V. GREEN DAWN
Imprevisible como siempre Suga y Lena abandonaron la tienda de vestidos de novias dejando a Roxanne con un ataque cardiaco y a nosotros con embobadas sonrisas de aprobación.
—Vamos, ahora es nuestro turno muñeca.
Tae apareció para envolverme en esos abrazos de oso que solo él sabía dar. En otros tiempos no muy lejanos habría cuestionado todo lo que me pudiera decir esa sonrisa cuadrada por la que todo el planeta parecía ser feliz.
Ahora no me preocupaba tanto por saber dónde, cómo o qué, simplemente que él estuviera del otro lado de mi mamo era más que suficiente.
Salimos del estacionamiento de la tienda seguidos por los chicos en la camioneta.
A decir verdad no supe ni cuando Tae recuperó su coche. Quizás el plan venía en camino desde que ocuparon el vestidor opuesto para la prueba de sus trajes.
—¿Te apetece un poco de música?
La voz de mi chico me sacó de esas cavilaciones y me vi obligada a devolverle la mirada. Aun cuando parecía estar todo en su lugar y me moría por cotillear sobre lo que acababa de suceder con mi mejor amiga, lo resolví todo pasando algunos mechones de mi trenza detrás de la oreja.
—Por supuesto...
Él volvió a sonreír y nuestras manos se entrelazaron perezosamente mientras las primeras notas de God is a woman de Ariana Grande llenaron el estéreo del coche.
Fue un viaje relativamente tranquilo hasta la salida de Seúl y entonces comencé a comprender que nuestro plan de pasar cada segundo juntos hasta la fecha de mi vuelo había empezado ya.
Sonreí cuando Tae se detuvo cerca de la playa. Pasaban más de las cuatro de la tarde, teniendo en cuenta que habíamos desperdiciado la mañana en encontrar vestidos para nosotras y pelearnos por las absurdas propuestas de Roxanne.
Sonreía cuando la brisa mezclada de la carretera y el mar me golpearon el rostro. Respirar allí, con el sol bañando nuestros cuerpos era como despertar a un nuevo mundo.
Cuando volví abrir los ojos, Tae me estaba mirando recostado sobre el capó del Jeep negro.
—Otro lugar especial ¿Verdad? —pregunté acercándome solo para juguetear con sus manos. Aquellas manos que estaban grabadas en mi cerebro y que no me cansaba de dibujar en cualquier ocasión. Las manos de un ángel.
—Sí... quizás... Mei, hay algo de lo que me he dado cuenta recientemente y quiero que seas la primera en saberlo...
—Dime, estoy aquí...
La distancia entre nosotros se había esfumado al punto de que ahora una de mis manos se encaminaba a su mejilla izquierda, Tae no dudó en atraparla con la suya y dejar un beso en mi palma.
—Te amo... así que no tiene sentido que estemos corriendo contra el tiempo constantemente, que nos inventamos una lista de cosas que hacer para solo evadir el hecho que se acabará por los malditos kilómetros...
Espera, déjame terminar... desde el primer momento comprendí que amarte sería un trabajo doble, doble porque sufriría intentando alcanzar a una chica con el alma de un cisne.
Empezabas a aprender a volar cuando nos conocimos, el mundo de los dos comenzó a cambiar desde entonces y fue mejor y más colorido para mí.
Aun en medio de la tormenta siempre pude apoyarme mientras me arropabas con tus alas. Hoy tienes otras estrellas en la mirada.
Soy consciente de ello y como bien dijiste en nuestra habitación ninguno de los dos se puede dar el lujo de frenar al otro en sus sueños y aspiraciones.
Es parte de lo que somos a fin de cuentas. Hemos dicho muchas veces que lo mejor es comenzar a amarnos nosotros mismos para poder amar a los demás.
Debería haber aprendido bien a decir eso, sin embargo la mayoría de las veces me siento como un fraude, uno en el que un mentiroso se esfuerza por engañarse a sí mismo pero no puede escapar de su propia verdad.
Recuerdas esa noche en Hong-Kong, cuando dijiste que me amabas, no voy a ocultarlo, sigo repitiendo ese momento en mi mente una y otra vez, como una película en slow motion.
Así que ya lo decidí, pase lo que pase a partir de ahora, ninguno de los dos necesita de un compromiso para decir que estamos juntos. Por mucho que me esfuerce, ni siquiera puedo enojarme contigo, cariño, no verdaderamente...
Aquel discurso forzado mientras sus manos se enredaban en mis cabellos. Aquellas palabras prácticamente susurradas entre el rumor de la carretera y el lejano mar, por alguna razón me sonaban a despedida.
Tenía razón, era eso exactamente lo que mi corazón había dicho por días y mi mente solo le había dado excusas para una despedida inminente. Rehusándome a llorar cerré los ojos y pegué la frente a la suya.
Nuestras narices se rozaban mezclando respiraciones y anhelos. Mis manos estaban sobre su corazón, ese corazón que yo conocía mejor que nadie y que era solo mío.
—Solo no te enrolles con la psiquiatra. Me moriría solo de saberlo.
Dije eso aun con los ojos cerrados, la carcajada de Tae consiguió sacudirme y hacerme reír también. Nos abrazamos y pude ver nuestras sombras convertirse en una sola que silenciosamente se decía adiós.
***
Decir adiós era una forma muy cruel de terminar una relación. No iba a negar que me sentía dividido pero al final había tomado la mejor decisión.
Decidimos regresar con los locos de la boda a escondidas. Sí, Suga y Lena volvieron a desafiar las fuerzas de la naturaleza y oficialmente eran marido y mujer en una apresurada firma en el registro notarial.
El vestido de novia de ella había sido reemplazado por una sudadera enorme con la cara de Kumamon y unos pantalones cómodos a juego con el pijama de hyung... la gran celebración que creíamos se desarrollaría en Daegu y llenaría los medios de comunicación se convirtió en una pijamada múltiple donde chicas y chicos se acurrucaban unos sobre otros.
Eso estaba mejor, no había que preocuparse de encajar o invitar a los demás, era simplemente eso...compartir un momento especial con todas las personas que más querías.
—Winter Bear, te veo más decaído que una malteada sin azúcar ¿Qué anda mal?
Kookie se sentó a mi lado en la manta que habíamos extendido frente a la televisión y sin pensarlo dos veces dejó caer su cabeza sobre mi hombro, no dudé en revolverle el largo flequillo que casi no le dejaba ver.
—Solo he estado pensando demasiado en los últimos días.
—Mmh... solo me parecía que tú y Mei lo habían arreglado, pero ahora no estoy tan seguro ¿Es cierto que se va a París dentro de unas semanas?
—¡Jeon Jungkook! ¿Desde cuándo usurparse mi título de reportero del dominio? Acabas de romper mi corazón en pedacitos... pedacitos...
Me hice el ofendido interpretando un verdadero drama mientras Kook balbuceaba disculpas que solo me divertían más. Este niño seguía siendo muy inocente.
—Ah... había fiesta y no me invitaron. Kook eres un traidor...
— ¿Y por qué la toman conmigo? Si solo quería animar al alien y mira lo que me gano. Son los peores amigos de la vida...
—Me siento ofendido porque te quieres robar nuestro Bromance, admítelo el VHope es invencible...
—Idiotas...
Kookie se fingía enojado mientras se levantaba de la alfombra para dejarnos con la palabra en la boca.
No pudo hacerlo porque en ese momento apareció Jimin y no dudó en arrojarse a su espalda ocasionando la caída de ambos sobre nosotros...
—¡Ay... ayuda, me han secuestrado un grupo de tontos tarados!
La guerra había comenzado y en menos de lo que podíamos calcular el resto se estaba hundiendo a una pelea de cojines y almohadas.
Hasta Jin hyung que normalmente no se comportaba como un alborotador, se llevó unos buenos golpes.
Minutos después y en parte por el escándalo de nuestras voces y las sonoras carcajadas de Jimin y J-Hope las chicas hicieron su entrada triunfal. Dejándonos descolocados y algo avergonzados por el desastre que decoraba la habitación.
—Mmh... supongo que nos van a regañar...
Rapmon dijo por lo bajo mientras nos aguantábamos una estúpida carcajada colectiva. Lena encabezaba el grupo hasta quedar frente a todos como si de un pelotón de fusilamiento se tratara.
—¿Quién?—cuestionó la castaña con los brazos en jarras. Todos tragamos duro. En serio daba miedo cuando estaba de mal humor.
Comenzamos a mirarnos nerviosamente los unos a los otros hasta que las miradas cayeron en Jungkook. Él maknae cerró los ojos antes de dar un paso al frente. Todos sonreímos.
—Que decepción que seas su chivo espiratorio Kookie, ahora no nos queda otra.
—Nena, no crees que es mejor...
—No tienes derecho a hablar Min, menos después de dejar que uno solo cargue la responsabilidad, ahora tendrán su merecido...
Y antes de lo que nosotros esperábamos las chicas sacaron las almohadas que hasta ahora no habíamos notado y la verdadera guerra comenzó.
Las plumas caían a nuestro alrededor como si estuviéramos grabando un desordenado video. En la guerra y el amor todo se vale y ellas no tenían piedad.
Después de media hora de risas y gritos terminamos unos encima de otros en el suelo bañado en pelusas de la sala de estar. Cerré los ojos aun con la sonrisa dividiéndome el rostro. Aun con el corazón roto estaba feliz.
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