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8 | La Jaula


Ni siquiera la claridad que le llegaba desde la ventana abierta lo despertó. Jimin hecho un nudo entre sus sábanas se había enroscado en posición fetal y dormía con su pulgar en la boca.

Namjoon había llegado a despertarlo y se enterneció de ver a su hermano durmiendo, con el dedo en la boca como duermen los bebés.

«Sigues siendo mi pequeño bebé, hermanito, que hermoso eres» —pensó el Alfa acariciándole la cabeza—. Despierta Jimin, ya es hora de levantarse.

Jimin se quejó pero se incorporó.
Namjoon abrió sus ojos enormes y se abalanzó hacia el chico.

—¡Sangre! ¡Jimin tienes sangre seca en la cara! ¿Estás herido?.

Jimin se asustó con el grito pero más aún con el hecho de que había olvidado que Jungkook lo había marcado con sangre y anoche al llegar no se la había quitado del rostro.
¿Qué mierda iba a inventar?

—¡Déjame verte!

—¡Basta, Nam, no es nada —Le alejó las manos a su hermano que quería inspeccionarlo de cerca— Anoche me sangró la nariz, no es nada, me sucede a veces.

—¿Seguido?

—¿Qué?

—Qué si eso te sucede seguido hay que llamar a los médicos para que te …

—¡Nam! Basta, no seas dramático por favor. Ahora déjame solo, quiero iniciar el día en paz.

Se levantó y caminó desnudo al cuarto de aseo con la única intención de que su desnudez incomodara a su hermano para que se fuera. Y resultó, Namjoon se fue refunfuñando bajo…

—Dramático… yo no soy dramático.

Jimin se observó al espejo y entendió perfectamente que Nam se asustara al verlo. La mitad de su rostro tenía una enorme huella oscura de sangre seca y cuarteada en pequeños pedazos que comenzaban a caerse. Con agua tibia y un pañuelo, fue retirando el rojizo rastro de su momento de amor y la tristeza le llegó de nuevo.

Ya no quedaba nada qué quitar, observó el pañuelo blanco teñido con la sangre de su Alfa y en lugar de lavarlo lo escondió entre la ropa que hoy vestiría. No sabía por qué lo había hecho, tal vez quería tener su olor cerca cuando los Alfas de otras manadas llegaran hasta su jaula y le metieran miedo al acercarse a él con sus horrorosos collares de cuero más enorme que que el que él suele usar. Nadie entraba a ver a Jimin si no llevaba el collar que evitaba que la emisión de las insolentes feromonas de docenas de Alfas enloquecidos, aturdieran al Omega. Esa era la ley.

De un momento a otro Jimin fue trasladado al salón mejor protegido del monasterio, enfundado en ropaje de satén pero en jaula de hierro. Un contraste tan fuerte como doloroso para él y su pobre alma que tras dieciocho años de encierro, estaba casi llegando a su límite.

La prisión de metal se ubicaba al centro del enorme salón y era dejada allí, con él adentro hasta que fueran llegando las personas. Normalmente esa hora que Jimin quedaba solo y encerrado entre barrotes, intentaba llevar su mente a otros lados para no volverse loco.

Una hora exacta, él permanecía allí, solo, una perversa hora con los únicos sonidos de sus cadenas que el eco del recinto vacío, repetía hasta el delirio. Pobre Jimin.

Los sacerdotes del clan habían decidido que esa hora sería destinada a que el Omega la usara para recogimiento interior y rezos. Rezos que, por supuesto, nunca salieron de la boca de Jimin, él no creía en ninguna de las estupideces que decía el clero y nunca repetiría esas oraciones a Dioses que jamás lo escucharon y fueron cómplices de su sufrimiento.

No le quedaba ninguna otra opción más que aceptar la puta hora en silencio aturdidor pero él y su eterna resiliencia había inventado un juego, uno que le daba gracia y jugaba solito a la espera de que el eco agonizara y muriera con la llegada de la gente.
El juego consistía en cantar una nota y escuchar su voz repetida por mil, una nota tras otra hasta que se convertía en un canon infinito que lo envolvía y le traía por escasos minutos, un poco de olvido. Sonreía con sus hermosos ojos de luna creciente y se ilusionaba pensando que ese sería el día en que llegaría el maldito Alfa puro que le daría libertad. Pero eso nunca pasaba.

Esa mañana cantó bajito, estaba demasiado triste como para jugar, apenas susurró tres notas altas y se calló. Secó sus lágrimas con el pañuelo con que se había limpiado la sangre de Jungkook y por razones que desconocía, su olor lo calmó.

Jimin no estaba solo ese día, Jungkook se había escabullido y lo observaba desde la oscuridad, detrás de un pilar. Él también llevaba su collar así que estaba seguro que su olor no sería detectado por el Omega.

No podía creer que el chico fuera sometido a esa tortura, verlo tan disminuido en esa jaula inmunda le hacía hervir la sangre. Esa criatura indómita y hermosa que él ha visto moverse y correr como el más bello y silencioso felino, no podía ser la misma que estaba allí, triste y de corazón herido.
No supo porqué pero él pudo sentir la angustia del corazón de Jimin, ese corazón lila que huele a flores le estaba hablando, a él, a un Épsilon sin escrúpulos y sin sentimientos.

¿Qué le estaba pasando?

Hubiera corrido a abrir esa jaula con los dientes y respirar en el cuello de Jimin que hoy no llevaba el antimordidas, él quería besar sus pequeñas manos y darle el beso más dulce y más suave que aquel beso que contaba como el primero. 

Jungkook realmente se desconocía.

¿Qué le había hecho Jimin?

Sus pensamientos se interrumpieron cuando las puertas se abrieron para que los curiosos entraran. Él regresó la vista al Omega blanco para darle el último vistazo antes de salir cual sombra igual que como había entrado pero se detuvo en seco y el corazón le sacudió el pecho cuando vio que entre todos los Alfas que llegaban, estaba… Yoongi.


Así se ve la jaula de nuestro Omega blanco.







Bueno, bueno, se viene un poquito de drama.
Preparad pañuelos.

Pero ya me conocen...
Esta es mi kookmin Nation...
Ya saben lo que significa y espero que eso les deje más tranquilas/os... 🐌😉🧉

A la tarde subo el próximo capítulo que está casi listo.
Saranghae muchooo






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