
Capítulo 22🦋: Día de playa.
El resto de la semana pasó sin ningún problema, al día siguiente tuve que despedirme de Leslie... Pero me encontraba feliz porque sabía que pronto volvería a verla, aunque no estaba del todo segura de que fuera esa su ansiada solución.
La reparación del escenario marchaba bien, aunque a los chicos se les hacía un poco triste no verse cada noche, así que fuimos un par de veces a la casa del árbol.
En la Universidad también todo iba sobra la marcha, Arlen estaba a punto de entablar una relación con Jackson, y Diana al parecer estaba comenzando a observar a Hans de otra forma, al igual que él a ella. Simon había realizado un viaje quién sabe a dónde, pero me mantenía informada de él a través del WhatsApp.
La profesora Linda había enfermado, así que por suerte no tuve que ver su horrible rostro arrugado y amargado por un tiempo.
Con Equis las cosas permanecían igual, nos veíamos cada noche en la tienda y charlábamos un rato... Aunque nunca tocamos el tema de nuestra relación ni tampoco nos besamos, la verdad es que no quería presionarlo.
Era sábado en aquel entonces, me encontraba recostada en el sofá observando el techo muerta del aburrimiento, así que bajé un rato a charlar al apartamento de Stefany.
— ¿Entonces están saliendo?— Me preguntó dando un sorbo a su tasa.
— Es extraño, aún no hemos definido nuestra relación.— Expliqué soplando el humo de mi bebida.
— No soporto la idea de verte con él...
— Ya te expliqué lo que sucedió aquella vez con el hermano de Gabe.
— ¡Pero puede estar mintiendo!— Exclamó.— ¿Cómo es que eliges creerle solo porque lo dijo? No tienes pruebas de que es cierto.
— Tampoco hay pruebas de que no lo es.
Stefany guardó silencio, al parecer quedó pensativa con mi respuesta.
— Sí, supongo que tienes razón... Aún así, ten mucho cuidado con él, no me da buena espina.
De repente, Lucas comenzó a llorar en su corral.
— Ohhh... — Me dirigí hacia él.— ¡Dame un abasho!— Lo cargué, inmediatamente dejó de gritar.
— Es increíble como Lucas se calma en cuanto lo tomas entre tus brazos.— Se quejó ella de brazos cruzados.— Conmigo es extremadamente pesado... Ay...— Suspiró.— Muero por unas vacaciones, un día en la playa por lo menos...
— ¿Playa? ¡Me parece genial! ¡Vámonos a la playa!— Exclamé dándole golpesitos a Lucas en la espalda.— Podemos invitar a Roland... El cocinero de tu corazón...— La tenté entre risas.
— ¡Calla!— Me regañó.— Me encanta la idea, pero debo llevar a Lucas con su... Estúpido padre, en la tarde.
— Es una lástima.— Me quejé.
— Pero no derroches la idea.— Tomó a Lucas, comenzó a llorar nuevamente.— ¡Oh, Lucas!— Lo regañó.— ¿Por qué no vas con tus amigos?
— Tienes razón... ¡Les llamaré!
Abandoné el apartamento de Stefany luego de besar a Lucas con un entusiasmo repentino, inmediatamente tras llegar al apartamento tomé mi celular y llamé a Hans.
— ¡Hola! ¿Cómo está mi motorista preferido?
— No mientas... Ese es el tal Darell.
— ¿Qué tal si vamos a la playa hoy?— Evadí su respuesta.
— ¿A la playa? ¿Por qué o qué?
— ¡Porque tengo ganas de salir a divertirme! Y creo que te apetece ver a Diana en bikini...
— ¿Por qué me tientas de esa manera?
— ¿Irás?
— Vale... Me convenciste, ¿dónde nos encontraremos?
— En medio de la avenida a las 2:00, tomaremos un taxi.
— ¿Invitarás a los amigos de tu... Casi algo todo tatuado y desagradable?
— Por supuesto que sí. Pero no te preocupes, sé que vamos a divertirnos como nunca.
— Bien... Nos veremos.
— ¡Adiós!
Tras culminar la llamada con Hans, llamé a los chicos de The Crazy Boys y todos se encontraron dispuestos y emocionados. Aseguré la asistencia de Arlen a través de Jackson, y la de Diana a través de la aceptación de Hans... Todo marchaba según el plan mental que me había trazado en un par de minutos. Solo faltaba el convencimiento más difícil de todos...
Unas horas después.
— ¡Hola!— Saludé emocionada a Equis luego de que abriera su puerta, le había llamado con el puño.
— ¿Por qué estás vestida así?
Llevaba una trusa azul marino, rodeada por un pareo blanco de flores negras que cubría la parte baja de mi cuerpo, una playera negra, unos lentes de sol oscuros, unas chanclas blancas y una pelota con un dibujo de Winnie de Pooh debajo del brazo.
— ¡Vámonos a la playa!
— Enserio... Megan...— Se llevó ambas manos al rostro, dos enormes ojeras se cernían bajo sus ojos.
— ¿Qué?— Pregunté con el ceño fruncido.
— ¿Winnie The Poo?— Dijo observando la pelota asqueado.— Aunque no se compara con tus horrendos guantes de cocina de unicornio.
— Eso es lo de menos... ¡Lo importante es que iremos a la playa! Invité a los chicos y a mis amigos de la universidad. Solo faltas tú.
— Oh no... No iré.— Se negó adentrándose en el apartamento y cerrándolo de un portazo.
— ¿Ah sí? Parece que no me conoces en verdad.— Lo desafié tras colarme por la ventana.
— ¡Ey, ey!— Me regañó.— ¿Enserio haces esto de nuevo? ¿Quieres que te denuncie por acoso?
— ¡Iremos a la playa!
— ¡Ya dije que no!
— ¿Por qué?
— Oh no... No...
— ¿Por qué?
— Megan...
— ¿Por qué?
— ¡Lo sabes! Irá un tumulto de personas, estaré complemente rodeado, me sentiré acorralado.— Explicó con el ceño fruncido y los brazos cruzados.— Además... Tedd no desea quedarse solo hoy.
Con un gesto de disgusto observé la pecera.
— Iremos a la playa, ya lo he dicho.
— Ya dije que no iré, y si digo no, simplemente es no.— Concluyó lanzádole unos trozos de pan a la tortuga.
En la avenida, a las 2:15 de la tarde.
— ¡Hola chicos!— Saludé a todos en cuando llegamos, llevaba a Equis de la mano corriendo a través de la ciudad.— Genial que todos hayan aceptado... Aunque es una pena que Simon aún esté de viaje.
— Me alegra que hayas logrado convencerlo.— Añade Joshua entre risas observando el rostro amargado de mi carismático y optimista compañero.
— Esta chica ha venido del infierno solo para molestarme.— Se quejó Equis.
Luego de unos minutos atrajimos dos taxis, uno para Equis, Joshua, Darell y yo, y el otro para Hans, Michael, Jackson y Diana... Arlen tuvo que subirse a las piernas de Jackson.
— ¿Estás enfadado conmigo?— Pregunté a Equis acariciando su rostro, se encontraba observando los árboles hacerse pequeños a través de la ventana del coche.
— ¿Se nota demasiado?— Me devolvió otra pregunta con mirada acribillante.
— Verás que nos vamos a divertir un montón.
— Estos son tus planes y estilo de vida, mariposa convincente, no los míos.— Me aclaró con el ceño fruncido.
— Yah... Pero te prometí que estaría siempre aquí. ¿No? Eso incluye empujarte a pasar un día divertido con tus amigos en la playa.
— ¿De verdad ellos son... Mis amigos?
— Los chicos de la banda por supuesto que sí, y en cuanto a mis amigos de la universidad... No los conoces a profundidad pero para ello está el día de hoy.— Expliqué con una sonrisa en el rostro.— Verás que al final del día te sentirás diferente.
— Ok... Pero si no es así prométeme que no volverás a arrastrarme a algo como esto en tu perra vida.
— Lo prometo.— Respondí con seguridad cruzando los dedos detrás de mi espalda.
— Bien...— Volvió su mirada hacia la ventana, repentinamente le besé la mejilla y se ruborizó.
— ¿A ustedes dos le va de maravilla, verdad? —Preguntó Joshua entre risas. — Estás algo diferente desde aquel día en que Megan se enfermó.
— Sigo siendo el mismo, pedazo de hemorroide.— Lo insultó Equis con el ceño fruncido y sin siquiera mirarle.
— Sí.— Respondió Darell.— Prácticamente el mismo con algunos detalles cambiados. Me pregunto de quién será la culpa...— Ironizó observándome a los ojos.
En la playa.
— ¡Wooooooooo!—Exclamé tras sacarme las chanclas y comenzar a corretear por la arena.
— ¡Vas a perder las sandalias por despistada!— Me regañó Equis guardándolas dentro de su mochila.
El sol se encontraba en su zenit, sus rayos formaban destellos molestos sobre el agua. El mar se encontraba calmado.
Arlen y Diana comenzaron a ubicar las sombrillas mientras Joshua colocaba las toallas en el suelo.
— ¡¿A alguien se le antoja un bocadillo?!— Exclamó Michael tras liberar una mochila repleta de aperitivos y refrescos enlatados.
— ¿Enserio te has traído todo eso?— Preguntó Arlen con el ceño fruncido.— ¡Genial!
Equis se encontraba de pie en la orilla mojándose los pies, cuando de repente corrí hacia él luego de sacarme el pareo, y me subí encima de su espalda a caballito.
— ¡Mariposa loca!— Me regañó tras tambalearse.
— ¡Juguemos a la lucha sentados en hombros!— Les grité a los chicos mientras agitaba mi mano para llamar su atención.
Diana y Hans corrieron hacia nosotros preparados para hundirnos, así que inmediatamente nos sumergimos dentro del agua.
— ¿Preparada Sanders?— Preguntó Diana subiéndose a los hombros de Hans.
— Nací preparada.— Respondí colocando mis manos sobre sus hombros, ella colocó también las suyas sobre los míos.
— ¡Empujen!— Exclamó Joshua desde lejos.
Ambas comenzamos a tirar de nuestros hombros entre risas.
— ¡Los voy a hundir!
— ¡¿Eso crees?!— Preguntó Equis lanzándose hacia delante en cuando se distrajo; Diana cayó de espaldas hacia el agua salpicándonos a todos.
Equis y Hans comenzaron a reír despavoridos.
¿Se está riendo a carcajadas? ¿En verdad lo está haciendo?
Todos nos encontrábamos charlando en el agua un par de minutos después.
— ¿Recuerdan aquella vez que una chica del público le puso a Equis un globo rosa en la cabeza en forma de sombrero?— Preguntó Michael entre risas.
— Cómo olvidarlo.— Reaccionó Jackson mientras abrazaba discretamente a Arlen por detrás.
Tortolitos.
— Esa chica estaba de mente... ¿No fue ella la que vomitó sobre uno de los parlantes?— Preguntó Darell mientras miraba los pechos enormes de Diana con el rabillo del ojo.
Pervertido.
— Sí.— Respondió Equis.— Bratzman casi infarta aquella noche.
— ¡Vaya! Has comentado algo en medio de la conversación, alma en pena.— Añadió Joshua entre risas mientras se mojaba el pecho.
— ¿Por qué me llamas así? Te arrancaré la lengua por eso.— Con voz impostada y algo molesto reaccionó un instante.
— ¡Relájate un poco!— Le lancé un poco de agua en el rostro, me dedicó una mirada acribillante.
Todos guardaron silencio y nos observaron estupefactos.
— Megan...
— ¿Sí?— Titubeé caminando despacio hacia atrás.
— ¡Toma!— Exclamó devolviéndome el chapuzón en el rostro.
Inmediatamente todos comenzamos a reír y jugar a los chapotazos.
— ¡Cuidado con mi nuevo cabello!— Nos regañó Arlen.
— ¿Cuál cabello?— Preguntó Jackson lanzándole agua al rostro, ella gritó enojada y se le lanzó encima.
En la tarde.
— Hemos pasado un día divertido... ¿No lo crees?— Pregunté a Equis que se encontraba a mi lado en la orilla, los chicos estaban reunidos sobre las toallas riéndose como locos... Se nos habían acabado todos los aperitivos, y las pizzas y hamburguesas que comimos habían desaparecido de nuestro sistema digestivo... Por lo menos del mío.
— Debo admitirlo...— Hizo una pausa para mirarme a los ojos, sus largos mechones de cabello cubrían un poco los suyos.— Hace un montón de años que no me divertía ni me sentía así.
El mar comenzaba a enfurecerse, las olas impactaban imponentes contra las rocas mientras el cielo se tornaba de colores otoñales. Una brisa fuerte nos despeinó los cabellos mojados.
— ¿Lo ves? Estaba segura de ello.— Coloqué mi mano sobre su cabeza y comencé a acariciar su cabello.— Me alegra que pueda ayudarte por lo menos así.
— ¿Por lo menos? Nadie se había preocupado por mi felicidad hasta ahora. Mis sentimientos se encontraban ajenos a todos antes de que llegaras.— Su mirada de miel se perdía en el horizonte anaranjado.— ¡Pero no volveré a decírtelo, nunca má...!
— Lo sé.— Lo interrumpí con una risa pequeña.— Así eres tú, y así te acepté.
Equis se ruborizó y apartó la mirada.
Siempre buscas la manera de huir.
— ¿Te gustan las conchas?— Preguntó dibujando una equis en la arena con las rodillas encogidas.
— Por supuesto.— Asentí.
— La encontré mientras buceaba.— Me extendió aún sin mirarme una concha blanca con unos hermosos zigzags, como si hubiese sido tallada por los mismísimos escultores grecorromanos.
— ¡Es hermosa!— Exclamé abriendo los ojos como platos.
— Es tuya.— Respondió con indiferencia tras colocarla sobre mi muslo.
— Pero... Tú la encontraste, no me gustaría quitart...
— Quiero que la tengas.— Me interrumpió.— La llevaré con un amigo de Michael en cuando pueda, se dedica a fabricar colgantes... Igual si no la quieres...
— ¡Claro que sí!— La tomé entre mis manos.— Me encantaría llevarla en mi cuello, así te recordaré siempre que la mire.
Permanecimos un rato en silencio, limitándonos a deleitarnos solo con la puesta de sol tranquila y silenciosa frente a nuestros ojos, y sin darnos cuenta el tiempo pasó tan rápido que la luna se encontraba en medio del cielo nocturno siendo testigo de nuestras miradas recurrentes.
— Será difícil regresar a casa... ¿Cómo pudimos distraernos hasta esta hora? Ni siquiera los chicos se han quejado.— Le comenté confundida y algo disociada.
— ¿No los escuchas, verdad?— Preguntó tras resoplar en tono burlón.
— Pues no... Hay un silencio sepulcral.
— Están dormidos, Darell fue a por unas cervezas.
— Oh... Están todos ebrios.— Me quejé.— ¿Cómo rayos vamos a regresar ahora?— Encogí las rodillas y las abracé con mis brazos, las olas me mojaban una y otra vez los dedos de los pies.
— Será imposible, supongo que tendremos que dormir aquí...
— ¿¡Dormir aquí!?— Exclamé abriendo los ojos como platos, sentí como prácticamente desgarré mis párpados.
— Nos iremos en la mañana, supongo que no tiene nada de malo... Exceptuando la...
De repente, mi estómago famélico rugió como león en medio de la sabana interrumpiendo el comentario de Equis.
— Perdón...— Me disculpé frotándome la panza.— Es que tengo hambre... ¿Qué ibas a decirme? ¿Exceptuando la qué?
— Es un poco extraño y probablemente inesperado.— Me advirtió.
— Nada de lo que me digas a partir de ahora puede sorprenderme. ¿No lo crees?— Le recordé arqueando una ceja.
— Verás yo... Hablaba de la Luna, quise decir que exceptuando la Luna.
— Oh...— Gemí extrañada.— ¿Qué sucede con la Luna? Aunque no me causa demasiado, no a alguien que odia la lluvia y las canciones de Coldplay.
— ¡¿Odias a Coldplay?!— Exclamó molesto y dedicándome una mirada de asco.
— Sí, pero olvida eso y continúa.— Evadí el tema.
— Bien... En China se especula que en tiempos antiguos, había diez soles que ardían en el cielo, causando sequías y sufrimiento en la Tierra. Un héroe llamado Hou Yi, con su arco y flechas, disparó a nueve de los diez soles, dejando solo uno para iluminar el mundo. Después de esta hazaña, Hou Yi fue recompensado con un elixir de inmortalidad por la diosa del cielo. Sin embargo, él no deseaba vivir eternamente sin la mujer que amaba, Chang'e. Por eso, decidió no beberlo y guardarlo en casa. Un día, mientras Hou Yi estaba fuera cazando, un aprendiz celoso llamado Feng Meng intentó robar el elixir. Al darse cuenta de que Hou Yi no se encontraba en casa, Chang'e decidió protegerlo y temiendo que Feng Meng lo usara para sus propios fines, tomó el elixir y lo bebió. Tras consumirlo, Chang'e comenzó a flotar y se elevó hacia la Luna.
— ¿Ella nunca... Volvió a ver a Hou Yi?
— Chang'e sufrió mucho, la inmortalidad sin la compañía de la persona que amaba se convirtió en un lastre. Hou Yi, al regresar a casa y descubrir lo sucedido, queda devastado por la pérdida de Chang'e, y a partir de ese momento, observó la Luna cada noche anhelando volver a verla alguna vez... Sin embargo, nunca más volvieron a encontrarse... Por eso odio la Luna.— Concluyó mientras abrazaba con sus brazos sus piernas encogidas.— Nunca creí en el amor, Megan; pero me gustaba creer que al menos existía en las historias de ficción. ¿Raro no?
— Un poco pero... Lo entiendo.— Respondí con empatía mientras acariciaba sus cabellos.— ¿Por qué no vamos a dormir junto a los chicos?
— Mejor comamos algo en el puesto de 24 horas, luego nos acostamos.
— Vale.
Qué curioso que le llamara la atención la historia de Chang'e... Pero supongo que nunca dejaré de sorprenderme con él a mi lado.
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