Capítulo 11
Zoé.
Aidan se presenta, y todas las chicas de primer y segundo año quedan hipnotizadas. Cómo no. Ya es costumbre que chicas de dos o tres años menor que él, suspiren al escuchar su galanura de voz.
Los rostros nuevos de este salón no son como los imaginaba; son mejores. No hay muchos del último año, y la mayoría de nuestro grupo son hombres, así que no existen demasiados problemas como esperaba. Bambi no está en este grupo de Cálculo los Lunes; lo que es una buena noticia, porque así no tendré que cuidarme la espalda o la cabeza de sus extrañas manitas de bebé. De estar en el mismo espacio que Aidan, ya estaría contoneándose cerca de él, con su trasero y busto de modelo Victoria's Secret. Aunque, ahora que lo pienso, con tantos cambios que sufrí durante el verano, supongo que al final no me reconoce. Así que son dos buenas noticias para el <<Equipo Zoé>>.
Pasamos a la tercera fila, y un chico de piel morena y rastas de colores se presenta. Mide por lo menos dos metros. La chica con pañoleta rosa que está detrás de él también tiene el mismo tono de piel. Noto como la maestra lo escrute con la mirada, mientras le cuenta su plan de volverse DJ al terminar el bachillerato.
No atrae mi atención por mucho tiempo su plan de mudarse a Nueva York, así que continúo con el problema que la maestra puso en la pizarra. No le entiendo. Bueno, un poco sí; pero me gustaría no tener que comerme la cabeza tratando de adivinar la respuesta. Llevo semanas practicando para entrar en Cálculo Avanzado, y evitarme precisamente estos dilemas; pero casi siempre me siento agobiada con tanto número.
<<Puf>>. Como quisiera que Aidan me ayudara con ésta. Tal vez, después de clases, podamos quedar en su casa para ponernos a estudiar. Su hermanita y Fred estarán ahí, así que no le veo problema. Tampoco es que me incomode o me sienta hostigada de estar a solas con él; sólo es por si acaso. La compañía extra me ayudará a sacarme de la cabeza ciertas imágenes innecesarias de la última vez que estuvimos juntos. Cómo, él quitándome la ropa. Cómo, él besando cada centímetro que antes creía imposible de satisfacer. Cómo, él llenándome de dolor y placer a la vez, mientras le entregaba mi inocencia... Cosas que es mejor no recordar..., por obvias razones. Porque somos amigos, los mejores, y es mejor ser amiga suya que nada.
Me rindo con el maldito problema; mejor espero a que Aidan me ayude a resolverlo, en su casa, y en compañía de otros. Y hago énfasis cuando digo: <<EN COMPAÑÍA DE OTROS>>... Sí, creo que vamos a tener un proceso de diálogo muy escaso en esta primera semana. Si es que quiero que volvamos a ser los de antes, tendré que usar todas mis armas de fortaleza. "Mejores amigos por siempre y para siempre", ¿no?; ñoño, ya lo sé. Pero es mejor sonar como una niña, a ser una chica que no tiene idea de en lo que se está metiendo. Lo admito, no tuve la menor idea de lo que hacía cuando empezamos a besarnos; pero sí que me gustó lo que él le hacía a mi cuerpo y todos los efectos que causaba. Y todas las cosas que le gustó sentir cuando estuvo dentro de mí. Y a una parte de mí... siempre le gustará pertenecerle.
– Pssst... Pssst...
La chica que está sentada a mi izquierda intenta llamar la atención de alguien. Tardo menos de un minuto en averiguar que se trata de mí.
– Oye... Oye –susurra. Mi cuello gira en su dirección, y descubro que es una muchacha de facciones delicadas–. Ten, para ti –dice, al darme un papelito de cuaderno, del tamaño de una Post-It.
La tomo, indecisa, y sin saber de qué va su juego con su hojita de papel. La miro, y parece una chica agradable. Tiene los labios pintados de un rojo carmesí intenso, y sus ojos son igual de grandes que sus incisivos centrales. Y es rubia. Su cabellera ondulada desprende un aroma a vainilla, cuando su cuello gira hacia el chico de chaqueta deportiva que antes me había sonreído. Apunta con su cabeza al chico del pelo engominado, y, como si los dos llevaran semanas practicando, coinciden telepáticamente con sus miradas. Es Sam quien desvía esos ojos color miel tan intensos en mi dirección, y me muestra esos dos bonitos hoyuelos que esconden los rastros de su barba. Me apeno, y él también. Me sonríe tímidamente, y me sofoco por el repentino calor que se presenta en mis mejillas.
Ay... Por... Dios.
La chica de antes me guiña un ojo y susurra en complicidad:
– De parte de él.
Por acto reflejo: le sonrío sin mostrar mis dientes; aunque por dentro estoy que me muero de la vergüenza. No me esperaba esto en mi primer día de clases; si alguien me preguntara, claro. Me quedo suspendida mientras organizo mis ideas. De momento, acepto el papelito rasgado del cuaderno, sin la intención de leerlo o corresponder a su acto con otra nota.
O... (al menos eso planeaba hacer).
Antes de pararme a pensar en lo que hago, ya lo he desdoblado y lo he leído:
Hola... Yo soy Sam.
Jaja, mal intento de broma... Bueno... También soy Parker, pero no como Peter Parker, obviamente.
Jaja, otro mal intento de broma... En fin, te dejo mi número y mi Facebook. Escríbeme o búscame. O lo que quieras hacer antes de quedar conmigo.
Por cierto: me gustaría quedar contigo.
Adiós, ojitos verdes.
Y abajo se encuentra una serie de números. Su número de teléfono. Y abajo de todas esas cifras, se encuentra su Facebook. Cómo no. Y abajo de todo eso, se encuentra su Instagram. Guau. Jamás había conocido a nadie que mantenga todas sus opciones cubiertas. Además, me dio su Instagram, cuando yo ni siquiera tengo o sé cómo usarlo. Eso de subir fotos personales para que todos las vean..., no va conmigo. Tengo Twitter; pero ya ni siquiera lo utilizo.
Vaya... Mi primer día, y ya tengo el número de un chico... ¡OH, POR DIOS! ¡Mi primer día y ya tengo el número de un chico! ¡Santo Dios! Admito que me pareció divertido leer su nota. Sus chistes de películas y personajes me parecieron interesantes; y cuando las cosas se mantienen interesantes, es cuando más atención debemos darles. Ese obviamente, puede considerarse como un cliché, pero a mí me gustó leerlo. Además, que él mismo lo haya reconocido, debe significar algo... ¿No? Y la manera de cómo se refirió a mis ojos, también me gusta. Aunque, mis ojos no son verdes; en realidad, son esmeralda, y eso provoca que se vuelvan brillantes y a veces cambien de color.
Es lindo; un poco extraño porque no lo conozco de nada, pero sí, es dulce su intento de abordaje.
Ahora está dándose la vuelta, me está mirando... Y me muestra esos bonitos hoyuelos que, literalmente, jamás consideré de buen gusto en un hombre; pero con él, tengo que cambiar lo que antes pensaba. Siento que es más atractivo con cada microsegundo que paso observando su sonrisa. Siento que el calor sofoca mis pómulos y, sin que yo se lo ordene a mi cerebro, correspondo con una sonrisa igual de coqueta. No me considero una persona coqueta, porque nunca había tenido la práctica, pero sí que me sé la teoría. Y ¿adivinen qué? No se me da nada mal.
Siento el golpecito de unos dedos en mi hombro, que me obligan a apartar la vista de Sam. Me volteo, y descubro que es Aidan quien me llama. Le muestro una sonrisa de oreja a oreja..., que no es bien recibida. Sus ojos observan el papelito que sostengo entre mis dedos, con una cara... que no sé descifrar. Me apresuro a doblarlo y a guardarlo en mi bolsillo izquierdo. Me dio la impresión de que planeaba romperlo.
– ¿Qué? –espeto en un murmuro.
– Nada –dijo él, al apartar la vista y centrarla en un punto nulo.
Lo miro, y parece que las palabras que intenta descifrar se atoran en la punta de su lengua.
– ¿Me quieres decir algo? –le pregunto porque sé cómo reacciona cuando no obtiene lo que quiere.
Vuelve a posar sus ojos en mí. Me sonríe, como suele hacer el viejo Aidan; pero sin dar señales de ser el amigo con el que simpaticé desde el primer grado.
Diría que hasta le está molestando verme.
– No.
– ¿No?
Ojalá pudiera preguntarle qué es lo que le está pasando, como para portarse como un extraño. Sé que las cosas no pueden volver a ser las que eran antes, y que probablemente lo hayamos estropeado por el momento, con eso de perdernos por semanas el uno sin el otro pero...
Bueno, lo voy decir porque si no voy a volverme completamente loca... ¡TUVIMOS SEXO! Okey, y sí, sí fue un momento en el que no consideré... Digo, ninguno de los dos consideró las consecuencias, pero ya pasó. Ya pasó y lo hicimos; ¿qué podemos hacer?, nada. Pasamos por una etapa en la que ninguno de los dos se sentía preparado. Y no volveremos a hacerlo, no hay más que discutir. Somos amigos; y eso es todo lo que seremos.
Sin dar pizca de inquietud en su voz, me responde:
– Nada de nada.
Detecto el malhumor que esconde su tono, pero decido ignorarlo. Éste no es el momento ni el lugar.
– Okey...
– Okey –dice, y vuelve a centrar la vista en sus dibujos.
Ahora ha dibujado a un buzo, cayendo lentamente hasta dar con el pececillo que anhela salir a la superficie. Quiere disfrutar la brisa del océano y morir siendo un reposo en la arena. Quiere saborear las inquietas olas que caen con autoridad sobre su cuerpo. No busca ser un ejemplo, quiere ser libre. El pez tiene un tanque de oxígeno con mascarilla, y el buzo tiene branquias en lugar de cuello. Me recuerda a Eliza, mi personaje favorito de mi quinta película favorita The shape of water. Visualizo las burbujas brotando de la boca del pececillo, y eso me recuerda a la tardes que pasamos antes de que él se fuera a Ibiza. Antes de esa noche. Cuando solíamos pasar todas las tardes disfrutando de la espuma del mar, que la orilla nos llevaba como recuerdo.
¡<<Ah>>! ¿Por qué no puedo volver en el tiempo y decirle a mi otro yo que no lo bese? Porque sería estúpido; de todas formas pasaría. Y además, ¿a quién pretendo engañar diciendo que fue un error? Yo quería que se diera esa equivocada decisión. Yo quería que me tocara. Yo quería que estuviera conmigo. Por mucho que odie admitirlo: lo deseaba, aún lo deseo; pero eso es algo que él jamás deberá saber.
La clase termina como empezó: ni bien ni mal. Recojo mis cosas, guardo mis lápices y plumas de Hello Kitty, y verifico que la nota de antes siga en mi bolsillo izquierdo. Sí, ahí sigue. Veo a Sam, y unas cuantas chicas de primer año se acercan a saludarlo. Eso me recuerda a cómo solían abordar a Aidan cuando iniciamos el quinto año. Él, ya se había convertido en un rompe corazones a principios de Agosto. Y ellas, venían por su voluntad, pero nunca se quedaban por mucho tiempo hasta adquirir más experiencia. No hasta que llegó Miranda, su primera novia, a la que eligió entre toda las chicas de la escuela. Me alegró saber que fue Miranda y no Bambi, como ya se imaginarán. Estuvieron juntos por unos años, terminaban y después volvían, y así era desde que él tenía catorce. Mientras Aidan tenía de novia a la niña más bonita de la escuela; yo, bueno, yo en ese tiempo no me preocupaba por nada que no fueran los estudios.
Me siento mal cuando pienso en Miranda. La última vez que la vi fue en la fiesta de piscina, que Damián (su amigo), le organizó a Aidan como fiesta de despedida. Habían llegado juntos, pero empezaron a discutir por su viaje a Ibiza, y ella le había pedido que no se fuera o si no terminarían. Y bueno, no se lo pidió, más bien se lo ordenó, y eso es algo que todos escucharon cuando bajaron el volumen de las bocinas. En teoría, Aidan le fue infiel conmigo; o al menos así lo veo. Bueno, ya no estaban juntos pero..., sabía que eso no se le hacía a una amiga por mucho que te gustara el chico. Y yo me convertí en una persona que jamás pensé que sería. Todo en mí es una imagen que jamás pensé que sería. La misma noche que nos acostamos, Miranda terminó con Aidan, así que... Sí, las heridas estaban frescas. Me convertí en una de esas chicas.
Recuerdo haberla visto, una vez, cuando fui al centro comercial a remodelar mi guardarropa. Pero no me acerqué a ella o le hablé por ningún motivo. Sentía que si empezaba una conversación, ella descubriría que ya no soy virgen, y a eso le seguirían preguntas demasiado personales, que terminarían conmigo: envuelta en plástico, y lista para ser lanzada al océano.
Lo único que pensé era: <<Miranda va a matarme. Miranda va a matarme>>. Porque Miranda no es una de esas que perdone a la primera una traición. Una vez, una compañera intento enrollarse con Aidan en Secundaria. Y cuando se enteró, fue a propinarle una golpiza a ella y a todo su clan. Así que me dispuse a evitarla todo el verano. Si es posible hasta el final del año escolar. Desde entonces no he vuelto a saber de ella, y no creo que a Aidan le haga mucha gracia que le pregunte sobre su exnovia.
Me volteo, apoyando las manos en el respaldo de la silla, y me encuentro con Aidan. Está con una mano sosteniendo su mejilla, y con la vista puesta en su dibujo.
Al final, no ha podido salvar al pez.
— • — • — • — •
Otra vez un poco largo.
Perdón, es que me emociono 🥀
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