Jimin corrió hasta el establo y sacó a Pecosa de su corral, con la perfecta coordinación con la que él realizaba cada movimiento, dio un salto y se subió suavemente sobre el lomo de la potra aferrándose con sus piernas fuertes al cuerpo y con sus manos expertas a las crines del animal.
Con un grito de emoción y un movimiento brusco, Jimin la espoleó con sus talones y Pecosa salió disparada cuál saeta. Corrió y corrió deseando que el olor del Épsilon le llegara a sus sentidos que se habían activado para la ocasión.
En el sector norte donde siempre se habían encontrado no estaba, giró a Pecosa y cambió el rumbo, se dirigió al sur, a las ruinas del Templo de la Luna. Exactamente donde Jungkook ayer le había confesado lo peor y lo mejor de su vida.
Llegó extenuado, saltó del caballo y antes de ingresar al templo, la estela dorada y resinosa del ámbar de su Épsilon le llenó los pulmones. Estaba allí, lo había encontrado.

—¡Jungkook! ¡Jungkook!

Solo se detuvo cuando lo vio parado al final del atrio. Su hombre, inmenso, infinito…

Corrió y se detuvo frente a él con la respiración agitada y los ojos con lágrimas.

—Jimin…

—Jungkook —Jimin le jadeó bajito—Dilo.

Jungkook lo miró confundido.

—¿Qué diga que?

—Dime que, eres tú… Jungkook.

—Ese soy yo —pronunció y sonrió.

Se quedaron en silencio y se observaron por los más hermosos tres segundos que aguantaron sin arrojarse a la boca del otro y devorarse sin respirar.

La lengua de Jungkook invadió la boca de Jimin reclamando por ese territorio que consideraba propio. Nadie había tocado esos labios ni antes ni después que él, él era el dueño de esa boca insolente que le suplicaba más.
Él fue su primer beso y como que el sol existe, que él sería quién le diera el último.

Sus manos fuertes se aferraron a su cintura y levantó su camisa por encima de sus hombros para quitársela, quería ver su pecho desnudo y acariciar el corazón violeta que lo llevó hasta él.

Allí estaba, bello y latiendo en púrpura. Lo besó, lamió la piel que lo recubría y regresó sus ojos redondos a Jimin.

—Gracias —Le dijo en silencio.

—¿Por qué?

—Por regresar a mí.

—Te amo, mi Épsilon, siempre regresaré a ti.

Jimin hizo una mueca de fastidio e intentó quitarse el collar antimordidas pero JK lo detuvo.

—¿Recuerdas cuando te dije que sería yo quién te quitaría esta mierda del cuello?

—Lo recuerdo.

—Aún no es el momento…

Lo alzó y lo sentó a horcajadas sobre su pelvis, presionó su cuerpo contra el de Jimin y caminó hasta el altar en el que ayer estuvo casi a segundos de hacer lo que hoy haría así se viniera el mundo abajo.

Le importaba una mierda que fuera un lugar sagrado, él estaba a punto de profanar carnes benditas con sus secreciones paganas y se sentía indómito, salvaje.
Iba a llenar el sacrosanto útero del Omega que ama con su leche pecadora que en su semilla lleva la memoria viva de una manada casi extinta y su aullido rebotó en cada recodo del Templo. 

Si la luna, el sol y hasta el jodido cielo se oponían al amor que se tenían, él les daría pelea, pero no hoy, cualquier cosa podía esperar, porque en cuestión de minutos Jimin llevaría su marca por los siglos de los siglos.

Se quitó su ropa y quitó la del Omega.

Bajo la tenue luz de la luna que se filtraba por las ruinas de un cielorraso inexistente, Jimin desnudo y con la boca entreabierta parecía un ángel irreal.

Le desprendió el collar.

Recostado sobre la piedra de sacrificios, su piel blanca competía en la suavidad con sus curvas y la delicadeza de sus facciones. Él le hizo llevar las rodillas al pecho y le abrió más las piernas, se quedó embobado mirándolo sin dar crédito a lo que veía…  pies descalzos con sus pequeños dedos ligeramente curvados hacia adentro, una erección que lloraba miel blanca y su entrada lubricada…

—Joder, Jimin…

Jungkook sabía que esta criatura sería su perdición, él estaba absolutamente seguro que sería capaz entregar su vida si el ángel se lo quisiera llevar al infierno…
Quería ser suave, quería cuidarlo y que él recordara su primera vez como un momento sublime y sin dolor pero Jimin no tenía eso en mente.

—No me tengas piedad, Jungkook…

Una sola frase entre gemidos y fue suficiente para que él retirara los tres dedos con que lo penetraba para embeber su miembro con los fluidos del Omega y meterse en él con jadeos y la fuerza de un animal salvaje.
Lo embistió tan fuerte que pensó que lo rompería pero Jimin respondía a los embates con un gruñido de placer que lo incitaba a más… Se mecía tan rico, tan delicioso, se autopenetraba contra él como si estuviera montando a su potra.

—Jimin… —Ajustó la mano tatuada a su cuello— Jimin, me vengo.

—Lléname, koo —suplicó.

—Tu cuello… ¿Me das tu cuello? Quiero marcarte.

—Soy tuyo, amor, hazlo…

Jungkook desgarró tan profundo la garganta del Omega que provocó que Jimin, en total estado de sumisión, se viniera con un orgasmo feroz, floral.

Ya estaba hecho. El lazo estaba creado. Se habían unido para siempre.
Sea lo que fuera que la manada quisiera hacer con ellos, no podían ir en contra de dos lobos destinados.

El mundo a su alrededor desapareció, solo quedaron sus cuerpos enlazados, sus respiraciones entrecortadas y el pacto de sangre que desde ahora, los uniría de por vida.

Qué no se les vaya la "calidez", mis amoras, se viene otro encuentro...

Solo advierto que tienen que tener la mente abierta, porque va ser "distinto"...

¡Open mind!!

Si son de las/os que le gustan las escenas "diversas"... Preparen cuchillo y tenedor porque les tengo carne sabrosa...

Si quieren, regresen y revisen el apartado "Antes de iniciar", ahí les conté un poquito sobre esto que viene....

Las saranghaeo muuuchooo
Lola Caracola 🐌 🧉