6 | Trátame bien
Jimin entró a la abadía casi sin aliento, con las últimas fuerzas, trepó al balcón y llegó justo a tiempo para meterse en la cama vestido y evitar que Namjoon, cuando este hiciera la ronda matutina, notara que no había dormido allí.
Era más temprano que de costumbre y había mucho murmullo, algo ocurría pero Jimin no sabía qué.
Se quitó la ropa bajo las sábanas pero no logró quitarse el collar cuando su hermano entró a su habitación sin siquiera llamar a la puerta.
Él fingió dormir y se cubrió hasta el cuello a fin de evitar que Nam notara el collar antimordidas que para estas alturas, ya le había lastimado la piel.
—Jimin, despierta, ¿dormiste bien?
«No, estuve afuera chupándole los dedos al Alfa desconocido...»
El pensamiento le corroyó la mente, Jimin hubiera querido confiarle el secreto a su querido hermano, pero eso, seguramente, mataría a Nam de un disgusto y él no podía permitirse ser tan egoísta.
Fingió tener mucho sueño y Namjoon se rindió en el intento de despertarlo y dejó que siguiera durmiendo.
—Descansa hermanito, solo quería que supieras que ni Janna ni su hija volverán a tocarte.
Acarició la melenita blanca del Omega y se retiró.
Jimin sonrió, finalmente se había sacado a las dos mujeres de encima.
Se quitó el collar, friccionó la zona enrojecida, un pensamiento lo llevó a otro y por supuesto terminó pensando el Jungkook. Se tocó la boca, y metió sus propios dedos emulando el momento que vivió allá afuera, con su corazón latiendo de miedo y desbocado por el deseo, un deseo que no había experimentado por nada ni nadie. Nunca. Jimin estaba casi seguro que este era su Alfa, pero un "casi" no es certeza, así fue que él decidió que debía estar seguro y para ello, él iba a ir a su encuentro, nuevamente.
«Dije que no lo haría, me prometí a mí mismo no exponerme»
Su lobo se movió inquieto.
—Tú qué dices, Lobito? ¿Salgo por él?
Jimin pudo sentir a su lobo diciendo que sí. Pero ese no era su lobo, ese era su subconsciente tapando lo que su conciencia le confirmaba que estaba mal
—Necesito verlo, tú y yo, necesitamos a ese lobo, ¿verdad?.
Boca abajo, el pensamiento de los dedos de Jungkook en su boca lo excitó demasiado, bajo las sábanas en un vaivén lento y tortuoso se tocó, le jadeó a la almohada y le dijo cosas sucias al oído soñando que fuera el cuello del hermoso, hermoso Alfa que acababa de probar. Necesitaba más, necesitaba que lo tomara con fuerza, que se metiera dentro de él y le hiciera ver estrellas. Buscó desesperado y se llenó las manos, con el aceite de lavanda que Janna usaba para darle masajes. Acarició la herida del cuello y le ardió, bajó por su pecho y se detuvo en sus tetillas, nunca se había tocado allí, le gustaba el contraste del cálido aceite con el aire frío, vació más aceite sobre su abdomen y se tomó todos sus tiempos para tocarse y gozar de sí mismo.
—Alfa— gimió bajo. Se dió cuenta que ni siquiera sabía su nombre pero igual lo nombró como su Alfa, una y otra y otra vez mientras su mano subía y bajaba por su poderosa erección que ya coronaba deliciosas gotas blancas de la más perfecta leche de doncel virgen. Con su otra mano, aceitada y temblorosa jugaba sobre su entrada sin animarse a nada, más que a rozarse con sus dedos pero sin profundizar. No se animaba a tanto, en su ingenuidad él pensaba que sus pequeños dedos le quitarían la castidad y eso no estaba en sus planes... Él llegaría virgen a entregarse a Jungkook, ese tesoro era para él y solo para él, para su Alfa.
En su vientre se construyó un orgasmo feroz y cuando llegó, ahogó sus gritos contra la almohada para evitar ser escuchado por todo el palacio.
Agitado y complacido, en pensamientos le agradeció a Nam que las mujeres no estuvieran allí para lavarlo y se quedó dormido con una sonrisa en su rostro y sus manos llenas de su delicioso néctar Omega.
Nam regresó, le contó sobre el asesinato de la niña y sus teorías acerca de que podría tratarse de algunos de los Alfas que acababan de conocer. Jimin estaba seguro de que Jungkook no era, había estado con él en el horario que ocurrieron los hechos, pero no podía decir nada sobre su secreto.
Sintió alivio de que el desconocido que le quitaba el aliento, no fuera el asesino, y su cabeza tejió todas las ideas, excusas y fundamentos que justificara, para sí mismo, su próxima salida esta noche.
Debía advertirle que había un asesino, que tenía que cuidarse y además quería volver a mamar sus dedos... no, no, esto último era su secreto, eso no lo diría.
Sonreía bobo y Namjoon lo notó.
—¿Quieres compartir conmigo tu alegría?
Eso lo sacó del pensamiento.
—Pensaba en Janna y su hija —mintió— gracias Nam. Hoy pude asearme solo.
—¡Ja, ja, muy bien hermano! Ya eres libre. La verdad es que si la hija quisiera bañarme, yo no me quejaría.
—¡Nam! —Lo empujó y sus risotadas llenaron el aire—. ¿Te gusta, Zoé?
—Me encanta, ella y sus curvas sinuosas, sus carnes blancas...
—Ey, ey, no me interesa saber tanto... pero Nam, es una Beta.
—¿Y qué?
—Que tú eres un Alfa, puro...
—Jimin, solo fantaseo, no significa nada más.
—Pero...
—Pero nada, prepárate, iremos a cabalgar. Necesitas aire. Mañana vienen los líderes con los Alfas de su manada a verte en el claustro, debes lucir bien.
—No, no quiero hacer eso, Nam. Ya basta, ya no soy un niño, soy un hombre.
—Tienes dieciocho, Jimin, no eres un hombre, y no lo serás hasta que en ese cuello tengas una marca.
—Nam, me exhibes como si fuera un animal, ¿por qué lo haces?
Nam lo abrazó e intentó calmar el gimoteo angustioso de su hermano.
—No soy yo quién puso las reglas de nuestro clan, Jimin, ha sido así desde que naciste, no es mi culpa...
—¿Es mía? ¿Yo soy culpable de este encierro? ¿Tengo la culpa de haber nacido Omega y que me metas cada semana en una caja de hierro a qué me observen como si fuera un fenómeno?
—No, Jimin, no, no quiero eso, hermano, pero así son las cosas, así debe ser para que la manada se sienta segura. Tú eres nuestra última esperanza.
—Entonces trátenme bien. Trátame bien, Namjoon...
—Jimin, hermanito
—Déjame morir, Nam, así no quiero seguir
—Nunca, Jimin, nunca. Te amo, hermano...
Cabalgar era algo que Jimin amaba hacer, se sentía libre y feliz, montado a pelo sobre una Appaloosa* blanca y negra, él se sentía volar.
Haciendo uso del equilibrio que Jimin ha perfeccionado a lo largo de su corta vida, se puso de pie sobre el lomo de su yegua en movimiento, mientras esta galopaba suavemente.
—¡Bravo, Pecosa! ¡Así, vamos al cielo!
Él hizo piruetas, girando su cuerpo con control, mientras sus brazos se extendían hacia los lados para mantener el equilibrio.
Nam se había detenido a admirar el dominio que su hermano tenía sobre su cuerpo.
Pero no estaban solos, a corta distancia Jungkook gozaba de observar al Omega y a su caballo convertirse en una sola entidad en armonioso movimiento.
Antes de que Jimin terminara su acto, Nam olió al Épsilon y corrió hasta Jimin, detuvo ambos caballos y se quedó a la espera de que el lobo apareciera.
—¡Sal, ya sé que estás ahí!
Jungkook salió de entre los pajonales con las manos arriba.
—No quise molestarlos, perdón.
—No te acerques —Le advirtió— Jimin corre al convento.
—No.
—¡Jimin!
—Esperen por favor, me iré yo— Jungkook les gritó para ser escuchado porque Nam ya estaba casi fuera de sí.
—Mi nombre es Jungkook, soy Jeon Jungkook —Hizo contacto visual con Jimin, a él le hablaba. Con una reverencia de noventa grados, les dio la espalda para retirarse.
—Jungkook... —susurró Jimin— ahora sé tu nombre.
Cositas que aclaro
Appaloosa:
Es una raza de caballo conocida por su pelaje característico con manchas o patrones de colores, como el blanco, el negro, el bayo o el ruano.
Los caballos Appaloosa son originarios de América del Norte y fueron criados por la tribu Nez Perce en el siglo XVIII. Son conocidos por su inteligencia, agilidad y resistencia, lo que los hace ideales para diversas disciplinas ecuestres, como el rodeo y la equitación.
Jimin tiene una yegua Appaloosa y sí, tal como leyeron, ella se llama Pecosa.
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