Capítulo 34
Zoé.
Me arreglo para ir a la escuela. Anoche llegué a las tres de la mañana a casa; me gané una buena reprimenda de parte de mi madre. Pero valió la pena. Después de haber insultado al mastodonte ese, Rocket, Kate, Oscar y yo, jugamos y bebimos con unos cuantos tragos en el cuarto de mi nuevo y mejor amigo. No tomé lo suficiente como para emborracharme, pero sí lo suficiente para que mi aliento apestara a vodka. Y ahí obtuve el discurso de los peligros del alcohol. Claro, no dijo nada que no sepa, por eso no tengo resaca. Pero sí, se puso nerviosa y furiosa cuando no me vio a media noche en casa. Incluso llamó a Fred, pero me imagino que debió haberla calmado lo suficiente como para no ir en mi búsqueda, porque no pasó a mayores su angustia.
Me maquillo frente al espejo del tocador. Me pongo una capa de lápiz labial, me enchino las pestañas y aplico un poco de rímel. Me gusta como se ve la línea de mis párpados pintada de eyeliner morado, por eso, dibujo una fina línea debajo y arriba del párpado. Es visible, aunque no exagerada. Me gusta.
Reviso la hora. Ya es tarde, sólo tengo cinco minutos para llegar a la escuela.
– Y yo aquí perdiendo el tiempo –me regaño a mí misma.
Me pongo mis anillos y collares, y salgo de la habitación. Le doy los buenos días a papá, y voy a ver a Chat. Mamá se fue hace media hora, tiene una junta importante y necesitaba llegar a la oficina a tiempo.
Sorprendentemente, el perro no está donde siempre. Qué raro. Le pongo agua y comida suficiente, y voy a la cocina por una fruta. No me da tiempo desayunar.
<<Ash>>. Me va a dar hambre a las nueve, lo veo venir.
Salgo de casa. No sé si es costumbre o añoranza, pero me quedo un ratote en el umbral mordiendo mi manzana, pensando en Fred y Aidan. Los espero porque tengo la extraña sensación de que pasarán por mí, para irnos los tres juntos a la escuela como en los viejos tiempos.
– Ay, qué tonta –me digo, al reparar en los sucesos que ocurrieron ayer por la tarde, y en lo estúpida que me vería si aceptara que Aidan viniera como si nada a recogerme.
Ya no debería pensar en eso, pensar en él. No sé cómo diablos le voy a hacer en la escuela, pero tendré que ser fuerte y tragarme mis lágrimas para que él no note lo mucho que me duele haber terminado nuestra amistad. Supongo que, al final, me convertí en una chica más en su lista. Qué estúpido, ¿no? Cambié para ser igual que el montón, y ahora me arrepentía de ser como todo el mundo. El único consuelo era tener la certeza de que jamás sufriría algo así con cualquier otro idiota.
Llego trotando a la escuela. Cruzo la entrada, y camino por los corredores. Me encuentro con una que otra mirada, pero nada grave o del tercer tipo. Parece que la euforia pasó a mejor vida. Oh, bueno; total, es mejor así. No me gusta cuando me miran fijamente, y menos si no tengo a un compañero de quien sostenerme si caigo. Con lo torpe que puedo llegar a ser, no tardaría en caer de bruces con estos tacones.
Llego a mi casillero, pero no me da tiempo de abrirlo porque...
– Hola –dice. Me rodea el cuello con los brazos, y me da un beso en la sien.
Parece que la tensión pasivo agresiva, entre nosotras, ha desaparecido por completo. Si me hubieran dicho que iba a ganarme su amistad a base de quebrantar el orgullo de un imbécil... no lo hubiera creído.
– Hola, Kate –la saludo, y se separa de mí.
Suerte que no tiene lápiz labial, si no hubiera dejado su marca Metálico en mi mejilla.
Visualizo a su novio y a mi amigo. Se acercan a nosotras. Ambos me saludan. Y... aunque los labios de Oscar se mantienen pegados a mi mejilla, un poco más del tiempo requerido, me gusta sentir su ligera barbita en mi piel. Mi subconsciente me recuerda que tenemos un asunto pendiente él y yo. Si la pelea con Jake no hubiese ocurrido, no sé qué habría pasado entre nosotros. Y, no sé, me gusta Oscar, me hace sentir bien cuando está cerca. Y no lo extraño cuando está lejos, así que es perfecto si alguna vez llegamos a tener algo.
Me cansé de extrañar a las personas, me vendría bien desconectar un poquito del amor romántico y surrealista del que leo, e intentar algo diferente con un chico bueno que le gusta fajarse las camisas.
¿Quién sabe?, a lo mejor mi plan magistral funciona si esta vez uso la cabeza, y no el corazón.
Rocket le da un beso a su novia, y ella le corresponde con unos ojos igual de envidiables y amorosos. Se nota que se quieren mucho. Ojalá duren muchos años.
Cuando los saludos y las preguntas casuales entre los cuatro quedan a un lado, mis amigos me miran, como si estuvieran conteniendo la respiración, y el sonido de una exclamación a la vez.
– ¿Qué? –pregunto.
Al parecer, ellos tampoco lo logran. Kate es la primera en hablar.
– Es que, aún no me puedo creer que hayas insultado al pendejo de Jack Rosner.
– Sí, Zoé, eso estuvo increíble. Realmente increíble –dijo Oscar.
– Le diste su merecido a ese imbécil –añade Kate.
Me rio y sonrojo por sus innumerables halagos. Sin embargo, una parte de mí, teme las consecuencias de mi osado enfrentamiento; pero no demasiado como para preocuparme. Bueno... un poco.
– ¿Eso creen? –les pregunto.
– Claro que sí, mujer –dice Oscar. Y el mujer, me hace sentir poderosa.
– Nadie se había atrevido a insultar a Jack por su historial... –dijo Kate–, pero el que tú lo hayas hecho –se lleva la mano al pecho, justo en su corazón–, mis respetos.
Vuelvo a reírme, y Oscar escucha con atención el sonido de mi voz.
¡Y reina la armonía!
Pero...
Noto a Rocket preocupado, pensativo, y un poco... ¿nervioso? Desde que me enfrenté a ese tipejo en la fiesta, mi amigo no ha parado de mirarme de una forma...
– ¿Todo bien? –le pregunto.
Tarda en responder, me imagino que su malestar le impide abordar el mundo real... Pero lo hace.
– Sí, todo bien –dice, pero no le creo.
Es más, nadie le cree. Y, aunque quiero averiguar por qué el color abandona su cuerpo de un segundo a otro, no quiero incomodarlo con mis preguntas.
– No deberíamos seguir hablando de Jack –sugiere mi amigo.
– ¿Por qué no? –le pregunta Kate.
– Porque..., porque no y ya está –dijo cohibido ante su pregunta.
– ¿Qué?, ¿temes que vaya a volver a molestarte? –le pregunto directamente.
– No. Temo que la vaya a tomar contra ti, Zoé... Eso es lo que me asusta –admite al fin.
Me quedo en silencio, de piedra, como si los segundos se creyeran con el derecho de materializarse a mi alrededor, congelándome. La verdad, no había reparado en eso. El tipo se veía peligroso de todos modos, ¿por qué no vi eso cuando empecé a soltar indirectas relacionadas a su actitud?
<<Ay, Dios.>>
¿Y si ahora venía por mí?, ¿y si intentaba hacerme algo?
– Oh... Cierto –consigo expresar.
– No creo que lo haga –asegura mi amiga–. En primera: no la conoce. En segunda: ese tipo se veía de diecinueve o veinte años. Debe estar en la uni. Y en tercera: dudo que a Jack le importe lo suficiente, como para querer vengarse de una simple broma en una estúpida fiesta.
Cierto. Cierto.
– Sin ofender, cariño –añade.
– Todos se desnudaron, cariño. Fue estúpida.
Kate trata de relajar la situación, pero consigue justo lo contrario. Siento que el corazón me va a explotar; pero no me permito expresar temor, no aún.
– O sea, sé que esta escuela es pequeña, y que la ciudad igual... Pero lo dudo.
– Cariño, no conoces a ese sujeto como yo.
– ¿Qué estás diciendo? –dijo uniendo sus cejas en un disgusto.
Rocket se traga sus miedos.
– La razón..., por la que conozco a Jack, es porque... –dice, pero no concreta nada. Está nervioso de verdad.
– Habla, Rocket –le insisten Oscar y Kate. No me había dado cuenta de que la verdad, ha estado a la deriva por mucho tiempo.
– Porque él es mi primo –dice al fin, y a mí, por poco se me cae la mandíbula al piso–. Jack y yo somos parientes.
Kate y Oscar comparten la misma expresión de espanto. Están patidifusos. Y yo, a punto de entrar en crisis.
Ay, no manches.
¿En qué lío me metí?
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