Piloto 2
Género: Drama, sobrenatural, suspense (?) toques de horror
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—Buenas noticias, al parecer tu herida se cerró por completo —dijo Abel mientras sostenía gentilmente su brazo derecho y pasaba las yemas de sus dedos sobre la cicatriz larga y rosada.
Caleb le sonrió agradecido y una vez recuperó su brazo, imitó a Abel y pasó la yema de su pulgar izquierdo por la cicatriz. Era extraño, la textura de la herida cerrada le recordaba a la de un texto escrito en lápiz.
—Gracias —finalmente alzó la mirada.
—Sí, sí, no fue nada —respondió Abel, agitando su mano y dándole la espalda para tirar a la basura las vendas manchadas de sangre. Caleb no podía quitar sus pupilas del color rojizo que las cubría. Le sorprendía lo tranquilo que Abel se movía, la expresión casi aburrida en su rostro ovalado, sus movimientos casi elegantes.
Observó en silencio como Abel se miraba los dedos manchados de sangre y murmuraba un "que puto asco" (su frase favorita) y se acercaba a Caleb, extendiendo la mano.
—Súbeme la manga de la chaqueta, anda.
Obedeció sin decir una palabra, doblándolo perfectamente hasta el codo. Luego extendió su otra mano y Caleb repitió la acción. Después de eso, Abel le dio la espalda de nuevo y se dirigió al fregadero para lavarse las manos.
Se le quedó admirando. Sus hombros rectos y algo escuálidos. Su cabello corto y negro. Su chaqueta de franela favorita que Abel solía "tomar prestada".
Quiso pensar que Abel se estaba impregnando de su olor cada vez que la llevaba.
"Demonios, ¿qué me pasa? ¿Por qué soy así?"
Bajó la mirada y se fijó en como los pantalones negros le apretaban el-
Apartó la mirada, asqueado de sí mismo, y sus ojos verdes se posaron nuevamente en la cicatriz de su brazo. Era imposible no fijarse en ella. Era bastante larga, empezaba desde su codo y terminaba cerca de su muñeca.
Recordó como la obtuvo.
"Siempre, siempre, siempre, ¡¡¡SIEMPRE CREES QUE PUEDES HACER LO QUE SE TE DE LA GANA!!!"
Y miró a Abel.
Seguía dándole la espalda, aún lavándose las manos. Se acababa de poner jabón y ahora podía oír como frotaba las palmas de sus manos con fuerza. Como entrecruzaba sus dedos, y el sonido que hacía el jabón cuando era frotado contra la piel.
—Lo que me pasó no estuvo bien —dijo sin pensar.
Quizás lo hizo para ver su reacción. O para convencerse a sí mismo. Pero el punto es que Abel lo oyó y frenó sus movimientos. Permaneció congelado por un par de segundos en los que sólo se oían a lo lejos el motor de los coches al pasar, el agua caer del grifo y el ritmico tic-toc del reloj de la cocina, el cuál estaba pegado a la pared blanca.
Vio como sus hombros se tensaban y como dejaba de respirar en esos breves segundos. Luego retomó la acción y terminó de enjuagarse las manos.
—No, no estuvo bien, no... —murmuró.
Pudo ver como agachaba su cabeza y sus hombros se hundían. Hundiéndose en la memoria, hundiéndose en el dolor, hundiéndose en la-
—Hey, hey, tranquilo -dijo Caleb en un tono suave mientras se levantaba y acercaba al pelinegro-. No me molesta, y además, ya no duele. No te preocupes.
-...
—De hecho, ¡hasta se ve bastante guay! —exclamó alegremente mientras extendía su brazo para mostrarle su cicatriz—. ¿No lo crees?
Abel lo miró finalmente con sus bonitos ojos azules... y lo miró con disgusto.
—¿Qué mierda dices? —masculló. La sonrisa abandonó el rostro de Caleb instantaneamente-. ¿Por qué dirías algo así?
—Es que...
—Puta madre, Caleb —lo interrumpió mientras apartaba la mirada, buscando la toalla roja de la cocina. Finalmente la encontró colgada en el horno. La agarró con un movimiento veloz y empezó a secarse las manos con vigor–. Siempre así, siempre así de-de-de tranquilo. Se te podría caer el pene y dirías "ah, bueno, nunca lo usaba".
Caleb soltó una breve risita, ganándose una mirada llena de furia de Abel, la cuál borró su sonrisa de nuevo.
—Te da risa, ¿eh? —tiró la toalla contra el gabinete gris de la cocina—. ¿Te parece gracioso? -preguntó, girando su cuerpo al completo y mirando fijamente a Caleb—. ¡Pues a mí no me da risa! ¡Porque siempre has sido así! ¡Y estoy harto!
—...
—Joder, de verdad lo estoy... —masculló mientras le daba la espalda—. Siempre has sido así, siempre desde que—
Su frase fue interrumpida por un portazo. Dio un respingo y rápidamente se dio la vuelta.
Caleb se había ido.
—... Mierda.
***
Sentado en el suelo del balcón, dejando colgar sus piernas entre los barrotes, y apoyando su frente en el frío y negro metal, miraba el exterior. La ciudad, con sus luces brillantes y el jaleo del tráfico.
"Siempre, siempre—"
Cerró sus ojos con fuerza. Y el sentimiento de que nunca iba a cambiar e iba a estar estancado, siendo siempre la misma estúpida persona, lo hundió.
Papá tenía razón. Abel tiene razón.
—¡CALEB!
Abrió sus ojos verdes de golpe. En la entrada del piso estaba Abel, mirándolo enojado.
—¡Por fin te encuentro! ¡NO TE MUEVAS DE AHÍ!
No pensaba hacerlo. Volvió a cerrar sus ojos, sintiéndose cansado. No los abrió de nuevo hasta que oyo la puerta del balcón deslizándose, y oyó los pasos pesados de las botas de su hermano acercándose a su lado.
—... No deberías sentarte en el suelo. Esta sucio y frío.
—Me gusta el frío —murmuró, abriendo sus ojos lentamente. Abel estaba sentado a su lado. Con las piernas colgando también. Y un cojín que agarró de una las sillas del salón, la cuál estaba usando para su trasero.
—¿Estás bien...? —preguntó, jugueteando con sus dedos y sin mirarle a la cara. Caleb sonrió un poco.
"Tierno".
—Estoy bien, tranquilo —mintió.
—Oye... uh, sobre lo que te dije...
—Relájate, no me molestó, en serio.
—¿Entonces por qué te fuiste? —preguntó, mirándolo a los ojos. Caleb apretó los labios por un par de segundos antes de contestar:
—Necesitaba aire fresco.
Eso no era mentira.
—Aún así, lo siento mucho, no debí enojarme tanto —explicó, extendiendo una mano de forma temerosa, hasta que la apoyó sobra la mano de Caleb—. Es que me preocupo por ti. Lo sabes, ¿verdad?
—Hombre, claro que lo sé. Tú nunca me lastimarías a propósito.
No le pasó desapercibido la mueca que Abel hizo.
—Por supuesto que no —declaró con fiereza. Caleb abrió mucho sus ojos y sonrió, sintiendo una agradable calidez en su interior.
—Es bueno saberlo —susurró. Abel rodó sus ojos.
—En verdad eres tonto —dijo de forma cariñosa, dándole palmaditas a su mano. Caleb sonreía tanto que las mejillas le dolían-. Hace un frío de cojones aquí afuera -añadió de repente, quitando su mano y levantándose-. ¿Vienes?
Asintió con la cabeza y se levantó con algo de torpeza. Abel negó con la cabeza y sonriendo un poco. Comenzó a caminar hacia la puerta, hasta que notó que Caleb no se movía.
—¿Qué pasa?
—... ¿Me quieres?
—¿A qué viene esa pregunta? Obvio.
—Quiero oírte decírtelo —dijo de forma firme, apretando sus puños. Abel frunció el ceño confundido.
—Te quiero.
A Abel le sorprendió su triste sonrisa.
—No es suficiente... —dijo el castaño con un hilo de voz, sentándose en la barandilla del balcón.
—¿Caleb...?
Cerró sus ojos y se dejó caer de espaldas. En un momento estaba cayendo... y en el otro, estaba siendo estrujado entre los brazos de Abel, quien temblaba con fuerza, y estaba arrodillado en el suelo junto a Caleb.
Vaya, estaba controlando mejor sus poderes.
—¡¿En qué demonios estabas pensando?! —gritó mientras lo sacudía sujetándolo de los hombros. Como respuesta, esbozó una sonrisa que sólo hizo que el ceño de Abel frunciese aún más—. ¿Perdiste la cabeza? ¡¡Respóndeme!!
—Quería.... —tragó saliva—. Quería ver si me salvarías...
—¡¡¡OBVIO, ERES MI HERMANO!!!
—Ahora podemos estar seguros de eso -dijo entre risas tontas. Abel soltó un fuerte resoplido y le dio un golpe en la cabeza.
—Cada día, me cuesta más creer que compartamos ADN. ¡Y es por cosas como estas! —añadió, señalándo con el dedo el balcón—. Obviamente, tienes prohibido estar cerca de ahí.
—... valió la pena —murmuró. Abel sacudió la cabeza y se levantó. Luego lo agarró del brazo y tiró de él con brusquedad para ponerlo de pie.
—Adentro, venga —ordenó, con enojo en su voz y empujándolo por la espalda—. Y encima te has manchado la parte de atrás de los pantalones. Todo porque tuviste que hacer esa gilipollez. Espero que estés orgulloso, porque esos pantalones eran nuevos.....
Ignoró el resto de sus palabras y sólo se centró en lo que dijo sobre la mancha en... la parte de atrás de sus pantalones...
¿Significaba eso que le vio el trasero? Esbozó una gran sonrisa.
Bueno, algo es algo, ¿no?
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Espero les haya gustado, luciérnagas.
Y sobre quién le hizo esa herida a Caleb, traaaanquis, se revelará... en cuando termine todas las otras historias pendientes.
Besitos :3
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