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Capítulo 06

Gritos, gritos dolorosos. Terror, miedo, tristeza, desolación. Sentimientos de culpa, un grave pecado. Asesinato. Su mirada, esos ojos brillando con llanto y pavor. Su pequeño cuerpo estremeciéndose, temblando incontenible. ¿Quién era ella? ¿Es este mi sueño? Miro mis manos, están manchadas de sangre. Pero... No son las mías... No lo son. Por la esquina del ojo alcanzo a ver como la pequeña huye aterrorizada.

— ¡Espera! —le grité. Pero una vez más, no era mi voz.

Miré alrededor con detenimiento. Era la casa, nuestra casa hundida en tinieblas. La noche cubría cada lugar pero aún así podía reconocerla. ¿Qué había sucedido? Las remodelaciones no estaban, todo lucía exactamente como en el pasado. Me levanté del suelo e intenté salir de la habitación, sin embargo en medio de la oscuridad tropecé con algo antes de llegar a la puerta. Un cuerpo. Una mujer.

Casi caigo al observándola allí tirada. Mi cabeza comenzó a dar vueltas, de pronto todo el lugar parecía moverse sin detenerse. La habitación parecía desmoronarse y la sensación de sofocación me invadió. Gatee fuera y me arrojé hacia el pasillo mientras mientras la habitación se desvanecía siendo engullida en vórtice tenebroso en el lugar de la puerta. Esto era un sueño, no me cabía duda.

Me levanté nuevamente, respirando con dificultad, arrastrando mis dedos, palpando por toda la pared mientras avanzaba. Todo se encontraba en el mismo sitio que la primera vez que pisé esta casa. Caminé escaleras abajo, por alguna razón mis piernas se movían solas. La angustia y la culpa persistían. Necesitaba algo, pero no sabía qué. Anduve hasta afuera, el bosque rodeaba cada centímetro, la noche era fría y húmeda pero aún así me adentré en el sin ningún temor. Mis pasos irrumpieron la tranquilidad y el silencio. Mi olfato me guió con mente propia. Un dulce aroma hace mi estómago gruñir y mi boca salivar. Un deja vu. Extrañamente me parecía tan familiar. Corrí hacia él como una abeja atraída por el polen de una flor.

Era ella, la pequeña, su aroma. Podía escuchar sus sollozos, su respiración, la tensión aumentando en sus venas. Estaba asustada. Oculta en la madera hueca de un viejo sauce. Cuando estuve frente a ella, soltó un agudo grito que hizo mis tímpanos doler. Mi reflejo en sus ojos me trajo de golpe a la realidad.

No era yo... En realidad, era YoonGi.

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Desperté de inmediato mirando al techo. El reloj marcaba las dos de la tarde con trece minutos pero la habitación yacía en completa oscuridad gracias a la gruesa persiana y las cortinas. Busqué a YoonGi al instante. A pesar de estar dormido, se removía debido a su pesadilla. Era suya. Su rostro estaba algo aperlado por el sudor y una expresión angustiosa prevalecía. Acerqué mi mano para retirar el cabello de su frente y dejé una caricia para tratar de relajarlo. Solo así pudo olvidar su mal sueño y continuar durmiendo. ¿Que había sido eso? ¿Solo un sueño? ¿Una simple pesadilla?

Se sentía tan real, tan vívida, que parecía más un recuerdo. La sensación de angustia punzaba fuertemente, incapaz de esfumarse. Si tan solo me contara. Hasta ahora no habíamos tenido una charla demasiado profunda como para saber de su entorno. ¿Cómo saberlo entonces sin meterme en su cerebro como un fisgón?

Jungkook...

La respuesta saltó frente a mi como una bendición luminosa. ¿Quién mejor que él para saberlo? Según sabía, eran buenos amigos desde pequeños y con suerte lograría llenar los espacios vacíos en la vida reciente de YoonGi. Salí de la cama cuidadosamente con la intensión de llamarle. Mi suerte fue buena y descolgó al primer tono.

¿Honnie? ¿Qué pasó primo? ¿Cómo la están pasando? Seguro bien... —indagó insinuante. Reí sin querer.

— Bien, todo genia. ¿Qué tal tus padres. Ah... Mis tíos. —vacilé por un instante.

Muy bien, creo... Creo que están planeando abandonarme ahora que me mude. Se irán de segunda luna de miel sin mi, ¿puedes creerlo? Ah... —suspiró dramático.

— Me parece una buena idea. ¿A donde irán? —pregunté sonriente.

Era bueno saber que se darían un tiempo para ellos. En todos estos años se habían dedicado a sus carreras, empleos y Jungkook. Unas vacaciones no les vendrían mal.

No lo sé exactamente. Escuché que tal vez a América. A papá le gustaría darle una sorpresa y visitar a tu padre. Pero... Shh... ¡No le vayas a decir! —me contó.

¿Qué? ¿Jin sabía dónde es que estaba supuestamente? ¿Cómo? Rayos... Él quería verme. No podía ir a buscarme a un lugar en el que no estaba. Era demasiado bajo jugar con sus sentimientos. Debía hacer que Mingyu lo evitara. Seokjin no podía ir a buscarme.

¿Honnie? ¿Sigues ahí?

— Uh... Si, si. —balbucee distraído.

¿Solo llamabas para eso? —indagó. Su tono de voz había cambiado ligeramente a uno más serio. Parecía tan perceptivo como Jin.

— No... No en realidad. —confesé, moviéndome de lugar. — A decir verdad, quería hablar sobre, YoonGi. —susurré.

¿Qué te hizo ese zoquete? Dime y le arranco los zarcillos de la oreja... —dramatizó de nuevo. Reí.

— No, no es nada de eso, no te preocupes. Es solo... Solo quería preguntarte algo.

Claro. Pregunta. —dijo. Traté de buscar la mejor pregunta. Una que no levantara demasiadas sospechas.

— Bueno... Él, ha estado algo inquieto al dormir. Me preguntaba, si me podrías contar sobre ello...

A él no le gusta hablar sobre eso. —me interrumpió Jungkook.

— ¿Por qué? —quise saber.

Verás... No le digas que yo te conté, ¿de acuerdo? Si sabe que se lo dije a alguien seguro me despelleja vivo. —murmuró. Asentí a pesar de saber que no podía verme. — Él, desde pequeños sufre algunos terrores nocturnos, como pesadillas. No es algo de lo que hable mucho, pero sé que son fuertes, porque se avergonzaba de quedarse a dormir en mi casa. No importa cuántas veces lo invité, él se negaba a hacerlo.

— ¿Una especie de trauma?

Él dice que no. Pero quizá sea por que perdió a su madre al nacer él. Ah... Él debería contarte eso, no yo. —dijo.

Tenía razón. Pero al menos ahora tenía una idea más clara de la situación. Iba a despedirme de Jungkook cuando unos brazos me rodearon y un tibio beso cayó en mi hombro.

— ¿Con quién hablas? —preguntó. Con su voz enronquecida al acabar de despertar. Ni siquiera lo escuché levantarse. Me tomó por sorpresa.

— Uh... Jungkook. —murmuré. Casi de inmediato dejó salir un corto e inconsciente bufido. Reí.

— ¿Qué haces molestando tan temprano eh? —habló hacia la bocina del teléfono.

¿Temprano? ¡Pero si pasa del medio día vago! —le retó.

YoonGi rió, abrazándome más fuerte. Luego de unos minutos insultándose sin sentido nos despedimos para volver a nuestro mundo. Uno en el que los besos se servían con el desayuno, justo a un lado del jugo de naranja y la tostada francesa. El tiempo no era un inconveniente, sin embargo en ciertos ámbitos importaba. Como el, ¿cómo haría que Seokjin desistiera de su infructuosa búsqueda? Sabía que nada, o poco menos que nada valdría lo suficiente para hacerlo cambiar de idea. Y con YoonGi, aunque todo estuviera saliendo de maravilla, había ciertos huecos sin llenar. Sus pesadillas me preocupaban. Probablemente esa no fuera la peor de todas. Me preocupaba cuanta sangre y angustia podría estar soportando. Pero quiero, necesito que él me lo diga de su propia boca. Si estos son sus recuerdos, quiero ayudarlo a afrontarlo. Estoy muy consciente de que será muy difícil comprender, pero deberá hacerlo. Él debe comenzar a recordar.

— ¿Dormiste bien? —pregunté, tratando de comenzar neutral.

Bebí un trago de jugo. Realmente me sentía asqueado y malditamente lleno. Como si hubiera comido a reventar. Me costaría demasiado deshacerme de mi "cena" de anoche. Él limpió sus labios con la servilleta, terminando de comer su desayuno.

— Caí como una piedra. Realmente, no recuerdo ni cómo, ni cuando llegamos anoche. —mencionó, ligeramente asombrado y confundido.

Era lógico. Me inmiscui en su mente y quién sabe cuanto pude haber dañado con la euforia del momento. Jamás había usado tan deliberadamente mis dones en alguien.

— ¿Nada? ¿No recuerdas nada?

— No. —aseguró, bebiendo un sorbo de su jugo. Que bueno. — Bueno... Sí. —añadió después. Lo miré de inmediato. — Recuerdo cuando bailamos y... Ese idiota... Agh. También cuando salimos, después nada más.

— Esta bien, no te preocupes. Bebimos de más, por eso no recuerdas mucho. —le aseguré. Él asintió y entonces lo vi levantarse e ir por algo a su chaqueta. Alcancé a ver un pequeño frasco con una etiqueta naranja. ¿Prescripción? — Puedo preguntar, ¿para que son? —indagué.

Él me miró desde donde estaba y luego desvió la mirada pensativo. ¿Dudaba confiar en mi? Él se encogió de hombros restándole importancia mientras regresaba al comedor.

— Son, ansiolíticos. —dijo finalmente. Sentándose frente a mi y poniéndolos sobre la mesa.

— ¿Ansiolíticos? ¿Para qué?

— Los tomo desde los trece. Son para calmar mis nervios, o poder dormir tranquilo. Los tomo a diario, solo que ayer olvidé tomarlas.

— Pero dijiste que dormiste bien anoche.

— Mejor que nunca... Ninguna pesadilla me atormentó... —susurró lo último para si mismo, como esperando que no lo escuchara. Triste para él, ya que lo hice y ahora tenía la excusa perfecta para anclar en el tema.

— ¿Sufres pesadillas?

— ... Desde pequeño. —él rascó tras su oreja. Un gesto muy claro de duda, pero aún así continuó. — Mi psiquiatra dice, que sufro terrores nocturnos debido al estrés desde el parto de mi madre. Hemos hecho incluso práctica de regresiones. —el rió incrédulo. — El dijo que tal vez en mi vida pasada fui una especie de guerrero o soldado.

— ¿Por qué piensa eso?

— Mis pesadillas... Son realmente perturbadoras. No querrás saber. —aseguró.

— Me gustaría ayudarte. ¿No confías en mi? —él me miró casi indignado.

— ... Ciegamente.

— Entonces cuéntamelo. Quiero ser tu apoyo, en buenos y malos tiempos. —puse mi mano sobre la suya y él hizo una sonrisa que más pareció una mueca dudosa antes de respirar profundo.

— En... En mis pesadillas siempre hay gente muerta, voces y sombras. Siento, que yo soy el responsable de todas esas muertes. Mi consciencia es atormentada como si cargara con el peso de todas ellas. Tengo la sensación culpable, de que yo lo hice. Que yo acabé con todas esas personas, yo las maté. La sangre en mis manos no se borra, el color, su aroma, persiste. Y lo peor de todo, es esta imagen de sangre infinita. Me provoca ansiedad. Me da miedo. —hizo una pausa para frotar sus ojos y alejar el cabello de su frente. — Me horroriza, sentirme tranquilo entre ella. Tengo serios problemas, ¿cierto? —pronunció débil y oscuramente.

— En absoluto. Creo que muchos guardamos con algunos estigmas. Secretos que solo pueden ser nuestros, porque los demás pueden no estar listos para escucharlos. —murmuré con reticencia. Yo vivía atrapado en una mentira constante.

— ¿Tu tienes secretos? —preguntó. Lo miré a los ojos un par de segundos antes de que el peso de mis engaños me hicieran bajar la mirada.

— Los tengo. —susurré.

Grandes secretos. Grandes mentiras. Era un gran mentiroso. Le miento a todos los que amo para mantenerlos a salvo en su ignorancia. Debía mentirles por su bienestar. ¿Pero cuánto duraría esa farsa? ¿Cuánto tiempo tardaría YoonGi en darse cuenta de que no era como él? Que no podré salir de día a su lado y disfrutar de una cita como todas las parejas normales. De que no envejeceré ni maduraré físicamente para dejar de parecer un chico de dieciocho. ¿Cuánto tardaría en darse cuenta que no soy normal? La respuesta era obvia: demasiado pronto.

— ¿Me haz mentido en algo? —inquirió. Volví a mirarlo más decidido que nunca. Era tiempo. Debía comenzar a hablar ahora, antes de arrepentirme.

— Lo he hecho. —confesé. Él me miró serio, pero después sonrió y le restó importancia de nuevo.

— ¿En que podrías haber mentido? —me preguntó con humor, mientras recargaba su rostro entre sus manos. — Cuentame. ¿Tu cabello no es natural? Creo que eso ya lo sabía. —dijo burlón. Reí sin gracia. Lo estaba tomando demasiado a la ligera. Quisiera saber, ¿que haría con la verdad?

— Mentí... Con mi edad. —susurré.

— Me lo temí. —dijo. Levanté una ceja en su dirección, interrogante por su deducción. — Luces más joven para ser un universitario graduado. —murmuró socarrón. Buen punto.

— ¿Qué pasaría si te dijera que te he mentido en todo? —declaré en un susurro. Su sonrisa titubeó.

— ¿Como en qué? —dijo más serio. Era ahora o nunca me atrevería.

— Mi nombre no es Jihoon. Mi nombre es Park Jimin. Tengo cuarenta años de edad. Morí y revivi hace veintidós años gracias a una maldición que me obliga a sobrevivir a base de sangre. Tu medico tiene razón, fuiste un soldado en tu vida pasada y fue entonces que te conocí, hace casi ciento cincuenta años. Fingí ser el sobrino de Seokjin pero en realidad soy su hermano. Fingí porque no puedo envejecer. —confesé despacio.

Como era de esperarse, me miró cual fenómeno antes de echarse a reír a carcajadas. Sentí lástima de mi mismo.

— Que buena broma, casi me la creo. Seguro que Jungkook y tú estuvieron planeando hacérmela. Pero no funcionará. Conozco sus trucos. —exclamó mientras limpiaba las lágrimas de risa.

¿Cómo convencerlo de algo tan desconocido y extraño? Detestaba que pensara que se trataba de una broma.

— Mil ochocientos noventa y ocho... —continué. Él dejó de reír de a poco. — Te fuiste. Moriste. Me dejaste por primera vez. —mis lágrimas comenzaron a picar. Hacía tanto que deseaba decirlo. Cuando mi alma al fin despertó, y pude recordar mi vida pasada, no tenía con quién hablarlo. — Fue el mismo año en el que me propusiera ser mi alfa, mi esposo, y padre de nuestros hijos.

— Jihoon, ¿qué estás diciendo? —me interrumpió. — No sé si hayan planeado más pero, no tienes que hacerlo, ¿de acuerdo? Esto es muy extraño. —mencionó. Su expresión de preocupación y confusión lo decía todo.

Él iba a creer que estaba loco y no lo culpo, pero ya no puedo callarlo más. Necesito que lo sepa. Necesito que recuerde.

— Escuchame ahora, ¿puedes? —le pedí. — ¿No te haz preguntado por qué confías tanto en mi?

— Porque te amo...

— ¿Y por que me amas? —lo interrumpí. Él abrió la boca pero ninguna palabra salió. Negó con la cabeza y dejó sus hombros caer.

— Solo lo hago.

— No... Me amas porque soy tu destino. Porque tu alma y la mía se unieron hace más de un siglo. Porque prometimos amarnos más allá de la muerte... —quise tomar su mano pero él la apartó.

— Ya basta... No sé que estés pensando para decir estas cosas, no lo entiendo, pero no es gracioso. Así que basta Jihoon.

— No soy Jihoon, soy Jimin. Tú Jimin. —enfatice. — Tienes que recordarme, tienes que recordar todo lo que hemos vivido. Esperé mucho por ti, esperé a que volvieras... —él se levantó con la intensión de dejarme hablando solo. Corrí a alcanzarlo antes de que entrara a la habitación, pero lo hice tan rápido que lo asuste.

— ¡¿Que rayos?! —él regresó la vista hacia el lugar en el que estaba hace solo dos segundos y luego me miró de vuelta. — ¿Cómo hiciste eso? —inquirió.

No más mentiras.

Usé mi poder para cambiar mi aspecto frente a él. Regresé tal y como era hace veintidós años. Su ojos y su boca se abrieron impactados, pero más que nada confundido. Dio un paso para atrás, alejándose de mi, tropezándose con la mesa de al lado y casi tirando una lámpara. Traté de acercarme pero él levantó su mano para detener mi camino.

— YoonGi...

— Alejate... No te me acerques. —pronunció. Hiriéndome inconscientemente con sus palabras.

— De verdad lo siento. Sé que es muy difícil de entender lo que te diré pero...

— No me digas... —dijo sarcástico. — ¿Qué? ¿Que es esto? ¿Que significa todo esto? ?Qué se supone que eres? ¿Un fenómeno? ¿Ah? —explotó a la defensiva.

— No tienes que hablarme así...

— ¿Cómo quieres que le hable a alguien que de la nada comienza a hacer y decir locuras? —espetó. — Jihoon...

— Jimin. Soy Jimin. —recalque molesto.

¿Por qué reaccionaba de esta forma? Yo creí en él ciegamente. No formulé preguntas respecto a su naturaleza. Fue sencillo confiar. Entonces... ¿Por que no podía ser igual?

— Jimin... —murmuró. Lamió sus labios y llevó su mano a su nuca sobrellevado. — Perdoname, pero no puedo creer en lo que dices... Es suficiente para mi.

— Yo te creí. —lo interrumpí. No pude evitar que sonara como un reproche. — Creí en cada una de tus palabras. Creí en tu amor. Creí en lo que sentía por ti sin ponerlo en dudas. —él me miró en silencio. — Lo nuestro no es algo que se olvide fácilmente. Esperé para poder encontrarte como lo hiciste tu. Me pregunté a mi mismo miles de veces si valdría la pena. Y entonces apareciste donde menos lo esperaba. Pudiste alejarte de mi, pero no lo hiciste. —suspire. No sabía que más decirle. No sabía que debía esperar. ¿Aceptación? — No haré nada que te detenga de hacerlo ahora. —susurré mirándole. Caminé de regreso a la mesa y me deje caer sobre la silla. — Puedes irte cuando quieras. No haré nada para obligarte. Pero si quieres escucharme tendrás que creerme.

No dije nada más. Sentía que me estaba rompiendo por dentro. Pero no debía, no quería obligarlo a quererme o creerme. Si su amor era tan fuerte como lo decía, entonces me escucharía. Me daría el derecho de la duda.

Pero no lo hizo...

Tomó su chaqueta y huyó. Solo pude escuchar el sonido de la puerta antes de quebrarme en mi miseria. Las mentiras siempre terminaban por destruir todo. Odiaba cada maldita mentira. Odiaba mentirle a las personas a las que amo. Se acabó. Todos sabrán que Park Jimin sigue vivo... Todos sabrán sobre el monstruo en el que me convertí.

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MIN∆BRIL

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