17 | Con un beso de amor
El Nekmit pasó y dio lugar a que la cordura humana hiciera acto de presencia. Eso, hasta cierto punto, porque ninguno de los dos parecía muy cuerdo cuando, casi rabiosamente, se hacían el amor.
Para Jimin el descubrimiento de amarse en estado animal fue lo más poderoso que le pasó en la vida. No daba crédito a lo que habían hecho y cómo se había sentido. Ese enorme animal entre sus piernas, dentro de él, llenando cada intersticio de su cuerpo con sus sustancias lobunas, lo transportó a un éxtasis profundo, como si hubiera experimentado algo divino.
Cada aullido, cada mordida, beso, gruñido, embestida, cada estallido, todo, todo fue perfecto. Todas las piezas de este puzzle encajaron a la perfección.
Ellos, juntos, eran perfectos.
Desde su nacimiento siempre supo que su lobo había sido ungido por algo superior para que él diera camadas perfectas junto a otro Alfa perfecto. Pero él acababa de darle la espalda a ese designio al unirse en carne y alma con un Épsilon.
Nada le importaba menos que haber desobedecido, él y su lobo sabían que Jungkook había nacido para ser suyo. Y aquí estaban desnudos, amándose y eligiéndose una y otra vez en cada beso.
Cuando el nudo bajó, Jungkook abrazó a su Omega por detrás e hizo cucharita cruzando su pierna por encima de su cuerpo.
—Me anudaste —comentó un Jimin somnoliento.
—Y volveré a hacerlo en contados minutos, así que, bebé, descansa y retoma fuerzas.
Jimin gimoteó y giró para quedar frente con frente.
—¿Ya sabes que te amo?
—No, Jimin. Nunca me lo has dicho.
—Llevo tres días entre tus piernas, diciéndote que te amo.
—No cuentan esas veces, ya sabe-e-s —Un delicioso beso mojado le impidió seguir hablando. Jimin con su boca sobre la boca de Jungkook le dijo mil veces, te amo.
—Para que no te queden dudas…
Jungkook lo volteó y quedó con Jimin bajo su cuerpo, el beso se hizo profundo y el ciclo erótico de sexo, semen, saliva y nudo, tal como JK se lo había advertido, inició una vez más. Jimin no iba a cansarse jamás de este Épsilon insaciable.
Un ruido cercano los sacó de la burbuja en la que estaban. Sus corazones latieron fuerte y se pusieron en guardia. Rápidamente se vistieron con lo que hallaron de sus prendas diseminadas por cualquier lado, y se ocultaron tras el altar de piedra. El mismo sobre el que durante tres días con sus noches ellos se han amado de todas las maneras posibles.
Era casi una certeza que los Omelas saldrían a darles caza a él por osar tocar a su Omega sagrado y más tarde a Jimin para que de una vez por todas, el maldito doncel sagrado, les diera los benditos cachorros con los que asegurarían su continuidad como especie.
Jungkook lo tomó de la mano y lo pegó a su cuerpo.
—Pase lo que pase, tú corres, te vas de aquí.
—No.
—Jimin, no me contradigas. Tomas a Pecosa y te vas volando.
Jimin no contestaba y Jungkook sabía que el espíritu rebelde de Jimin lo llevaría a no cumplir con lo que él le estaba pidiendo.
—Jimin, mírame —Le tomó el mentón para hacer que lo mirara— no es una orden, solo te estoy pidiendo que tomes distancia para sentirme tranquilo de que estás a salvo.
—¿Si me voy podrás defenderte mejor?
—Sí, me quedaré tranquilo de que no van a tomarte...
—Sí, ahora entiendo, podrás cuidarte mejor y no estar pendiente de mí. Lo haré, mi amor, confía en mí.
Al parecer había sido una falsa alarma pero de todas maneras ellos, a partir de ahora debían andar con mil ojos.
Habían desobedecido a la manada, y eso en cualquier clan, no importa la casta, se paga caro.
—Huyamos. Jungkook, huyamos. Llévame lejos de aquí. No corramos riesgos innecesarios.
—¿Crees que es lo mejor?
—Sí, es lo mejor.
—Está bien, cuando caiga la noche y la negrura sea nuestra cómplice, abandonaremos este lugar, Jimin, para siempre.
Pero Jimin no se iría sin antes despedirse de su hermano. Y aunque a Jungkook le pareció un desatino, no le quedó más opción que acceder a las demandantes exigencias de su valiente Omega y confío en él porque conocía de sobra sus habilidades y sus capacidades para cuidarse, escabullirse y andar como una sombra sin ser notado.
Por su parte, él también iría a despedirse de Yoongi y a tratar de cerrar en buenos términos aquella amistad que los unió desde cachorros.
Con un beso de amor, Omega y Epsilon se despidieron y hacia rumbos opuestos partieron con la firme promesa de regresar a los brazos del otro antes de que la noche cayera.
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