Durmiendo, tranquilamente. La cama es tan suave, y la almohada también lo es. La manta es tan acogedora. Quiero seguir durmiendo.

—¡Izan! ¡Despierta!

Mis ojos se abren de golpe. Sabía que era Lunes y, al darme cuenta de la manera en la que me despertó mi madre, daba a entender que me quede dormido.

Como loco, salte de mi cama y me dirigí rápidamente a prepararme para mi primer día de clases en el segundo curso del año en mi nuevo colegio.

El día de ayer y antier estuvimos toda la familia llenando y acomodando la casa con todos los muebles y cosas. A ultimas horas del domingo logramos acabar con todo y la casa estaba lista.

Sin embargo, aun faltaba algo por terminar, y era la pintura de la casa por fuera. Papá había dicho que él se encargaría de pintar junto a mi hermano mayor el día de hoy, así que creo que haya problema.

Aun en mi estado de pánico, tome rápido mis cosas y lo prepare todo, no sin antes tomarme una ducha. Si una cosa que me preocupa cada mañana, es no llegar a un lugar oliendo a perro callejero.

Llego al baño que esta dentro de mi habitación, me desvisto rápido, entro a la regadera y giro la perilla, esperando que el agua cayera sobre mi. Lo que sentí fue una pequeña brisa de aire un poco frio, y fue que recordé que el agua todavía no había sido instalada todavía.

Frustrado vuelvo a vestirme, tomo mi peine y lo que hago después es un cepillado improvisado sobre mi cabeza.

Sin más tuve que ir así. Bajo al primer piso, paso por la sala y lo primero que veo es mi almuerzo encima de la mesa, y a un lado veo a una madre, que solo apuntaba con su mano izquierda el reloj que estaba en su muñeca derecha, dándome a indicar que ya estábamos muy tarde.

—Perdón Mamá. —dije, sintiéndome culpable de algún modo.

—Esta bien Izan, aun estamos a tiempo, te llevare en el coche, será más rápido. —dijo ella, mientras salía por la puerta principal y dirigiéndose al auto.

La seguí luego de tomar mi almuerzo, salir y cerrar la puerta detrás.

Son las siete de la mañana con cincuenta minutos. El sol apenas se asomaba a lo lejos pero no hacía tanto frío. Voy al auto de mi madre, abro la puerta, me siento en el asiento del copiloto, cierro la puerta y miro por ultima vez la casa, viendo que realmente si le hacia falta algo de color.

Ya dentro del auto mi mamá finalmente lo enciende y nos movimos en rumbo al colegio.

Durante el camino lo primero que hago es sacar mis audífonos de cable de la mochila para posteriormente luego conectarlos a mi teléfono, colocarlos en mis oídos y disfrutar de un camino tranquilo. Pero que diablos, nada fue así, apenas pude reproducir una canción cuando mi mamá jalo del cable de estos, haciendo que me lastimara los oídos.

—MAMÁ, por favor no vuelvas hacer eso. —le reclamé, sobando con mis manos mis adoloridos oídos.

—Vamos hijo, es tu primer día de colegió por estos rumbos. —respondió ella con una sonrisa—. Quiero saber como te sientes, más bien, como te sientes con este nuevo cambió.

No le hubiera respondido por lo de hace un momento, sin embargo, es mi madre, y siempre esta al tanto de mi, en todo momento, y en cualquier lugar, así que accedí.