintió.
— Tú y él.
— Aidan. Sí Günther nunca te hubiera abusado y se te declarará cuando ya fueras adulto, ¿Lo aceptarías? — la pregunta sobresalto a Aidan, pero Alma parecía realmente desesperada por una respuesta.
Aidan meditó la pregunta, nunca vio a Günther como una posible pareja y la mera idea le causaba escalofríos, siempre lo vio como el novio de su hermana, un hermano mayor incluso, pero nunca como una pareja, además, aunque no había tenido ningún contacto sexual deseado o enamoramiento sabía apreciar la belleza, y su corazón de puberto siempre palpitaba a gran velocidad cuando veía a una linda mujer.
— No, no me gustan los hombres — "Mucho menos los pederastas".
Alma suspiro algo frustrada, poniéndose de pie y yendo a la cocina.
— Aún eres muy joven para saberlo.
<<Muy joven para saberlo>> también era demasiado joven para lo que vivió, ninguna edad es buena para ser violado, pero nunca piensas que eso te pasará a ti, más si el perpetrador es tu mejor amigo. Aidan recostó su cabeza sobre sus muslos, sintiéndose repentinamente muy cansado.
— ¿Aidan? ¿Estás bien?
Preguntó su tía Alma, Aidan levantó el pulgar en un gesto positivo, pero no levantó la cabeza de sus muslos, las lágrimas mojaron sus pantalones, que patético, de seguro su tía estaba decepcionada de él, era el único hijo varón de su familia, el único niño, se suponía que debía ser fuerte, valiente, el ejemplo. Como desearía Aidan poder ser una niña, quizás así Günther nunca se hubiera interesado en él o tal vez sí, tal vez a Günther no le importaba el género, solo le importaba que fuera un niño al cual poder abusar, a lo mejor si fuera niña incluso habría terminado embarazada de su abusador, mejor era quedarse así, siendo un varoncito que nada pudo hacer para proteger a su familia.
Más calmado Aidan levantó la cabeza, el desconcierto lo invadió al notar que la chimenea ya no estaba, en su lugar había una enorme fogata, asustado miró a su alrededor notando un jardín, arboles con frutas, un huerto, un gallinero y una casa amarilla a pocos metros de él, Aidan conocía ese lugar y ese lugar era...
— ¿Quieres más malvaviscos? — pregunto Günther, extendiéndole una taza llena de aquellos blancos y esponjosos dulces.
Aidan fue incapaz de moverse, no sabía si era por el miedo o por la impresión de lo que veía.
— ¡Se dicen "masmelos"! No seas tan gomelo — dijo la voz de Aidan, pero él no movía su boca, ni siquiera estaba abierta y esa no era su voz, bueno, sí era su voz, pero no la de ahora, era su voz de cuando tenía 7 años y ese tampoco era Günther, al menos no el que lo había violado, Günther era más joven, un adolescente, aún no se convertía en el hombre que lo violo.
— Como digas, pequeño — respondió Günther, dejando los dulces a un lado —. Ven, acércate para que no te dé tanto frío — el rubio extendió sus brazos y sin poder tener control alguno de su cuerpo Aidan se acercó, dejó que Günther lo abrazara y se acurruco entre sus brazos, recostando su delgado cuerpo en el pecho de su mejor amigo.
Aidan no se podía mover, todo su cuerpo estaba rígido entre los brazos de su abusador, de repente su boca se abrió, Aidan intento gritar, pero en vez de gritos escuchaba su voz cantando.
— Si cada hombre dice que puedo...
— Si cada hombre es verdadero
— Creo en el cielo arriba...
Aidan observó el fuego consumir la madera frente a él, dándose cuenta de que lo que veía le resultaba muy familiar, una sensación muy conocida.
— Es azul Caribe.
Cantaba su voz, siendo acompañada por las voces chillonas de sus hermanas y su padre haciendo los acordes con la guitarra. Desolado miró a su alrededor, notando a la pequeña gordita que era su hermana Haza de siete años, a la bebé pegada al seno de su madre que era Ada y a la joven prometedora que era su hermana, Kat.
— Quiero ir al baño — se escucho decir Aidan, su pequeña y finita voz.
— Te acompaño — Evangeline intentó despegarse a la bebé del pecho, pero al igual que Haza la niña enterró sus diminutos dedos alrededor del seno de la mujer, negándose a soltarla —. Ada, por favor, ¡Suelta! — Owen tomó a su hija de la cintura intentando apartarla, pero la bebé, con una fuerza, determinación y testarudez peor que la de Sansón cuando se quiso casar con Dalila se negó a soltarse.
— Descuiden — aún sin poder moverse Aidan pudo sentir las manos de Günther aferrándose a su cintura, a su pequeña cinturita —, yo lo llevo al baño — sabiendo lo que iba a pasar Aidan miro a Günther de forma suplicante, rogándole que no lo hiciera, pero Günther solo le dedicó una radiante sonrisa —, así no te vas a perder, pequeña bestia salvaje.
El chico sintió su alma salir de su cuerpo cuando sus pies se despegaron del suelo, estando elevado en los brazos de Günther, él lo alzaba con gran delicadeza, casi con amor, Aidan trato de mover sus brazos y aferrarse a algo, cualquier cosa que lo salvara de lo que él sentía que estaba por pasar, pero fue incapaz de hacerlo, sus brazos seguían alrededor del cuello de Günther. abrazándolo.
— Bien — Günther lo dejo un momento en el suelo, abriendo la puerta del baño —, llegamos.
— Gracias, Güntty — completamente mortificado Aidan entro al baño, su respiración era un caos, en especial porque al girarse se encontró con Günther, también en el baño, cerrando la puerta con llave.
Los gritos se acumularon en su garganta y finalmente salieron en una explosión de súplicas y lamentos.
— ¡NO! ¡POR FAVOR, GÜNTHER, NO! ¡TE LO SUPLICO, NO! ¡No! — gritaba Aidan retorciéndose en el mueble.
Alma dejó caer ambas tazas de chocolate al suelo y corrió hacía el chico, sin importarle que los residuos de las tazas se clavaran en las plantas de sus pies.
— ¡Aidan! ¿Qué pasa? ¡Aidan! — Alma sacudió al niño con violencia, de un lado a otro, de atrás al frente, como fuera, ella solo quería que dejará de gritar, pero entre más lo sacudía él más gritaba y suplicaba.
— ¡Te lo ruego, no! ¡Eres mi amigo! ¡Esto no está bien! ¡No! ¡No! ¡NO! — Alma clavó sus uñas en los hombros de Aidan, dándole pellizcos intentando que reaccionara, eso sólo aumentó sus súplicas — ¡POR FAVOR! ¡MAMÁ! ¡PAPÁ! ¡SALVENME! ¡DIOS NO PERMITAS QUE ÉL HAGA ESTO! ¡POR FAVOR, DIOS, SÁLVAME! — Alma miro perturbada a su sobrino, parecía poseído, gritaba y se retorcía como si alguien lo tocara en contra de su voluntad.
Alma apretó sus dedos en un puño y lo estampo contra el rostro del niño, haciéndolo caer del sofá. Aidan sollozo en el suelo, cubriendo su cabeza, sus manos descendieron hasta su estómago y se hizo ovillo en el suelo, con una mano sobre su lastimada mejilla.
— Por favor, no...no me dañes, no más, por favor — suplicó el niño rendido ante tanto dolor.
Alma se acercó al muchacho asustadizo y con la mano ardiendo por el golpe tan fuerte que le dio, intentó traer a la realidad a Aidan.
— Tranquilo, Aidan, Günther no esta aquí, no lo está.
Al escuchar la voz de su tía el joven abrió los ojos y miró a su alrededor desconcertado, estaba en la sala de la casa de Alma, otra vez.
— ¿Y la fogata? ¿Y mis padres? ¿Dónde está Kat? — preguntó perplejo.
— Kat está muerta cariño — respondió Alma, sobando la mejilla de Aidan, si el golpe resultaba en un moretón Stilinski haría una caza de brujas solo para ella.
— Pero...estaba aquí...— Aidan siguió mirando a su alrededor sin estar seguro que era real y que no.
— Chiquitín — Alma lo miro a los ojos, su mirada era entre perturbada y preocupada — ¿Qué te está pasando? — aún sin comprender lo que pasaba Aidan intentó sonreír para calmar a su tía, pero al no poder hacerlo solo se limitó a decir:
— Nada, solo que... sentí un deja vu.
— ¿Seguro?
— Seguro — respondió tomando uno de los álbumes que había tirado durante su ataque de pánico, ojeó las páginas con atención, añorando volver a ser ese niño que creía que todo iba a estar bien y que Dios jamás dejaría que algo malo le pasará, ese niño que confiaba —. Fui muy consentido, ¿cierto? — consternada Alma asintió, todavía sin entender lo que acababa de pasar.
— Admito que siempre sentí un poco de celos — confesó Alma, siguiendo encima de Aidan, temiendo que de un momento a otro comenzara a gritar, otra vez.
— ¿Por?
— Niño, eres la criatura más consentida de la tierra, todo lo que querías lo tenías, incluso tus padres armaron un campamento de un día para otro, ¿Recuerdas? — Alma tomó otro de los álbumes, uno de un campamento cuando tenía 7 años, en la foto había un gran recorte, justo al lado de Aidan, parecía que el niño flotaba, porque quien lo cargaba ya no estaba en la foto — Ada estaba enferma y a ti te acababan de diagnosticar el asma, así que no querían arriesgarse contigo, entonces le pidieron permiso a...— Alma apretó los labios, pero Aidan supo de quien hablaba — tu sabes quien e hicieron el campamento en su casa.
Aidan se congeló, literalmente hacía unos segundos estaba recreando el momento de la foto, era igual, cerca de una fogata/chimenea, con una manta cubriendo su cuerpo. Antes de que pudiera seguir analizando lo que acababa de pasar la puerta principal se abrió de par en par por una patada que dio el doctor Stilinski, que venía armado con un trozo de madera.
— ¡Aidan! ¿Qué sucede? ¡Escuche tus gritos desde la casa! — el semblante preocupado del doctor fue cambiado por uno de rabia al ver a Alma encima de Aidan, pero esa rabia aumentó al ver el rojo excesivo en la mejilla derecha de Aidan — ¿Qué le hiciste MALDITA INFELIZ? — gritó el hombre listo para golpearla con el trozo de madera.
— ¡Espera! — gritó Alma retrocediendo — ¡No es lo que parece!
— ¡Aléjate del niño! — amenazó, alzando el palo sobre su cabeza.
— ¡Hodge, te juro que...! — completamente desquiciado por la ira el hombre corrió hacia la mujer quien cayó al suelo cubriendo su cuerpo de los posibles golpes, pero antes de que Stilinski masacrará a la mujer con el palo Aidan se interpuso, abrazando a su psiquiatra por la cintura.
— ¡Ella no me hizo nada! — gritó intentando calmar la situación.
— ¡Aidan, no tienes porque protegerla! — el hombre bajo el palo y levantó al chico, manteniéndolo detrás de él —. Dime, ¿qué te hizo? — Alma oculto su rostro en sus manos cuando el imponente y musculoso psiquiatra la amenazó de nuevo con el palo.
— ¡Nada! ¡Nada! — Aidan tomó al doctor de las manos, haciendo que bajara su arma improvisada — ¡Tuve un ataque de pánico! ¡Es todo! — Aidan supo por la mirada del doctor que él no le creía.
— Nos vamos.
Ordenó tomando a Aidan de la mano y tirándolo hasta llegar a la casa.
— Te juró que no me hizo nada — comenzó a decir el chico en el momento en que entraron a la casa.
— ¿Enserio? — Hodge se cruzó de brazos, usando la punta del palo para señalar la mejilla de Aidan — ¿Y esa marca de golpe? — el joven se llevó la mano a la mejilla.
— Fue algo drástico, pero sirvió para calmarme.
El doctor Stilinski asintió, tirando el palo hacia la sala, donde yacía una silla destrozada, Aidan comprendido que el palo era en realidad una de las cuatro patas de la silla.
— Ya que no me quieres decir la verdad, lo mejor será que no vuelvas a casa de Alma. Jamás.
— ¿Qué? ¡Pero yo...! — el intento de protesta fueron acallados por la voz amenazante del doctor, Aidan tragó saliva, nunca lo había visto tan enojado.
—¡Pero nada! ¡Tus padres me confiaron tu seguridad y no te pondré en peligro! A partir de ahora irás solo de la escuela a casa y de casa a la escuela, cada vez que quieras salir lo harás conmigo — Aidan retrocedió asustado y el enfadado psiquiatra avanzó hasta que la espalda del chico golpeó la pared — ¿Entendido?
— ¿Por qué me trata así, doctor? — preguntó asustado — ¿Por qué odia tanto a mi tía Alma? Ella es buena, no sé que podría haber hecho para que...
— ¡ELLA ES UNA MALDITA PROSTITUTA! ¡UNA PUTA QUE POR AÑOS SOBREVIVIÓ MANIPULANDO Y MALTRATANDO A LOS HOMBRES! ¡Y no pienso permitir que ella se acerque a ti nunca más! — Stilinski respiro hondo y metió las manos en los bolsillos de sus pantalones, supo que lo había arruinado al ver la mirada de temor en su paciente, extendió una de sus manos y acarició la cabeza del niño, tratando tranquilizarlo —, al menos no la volverás a ver mientras estés a mi cuidado — el hombre comenzó a alejarse, yendo a su oficina.
— Pero yo...
— Dije que no, Aidan — ordenó, a la mitad de las escaleras —. Uno de tus amigos te llamo, quiere saber por qué no fuiste a la escuela estos últimos días, el número está junto al teléfono, llámalo.
Y se fue, dejando a Aidan más mortificado de lo que ya estaba. Con un nudo en la garganta Aidan se acercó al teléfono y marcó el número, sentía curiosidad por saber quién era ese supuesto amigo.
— Juguetes sexuales y lencería Karahan, también hacemos despedidas de soltero, funerales y divorcios, y si tiene un enemigo nosotros le mandamos al de la moto ¿Qué desea usted?
— ¿Valerio? — preguntó Aidan consternado por tal presentación, estaba casi seguro que era la voz de Valerio.
— ¡Oh! ¡Mi travesti favorito! ¿Cómo estás Aidan?
— No soy travesti — respondió, mirando por las escaleras, esperando ver al doctor que tanto lo atemorizo.
— ¿Entonces por qué pareces mujer? — Aidan se llevó una mano a la cintura indignado.
— Escucha, si vas a insultar el físico con el que nací mejor hablamos otro día — Aidan se disponía a colgar el teléfono, cuando la voz de Valerio lo impidió.
— ¡No! ¡Espera! Lo siento, ¿Ok? Solo te estoy molestando, no seas tan sensible.
— ¿Qué quieres?
— Te tengo una propuesta laboral.
— Soy menor de edad, no puedo trabajar.
— Te va a beneficiar — canturreo Valerio.
— ¿Qué es?
— Quiero que salgas en mi próxima película.
— ¿Qué? Pero no soy actor.
— Ni yo director de cine, pero eso no me ha impedido grabar tantas obras maestras — Aidan imagino a Valerio mirando con orgullo los posters improvisados de sus horribles largometrajes.
— ¿Por qué yo? Tienes a Tyline, Roxelana y Tony.
— Sí, pero solo tú puedes darle ese toque de realismo a la cinta.
— No te entiendo, ¿de qué trata la película? — Aidan casi pudo ver la sonrisa de Valerio.
— Vamos a grabar tú violación, Aidan.
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