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6

Tiempo después.

Gimió empuñando las sábanas en sus manos y arqueando su espalda sintiendo como el pelinaranja se enterraba en su interior de manera brusca, la mano de E'Dawn fue al cabello del ahora rubio Jimin y lo jaló haciendo que se inclinara para besar sus labios con desesperación aún sin dejar de embestirlo de forma constante.

—Mierda, Jimin... Estás tan apretado —gruñó el pelinaranja tomando las caderas del menor y enterrándose en él con más fuerza.

Sus respiraciones eran agitadas, sus cuerpos estaban sudorosos y pegajosos debido a los fluidos, ya habían perdido la cuenta de cuantas veces lo habían hecho, pero Jimin aún no se sentía del todo satisfecho.

Llevó su mano a su propio miembro masturbándolo con rapidez cuando sintió estar a punto de llegar, pero un ruido en la planta baja del departamento lo exaltó.

Escuchó el sonido de algo romperse y luego un golpe seco, seguido de eso la puerta de entrada fue cerrada con brusquedad. El rubio se puso de pie apenas salió de él mirando a Jimin con una mueca de confusión.

―Pero qué... ―trató de hablar E'Dawn, pero se cortó enseguida viendo la expresión alterada del rubio.

Tomó su ropa interior del suelo para colocársela y salió al pasillo bajando las escaleras casi corriendo, observando la lámpara rota al igual que la ventana y los marcos de fotos que reposaban sobre la mesa de café, se acercó a la puerta de entrada observando que esta no tenía seguro, a pesar de que estaba seguro de que había cerrado con llave.

El aire abandonó sus pulmones cuando volteó y observó la pared frente a él con un mensaje escrito con spray rojo.

"¿Has encontrado a alguien que te llene igual que yo?"

E'Dawn llegó a su lado con solo su ropa interior y miró sorprendido el desastre que había en la sala.

— ¿Qué mierda pasó aquí? —El chico miró a Jimin expectante, este se encontraba aún en total shock.

Jimin asimilaba la situación, o al menos lo intentaba, pensando que se trataba de alguna broma pesada de sus ex conquistas psicópatas, pero algo no cuadraba, algo allí no era normal. Las voces se reían de él en su cabeza, como si la respuesta estuviese frente a sus ojos y no pudiese verla.

—No tengo la menor idea... —habló Jimin suspirando después de un rato en que su cuerpo se relajó al menos un poco—. Lo mejor será dejarlo por hoy, Jungkook debe estar por llegar.

Y como por arte de magia la puerta de entrada fue abierta y el pelinegro hizo su aparición a través de esta.

—Jimin ¿por qué demonios la puerta estaba abier...? —la voz del menor se vio interrumpida al alzar la vista y observar el estado de la sala— ¿Qué mierda pasó aquí?

Jungkook entró al lugar, examinando cada rincón y leyendo el mensaje escrito en la pared, el cuerpo del pelinegro se tensó al instante, sintiendo como su corazón latía rápidamente y enseguida corrió escaleras arriba. Abrió y cerró las puertas de cada habitación, registrando la casa de arriba abajo con Jimin siguiéndolo de cerca sintiéndose extrañado, preocupado ante la actitud de su hermano la cual solo lo ponía más nervioso de lo que ya estaba.

— Jungkookie. ¿Qué sucede? —preguntó el rubio cuando su hermano estuvo nuevamente en la sala.

—E'Dawn vete. —Jungkook habló en dirección al chico y sin protestar este comenzó a caminar escaleras arriba para buscar su ropa.

Jungkook masajeó el puente de su nariz tratando de tranquilizarse con las palabras de Yoongi nadando en su cabeza.

"Aleja a ese maldito drogadicto de Jimin antes de que lo haga yo."

El mensaje de Yoongi había sido claro, más sin embargo no le había tomado mucha importancia. Ahora temía por el pelinaranja, no tenía ningún sentimiento especial hacia el chico, pero, aun así, no le deseaba ni a su peor enemigo caer en las manos de Yoongi.

Jimin miraba al suelo en silencio, mareado por los gritos en su cabeza que le repetían una y otra vez que conocía perfectamente a la persona que había hecho aquello.

Sabes quién lo hizo.

Sabes que lo hizo él.

Él no está muerto.

Idiota, reacciona.

La puerta de entrada fue abierta y E'Dawn se despidió de Jimin con una pequeña sonrisa, el chico lo despidió con la mano y una vez se quedó solo con Jungkook volteó a verlo.

— ¿Qué está sucediendo, Jungkook? —preguntó con un nudo en la garganta. El pelinegro estaba serio, su mandíbula estaba tensa y no podía dejar de mirar en todas las direcciones con nerviosismo.

—Eso debería preguntarte yo a ti. —El menor trató de verse serio pero su voz tembló.

—Necesito tomar aire. —Jimin corrió escaleras arriba y se metió directo al baño.

Abrió la regadera dejando que el agua lo mojara, restregó su cuerpo con brusquedad, como si así pudiese limpiarse de la culpa que lo consumía, de las voces en su cabeza recriminándole que le estaba siendo infiel, que él lo sabía.

—Él está muerto... —murmuró a las voces en su cabeza, pero estas solo le gritaron más fuerte.

Estás jodidamente ciego.

Él no está muerto.

No está muerto.

Él lo sabe, te ha visto.

¡Él no está muerto!

¡Abre los ojos!

¡REACCIONA!

¡REACCIONA!

Jimin...

Escuchó su voz llamarle dentro de su cabeza. Se deslizó por la pared de la ducha, sentándose en el suelo con el agua corriendo por su cuerpo y atrapando su cabeza entre sus manos, susurrando que lo dejarán en paz.

Pero solo gritaron más. Y más. Y más.

— ¡BASTA, MALDITA SEA! ¡BASTA! —Su garganta ardió por el grito tan fuerte que emanó de su garganta.

Giró su cabeza hacia la puerta aún con las manos en su cabeza, sus ojos demasiado abiertos sintiendo aun así sentía que no podía ver claramente, escuchó como Jungkook lo llamaba desde afuera, tratando de abrir la puerta, pero está estaba cerrada con el pestillo.

Jimin cerró los ojos, sollozando con fuerza, suplicando que pararan aquellas voces que comenzaban a marearlo de manera insoportable. Aquel sentimiento que ardía dentro de él como lava caliente derramándose.

¡SAL!

¡VE A BUSCARLO!

¡DEJA DE CREERLE A ELLOS!

Jimin gritaba, sintiendo su garganta rasgarse mientras golpeaba su cabeza contra la pared con fuerza. Escuchó el sonido de las llaves en la cerradura de la puerta y luego de unos segundos la puerta se abrió, Jungkook entró, empujando la puerta de la ducha y observando a Jimin sentado en la esquina, jalando su cabello con fuerza al mismo tiempo que murmuraba cosas incomprensibles.

Entró a la ducha tomando a su hermano, importándole poco si su ropa se mojaba, la temperatura del agua estaba helada al igual que el cuerpo de Jimin quien tenía los labios morados y tiritaba de frío.

Jungkook lo cargó en sus brazos hasta la cama, sentándolo sobre esta y tomando su mandíbula con cuidado obligándolo a mirarlo, el corazón del pelinegro latía de manera descontrolada, sintiendo el miedo y el nerviosismo recorrerlo al no saber.

Jimin había dejado de gritar, pero se hallaba negando con la cabeza y mirando a punto fijo en la habitación.

—Jimin —El chico no respondió—. ¡Jimin! ¡JIMIN!

La mano de Jungkook se estampó contra la mejilla del mayor y este reaccionó al instante, mirando a su hermano confundido y parpadeando como si no pudiera creer que fuese él quien estaba ahí.

Los ojos de Jimin se llenaron de lágrimas, sintiendo aquel conocido sentimiento de miseria instalarse en su pecho, se largó a llorar abrazando a Jungkook quien cubría su cuerpo una manta y acariciaba su espalda tratando de consolarlo.

El corazón del menor se rompía al escuchar los desgarradores sollozos de su hermano, mordía su labio para contener sus propias lágrimas, más falló cuando unas cuantas escaparon de sus ojos.

Maldijo a Yoongi mentalmente por causar todo aquello en Jimin, se maldijo a sí mismo por apoyarlo, maldijo todo lo existente por el hecho de que después de tanto tiempo Jimin no hubiese podido superarlo al menos un poco.

Cada día era peor, cada día los ataques duraban más y eran más fuertes, cada vez sonreía menos, cada vez moría un poco más sin darse cuenta, cada día se autodestruía sin piedad con los recuerdos de Yoongi en su cabeza.

Jimin no podía soportarlo, no podía seguir aguantando aquel agujero que crecía cada día más en su interior, tragándose todo de sí y amenazando con acabar con su cordura, se estaba rompiendo como una muñeca de porcelana, se estaba hundiendo en aquel vacío frío y solitario, se estaba alejando de todo lo real para quedarse en su mundo imaginario, al menos ahí, Yoongi aún existía, al menos ahí Yoongi no lo había abandonado, al menos ahí, podía ser feliz de manera dolorosa.

Luego de varios minutos Jimin se durmió sobre el hombro de Jungkook y este lo recostó con cuidado en la cama arropándolo mientras iba en busca de algunas prendas para vestirlo.

Una vez vestido y Jungkook también cambiado con ropa seca se metió a su lado en la cama, lo abrazó con fuerza contenida y besó su cabello con dulzura, suspirando y cerrando los ojos para poder dormir un poco.

—No te dejaré caer, Jimin... Al menos mientras esté yo, una parte de ti podrá seguir viva. —El pelinegro habló lo suficientemente bajo para no despertarlo, cubriéndolos aún más con las mantas antes de caer dormido junto a él.

Jungkook se despertó tanteando el espacio vacío a su lado y se paró de golpe cuando se dio cuenta de que Jimin no estaba en la cama, observó por la ventana percatándose de que estaba oscuro y era probablemente muy tarde.

El pelinegro se levantó de un salto, corriendo a las demás habitaciones buscando a su hermano, más no había ningún rastro de él en todo el apartamento. Buscó las llaves del auto de Jimin y notó que estás tampoco estaban en su lugar habitual, maldijo en voz baja antes de tomar su celular marcando el número de su hermano, pero después de tres tonos su llamada fue desviada al buzón.

Jungkook tomó su cabello con desesperación y marcó otro número sintiendo como todo su cuerpo empezaba a temblar debido a los nervios.

—Jimin tuvo un ataque, nos quedamos dormidos, me acabo de despertar y no está en la casa, se llevó su auto, si algo le pasa juro que voy a matarte. Todo esto es tú maldita culpa. —Jungkook ladró al celular apenas Yoongi contestó y escuchó como el otro dejaba de respirar.

Voy a buscarlo.

Luego colgó. Jungkook guardó su celular y corrió arriba para ponerse zapatos, tomó una chaqueta y sus llaves saliendo de la casa directo a buscar a Jimin.

Los escenarios en su mente eran trágicos, no quería dejarse llevar de ellos, pero saber el estado en el que Jimin se encontraba antes de caer dormido no mejoraba las cosas. Él realmente quería que toda esa situación acabara.

Jimin se aferraba al volante con fuerza, las lágrimas agolpadas en sus ojos no lo dejaban ver bien, estaba llorando y riendo al mismo tiempo, sintiéndose totalmente fuera de sí.

No sabía en qué momento se había vestido y había salido de la casa, no tenía idea de lo que estaba haciendo, lo único de lo que estaba consciente era de que había superado el límite de velocidad por varios kilómetros y su estado no era exactamente el mejor para conducir ahora.

Claramente su estado mental estaba totalmente desequilibrado en ese momento, el estrés y la ansiedad lo estaban consumiendo y no podía sentir nada que no fuese aquel dolor en su pecho, su corazón tan roto como aquella vez en el entierro de Yoongi.

Dio varios volantazos con brusquedad, cruzando en una calle y frenando frente a un bar bastante peligroso. Entró al lugar, limpiando sus lágrimas con su chaqueta y tomando un momento para respirar antes de avanzar hacia la persona que buscaba.

Atravesó el lugar empujando a algunas personas hasta llegar a la mesa de póker donde se encontraba aquel tipo ya conocido para él. El rubio jaló el brazo del hombre haciéndolo ponerse de pie sin siquiera preguntar y al instante lo arrastró hasta un lugar alejado del lugar sin importarle la mirada confundida de los presentes.

—Suho —Jimin miró al hombre seriamente—. Dame lo más fuerte qué tengas, esta vez no me importa si me mata.

—Ya sabes lo que tengo, baby Park, pero te costará un poco más caro —respondió el hombre sonriendo de medio lado. Jimin llevó su mano temblorosa a su bolsillo sacando un fajo de billetes para tendérselo al tipo sin contarlo, este lo tomó enseguida y lo guardó en su bolsillo.

—Ahora sí, dame la mierda que estoy pidiendo.

Suho rebuscó en el interior de su chaqueta y sacó una jeringuilla junto a un sobre que contenía un fino polvo blanco, los ojos de Jimin brillaron y lo tomó de una guardándolo en su bolsillo.

—Ya te expliqué cómo funciona, y recuerda, cantidades pequeñas si no quieres morir —advirtió. Jimin sonrió.

—Lo que tú digas.

Jimin se dio media vuelta casi corriendo fuera del lugar y cuando salió el aire frío lo azotó, haciendo que se encogiera en su lugar. Se sintió mareado, observó las calles oscuras y solitarias, las sombras consumiendo cada uno de los peligrosos callejones del lugar.

Sus ojos notaron a una persona parada del otro lado de la calle justo al lado de uno de los faros de la calle, estaba totalmente vestido de negro, y el rubio se quedó en shock.

Sintió su cuerpo helarse, repitiendo mil veces en su cabeza que se lo estaba imaginando y que no era real, no podía ser real.

No pudo moverse, la figura lo miraba intensamente del otro lado de la calle, y Jimin quiso correr hacia él, gritarle, golpearlo, lo que sea.

Su teléfono sonó en su bolsillo y lo sacó mirando el remitente de Jungkook en la pantalla, no contestó y volvió a alzar su vista hacia el lugar anterior, pero no había nadie.

Lo había imaginado.

Se estaba volviendo loco, aquello solo era una prueba de que su mente comenzaba a torturarlo de la peor manera, un sollozo escapó de sus labios y las lágrimas rodaron por su rostro, se sintió devastado y sin fuerzas.

Arrastró sus pasos hacia el auto aún con las lágrimas nublando su vista, aún en shock por lo que creyó haber visto.

¿Por qué no podía ser real?

¿Por qué no podía venir ahora y salvarlo?

Jimin entró al auto cerrando la puerta y apoyó su cabeza en el volante, sintiendo como su cuerpo se sacudía debido a los espasmos, se sintió necesitado, necesitaba algo que calmara todo aquel dolor, aquella angustia, aquella miseria.

Y ese algo estaba en su bolsillo.

Llevó su mano a su bolsillo, sacando el sobre y la jeringuilla, abrió la guantera y rebuscó con ansiedad sacando una cuchara. Tomó el objetivo alzándolo frente a sus ojos y tratando de controlar el temblor de sus manos mientras habría el paquete y dejaba caer un poco del polvo blanco en la cuchara, sin siquiera preocuparse por medir la cantidad.

Se sintió observado por lo que paró un momento y miró en todas las direcciones, pero si dijo a sí mismo, que no eran más que alucinaciones de su torturada mente.

Tomó un encendedor, posándolo debajo de la cuchara haciendo que la llama saliera, esto calentó la misma haciendo que el polvo fino sobre esta se derritiera tornándose de color rojizo.

No lo hagas.

No lo hagas.

Piensa en Jungkook.

Piensa en Edán.

Piensa en Hoseok.

Piensa en Seokjin...

Pero era demasiado tarde para entrar en razón. Tomó la jeringuilla y succionó con esta todo el líquido en la cuchara, una vez llena hasta el tope observó la aguja y quitó el protector de esta, mirando como brillaba de manera incitante, como diciéndole que iba a destruirlo, pero de una manera placentera, no de la manera en que lo hacían sus pensamientos.

No lo hagas...

Escúchanos. Él no está muerto, acabas de verlo.

Estiró su brazo, posando la aguja en una vena que sobresalía en su antebrazo, las lágrimas resbalaron por sus ojos y sus pensamientos se volvieron un lío, las voces le gritaron y se rieron, tuvo que cerrar los ojos un momento para luego volver a abrirlos y en ese momento clavó la aguja, mordiendo su labio para contener el dolor.

¡No lo hagas!

Escuchó como alguien gritaba, como si estuviese corriendo en la calle, pero no le importó, apretó la jeringuilla, introduciendo toda la sustancia en su cuerpo, una vez listo sacó la aguja y dejó caer la jeringuilla al suelo del auto.

Estaba hecho.

Su cuerpo se relajó casi enseguida, el dolor mermó por completo en pocos segundos haciéndole sentir en paz, el subidón de las emociones fue increíble, no había ningún sentimiento negativo dentro de él. Estaba flotando en una nube. Al siguiente momento las risas comenzaron a salir de sus labios, río con fuerza, casi gritando, sintiendo como su cuerpo temblaba y se sacudía de manera involuntaria, su vista se nublo y la realidad se esfumó de su vista, se vio sumido dentro de su mente, su propio paraíso mental.

Escuchaba los gritos fuera del auto de manera distorsionada, su respiración se volvió agitada y luego se relajó nuevamente, sus pulmones se cerraron, pero no sentía nada que no fuera aquel gran éxtasis y esa sensación de plenitud artificial.

Un par de minutos después Jungkook abrió la puerta del auto observando a Jimin totalmente inconsciente en el asiento de piloto, su respiración era casi imperceptible y enseguida tocó su pulso, notándolo demasiado lento. Yoongi se posó detrás de él, el miedo en sus ojos era totalmente evidente, busco en el auto la respuesta al estado de Jimin y se heló cuando observó en el suelo del vehículo la jeringuilla y la cuchara junto al sobre de polvo blanco.

— ¡Maldita sea Jimin! ¡¿Qué hiciste?! —Yoongi gritó con fuerza tomando la jeringuilla y lanzándola al suelo fuera del auto—. Esto es mi maldita culpa.

Yoongi habló entre dientes y las lágrimas resbalaron por sus ojos, enseguida observó a Jungkook quien trataba de hacer que Jimin reaccionara. El hermano del rubio se encontraba llamando a una ambulancia, su voz temblaba también a causa de la desesperación y Yoongi se sentía morir con cada segundo que pasaba.

Te lo dijimos.

Mejor juntos qué separados, maldito idiota.

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