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22 | La lágrima y la jaula

Caminaron de la mano hasta llegar a la abadía, el lugar que por dieciocho años había sido hogar y claustro de Jimin.
Él tuvo una mala sensación en la boca del estómago, pero debía darle un voto de confianza a Jungkook y a sus instintos que le decían que debían
enfrentar con la frente en alto, a los sacerdotes, al clan y a quién mierda se les cruzara.

Ellos no habían hecho más que seguir lo que sus lobos señalaron como correcto y en esa lógica, entraba que lo correcto era estar juntos, cayera quién cayera.

Frente a toda la comunidad eclesiástica que había mantenido bajo el yugo de los miedos a la manada y a sus fieles creyentes, Jimin y Jungkook demostrarían que la lectura del mandato divino estaba equivocada, porque no había un Alfa allí afuera esperando para ser el lobo del Omega sagrado, claro que no, el único destinado de Jimin era un Épsilon puro con un linaje perfecto que al igual que los Omelas, estaba al borde de la extinción.

No tenían ni la menor idea si les permitirían hablar pero debían hacerlo. De huir, tal como fue la idea inicial, ellos serían eternamente parias en manadas ajenas, sin posibilidad de criar a sus hijos en un ambiente seguro.
Ese destierro eterno sería la peor forma de vivir, no se lo merecían, ni ellos ni los cachorros por llegar.
Ahora mismo, un auto-exilio no era una opción.

Los Omelas por su parte, no habían declinado en la ilusión de encontrar a Jimin y llevarlo del modo que fuera, a qué se uniera al Alfa puro que acababa de llegar en busca del famoso Omega divino para hacerlo su esposo. Ignoraban que Jimin ya había sido marcado y reclamado por otro lobo, pero Jimin sabía, porque Namjoon se lo había anticipado, que los cinco sagrados habían decretado que ninguna marca impediría que lo llevaran hasta el Alfa para cruzarlo con él.
“Cruzarlo” como si fuera un animal sin conciencia, sin alma, sin derechos… así de ignorantes y bestiales era este pueblo.

Las puertas del monasterio estaban abiertas, era día en el que normalmente Jimin hubiera sido exhibido en la jaula. El lugar pululaba de almas curiosas que habían escuchado del Alfa puro y querían al menos, verlo de lejos.

Toda la manada, compuesta por Alfas mestizos y Omegas estériles, se había reunido para escuchar lo que la curia tenía para decirles.

Parecía que el clan completo estaba allí y nadie llevaba collar, ya no era necesario, la jaula estaba vacía y el Omega blanco no estaba en ella.
Nadie, llevaba collar, excepto Jimin, no podía correr el riesgo que sus feromonas de flores salieran a la luz y lo delataran antes de tiempo. Envuelto de pies a cabeza con su capa gris caminó de la mano de Jungkook que también iba oculto tras la capucha de su ropaje. Eran uno  más entre tanta gente que en círculo iba girando alrededor de la jaula vacía.
La única grata sorpresa fue ver entre el alto mando de generales, a su amado hermano Namjoon. Desconocía los motivos por el que ya estaba libre, pero si se encontraba allí era porque ya no lo consideraban un traidor. Eso trajo alivio a Jimin, él mejor que nadie sabía que su hermano había entregado su vida a la misión de cuidarlo.

«Bien por ti, Nam, ese es tu lugar, hermanito» —Pensó.

El Alfa a quién se le había hecho pruebas de pureza bajo la promesa de desposarse con Jimin, lucía furioso al lado de la pequeña prisión de hierro a la que él le golpeaba los barrotes con el revés de su anillo de oro. El sonido era parte de su queja e inconformidad por lo que estaba ocurriendo.
¿Dónde estaba su Omega?
¿Cómo era posible que aún no lo encontraran?

Uno de los sagrados sacerdotes los convocó a silencio incluido al insolente sonido del anillo contra el hierro.

El circuito que la gente daba, en una enorme ronda giratoria, se detuvo dejando a Jimin y Jungkook exactamente frente a la jaula.
Jimin se sintió desolado de ver de este otro lado el horrible sitio donde tantos años lo exhibieron.
¡Qué dolor!
¡Qué injusticia!

Ambos advirtieron que un Alfa militar, que estaba al lado de Namjoon, los observaba insistentemente, cuando menos se dieron cuenta ya lo tenían a unos pasos de ellos.
Jimin levantó tímidamente su rostro oculto entre la capucha de su capa para saber quién era.
Él tipo sonrió de lado y cuando lo llamó por su nombre, él reconoció que esa voz era la misma con la que Nam había discutido el día anterior. Ese, que le exigía que delatara a su propio hermano, era ni más ni menos que un maldito comandante supremo de las fuerzas de guerra de su clan.

Jungkook interpuso su cuerpo entre el Alfa y Jimin. El lobo le gruñó y Jungkook también.

En dos segundos Nam ya había llegado y tomado a Jimin de los hombros.

—¿Qué hacen aquí, Jimin? ¡Por qué no se fueron!

Por supuesto que no pudo contestar. La guardia armada llegó, los rodeó y el comandante quitó de un tirón la capucha que cubría el rostro del Omega.

Todo el salón emitió un grito de júbilo.
Jungkook recibió tal brutal golpe en la cara que si detrás de él no hubiera estado Namjoon, hubiera caído redondo al suelo.

El desconocido Alfa puro también se unió a ese tumulto y caminó hasta Jimin, le sonrió mostrando una horrorosa sonrisa de colmillos.
Jungkook tambaleante, corrió hacia él pero nuevamente fue bloqueado por cuatro enormes Betas armados.

Jimin fue llevado hasta la jaula.
Su jaula.
Delante de ella, no pudo contener una lágrima que nadie vio, excepto Jungkook que aullaba a lo lejos, con los brazos amarrados. 

Esa lágrima, fue imperceptible para todos, excepto para la jaula.

Ella sintió esa lágrima, la olió y como si se tratara de un animal cobrando vida, esa prisión de hierro se retorció frente a Jimin y emitió un sonido escalofriante.
Se acercó a los barrotes de la jaula que lloraba frente a él, algo se dijeron, nadie escuchó qué.
Jimin entró en una especie de trance, dio un paso, luego otro y cuando estuvo adentro, la puerta de la prisión se cerró violentamente.

Jungkook lloraba sin poder detenerlo, ¡esto no era lo que él quería! Él quería luchar por su Omega, no podía soportar verlo ahí de nuevo.
¡Él era suyo!! ¡Y era libre!

Jungkook gritó, lloró, aulló, clamó por ser escuchado, el círculo de Betas alrededor de él crecía ante cada grito.
Pero nadie le prestaba atención, toda la atención estaba en Jimin y en su jaula que había empezado a vibrar con él adentro y se elevaba del piso y volvía a caer haciendo un sonido estruendoso. Toda la manada sin excepción, estaba estupefacta ante lo que acontecía.
Jungkook necesitaba sacar a Jimin de allí, pero Namjoon llegó hasta él y le habló calmo, pero en el estado que él Épsilon estaba no podía escuchar lo que Nam le decía.

—Cálmate, Jungkook, Jimin va a estar bien. Mírame —Lo zamarreó de los hombros— Jungkook, contrólate. Está sucediendo algo único, recién ahora me doy cuenta que ustedes hicieron bien en venir. Observa…











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