Capítulo XLIII.- Discordia: El Timelord del Caos
El viaje del Doctor-Discord a través del Universo finalmente había culminado, cuando la TARDIS en la que se encontraba viajando comenzó a aterrizar sorpresivamente en un exoplaneta terrestre de aspecto semidesértico ubicado al otro extremo del Universo. Se trataba del planeta Imegga, un lugar caracterizado por una mayoría poblacional que vive en condiciones de pobreza extrema y gobernados por un monarca déspota que los obligaba a pagar impuestos muy altos; muchos de sus habitantes incluso carecen de vivienda, y debido a la pobreza del pueblo, hay muchos estafadores que se hacen pasar por vendedores.
Pero eso al Doctor no le importaba, pues lo que realmente le importaba es continuar con su caótica travesía, aunque por ahora le era imposibilitado seguir debido a lo árido del lugar al que aterrizó. Para ese entonces, el alma del Doctor y el alma de Discord se habían fusionado por completo, por lo que ya era imposible hacer que el Doctor volviese a la normalidad, al menos por estos momentos. No obstante, la esencia del alma del Doctor seguía manteniéndose en su ser, pero ya fusionada con el alma de Discord, lo que convertiría a nuestro querido Timelord en una versión moderna de Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
- Ditzy, Ditzy, Ditzy... - se decía así mismo el Doctor en su locura - ¡Siempre es sobre esa pobre, estúpida y pequeña Ditzy! - piensa por unos momentos más - Muy bien, voy a decirles a todos cuál es mi plan: ¡NADA! ¡Planeo quedarme en la TARDIS y no hacer NADA! ¡Así es! ¡Viviré solo en esta caja de basura azul para siempre! - no obstante, vuelve a pensar con cordura - Pero... si lo hago, dejaré que el universo se valga por sí mismo; por lo que quedaré en el vórtice del tiempo, sin que nada ni nadie me moleste. Y a Ditzy no le gustará mi plan. - sin embargo, el Doc comienza a estallar de furia - Ella podría haber venido conmigo, pero NO. En su lugar, trató de interponerse en mi camino, como la imbécil que es. Bueno, es su problema ahora, no el mío.
Sin embargo, en donde estaba la puerta, se escuchaba un ruido fuerte que hacía que la TARDIS se levantara como por arte de magia, pero en realidad estaba siendo movida por una especie de grúa que pasaba por el lugar al percatarse de que la TARDIS estaba en medio del desierto.
- Tengo un mal presentimiento. ¿Pero qué carajos está pasando? - se decía el Doc, pero quedó pensativo y continuó - Oh ya entiendo. "Vamos a reírnos del inútil del Doctor". ¿En serio? ¡Pues bien! Ni crean ustedes que puedan dejarme solo, ¿Verdad? Pero por el amor de Dios, he venido aquí sólo para que me dejen SOLO...
Pero el Doctor no se encontraba solo; la TARDIS había sido llevada por varios guardaespaldas reales de Imegga, los cuales llevaron a la cabina azul a la corte del temible y tiránico rey del desolado planeta, Lord Don Kee, como una especie de regalo de cumpleaños para él. El déspota se había quedado impresionado por esa extraña máquina, que la quiso mandar a la explanada de la Plaza Real, como una especie de monumento para su majestad.
Sin embargo, ni Don Kee, ni siquiera el Doctor, se habían percatado de que una horda perdida de Daleks había llegado justamente hacia Imegga, con el único fin de invadirlo y exterminar a sus habitantes. El Doc, sin ninguna idea de lo que realmente estaba pasando al lugar que llegó, salió de la TARDIS y se quedó impactado, pues la lujosa casa de Don Kee había sido ya destruida por los mismos Daleks.
El Doctor trató de refugiarse por cualquier parte, con tal de evitar ser alcanzado por uno de los Daleks, pero cuando finalmente vio un escondite en dónde refugiarse, vio con sus propios ojos cómo una de las poderosas máquinas de los invasores pasaba en frente suyo...
- ¡EXTERMINARLOS A TODOS! ¡EXTERMINARLOS A TODOS! - exclama el Dalek mientras pasaba por la calle.
Pero para sorpresa del Doc, los Daleks estaban siendo destruidos uno por uno por una serie de rayos; al Doc le parecían muy familiares esos rayos, por lo que vio hacia el horizonte y se percató de que alguien familiar estaba exterminando a los Daleks en un abrir y cerrar los ojos; se trataba del Maestro, el archienemigo del Doctor, que por mera coincidencia aterrizó en el mismo lugar que el Doc.
- No importa lo que hagan. - dice el Maestro - Siguen siendo las mismas máquinas patéticas que siempre causan desorden aquí y en el resto del Universo.
Sin embargo, el Doctor se manifiesta frente a la vista del Maestro, quien queda completamente sorprendido, no solo porque estaba en el lugar, sino porque había tenido un fuerte cambio de apariencia, debido a que Discord lo estaba poseyendo.
- Ya sabía que tarde o temprano estarías por aquí... Doctor.
- Mira, no sé ni un carajo de lo que estás hablando, - continuó el Doctor - ¡Pero me alegra que por fin he encontrado a alguien a quién conversar!
El Doctor corre hacia el Maestro con tal de abrazarlo, lo que éste último quedó muy extrañado y confundido, pues esperaba ver al clásico Doctor retador y desafiante de siempre, pero ahora las cosas habían cambiado por completo: La posesión de Discord había convertido al Doctor en una persona con una especie de trastorno múltiple, que se dejaba guiar por los instintos mucho ante que por la razón.
- No sé lo que estás haciendo, pero creo que estás muy loco. - continuó el Maestro - Vamos a ver que aprendiste durante tu estancia en Canterlot High.
- Espera un momento - dice el Doc - ¿Acaso supiste que me refugié ahí?
- Por supuesto.
- Bueno, sólo me gustaría que me ayudaras en lo que sabes.
En estos momentos, el Doctor es arrastrado por el Maestro hacia la TARDIS del Doctor; minutos más tarde, el Maestro se sube a su propia TARDIS, no sin antes crear una especie de "grúa" para conectar la TARDIS del Maestro con la TARDIS del Doctor. Una vez que el Maestro enciende los motores de su TARDIS, ambas TARDIS comienzan a emprender el viaje de regreso al mundo donde viven Derpy y las Equestria Girls.
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