9
Las eternas luces de Nueva York parecen observarme, inmutables, como si hubieran estado esperándome todas estas semanas que he pasado fuera. Siempre me han infundido paz, aunque en mi interior hubiera de todo menos calma, pero ahora lo siento con mucha más fuerza. Es normal; al fin y al cabo, estoy acostumbrada a contemplarlas desde mi balcón, por lo que estar haciéndolo ahora desde la terraza vecina, aquella que tantas horas he pasado mirando y deseando que dejase de estar vacía el último año, quita todos los posibles pesos que podría sentir sobre mi alma.
Cuando siento unos fuertes brazos rodeando mi cintura y se acerca a mi oído esa boca que me embriaga cada vez que la pruebo, la pequeña sonrisa inconsciente que curvaba en mis labios se amplía, cobrando significado.
—¿Es extraño que, de cierta manera, me alegre por haber vuelto? —pregunto, dejando que Ace pose ligeros besos bajo mi oído.
—Teniendo en cuenta lo mucho que te gusta esta ciudad, creo que es lo más normal del mundo. Además, creo que la alegría se multiplica cuando llegas a casa después de un vuelo eterno, deshaces las novecientas maletas y por fin puedes relajarte con una copa y un cigarro.
Ace alza uno de sus brazos para chocar el vaso de whisky que sostiene con el que tengo yo en la mano derecha. También aprovecha para encenderse un cigarro y ofrecerme uno, sin despegarse de mí.
—¿Tú no eras Ace Hale, el magnate del ocio nocturno alrededor del mundo? ¿No deberías estar acostumbrado ya a los vuelos, a no dormir apenas e ir de aquí para allá cada semana?
—Debo de estar haciéndome viejo —suspira dramáticamente, aprovechando para toser como un anciano para enmascarar una risa—. Ahora que hablamos de trabajo, tengo algo que contarte.
—¿Tengo que preocuparme? ¿A quién has dejado embarazada y cuándo cumple el niño la mayoría de edad para poder asesinarte sin quitarte la responsabilidad de ser un padre presente?
Él suelta un bufido, fingiendo irritación, y me da un mordisco juguetón en uno de mis hombros.
—¿Qué demonios tiene que ver un embarazo con mi trabajo? ¿Quién te crees que soy, Julio Iglesias? —bufa de nuevo, dándole una calada al cigarro antes de hablar de nuevo—. He estado hablando con mis socios y queremos ampliar el mercado fuera de Estados Unidos. En Europa, vamos a centrarnos más en la zona del Mediterráneo e Inglaterra, que tienen bastante vida nocturna, pero especialmente vamos a darle caña al mercado del ocio nocturno en Asia. Es radicalmente distinto a lo que estamos acostumbrados, pero si lo hacemos bien y nos adaptamos a ellos, podemos forrarnos. La gente de Singapur está pidiendo a gritos varias discotecas para dejarse todos sus millones en todas las gilipolleces que queramos venderles.
La noticia me hace sonreír y me giro en sus brazos para besarle, emocionada por lo que me ha contado. Sé lo mucho que significa para Ace abrir sitios nuevos en todos los rincones del mundo, y también lo ambicioso que es. Ya ha conseguido dominar medio mundo en el ámbito del ocio nocturno, todo gracias a su inteligencia y trabajo duro, así que estoy convencida de que logrará dominar el otro medio en cuanto se lo proponga.
—¿En serio? ¡Ace, eso es genial, qué emocionante! ¿Cómo habéis planeado hacerlo? ¿Cuándo? ¿Hay algo con lo que pueda ayudarte? —pregunto, saltando en sus brazos por la emoción.
—De momento, tenemos que seguir gestionando esta temporada hasta su cierre en octubre, y ahí empezaremos con fuerza. A ti ni si te ocurra mover un dedo, tú solo preocúpate por ser la mejor abogada del país, ¿vale?
—Puedo hacer las dos cosas a la vez, ricitos, ¿o es que dudas de mi inmensísimo potencial? —bromeo, haciéndole reír. Sin embargo, al pensar en todo lo que implica su nuevo paso profesional, me doy cuenta de un detalle—. Espera, entonces, cuando llegue octubre, ¿tendrás que marcharte a Europa y Asia? ¿Tendrás que vivir allí hasta que todo se estabilice?
Ace hace una pausa, aprovechando para darle otra calada a su cigarro, y exhalando el humo en una suerte de suspiro. Siento que me abraza con más fuerza y me recuesto contra su cuerpo, bebiendo de mi copa mientras pienso en todo lo que supondría esta situación para él, para mí y para nosotros. Ya no voy a la universidad, pero por fin tengo un trabajo estable que adoro y en el que pronto obtendré un puesto de mayor responsabilidad. ¿Podría viajar con él allá a dónde le llevasen sus nuevos proyectos?
—No creo que tuviera que vivir en ningún otro lado, al fin y al cabo, para eso tengo socios y puedo delegar mi trabajo en ellos, pero sí que tendré que viajar mucho y pasar semanas fuera en algunos casos —suspira, antes de colocar la mano bajo mi mentón para alzar mi rostro con gentileza hasta que sus ojos atrapan los míos—. Pero no sería nada, conejita, te lo prometo. Solo un año y ni siquiera estaría tanto tiempo fuera. Sabes que no puedo pasar tanto tiempo lejos de ti y eso es lo primero que tengo en la cabeza. Si es un problema para ti, puedo dar un paso atrás y decirle a mis socios que...
Antes de que pueda completar la frase, coloco dos dedos sobre sus labios para acallarle y frunzo ligeramente el ceño, negando con la cabeza.
—No, ni se te ocurra. Nada de dar un paso atrás. Es un gran avance en tu carrera y tienes que hacerlo, aunque tengas que estar un año fuera, me da igual. Yo también puedo viajar contigo cuando pueda y aunque estemos separados, creo que nuestra relación es lo suficientemente fuerte como para sobrevivir a una tontería como esta. Te quiero, Ace, y mi amor no depende de la distancia. Voy a seguir amándote en Nueva York, Ibiza o Tokio, te vea cada día, cada semana o cada tres meses. Te quise el año pasado, cuando ni siquiera sabía dónde estabas, e incluso mientras te odiaba. Me temo que no vas a librarte de mi amor solo con un año viajando por el mundo.
Ace sonríe contra mis dedos y posa varios besos sobre ellos, sosteniendo mi muñeca. Tras apagar la colilla en el cenicero y dejar la copa sobre una mesita cercana, me alza en brazos sin dejar de sonreír, besando la punta de mi nariz.
—Yo tampoco voy a dejar de quererte, pero es un castigo no poder abrazarte cuando quiera, ya lo comprobé el año pasado. Créeme, he estado rompiéndome la cabeza para ver cómo hacer esto de forma que pase el mayor tiempo posible en Nueva York contigo, porque sé que tú no podrás viajar por tu trabajo, pero, aun así, habrá temporadas que tendré que estar fuera. Ya se lo dije a mis compañeros y te lo digo a ti de nuevo: si es un problema para ti, puedo tomar el camino lento y hacerlo todo desde aquí, delegando muchas cosas en ellos. Ya tengo más dinero del que podría gastar en veinte vidas, no necesito esto para vivir, pero a ti sí. Mi prioridad eres tú, Alexa.
—Y mi prioridad eres tú, con todo lo que eso conlleva, así que nada de delegar. Si puedo soportar lo irritante que eres, definitivamente puedo aguantar no tener que escuchar tus chistes malos tan a menudo como me gustaría. De hecho, creo que incluso lo agradecería —respondo con una sonrisa llena de cariño.
Él imita mi expresión y me abraza con más fuerza, besando mi sien, mi mejilla y luego mis labios. Puedo ver lo mucho que le preocupa mi opinión con respecto a esta situación y el posible daño que podría suponer esta para nuestra relación, así que tengo que demostrarle que sus temores son infundados. Las relaciones a distancia no suelen salir bien, pero nosotros ya hemos pasado por situaciones peores que esa y nuestro amor se ha mantenido, incluso sin darnos cuenta de ello. Además, ni siquiera sería una relación a distancia porque nos veríamos a menudo y solo sería un año, menos si cuento el mes de verano en el que me iría con él.
No, definitivamente no hay motivos para preocuparse por la estabilidad de nuestra relación, y menos por una tontería como esta.
—Vas a seguir teniendo que aguantar mis increíbles chistes de licenciado en comedia, conejita. Aunque nos separen decenas de miles de kilómetros, me aseguraré de que despiertes cada día y te vayas a la cama cada noche con una pequeña dosis de humor de calidad.
—Y yo seguiré replanteándome por qué sigo contigo cada vez que escuche uno de esos chistes — respondo, riéndome contra su boca cuando me vuelve a besar—. Bueno, don Comedia, estoy bastante agotada después de esas ocho maravillosas horas de sueño. ¿Por qué no nos vamos a dormir?
Ace asiente y se mete conmigo en su dormitorio, sonriendo todavía como un niño pequeño. Cuando me suelta sobre la cama, me tira una de sus camisetas, sabiendo que adoro ponerme su ropa, y empieza a desvestirse.
—No te preocupes, conejita, los dos sabemos por qué estás realmente conmigo —dice con una media sonrisa pedante mientras hace un gesto evidente hacia su paquete, que únicamente está cubierto por sus bóxer.
—No te creas, eh, esa no es una razón especialmente grande para estar contigo.
Él suelta una exhalación dramática, como una anciana religiosa que acaba de escuchar una blasfemia. Cuando se acerca a mí semidesnudo, con ese cuerpo perfecto completamente a mi disposición, reprimo las ganas de relamerme. No me creo ni yo lo que he dicho: es una razón más que suficiente para lanzarse a sus brazos.
—¿Ah, sí? ¿Tan pequeña es? —Cuando llega al borde de la cama, quedándose a apenas unos centímetros de mí, su mano encuentra mi barbilla y me alza el rostro, dejando el pulgar peligrosamente cerca de mi boca—. ¿Y entonces por qué estás babeando solo con mirarla... y cuando ni siquiera está al descubierto?
Hago un esfuerzo titánico para apartar la mirada de su cuerpo y centrarla en sus ojos, que me miran derrochando esa seguridad que le caracteriza. Una sonrisa empieza a curvar mis labios cuando aprecio los primeros tintes de mi derrota, pero decido ponerme a su nivel.
—¿Babeando? Yo no estaba babeando —digo, encogiéndome de hombros antes de quitarme la camiseta y el sujetador, quedando desnuda de cintura para arriba mientras estoy de rodillas frente a él. Fingiendo que lo hago por casualidad, su pulgar termina en mi boca y lo recorro con mi lengua durante apenas unos segundo, haciendo que ahora él sea el que me mira con la saliva prácticamente cayendo por su barbilla—. De hecho, creo que el que está babeando eres tú, ricitos.
—¿De verdad quieres jugar conmigo después de decirme lo cansada que estás por el viaje? Porque sabes que, una vez empiezo a jugar, no me gusta dejar la partida a medias.
Para acentuar sus palabras, ahora es él el que vuelve a deslizar su pulgar entre mis labios para que lo reciba mi lengua. Por un momento, me pierdo completamente en sus iris azules, apenas visibles debido a sus pupilas dilatadas por la lujuria, y hago lo que ordena, dispuesta a quedar completamente a su merced, pero no tardo en recuperar el dominio de mi razón.
Sin apartar la mirada, mis manos descienden por sus marcados abdominales hasta encontrar el borde de su ropa interior. Cuando le acaricio sobre la tela, no tardo en sentir cómo empieza a endurecerse bajo mi tacto. La respiración de Ace se acelera cada vez más y, cuando libero su miembro, me abre la boca con el pulgar que mantiene en ella.
—A mí tampoco me gusta dejar nada a medias —susurro, acariciándole lentamente para arrancarle exhalaciones graves.
Cuando me acerco, él retira el dedo de mi boca y, en su lugar, agarra mi pelo en una coleta improvisada. No tardo en acariciar la punta de su miembro con la lengua, asegurándome de darle placer con la mano en lo que no puedo abarcar con la boca. Sus gemidos no tardan en llegar a mis oídos y me guía con gentileza para que tome cada vez más de él, hasta donde puedo. Cuando alzo los ojos para mirarle, un gemido escapa de su boca, me separa de él lentamente y tira de mi melena con gentileza para que me ponga en pie, besándome con una pasión voraz. Entonces, avanza hasta tumbarse sobre la cama conmigo encima, acariciando con sus manos cada centímetro de mi piel. Al llegar a mi tanga, la única prenda que queda en mi cuerpo, se deshace de él sin ningún esfuerzo y se separa apenas unos centímetros de mí.
—Date la vuelta, nena. Quiero probarte —susurra, encendiéndome aún más.
Su orden hace que me muerda el labio inferior y no tardo en obedecer, dejando que mi entrada quede sobre su rostro y su miembro frente al mío. Ace coloca las manos sobre mi culo, acariciándolo antes de darle una palmada que me hace soltar un breve gemido, y sé que estoy prácticamente chorreando sobre él.
Sin perder un segundo, vuelvo a tomar su punta con la boca y la recorro con mi lengua, acariciándole con la mano a medida que voy tomando más y más de él. De repente, siento su boca sobre mi clítoris y Ace no tarda en empezar a saborearme, haciéndome gemir de forma que el ruido queda ahogado al seguir moviendo mi cabeza. Apenas puedo concentrarme cuando siento la acción combinada de su boca y dedos en mi humedad, haciéndome sentir tanto placer que no soy capaz de contener mis gemidos. Sus movimientos también se interrumpen durante los breves instantes en los que le arranco quejidos de placer.
No tardo en empezar a sentir esa presión en la parte baja de mi estómago que me indica que mi clímax está cerca, lo cual termina de hacerme perder el control. Mis caderas se mueven contra su rostro, montándolo a mi gusto entre gemidos de puro placer. Me centro en lamer la punta de su miembro, aumentando la velocidad de mi mano al saber que él también está cerca. Con un último gemido, Ace alcanza su orgasmo y me aseguro de que nada escape de mi boca, que apenas soy capaz de cerrar para tragar al llegar yo poco después también a mi clímax. Mi cuerpo se mueve contra su rostro de forma incontrolable, rindiéndome al éxtasis hasta que caigo sobre su cuerpo, temblando ligeramente mientras él termina de recoger cada gota de mis fluidos con la lengua.
Con cuidado, Ace alza mi cuerpo y me tumba junto a él, tapando nuestros cuerpos desnudos con la sábana y estrechándome entre sus brazos. La sonrisa no abandona mi rostro y me siento una colegiala enamorada cuando me abraza.
—Buena partida, conejita —susurra en mi oído, besando mi sien justo después.
—Tan buena que no sabría decir quién ha ganado. Yo diría que es un empate de puntos, ¿no?
Él suelta una risa y me da un breve mordisco en el lóbulo de la oreja.
—Definitivamente, ha sido un empate a sesenta y nueve.
•
El sol de la mañana baña la terraza cuando salgo al exterior, aunque todavía está lejos de estar en su cénit. Con un café y un bollo de chocolate en la mano, miro a través de la puerta de cristal que he cerrado al salir del dormitorio para cerciorarme de que Ace continúa dormido. Ahí está, tumbado sobre la cama con parte de su escultural cuerpo destapada, tal y como le he dejado.
Cuando desbloqueo mi móvil, me siento un poco sucia por asegurarme de que Ace no va a escuchar lo que voy a hacer, pero sé que es mucho mejor que sea así. Ni siquiera estoy ocultándole nada, no de forma dañina, negativa ni permanente. De hecho, sé que estoy ayudando a que esta situación salga bien. No estoy haciendo nada malo, así que tengo que relajarme y seguir con mi plan inicial.
Con un último suspiro, pulso el botón y me acerco el móvil a la oreja al escuchar el tono de llamada.
—Buenos días, muñeca. ¿Qué tal te ha tratado tu primera noche de vuelta en Estados Unidos?
La voz de Liam, siempre tan agradable y cariñosa, junto con ese mote que ya hizo mío hace meses, se siente como un abrazo a pesar de la distancia. Solo hace falta una frase suya para ayudar a que me relaje y terminar de convencerme de que estoy haciendo lo correcto.
—Hola, niño pijo —respondo con una sonrisa, sintiendo cada vez más ganas de verle—. No te llamo por placer, no enteramente al menos. No sé ni cómo empezar esta conversación y estás en todo tu derecho de mandarme a la mierda cuando me escuches, pero esto es solo cosa mía y de nadie más.
—Ya imaginaba que no era por placer porque me llamaste hace dos días y sé que no me quieres tanto. ¿Qué pasa, por qué estás tan nerviosa? Seguro que nada es tan grave como para que te preocupes, y mucho menos para que yo te mande a la mierda.
Hago una pausa para respirar hondo, recordando por qué hago esto, que es el sol que es mi mejor amigo y siempre está abierto a cualquier cosa porque sabe que mis intenciones nunca serán dañinas. Tengo que hacer esto, acepte o no, porque sino no estaré tranquila jamás.
Con una última exhalación, decido soltarlo directamente:
—Liam, Ace quiere tener una conversación contigo.
HOLAAAA
Bueeno, pues nuestro dúo favorito ya regresó a Nueva York después de su recorrido por el paraíso... ¿Volverán también los problemas? 🤭
¿Cómo creéis que irán los nuevos planes de negocio de Ace? ¿Y hablarán los hermanos Hale al fin?
ANTES DE IRME... Si te gustan las comedias románticas con esa vibra de las películas de los 2000/2010 y quieres disfrutar de un enemies to lovers ligero y divertido, te recomiendo leer mi novela "¡Devuélveme mi cuerpo!". Me ayudaría mucho vuestro apoyo a esa novela ahora mismo 🥰❤️✨. Os dejo el link en este comentario 👉🏼
Os leo! ❤️
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