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Capítulo 07

Verdad. Una palabra tan poderosa. Más dolorosa y devastadora que cualquier arma.

En ocasiones, el corte de un cuchillo puede doler menos que una verdad, a la que no estás preparado para soportar. Y a veces, una verdad se vuelve más pesada que un rascacielos para mantenerla oculta a cuestas sobre tus hombros. También una verdad puede liberarte de cientos de culpas, como puede traerte el peor momento de tu vida en un par de segundos dicha.

La verdad, es difícil de confesarla cuando hay miles de cosas de por medio. Sentimientos, familia, amor. Se vuelve tan difícil aceptar que esa palabra te arrastrará junto con ella hasta el punto más elevado, o el abismo más profundo.

En mi caso... me siento en medio de ambos.

Tan libre por decirla, tan herido por sus consecuencias. Un poco más muerto de lo que he estado los últimos veintidós años. Quizá, sea la última vez que lo haya visto, así es como me recordará. Un tonto mentiroso y disparatado que habla sobre vidas pasadas y fantasiosas. Posiblemente sea mejor. No quiero más de esto, no quiero humillarme, no lo buscaré, no suplicaré. Me esforcé, lo intenté y fallé. No habrá más eso. Él decidió no creerme, él decidió huir antes que escuchar. Estoy cansando. Tal vez es momento de cerrar este ciclo. Uno que ha sido demasiado largo para los dos. Y que lamentablemente continuará hasta ambos muramos.

Cerré la puerta una vez llegué a mi departamento, tiré el paraguas y una pequeña maleta de mano en el armario tras la entrada. No quise viajar de regreso con todo lo que llevé. Mi ropa y demás cosas se quedaron en la casa al igual que las de él. Ni siquiera tuvo el valor de volver por ellas. No lo culpo, tampoco lo hice. Solo subí al primer tren de regreso luego de un par de días metido en los bares de Highgate. Lo gracioso o estúpido era que sin importar cuanto bebí, ninguna botella se llevó mi cordura. Aún debía arreglar varias cosas antes de hacer algo, que estuve pensando durante el viaje de regreso a Londres. Lo primero que haré será despedirme para siempre de Seokjin. Le diré mi verdad y después me iré. Es lo mejor.

Busqué mi teléfono al escucharlo sonar. Sonreí irónico al pensar que podría ser un mensaje de él pero no fue así. Era Mingyu, pidiendo verme en cuanto estuviera en la cuidad pero ni siquiera le avisé que ya estaba aquí, ni que le había confesado todo a YoonGi. Vaya desastre en lo que terminó.

Respondí que lo vería más tarde en su edificio y abandoné el aparato a su suerte mientras me levantaba para tomar un baño rápido. Tal vez estaba exagerando pero por alguna razón, me sentía débil, desganado. La energía y euforia luego de haber ingerido la vida de aquel tipo había pasado como el efecto de una droga. Tan sólo esperaba no recaer y que mi autocontrol no volviera a flaquear.

...

Para casi el final del día, cuando el sol estaba más bajo, emprendí mi camino a la casa de mi hermano, no quise avisarle, ni preocuparlo anticipando mi visita. Estaba seguro de que aún con los años encima, seguiría siendo el mismo de antes, preocupándose y alterándose por cualquier cosa como cuando eramos jóvenes.

Al llegar y tocar a su puerta, fue Namjoon quien abrió. Con aquella sonrisa y mirada amigable de siempre. Aún recuerdo sus dulces intentos por cortejarme, y lo inmaduro que fui al principio tratándole mal. El saludó cordial mientras se hacía a un lado, invitándome a pasar.

— Jihoon. Adelante. —dijo. — No te había visto estos días, ¿que tal tus vacaciones? —preguntó.

— Bien, supongo. —hablé bajo y distraído. — ¿Se encuentra mi tío Seokjin? —le pregunté también. — Necesito, hablar con él. —añadí.

— Oh, sí. Él está en su despacho ahora. Le avisaré que lo buscas...

— No. —interrumpí, alcanzando a sujetar la manga de su camisa. El me miró sin comprender. — Ah, yo, ¿podría pasar? Por favor.

— Bueno, lo que pasa es que ahora está en medio de una sesión con...

Namjoon estaba por continuar cuando la puerta del despacho se abrió frente a nosotros. Seokjin mantenía la mano en la perilla mientras YoonGi salía. Me sorprendí a verlo aquí pero sin duda, más sorprendido estaba él al mirarme. Su gesto se apretó con disgusto y ni siquiera intentó ocultarlo.

— Con permiso. —le dijo a Seokjin y Namjoon solamente.

Sus ojos no volvieron a mirarme mientras pasaba por mi lado en dirección a la puerta. Me odia. Lo sé. No hacía falta escuchar sus pensamientos o algún poder para darse cuenta. Incluso mi hermano lo notó. La frialdad en su mirada y su aversión al repelerme lo hacían tan evidente.

— ¿Jihoon? Cariño, ¿estás bien? —preguntó Seokjin. Asentí.

— ¿Podemos hablar? —susurré.

— Yo, les prepararé un par de tés. —añadió amable Namjoon para aligerar el ambiente.

Él se fue mientras Seokjin me daba paso hacía su despacho y cerraba la puerta a mis espaldas.

— ¿Todo bien entre ustedes? —dijo intuitivo.

Habría reído por lo maravilloso que era mi hermano para deducir cosas sin que alguien se las dijera. Ese siempre había sido su don.

— No... A decir verdad. Está peor que muy mal. —intenté bromear.

Seokjin me miró con empatía pero no preguntó más por ello. Supongo que si YoonGi estaba aquí es porque había estado hablando con mi hermano como psicólogo. Moría de ganas por hurgar en su mente y saber lo que hablaron pero no lo hice.

— Sientate. ¿En que puedo ayudarte. —dijo amable.

Observé detenidamente alrededor. Había estado algunas veces más en su casa pero no había entrado a su despacho. Me distraje en todas las fotografías sobre la chimenea y la misma pared del lado derecho. Había fotografías tan antiguas que llamaron mi atención. Caminé hacia ellas para ver mejor. Había una en especial que hacia mucho no veía. Una de nuestros padres. Casi veinticinco años habían pasado desde la última vez juntos. Los extrañaba tanto aún. También había una fotografía de nosotros dos, un pequeño Seokjin y un más pequeño Jimin a su lado felizmente en su fiesta de cumpleaños número nueve. Sonreí sin poder evitarlo. Seokjin se acercó a mi lado.

— Eres tan parecido a mi hermano. —susurró mientras me miraba. Mis ojos volcaron hacia los suyos y después él miró también la fotografía. — Lo extraño. —dijo casi para si mismo, pero obviamente lo escuché.

— Yo también, te extrañé Jinnie. —susurré mirándole. Él volteó a verme con expresión confusa en el rostro.

— ¿Q-que dijiste? —inquirió balbuceante.

Pude escuchar el impulso en su corazón al escucharme decir su nombre como solía hacerlo con cariño. Me paré de frente, tomándole las manos y mirándole a los ojos. Era hora.

— Me has hecho tanta falta todo este tiempo hermano. No sabes cuánto. —confesé. Mis ojos se nublaron sin poder evitarlo. Seokjin soltó mis manos y dio un paso atrás. No, tú no...

— Querido, ¿has estado tomando? ¿Te sientes bien? —el acercó el dorso de su mano a mi frente, frunció el ceño y luego repitió la acción en mis mejillas. — Estás helado, pero no tienes fiebre. Llamaré a mi doctor, el te ayudara. —dijo yendo hacía su escritorio y alcanzando el teléfono para comenzar a marcar.

Uno más que pensaba que estaba enfermo. Debía demostrarle. Giré de nuevo hacía las fotografías.

— Todavía recuerdo ese día. —murmuré señalando la fotografía que admiraba hace unos minutos. — Me golpeé la boca usando los patines que papá nos regaló por mi cumpleaños. —volteé a ver a Seokjin, quién callado mantenía la bocina del teléfono entre su hombro y cuello. — ¿Lo recuerdas tú? —le pregunté.

Pude escuchar el agitado pulso subiendo. Él no me miraba directamente, miraba hacia abajo, silente. Estaba escuchándome. Decidí continuar.

— Mamá y tú me advirtieron del pasto crecido del jardín y no los escuché...

— Caíste porque el pasto se enredó en las llantas y te golpeaste con la banca de madera. Tu diente se salió de lugar. —continuó con la mirada perdida.

Caminé hasta él y entonces me miró. Sin embargo, había algo de temor en sus ojos cuándo colgó el teléfono y se hizo para atrás.

— No. N-no puedes ser él... Tu no puedes ser mi hermano. ¿Cómo sabes todo eso? —se altero. Si alzaba la voz atraería la atención de todos en la casa. — ¡¿Cómo puedes saberlo tú?!

— Porque soy yo, Jinnie. Soy tu hermanito. Soy Jimin...

— No, eso no puede ser, no digas tonterías, es imposible.

— Jinnie...

— No... —se reusó.

— Jin mirame. —le pedí. Cambié mi apariencia frente a sus ojos. Sus expresión parecía aterrorizada.

— ¿Ji-jimin? —vaciló, negando después con su cabeza como si se obligara a desaparecer su duda. — No, no cierto.

— Jinnie...

— ¡No me llames así! —dijo tapándose los oídos con sus manos. Comenzó a respirar irregularmente. No, no rayos no... Le estaba dando uno de esos ataques de pánico que solían darle.

— Seokjin calma, por favor. Respira. —intenté acercarme nuevamente pero me lo negó.

— Aleja-te... Mi... Mi inha-dor ... —balbuceó entrecortado. Él buscó entre los cajones de su escritorio.

— Jinnie por favor tranquilizate... —volví a acercarme pero esta vez me empujó.

— ¡VETE! ¡Sal de aquí! —gritó esta vez.

—¿Qué está pasando ahí? ¿Jin? —se escuchó la voz de Namjoon fuera del despacho. 

Lo arruiné también. Maldita sea, lo arruiné.

No tengo más opción. Dejaré todo como estaba. No quiero dañarlo, ni a su estabilidad emocional. Me acerqué contra su voluntad y sujeté ambos lados de su rostro con mis manos, mirándole a los ojos.

— ¡No! —forcejeó.

— Jinnie, por favor mirame. —susurré. Odiaba tener que hacer esto. Sus pupilas se dilataron y dejó de luchar para que lo soltase. — Te amo. Te extraño. —el nudo en mi garganta se apretó. — Lamento haberme ido, lamento haberte mentido... Soy algo te asustaría. Perdoname por haberte ilusionado, por regresar a tu vida. No debí hacerlo. Estarías mejor, sabiendo que no volveré...

Namjoon volvió a tocar la puerta, preguntando si todo estaba bien. Debía apresurarme.  Acaricié el rostro de mi hermano mayor, y dejé un beso sobre su frente.

— No me dejes... —susurró. Sequé las lágrimas que resbalaron por sus mejillas.

— Nunca lo haré. Pero no debes pensar más en mi. A partir de hoy... Recordarás lo siguiente...

— No... —balbuceó sujetando mis manos. Por su bien, era lo mejor.

— También morí Seokjin. En el accidente, también morí. Te quedaste solo, y saliste adelante...  Porque eres fuerte. —mis lágrimas cayeron. — Olvidarás todo lo que sucedió y solo recordarás como conociste a Namjoon. Recordarás la felicidad que te ha dado tu hijo y tu esposo. Tu única familia. Yo no estaré ahí, nunca estuve. Y estarás bien. —le sonreí al terminar. Su expresión era neutra, sin emociones ya.

Solté su rostro y él se quedó inmóvil sobre el asiento. Me dirigí a la puerta y abrí. Namjoon miraba confundido y preocupado hacia el interior, alcanzando a ver a Seokjin en su estado de trance. Hice lo mismo con él, borré recuerdos de mi de su mente, cambié la historia que conocían por una nueva. Una en la que yo no estuviera. Y partí de ahí antes de arrepentirme. Aún faltaba Jungkook, pero él no se encontraba en la ciudad, debía ir a buscarlo pero eso sería luego de ver a, Mingyu.

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MIN∆BRIL

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