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Capítulo 20

Zoé.

No sé por qué la maestra de Rachel dijo que estas canciones son malas. ¡Claro que no lo son! Y si sí, pues ¡A quién le importa! La música no siempre cumple con las expectativas de todos. Y nadie tiene la misma opinión que tú, pero eso no significa que la música que escuches sea mala, sólo que tus gustos son otros.

– ¡Me encanta esta canción! –grita por encima de la música.

– ¡Y a mí! –ambas gritamos.

– ¡Estará en el trailer de After We Collided, lo leí!

– ¡Ajá!

No soy muy fan de esas películas, prefiero los libros.

We Belong de Dove Cameron suena por el estéreo de su sala. Ambas bailamos y nos movemos como dos locas cuando la canción casi termina. Lolita de Lana Del Rey, le sigue con igual intensidad que la primera. No soy fan de esa película, pero Rachel sí, es más, le fascina. Y ambas nos juntamos y bailamos al compás de la canción. No creo que entienda de qué va la trama, pero como dice ella, eso no importa, lo que importa es que te guste y te mantengan en vilo los sucesos que se desarrollan a lo largo del filme.

Stockholm Syndrome de Sofia Karlberg se adueña de la pantalla. Y a mí, se me ocurre otra idea.

– ¡Cantemos! –le propongo.

– ¡Okey! –acepta mientras mueve sus caderas y delgados brazos al ritmo de la canción.

Sin ninguna pena y con toda la confianza del mundo: las dos nos alocamos.

Las siguientes dos canciones las cantamos y bailamos en equipos de quién se ve más extraña. Cuando llega Ultraviolence: estamos agotadas y bañadas en sudor. Por suerte, Samantha nos trae bocadillos y agua, para hidratarnos y así volver a movernos como dos bestias sin ritmo. Bueno, ella sí sabe bailar, yo no; aunque dudo que importe, considerando que somos las únicas chicas observadas por Samantha.

Ay, qué bruto –me limpio el sudor de la frente.

– En español no –me regaña.

Le pongo los ojos en blanco y, sin querer, recuerdo a Aidan. Él me decía lo mismo cuando recién empezó nuestra amistad.

A veces se me olvida lo mucho que se parece a él.

– Perdón.

Teacher's Pet de Melanie Martinez, y Earned It The Weeknd, son las siguientes. Incluso invitamos a Samantha a cantar Bad Guy de Billie Eilish, y las tres terminamos cantando I Kissed A Girl de Katy Perry.

– ¡Tengo otra idea! –les informo a mis amigas.

Nos disfrazamos con la ropa de súper modelo de Clarice y, desfilamos con Colors de Halsey, la cantante favorita de Rachel.

Saturo mi celular con varias fotos de esta mini fiesta. No las subo a Facebook, claro. En todas, aparecemos las tres con boca de pato; y en otras, haciendo muecas divertidas y fanfarroneando. Fingimos estar serias, hacemos viscos, y enseñamos la lengua. Nos vemos como un par de lunáticas con estos dientes de Drácula. Le tomo varias fotos a Rachel, mientras canta y baila sobre el sofá. Me tomo varias fotos a mí, modelando el vestido de cóctel color plateado y lentejuelas blancas.

Me siento a prueba de balas.

Convenzo a Samantha de abrir la cámara de los secretos. Código que ocupa Aidan para nombrar al bar de la casa.

– La señora Belle se va a enfadar con nosotras si se entera.

– Si se entera –le repito, al descorchar una botella de champagne, y servirnos una copa a cada una.

– Ah, bien dicho, señorita –concuerda al tomarse una copa de una sentada. Yo también lo hago.

Okey, puede que esté abusando de los Hugh, pero una parte (pequeñísima) de mí se siente con el derecho de comportarse como se le dé la gana. La otra, no parece implorarme que me detenga, así que no lo hago. ¿Y si no distingo la diferencia entre el bien o el mal?, entonces no estoy saliendo de ningún margen que me diga <<esta soy yo>>. ¿O sí?

Bebo directamente de la botella. Éste no es mi primer trago, por cierto. La primera vez que lo tomé tenía dieciséis, Aidan había robado una botella para nosotros, y nos la acabamos en la azotea de su casa.

¿Peligroso? Sí.
¿Arrepentida? Jamás.

Quizá debería detenerme a pensar lo que estoy haciendo, pero no quiero.

Qué más da.

¡Me la estoy pasando bomba! Es más, tengo ganas de compartir mi felicidad. No sé qué diablos hago con mi celular ni lo que escribo, pero envío un mensaje.

– ¡Oigan!, ¿qué hacen? –nos pregunta Rachel. Ay, había olvidado que nos habíamos escondido de ella para poder beber.

No voy a hacerlo enfrente de la niña.
(Ejem...)
Eso no guarda doble sentido ni nada, eh. No soy tan pervertida.

– ¡Nada, linda! ¡Ahora vamos!

Le paso la botella a Sam, y ambas brindamos con copas invisibles, mientras nos turnamos y bebemos directamente de la boquilla.

– Ay, no sé, señorita. Ya me voy tomando dos copas –me recuerda, al apuntar sus dedos finos y delgados en mi dirección.

<<Alto.>>

¿Cómo puede tener esas manos si limpia y lava a mano? ¡Que me pase la receta! ¡Exijo el secreto!

– Sam –la llamo–, todos merecemos una copa de champaña de vez en cuando.

Champagne –me corrige con amabilidad.

– Ajá, sí, ya sírvete –le doy el avión.

Me hace caso.

Volvemos a la sala, y encontramos a Rachel saltando sobre el sofá con un peine improvisado de micrófono en la mano, y la sonrisa mas dulce que le he visto a un Hugh en mi vida. Ella, a diferencia de Aidan, tiene dos bonitos hoyuelos adornando sus mejillas.

Estoy un poco mareada, pero eso es culpa del champagne o champaña o champán, o como diablos se pronuncie.

Sam se sienta rendida, y con las mejillas más rojas que un tomate. Ella sí que no está acostumbrada a beber. Está durmiendo con la boca abierta, y los ronquidos callados por el estéreo, cuando Sweater Weather The Neighbourhood empieza.

Me quito las botas, y deposito los calcetines dentro de ellas. Yo también me subo al sofá, y empezamos a bailar conforme al ritmo de la música. Llegamos a la parte que a ambas nos gusta, y nuestras manos se juntan y alzan a medida que el clímax se acerca. Igual que Lisa Simpson en ese meme.

Y ahí, de pie y bailando como una marciana, cerca de la pequeña manta de pelo rubia y pelirroja, me doy cuenta de que nunca antes me había sentido así de cómoda dentro de mi propia piel, desde que empecé mi transformación o desde que Aidan se fue.

Me deshago del vestido, porque eso de andar con un vestido de un millón de dólares no es lo mío. Además, corro el riesgo de mancharlo, y ni con mil años de trabajo en toda mi vida podría pagarlo.

Back To You, de mi queridísima Selena Gomez, suena por toda la sala.

– ¡Ay, por Dios! ¡Amo esta canción! –exclamo, en un alarido incondicional de alegría.

– ¡Lo sé! ¡Me recuerda mucho a ti!

Las dos nos reímos como nunca, y sonreímos con toda nuestra cara.

Tomo el control remoto, y canto al pie de la letra. Canto sin ninguna pena o temor de que vaya a ser reprendida por mi comportamiento desmedido o mi caos total.

Rachel se une, cantando conmigo la siguiente parte de la canción:

Took you like a shot
Thought that I could chase you with a cold evening
Let a couple years water down how I'm feeling about you
(Feeling about you)
And every time we talk
Every single word builds up to this moment
And I gotta convince myself I don't want it
Even though I do (even though I do)
You could break my heart in two
But when it heals, it beats for you
I know it's forward, but it's true
I wanna hold you when I'm not supposed to
When I'm lying close to someone else
You're stuck in my head and I can't get you out of it
If I could do it all again
I know I'd go back to you
I know I'd go back to you
I know I'd go back to you

Y bailamos como dos chicas, a las que el mundo les da igual. Que siga girando, porque esta vez no me pienso bajar.

I wanna hold you when I'm not supposed to
When I'm lying close to someone else
You're stuck in my head and I can't get you out of it
If I could do it all again
I know I'd go back to you
I'd go back to you
I'll go back to you
I know I'd go back to you
(I'd go back to you, I'd go back to you)
I know I'd go back to you
(Go back to you, go back to you)
(Go back to you, go back to you)
(Go back to you, go back to you)

Termino con un movimiento de caderas, para nada sexi, y Rachel se ríe a carcajadas.

¡Ya! Con esto, estoy más que agotada.

– Guau –dice, una voz a mis espaldas. Suelto un alarido nervioso, y mi cuello gira como si tuviera un resorte.

La voz del chico que mensajeé hace dos horas, está con una expresión satisfactoria en el rostro detrás del sofá.

– Qué guapas –nos alaga.

Se me congelan todas las neuronas del cerebro, y dejo de mirarlo como si ésta fuera la experiencia más vergonzosa de toda mi vida, porque en realidad lo es.

¡Ay!, sólo esto me faltaba. ¡Qué vergüenza!

– ¡Aidan! –grita, el pequeño demonio–. ¡Volviste!

Corre hacia él, y salta a sus brazos. Aidan, como es más fuerte, la carga y empieza a girar con ella mientras ésta se ríe y él sonríe. Hermano y hermana empiezan a reírse como si ese instante fuera el más valioso del mundo, y es el sonido más bonito que he oído en toda mi vida; admito que ya lo extrañaba.

Aidan me mira, una vez terminado el ataque de risas y giros, y su expresión recíproca hacia su hermana cambia. Sí, no me había dado cuenta de que la mía también. A pesar de que lo extrañaba y quería verlo, ahora que lo tenía de frente y a casi un metro de mí, me daba cuenta de que mi orgulloso carácter seguía enfadado con él.

Nada ha cambiado.

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