9
Yoongi entró al hospital tan pronto como aparcó su auto en el estacionamiento del lugar y enseguida subió corriendo las escaleras hasta la sala de esperas del segundo piso que era donde se encontraba Jimin.
Lo primero que pudo ver fue a Namjoon sosteniendo el cuerpo de Seokjin entre sus brazos con fuerza, Jungkook llegó detrás de él acercándose temeroso hasta los dos mayores.
El enojo denotó en la expresión de Seokjin apenas se encontró con los dos menores que llegaban al lugar, una mirada de total desaprobación fue dirigida a ellos cargada con un poco de molestia.
― ¿Qué mierda fue lo que hicieron? ―bramó Seokjin con la voz rasposa debido al llanto, más aun así no tembló ni un poco. Namjoon se mantuvo impasible, mirando a los chicos seriamente.
―Hyung... N-Nosotros... ―Jungkook trató de hablar, pero Seokjin alzó su mano callándolo al instante.
―No me importan sus excusas ahora, desde el principio supe que esto era una mala idea. Mejor piensen qué carajos haremos ahora que Jimin sabe todo. ―El rubio se sentó y Namjoon frunció los labios evitando decir algo.
― ¿Cómo esta él? ―preguntó Yoongi acercándose un poco más a los mayores.
―Igual que siempre, solo que un poco más golpeado. El médico dijo que no es tan grave como creían, unas cuantas heridas superficiales y ya ―respondió Seokjin con dureza sin mirar al pelinegro quién luego guardó silencio evitando decir cualquier cosa.
Un rato más tarde Hoseok, Edán y Taehyung llegaron al lugar. Yoongi podía sentir claramente el rechazo a su persona y lo entendía, todo era su culpa, desde el principio todos le advirtieron que no era una buena idea, pero él no escuchó, y recién ahora vería las consecuencias.
El lio de emociones que tenía en ese momento era insoportable, quería salir corriendo, sentía como sus amigos lo miraban de manera acusadora, recriminándole lo mucho que había jodido todo y lo mucho que cambiarían las cosas de ahora en adelante. Y él lo sabía.
Los sentimientos eran amargos en su pecho, sensaciones incomodas que lo estremecían y hacían que sus ojos se llenaran de agua y su pecho de frustración, esta vez se había quedado sin ideas y no tenía ni la más mínima idea de que sentir.
Cuando Jimin se despertó esa misma tarde no quiso recibir a ninguno en la habitación, y eran entendible, aún así los chicos no se movieron de allí, esperando en un silencio tenso e incomodo hasta el momento en que el rubio cediera al menos un poco.
Pero ese momento nunca llegó.
El día siguiente le dieron el alta a Jimin y el chico salió de la habitación con una muda de ropa limpia que Jungkook le había dejado con las enfermeras esa misma mañana, todos estaban allí, expectantes a lo que estaba por suceder.
―Jiminnie... ―Seokjin trató de acercarse al rubio para poder abrazarlo, pero este puso distancia enseguida.
―No. No ahora ―espetó de manera dura ganándose las miradas estupefactas de todos allí.
Los examinó a todos, de pies a cabeza sintiéndose extraño, su cuerpo se tensó al ver a Yoongi con expresión devastada, mordiendo sus labios como si quisiera decir algo, pero no lo dejaba salir. Pero su mirada arrepentida no logró derretir el corazón de Jimin.
Él estuvo a punto de seguir su camino fuera del hospital cuando la mano de Jungkook en su antebrazo lo detuvo, el menor estaba llorando desconsoladamente, queriendo encontrar las palabras que pudieran retener a Jimin.
―De verdad lo siento... ―murmuró con voz rota, Jimin se soltó suavemente de su agarre, viendo a todos de la misma manera, parados allí mirándole en silencio, incluso Edán, creyendo que con el simple arrepentimiento podrían cambiar lo que habían hecho.
En ese momento Jimin sentía que el daño que había hecho a su corazón era irremediable, y él no quería saber más de ellos.
―No quiero saber más de ustedes ―habló al cabo de largos minutos en silencio, todos parecieron sorprenderse ante sus palabras―. Voy a alejarme, y no quiero que ninguno trate de buscarme. No quiero sus disculpas, tampoco su arrepentimiento, a estas alturas ya no me sirve de nada.
―Y tú ―dijo esta vez dirigiéndose a Yoongi―... Sigue haciendo tu papel de muerto, te quedaba perfecto.
Dicho eso se alejó de allí a paso rápido antes de que las lágrimas comenzaran a resbalar fuera de su rostro, se sentía devastado, quería escapar de su realidad, pero esta vez no iría por el camino destructivo. Él quería alejarse de absolutamente todo lo que le recordara a Yoongi y si eso significaba comenzar una nueva vida con una nueva personalidad entonces lo haría.
Ya no quería seguir siendo lastimado, ya no quería tener que seguir ocultando sus emociones, iba a repararse a sí mismo, iba a empezar de cero y esta vez lo haría bien.
Tres meses después.
Luego de aquel día después del accidente cuando Jimin había salido del hospital sin siquiera voltear a ver a sus amigos que lo habían esperado aquellos días en la sala de espera, luego de que ni siquiera recibiera el abrazo de Seokjin, alejándolos a todos y sintiendo la traición latente en su pecho, incluso más fuerte que el primer día, luego de ese día, todo cambió para él.
Ni siquiera había dirigido una palabra a Jungkook cuando metió sus cosas en varias maletas y las subió a su nuevo auto para irse del lugar. Su celular había sido bombardeado con llamadas y mensajes de todos los chicos, incluso Namjoon había llamado y hasta le había dejado un par de mensajes, pero se había negado rotundamente a contestar.
Se había mudado a un pequeño pero bonito ático con suelos de madera en el centro de la ciudad, el edificio pertenecía a una mujer bastante mayor amante de la música clásica la cual era profesora de piano, y quién amablemente se había ofrecido a alquilar el lugar a Jimin a cambio de una pequeña suma de dinero mensual. Había decorado el lugar con ayuda de la anciana y gracias a eso lucía bastante acogedor con un toque moderno, las paredes eran blancas con algunos muebles de madera, la cocina era espaciosa, contaba con una pequeña habitación y un baño con jacuzzi. Y lo mejor de todo, era el increíble ventanal de cristal que le daba una hermosa vista e iluminación natural.
Había decidido que se alejaría de todos y así lo hizo, incluso de E'Dawn, sintiendo que la presencia de cada uno de sus conocidos, lo lastimaba. Su cuenta de banco se llenaba cada día más con grandes sumas de dinero, sabiendo perfectamente quien depositaba aquello, más negándose lo más que podía a disponer de él.
Ahora se hallaba trabajando en una pequeña cafetería cercana a su lugar de residencia, un trabajo de medio tiempo cinco días a la semana. Se había alejado de las drogas, las peleas y todo lo que llevara la palabra "ilegal" de por medio, sintiendo dentro de él que cada una de esas cosas le recordaban hasta en lo más mínimo a Yoongi.
Salió de su pequeño hogar cerrando la puerta con llave y acomodando su abrigo antes de bajar las escaleras del lugar, el edificio contaba con apenas cinco plantas y a pesar de ser un poco viejo no perdía aquel encanto característico que su dueña tanto se esforzaba en darle.
―Buenos días señora Ross. ―La mujer sonrió al ver a Jimin y enseguida caminó hasta a él depositando dos besos en sus mejillas.
―Buenos días, Jimin ―El dulce perfume de la mujer lo hizo sonreír, disfrutando la familiaridad que la anciana le transmitía―. Hoy estás muy guapo.
―Muchas gracias, ya voy al trabajo señora Ross, nos vemos más tarde ―dijo a modo de despedida y ya había comenzado a caminar hacía la salida cuando se quedó parado al observar la mujer que ingresaba al edificio.
―Señora Min ―saludó Jimin haciendo una reverencia y la mujer sonrió enseguida, el rubio no pudo evitar mirar al pequeño niño que tomaba la mano de la mujer al mismo tiempo que lo miraba con curiosidad.
― ¡Jimin! Qué agradable sorpresa verte por aquí. Hijo, saluda, él es Park Jimin, el prometido de tu hermano. ―La mujer se acercó más a Jimin y los ojos del pequeño niño se iluminaron.
Prometido. Tuvo que sacudir su cabeza para alejar el malestar que amenazaba con instalarse en su cuerpo al oír aquello.
Jimin sonrió, arrodillándose para quedar a la altura del menor, el niño de verdad era muy parecido a Yoongi, su abundante cabello negro caía por su frente y hacía un contraste perfecto con su pálida piel y sus oscuros ojos, los pequeños labios del infante se curvaron en una sonrisa.
―Hola, Jimin ―saludó con voz bajita y la sonrisa de Jimin se hizo más grande, la mujer los miraba enternecida al igual que la señora Ross que se había acercado a ellos.
Jimin acarició un poco el cabello del niño antes de volver a levantarse para observar a su madre. ―Fue un placer verla por aquí señora Min, pero ya debo irme a trabajar.
― ¿Ahora vives aquí? ―indagó curiosa la mujer y Jimin asintió―. Entonces nos veremos seguido, ya que Youngsoo empezará sus lecciones de piano aquí.
Jimin devolvió su vista al niño observando como este asentía emocionado. ―Entonces pueden pasarse en cualquier momento por mi casa, estaría encantado de recibirlos, así tendría más tiempo de conocer a Youngsoo.
La mujer asintió y luego de despedirse de Jimin, este salió y arrancó a caminar a su trabajo que solo quedaba a una calle más o menos, en el camino observó su reloj percatándose de que estaba llegando tarde, rezó porque su jefe entendiera y no le dieran un regaño tan temprano por la mañana.
Jimin tenía varias sensaciones en su pecho, empezando por la felicidad de haber conocido al pequeño niño, pero, por otro lado, la presencia de la mujer y el pequeño traía muchos recuerdos a su cabeza que intentaba desechar. Había entendido que era mejor mantener sus recuerdos en su mente, solo como recuerdos y no como sentimientos.
Estaba tratando de recuperar su vida, tratando de vivir como cualquier persona "normal". Un trabajo estable, un grupo de amigos ocasionales, fines de semana en casa viendo alguna película o algo así y aislado de emociones fuertes. La máxima emoción que había tenido en esos tres meses había sido la vez que le habían dado un aumento en la cafetería, aumento que no necesitaba ya que su cuenta tenía el dinero suficiente para vivir como un rico el resto de su vida.
Llegó a su lugar de trabajo, entrando por la puerta trasera y quitándose su abrigo para dejarlo en los percheros que se encontraban en el área de descanso, tomó su delantal y lo puso sobre su ropa que era al igual que siempre simples jeans negros y alguna camiseta básica.
Entró a la parte donde preparaban los cafés y tomó su libreta de anotaciones junto a un lápiz, guardándolos en su bolsillo trasero para ocuparlos luego.
― ¡Buenos días, Jiminnie! Hoy luces más animado que de costumbre. ―Jennie, una de sus compañeras de trabajo entró al lugar saludándolo alegremente y poniéndose su delantal.
―Sí, hoy me levanté con el pie derecho al perecer.
Mentira. Jimin era conocido en su trabajo por ser el chico "tierno y alegre" más ni siquiera se imaginaban, que todo aquello era una simple máscara, otra parte de su plan de "vida normal".
―Menos mal, porque hoy es lunes, sabes que los lunes son pesados. ―La castaña hizo una mueca y Jimin asintió, saliendo del lugar hacía donde se encontraban las mesas, se apoyó contra la barra, saludando a algunos de sus compañeros que aún arreglaban las mesas y se preparaban para abrir el local.
Diez minutos más tarde el lugar abrió, y su día transcurrió de manera normal, yendo de aquí para allá, anotando pedidos y entregando ordenes siempre con una gran sonrisa en su rostro, bromeando con sus compañeros y relajándose por el aroma a café recién hecho y panecillos calientes.
En eso se resumía su vida diaria.
Esa era su vida normal.
Había hecho todo aquello con la intención de escapar de las mentiras, pero ahora no existía peor mentira que aquella que entornaba toda su vida, fingiendo que estaba totalmente bien y feliz cuando en realidad no era así.
Había días en los que despertaba sin ánimos de nada, queriendo enterrarse en su cama para siempre y no salir de allí nunca más. Algunas veces el orgullo y el rencor en su corazón parecía desvanecerse y se encontraba extrañando a los chicos, incluso a Yoongi.
Las primeras noches habían sido una tortura, su mente lo molestaba cada noche, reproduciendo en sus sueños la escena donde se reencontraba con el pelinegro en diferentes escenarios y todos terminaban de la misma manera, ellos felices, juntos, dándose mucho amor.
Sabía que quizá aquellos eran los deseos reprimidos de su corazón. Pero no estaba dispuesto a ceder, el miedo a ser lastimado nuevamente seguía latente en su pecho y no tenía muchas ganas de arriesgarse.
Así que no lo quedaba de otra más que intentar seguir.
Volvió su atención a la barra cuando la campa sonó y tomó la bandeja con los cafés y unos cuantos pasteles antes de caminar hasta la mesa que correspondía para entregar el pedido, luego volvió con una nueva orden, limpiándose el sudor de la frente con el antebrazo mientras veía la hora en el reloj de la pared.
―Es hora de mi descanso ―informó a Jennie quién preparaba los cafés detrás de la barra y esta asintió antes de pasarle una botella de agua.
―Qué lo disfrutes ―dijo antes de que Jimin se alejara.
Unos minutos más tarde, Chen, su compañero de trabajo, tocó su hombro haciéndolo levantar su vista, en ese momento se encontraba sentado en una de las mesas del lugar disfrutando un poco de su descanso antes de irse a casa. Jimin observó a Chen quien ponía una tarta de chocolate sobre su mesa junto a un caramel macchiato que él no había pedido, por lo tanto, lo miró confundido.
―Te lo envía aquel escalofriante chico de allá ― señaló Chen un par de mesas más allá y Jimin enfocó su vista tratando de ver de quien se trataba, su cuerpo se tensó y no supo cómo reaccionar. En aquellos tres meses había recibido mensajes y llamadas de todos, excepto de él.
―Sí estás pensando en devolverlo, déjame decirte que el chico fue muy específico al decir que no aceptaría un rechazo. Por cierto, lleva un anillo bastante parecido al tuyo. ―Jimin observó el anillo en su dedo anular, destellando con las pequeñas palabras grabadas en él. "Qué separados".
―Está bien Chen, gracias. Yo me encargo ―dijo antes de que su amigo se retirara y enseguida se puso de pie tomando la tarta y el café para caminar directo hacía el "desconocido".
Jimin se dejó caer en la mesa frente a el chico sin ganas de llamar la atención y dejó la tarta y el café sobre la mesa.
―Lo siento, no acepto cosas de extraños. ―Jimin estuvo a punto de ponerse de pie antes de que el chico se bajara el cubrebocas confirmando al fin quien era.
Si bien Jimin había tenido la sospecha no pudo evitar quedarse congelado en su lugar, observando de arriba abajo a aquel chico que aún después de tanto tiempo seguía teniendo el don de robarle el aliento con solo una mirada.
―Y-Yoongi... ―Se maldijo internamente cuando su voz titubeó y una sonrisa gatuna asomó por los labios del nombrado, aquella sonrisa compradora que tanto amaba y detestaba a la vez.
―Tu cuerpo demuestra tu rechazo hacía mí, pero tus ojos no dejan de gritar que aún después de tanto, me perteneces. ―Yoongi tomó la mano de Jimin que se hallaba posada sobre la mesa y este desvió su vista hasta sus manos entrelazadas, observando que efectivamente, él también llevaba su anillo de compromiso.
Jimin alejó su mano con brusquedad y cambió su semblante nuevamente, creando aquel muro que ponía sus sentimientos detrás del rencor. ―Solo vine a devolverte esto, mi trabajo terminó, debo irme.
Se levantó enseguida, pero tan pronto como lo hizo Yoongi tomó su mano con fuerza contenida y Jimin clavó su vista en él, observando aquel brillo característico en sus fanales, aquel brillo que decía que podía conseguir todo lo que quisiera con solo mirarte.
El aliento se estancó en su garganta y sintió su cuerpo temblar. Él era consciente de que algún día Yoongi intentaría buscarle, pero no imaginó que sería de esa manera, y mucho menos imaginó el día.
―No me iré de aquí hasta que comas esto y me permitas llevarte a tu casa ―dijo con voz tranquila. Jimin sentó de mala gana en la mesa y observó a todos lados, agradeciendo por no haber llamado la atención.
― ¿Acaso se te olvidó todo lo que ha pasado? Lo único que he tratado de hacer hasta ahora es alejarme de ti ―escupió con dureza, sus ojos se clavaron en Yoongi, observándolo con hostilidad.
―No debes alejarte, pequeño... ―Una risa amarga brotó de los labios de Jimin.
―Debo de hacerlo, tú mismo lo dijiste, es para "protegerme" ―Las últimas palabras las pronunció casi con burla, haciendo que la sonrisa de Yoongi desapareciera.
―Come, te llevaré a tu casa. ―La voz de Yoongi fue demandante, característico de él.
―No te diré donde vivo.
―No debes decírmelo, ya lo sé ―soltó con simpleza y una sonrisa de autosuficiencia que hizo que Jimin se sintiera irritado, sin responder después con el tenedor cortó un pedazo de la tarta para comenzar a comer en silencio.
Yoongi no apartó los ojos de Jimin en ningún momento, apreciando cada gesto y acción del menor, disfrutando de poder verlo así de cerca después de tanto tiempo, sus manos ardían, incitándole de manera constante a acariciar su rostro, su cabello, lo que sea.
―Iré a cambiarme y a recoger mis cosas ―habló Jimin poniéndose de pie y enseguida Yoongi hizo lo mismo.
―Te esperaré por la puerta trasera, si te escapas, armaré un escándalo. ―Y ahí iban los planes de Jimin para escapar.
Suspiró y luego comenzó a caminar al área de los empleados para dejar allí el delantal junto a la libreta, luego tomó su abrigo y después de verificar que todas sus cosas estuviesen allí tomó una gran bocanada de aire y salió al exterior por la puerta trasera.
Yoongi lo esperaba justo como había dicho, estaba recostado a la pared totalmente serio y apenas Jimin salió trató de tomar su mano, pero este se alejó como si lo fuesen a apuñalar. El pelinegro suspiró, acelerando el paso para poder alcanzarlo.
La presencia de Yoongi a su lado lo mareaba, y el revoltijo en su estómago le advertía que podría vomitar en cualquier momento, quería llorar, gritar, alejarlo, acercarlo, besarlo; sus sentimientos eran totalmente contradictorios.
La noche estaba cayendo y con esto el ambiente se volvía más frío cada vez, haciendo que inconscientemente se pegara más a Yoongi quien caminaba en silencio, escuchando como Jimin luchaba por mantener su respiración calmada.
Jimin entró al edificio agradeciendo que la mujer no estuviera en el pasillo, pues no tenía muchas ganas de explicarle a la mujer quien era Yoongi, de todos modos ¿qué le diría? "Mire señora Ross, él es mi ex prometido, el cual fingió su muerte el día de nuestra boda y ahora aparece tratando de hacer como si nada".
Escuchaba los pasos de Yoongi detrás de él, estaba poniéndose nervioso y eso no era algo bueno, su nerviosismo le obligaba a cometer tonterías y no podía permitirse cometer ninguna tontería con Yoongi. Al llegar frente a la puerta de su pequeño departamento se giró para encararlo por primera vez después de todo aquel trayecto, el pelinegro lo miró con una ceja alzada metiendo las manos dentro de su chaqueta.
―Aquí es mi casa, creo que ya puedes irte. ―Jimin esquivó su mirada en todo momento, tratando de mantenerse firme.
―Sí, puedo, pero no quiero. Abre la puerta. ―Ahí estaba de nuevo, ese tono demandante junto a esos ojos oscuros y brillantes que lo hacían temblar.
Por un momento quiso reír, sintiendo que volvía al principio de todo, cuando comenzó a salir con Yoongi y el chico le causaba miles de emociones extrañas. Se sorprendió en el momento en que le arrebató las llaves y buscó la de la puerta para luego abrirla con facilidad, como si fuera la puerta de su casa.
Yoongi empujó un poco el cuerpo de Jimin hasta el interior del lugar cerrando la puerta detrás de él y apoyando al chico contra la pared, demasiado cerca, peligrosamente cerca, haciendo que sus respiraciones se mezclaran.
― ¿Q-Que...? ―Jimin luchó por formular al menos una palabra coherente, pero la cercanía de Yoongi era demasiada y después de tanto tiempo se le hacía imposible tratar de poner distancia, deseándolo a gritos, pero sin emitir al menos un sonido.
―Llevo meses anhelándote, Jimin... Esto es frustrante ―susurró contra sus labios. El rubio tragó saliva ante las palabras de Yoongi y justo antes de que pudiera hablar, los labios de Yoongi atacaron los suyos en un beso hambriento y necesitado.
Jimin pudo haberlo alejado si hubiese querido, hubiese podido sacarlo de la casa a patadas y acabar con todo aquello, pero le siguió el beso, correspondiendo con la misma desesperación del mayor y restregando su cuerpo con el contrario, sintiendo sus lágrimas saladas mezclándose en el beso de manera inevitable.
―Estoy cansado de verte de lejos, Jiminnie...
―Por esta noche olvidemos todo, hyung. D-Dios, lo necesito tanto.
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