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21 | El dueño de sus sueños


El alba llegó oscuro, un cielo plomizo cernía sobre sus cabezas.
Jungkook no había podido descansar por mantenerse alerta, había estado toda la noche atento a que no se acercara nadie a donde ellos habían hecho el nido de Jimin con las poquitas prendas que tenían.

Se levantó deseando un baño de agua caliente y vigorosa, algo impensable en esas ruinas que ellos habitaban desde el día que unieron sus cuerpos por primera vez.
Un baño y buen desayuno podían esperar, la prioridad ahora era enfrentar a la manada Omelas.

Su mirada se quedó en Jimin que hecho un ovillo sobre sus ropas, sujetaba su camiseta raída sobre esa pequeña nariz que él amaba. Se quedó embobado mirándolo por varios minutos, ¿en qué momento él, un sangriento Épsilon de temer, se sentía enternecido por un Omega casi transparente?
Estaba loco por él…

Sí, lo sabemos Jungkook, no hace falta que aclares, caíste a sus pies desde el primer momento en que tocaste esa piel de seda, en que probaste el sabor de sus flores y bebiste de sus jugos como ambrosía en estado puro… No se puede engañar al destino, tú Jeon Jungkook, no tuviste escapatoria ante el Omega blanco, dueño de todos tus sueños actuales y los que vendrán.

Despertó a Jimin con un beso, un té de hierbas que cortó por allí y un pedazo de pan duro que no recordaba de dónde había salido.

—Jimin, debemos salir de aquí y buscar un lugar digno. Debes alimentarte bien.

—Tú también. No solo yo.

—Yo con un baño de agua hirviendo, me conformo…

Rieron.
Jungkook de pie, observaba a Jimin acostado sobre su nido y sintió celos de sus prendas por no ser él a quién su Omega abrazaba.
Se arrodilló a su lado y le pidió permiso para entrar en su nido.

Él podía desconocer muchas cosas pero bien sabía que el nido de un Omega no se tocaba.

Jimin dudó ante el pedido. Un solo segundo dudó, porque al siguiente, como respuesta, abrió sus piernas y estiró sus brazos abriendo y cerrando sus manitas de cachorro, convocando al Épsilon hacia su pecho para que se acostara sobre él.

Un segundo, fue también lo que le duró la ropa puesta, Jungkook lo desnudó de un solo tirón, comió la boca húmeda que sabía a hierbas y con la lengua recogió cada miguita de pan diseminada por su cuello.

—Eres tan hermoso, Jimin, tan perfecto.

—No soy perfecto.

—Claro que sí, si pudieras verte como te veo.

Él le pasó la mano a lo largo de su cuerpo, del cuello a la entrepierna, a los muslos. Cada caricia despertaba aún más el sexo del Blanco que latía pidiendo atencion.
Jungkook ya reconocía las reacciones de Jimin ante su toque.
Bajó sus dedos y coronó su entrada rosada que ya estaba lubricada y deseosa.
Le encantaba entrar despacio y observar su rostro.

—¿Te tocabas cuando estabas solo?

Jimin no contestaba, él quería seguir sintiendo lo que sentía.

—Dime, bebé, quiero saber.

—Sí —contestó en un jadeo— hace unos días, pensando en ti.

Jungkook sintió su miembro crecer brutal frente al pensamiento.

—Muéstrame.

—No.

—Hazlo —El gruñido, pasó de ser un pedido a ser exigencia y eso a Jimin, benditas sean las exigencias de su hombre, lo ponían duro y feroz.

Quería verlo gozar, quería ver ese rostro lleno de placer cuando sus manos pequeñas se llenaran de lubricación Omega y se masturbara frente a él, sin pudor y sin modestia.

Jimin lo hizo, porque lo que tenía de tímido le sobraba en desenfado y descaro.

Se tocó sin dejar de mirarlo, balbuceando palabras inconexas.
Jungkook estaba en éxtasis, ese cuerpo sudado era suyo, esas manos eran suyas, esa furiosa erección, todo Jimin era suyo, él estaba loco, de vez en cuando bajaba hasta esas manos que hacían el obsceno trabajo subiendo y bajando y se comía las gotas que se escapaban entre fricción y fricción.

—Jungkook, todo esto es por ti —Jimin sabía cómo tentarlo.

—... Me vas a matar.

Le retiró las manos y él se encargó del resto, ajustó la presión, apresuró el ritmo y cuando estalló, Jungkook se metió el sexo de Jimin en la boca y devoró el orgasmo más delicioso del mundo.

Esa boca llena de crema besó al del Omega y la dejó fluir entre los labios de ambos. Con las manos la dispersó por el pecho de Jimin y se detuvo en cada pedazo de piel para volver a comer.

—¿Todo eso fue por mí? ¿Esta delicia es para mí?

—Sí...

—Te comí todo —Su respiración agitada y sus movimientos de cadera contra la pelvis de su nene le aseguraban que se venía la embestida de su vida.

JK lo giró, lo puso de rodillas y se metió en él como a Jimin le gustaba… sin piedad.
Fue hermoso, fuerte, por momentos violento pero definitivamente sublime.
Su orgasmo se construyó lentamente y se descargó con tan furiosa corrida que Jimin pudo sentirla cálida y salvaje llenando su interior. El Épsilon gruñó como fiera salvaje y mordió el cuello del Omega abriendo nuevamente la marca qué sangro a mares.

Cuando sus respiraciones agitadas retomaron la tranquilidad y antes de caer en sueño profundo, JK lamió la herida del cuello para cicatrizar la lesión con su saliva.
Se levantó silencioso, caminó hasta el río que bordeaba las ruinas, trajo agua que calentó en la fogata, aseó primero a Jimin y luego se limpió él.

Jimin, limpito y complacido, se acurrucó en el nido con intenciones de dormir.  Jungkook cuidó su sueño y dos horas después lo despertó.

Había llegado el momento de enfrentar a la manada.








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