10
Suspiro por enésima vez en diez minutos. Siento las palmas sudadas y los hombros pesados, como si estuviera cargando con una mochila inusualmente pesada. Mis ojos vagan por mi salón, analizando cada detalle con el interés de quién no lo ha visto nunca, aunque nada más lejos de la realidad. En mi mente, a lo lejos, recuerdo vagamente que así es como me sentía antes de un combate a principios de año, cuando todavía no había recuperado la forma y sabía que me iban a moler a palos. Sin embargo, ahora no voy a pegarme con nadie; de hecho, es lo último que debo hacer, pase lo que pase.
Porque ahora, en apenas unos minutos, voy a tener una larga conversación con Liam, el hermano al que llevo odiando desde que tengo uso de razón.
Si me centro en cómo me siento, probablemente lo primero que mencionaría sería la rabia que grita desde un rincón de mi cabeza, esa que habla por la boca del Ace adolescente y le llevaba a partirse la cara contra cualquier idiota. Durante toda mi vida, esa ha sido la emoción que gritaba sobre aquellas que osaran tratar de mediar palabra. No obstante, ahora hay una voz que le planta cara a esa rabia, haciendo que agache los hombros y se haga cada vez más pequeña: la voz de la razón, representada por Alexa, que me ofrece todo lo sucedido el año pasado como prueba de que, tal vez, mi hermano no sea el demonio que siempre he creído que era.
Y también hay una nueva voz, más suave, pero que atrae mi atención más que las anteriores: la de un joven Ace que echa de menos a su hermano y quiere recuperarle a pesar de todo.
—Ace, ¿seguro que no quieres sentarte?
Alexa aparece frente a mí, con el ceño fruncido por la preocupación, y alza las manos para tomar las mías. Su tacto tiene un efecto inmediato: mi corazón deja de latir tan desbocado y siento cómo me relajo poco a poco, sonriendo con cierto nerviosismo cuando la miro.
—Tengo demasiada energía como para estar quieto. Una parte de mi cabeza no para de repetirme que me prepare para meterle una hostia en cuanto vea esa cara de niño de papá y su estúpido pelo repeinado que...
—¡Ace!
—Pero —digo, haciendo énfasis en la palabra tras su interrupción para dejar claro que mi declaración tiene una contraparte positiva—, el resto de mi cabeza, mucho más racional y coherente, me recuerda todo lo que he hablado contigo y todo lo que ha hecho Liam por ti. Te lo he dicho mil veces: Liam siempre tendrá parte de mi respeto porque te hizo feliz cuando yo te hice llorar.
—Solo te pido que no le pegues ni le insultes, porque te recuerdo que tu intención es disculparte precisamente por eso. Por mucho que Liam entienda la reacción que tuviste en tu cumpleaños, no es justificable y está enfadado, con todo el derecho del mundo. Sé que odias estar en esta posición porque siempre has tenido mucho autocontrol y no estás acostumbrado a que estas cosas te pasen, pero no puedes olvidar el principal objetivo de esta conversación.
—Quiero disculparme porque lo que hice en mi cumpleaños no estuvo bien, por eso te pedí que le llamases, pero sigo teniendo mis reticencias con respecto a Liam. No puedo evitarlo, llevo toda mi vida con una imagen de él que no va a desvanecerse en apenas unos meses. Sin embargo, al igual que la primera vez que hablé con él cuando vino aquí, también quiero seguir conociendo al Liam que tú conociste. Si tú dices que no es la persona que creo que es, te creo, conejita. Confío en ti más que en nadie.
Alexa sonríe y se pone de puntillas para rozar mis labios con los suyos, acariciando mis rizos. Yo rodeo su cuerpo con los brazos, convencido de que así deberíamos permanecer el resto de nuestras vidas. Entonces, siento el tacto de sus dedos por mis antebrazos, trazando líneas hacia mis manos. Cuando me separo ligeramente para ver qué está haciendo, veo que lo que toca son mis cicatrices.
—¿Te has puesto la manga corta para que se te vean los brazos y así parecer más intimidante? —pregunta, alzando una ceja y esbozando una media sonrisa.
—No, me he puesto manga corta porque estamos en junio y no quiero cocerme vivo. ¿De verdad intimido más solo porque se me vean los brazos?
Confuso, empiezo a mirar mis extremidades e incluso me acerco al espejo más cercano para analizar mi reflejo. Tal vez sea porque estoy acostumbrado a mi propia imagen, pero no me veo particularmente peligroso, no más de lo normal, por lo menos. Si los tatuajes y los músculos dan miedo, igual podría atemorizar a alguien, pero Liam también tiene gran parte de los brazos tatuados y no achantaría ni a un crío de dos años.
—Bueno, estás lleno de cicatrices por las peleas, tienes tatuajes de calaveras y más músculos que nunca. Si me hubieras pegado hace tres meses y te viera así, un poco de miedo sí tendría.
—¿Miedo? —pregunto, alzando una ceja con una media sonrisa en los labios al notar cómo me come con los ojos, especialmente cuando acaricia mis cicatrices y músculos relajados bajo la piel tatuada—. Miedo es lo último que pareces sentir, conejita. De hecho, diría que quieres que utilice las manos para algo que no es pegar un puñetazo precisamente.
—No sé de qué estás hablando.
Alexa suelta un bufido, fingiendo indiferencia, aunque tarda varios segundos en apartar su tacto de mis brazos. Con una sonrisa arrogante, vuelvo a coger sus manos entre las mías y coloco una de ellas en mi pómulo, donde una cicatriz se extiende en diagonal hacia mi mentón. Las yemas de sus dedos la recorren lentamente mientras que su mano derecha se distrae con todas las marcas que cubren la que la sostiene.
—¿Me estás diciendo que no estás pensando en estos brazos agarrándote...? —Mi boca se acerca a su oído y siento su respiración acelerándose contra mi rostro—. Alrededor de tu cintura, o de tu cuello...
Ella deja que mi mano libre acaricie su clavícula hasta llegar a su cuello, rodeándolo sin ejercer presión. Su respiración se entrecorta y veo el deseo cuando sus pupilas se dilatan ligeramente. Mi agarre empieza a volverse un poco más fuerte y me acerco a su rostro, mordiendo mi labio inferior al pensar en todo lo que me gustaría hacerle...
Y, de repente, resuena el timbre por el salón de mi casa, haciéndome soltar un gruñido de pura frustración.
—Sí, pero no creo que tu hermano piense en que le empotres contra la pared para follarle vivo cuando vea tus brazos musculosos y llenos de cicatrices —ríe Alexa, poniéndose de puntillas para besarme en los labios antes de separarse para abrir la puerta.
—Me dices que no le meta un puñetazo, pero mi querido hermano es tan oportuno... —bufo e inmediatamente veo la mirada asesina que me dirige Alexa antes de abrir la puerta, la cual me hace soltar una carcajada—. ¡Que es broma, nena! Si tan poca fe tienes en mi autocontrol, deberías atarme las manos o algo.
Su expresión se suaviza y sonríe, aunque noto cierto nerviosismo en su rostro, el mismo que siento yo. Sin saber muy bien qué hacer, me quedo de pie a unos metros de la puerta, sintiéndome un personaje no jugable de cualquier videojuego. No tengo ni idea de qué esperarme, por lo que tengo todas las posibilidades dispuestas en la cabeza como una mano en una partida de póquer. ¿Y si no me perdona? ¿Y si solo ha venido para hacer sangre, tal y como acostumbra a hacer mi padre? ¿Y si ha venido a devolverme el puñetazo?
Sea lo que sea, tengo que prepararme para ello y no ejercer violencia pase lo que pase.
—Hola, niño pijo —saluda Alexa con una sonrisa al abrir la puerta, dándole un abrazo rápido a Liam—. Muchas gracias por venir, de verdad. Pasa, pasa.
Liam entra en mi apartamento y al verle aproximarse a mí, entiendo las palabras de Alexa. Aunque mi hermano y yo somos igual de altos y él tiene cierto músculo, su físico es más fibroso y delgado que el mío. Además, la intensidad con la que entrené el año pasado casi ha doblado mi tamaño a lo ancho.
Si Liam apareciese frente a mí en un ring como próximo contrincante, apenas tardaría dos segundos en tumbarle.
—Hola, Liam —digo con una sonrisa un tanto nerviosa, apartando ese pensamiento de mi mente de un plumazo. Sin saber muy bien qué hacer, le ofrezco la mano, ya que un abrazo me parece demasiado y tampoco creo que él esté dispuesto—. Gracias por venir.
Mi hermano salva la distancia entre los dos y me estrecha la mano, devolviéndome una sonrisa igualmente extraña e incómoda.
—Gracias por invitarme.
—¿Por qué no os sentáis en la terraza mientras preparo café y algo para comer? —sugiere Alexa, retirándose sutilmente de la habitación para dejarnos solos—. Vuelvo enseguida.
Con el nerviosismo creciendo en mi interior a medida que pasan los segundos en silencio, guío a mi hermano hacia el exterior, donde el sol se prepara para empezar a tornarse naranja y esconderse tras los enormes rascacielos de Nueva York. Me siento en el sofá con vistas directas a la ciudad, y veo que Liam opta por la mullida silla a mi izquierda; cerca de mí, pero aun así, a cierta distancia.
Hace tiempo que no tengo miedo. Ese sentimiento se me hizo desconocido en cuanto me adentré en la adolescencia y empecé a despreocuparme por mi vida mientras recorría el camino del olvido. Dejé de temer la violencia, a las figuras de autoridad, a mi padre, a mi futuro... No le temía a nada porque el miedo proviene del valor que le das a tu vida, y yo consideraba que ya estaba muerto.
Fue hace un año, en el mismo instante que Alexa se convirtió en parte inherente de mi ser, cuando el miedo volvió a mí como un viejo amigo al que hacía tiempo que no veía. Ya no estaba muerto, ella me había descubierto mi propia vida y la ilusión que viene con esta, y el temor por perderlo todo regresó de la forma más agresiva y visceral posible. Este último año, he convivido con los compañeros más desagradables: miedo, ira, pena, culpa, melancolía, nostalgia... Todos ellos me apuñalaban a diario, obligándome a mirarles a la cara sin posibilidad de salir corriendo.
Por eso, cuando me siento cara a cara con mi hermano, no siento miedo. Hace años que dejé de temerles a mi padre y a él, y más tras todo lo ocurrido recientemente, pero sí siento algo nuevo, una emoción que me cuesta manejar: preocupación. Quiero que esto salga bien, quiero demostrarle a Alexa que confío en ella y que puedo darle una segunda oportunidad a Liam sin arruinarlo todo cinco minutos después.
Necesito demostrarle que quiero a mi hermano, al Liam que ella conoce, no a la versión experimental de Bruce Hale.
—Siento mucho lo que hice en mi cumpleaños —digo, mirando a esos ojos idénticos a los míos, con la honestidad latente en mi voz y en mi expresión—. No hay excusa alguna para pegar a alguien que no te ha atacado primero, y mucho menos estando indefenso y desprevenido. Fui un inconsciente sin control, algo de lo que he huido desde hace años, por lo que me arrepiento de corazón por haber reaccionado de una forma tan agresiva.
Liam me observa en silencio, serio, y no soy capaz de leer tras su expresión. No puedo evitar pensar en lo mucho que se parece a mi padre cuando yo volvía a casa después de varios días fuera, haciendo cosas poco recomendables, y me miraba con la condena en la mirada, como un padre modelo viendo que, pese a sus grandes esfuerzos, su hijo está tirando su vida por la borda. Excepto que él nunca fue un buen padre y yo nunca le importé lo suficiente como para que sintiera algo por mí, ni siquiera decepción.
Pero no, Liam no es mi padre y eso es lo último en lo que tengo que pensar si no quiero ponerme más nervioso.
—Te perdono —responde finalmente, aunque su expresión no cambia apenas. Sin embargo, ahora puedo apreciar que no solo está serio, sino también pensativo—. Pero necesito preguntarte algo. No quiero que te lo tomes a mal, porque no pretendo molestarte, sino entenderte.
—Claro, pregúntame lo que quieras.
—¿Me pegaste solo porque pensabas que había traído a papá a tu fiesta de cumpleaños o también porque había estado con tu novia?
La pregunta me sienta como una bofetada limpia e inesperada, directa a mi cara, y hago una pausa para parpadear un par de veces sin dejar de mirarle. Algo debe de haber cambiado en mi expresión, porque Liam aparta discretamente sus ojos de los míos, como si su aguante hubiera llegado al límite. Al verlo, no puedo evitar alzar una ceja y soltar una risa de mofa, casi una exhalación. No sé muy bien por qué me río en lugar de enfadarme, pero lo hago.
Supongo que me alegra comprobar que mi hermano tiene sangre en las venas y no es el idiota con un palo metido por el culo que creía que era.
—Lo que me hizo pegarte el primer puñetazo fue creer que habías traído a Bruce a mi fiesta. La fuerza del golpe y los que le siguieron ya vinieron por todo lo que guardaba dentro. Ya que estaba...
Liam me mira de nuevo y veo sus labios curvándose en una sonrisa, tan parecida a la mía que duele, y se me contagia su expresión sin ser apenas consciente. Aunque su pregunta pinchase en cuanto la he escuchado, no era esa la intención. Sentado cara a cara con mi hermano, sin estar a la defensiva, me relajo y me permito encontrar la risa en lugar del daño en palabras dichas sin malas intenciones. Puedo ver en él mi picardía que suele irritar a tanta gente y eso me hace sentirme extrañamente cómodo.
—Me lo imaginaba —dice Liam con una sonrisa, pasándose las manos por la melena ondulada—. No te culpo. Si hubiera tenido un segundo más para entender lo que estaba pasando, te habría devuelto algún golpe, aunque luego me hubieras molido a palos.
Mi sonrisa se ensancha y niego con la cabeza, pensando en todos los sentimientos que me embargan. Es complicado discernir entre ellos, especialmente tras tantos años fraguándose en mi interior, pero, para mi sorpresa, estoy más tranquilo que nunca. A pesar de todo, o tal vez por todo ello, soy capaz de bromear con él sobre cosas que me han enfurecido o entristecido en el pasado. Además, tras hablar con Alexa de su relación con mi hermano y dejar que la cosa se enfriase pensando en todo con la razón por delante, apenas queda ya nada de la rabia inicial. Sigo estando celoso, sí, pero creo que eso es normal y no es un sentimiento que vaya a desaparecer pronto. A pesar de ello, he aceptado lo que sucedió y que mis emociones con respecto a ello son más que válidas, siempre y cuando no actúe de forma negativa debido a ellas.
—Ahora soy yo el que necesita hacerte una pregunta un tanto comprometida, sin malas intenciones, solo por curiosidad: cuando conociste a Alexa, ¿sabías que era mi ex?
—Sí, claro. Creo que cualquiera que viva en la sociedad en la que nos movemos lo sabía porque no sois lo que se dice discretos, precisamente. Pero antes de que me hagas la pregunta que le sigue, te diré que no, no empecé a quedar con ella por eso. Ya te lo he dicho muchas veces, yo nunca te he odiado ni he querido hacerte daño. Si empecé a salir con Alexa, fue tras ver que vuestra historia había acabado definitivamente, y porque ella me fascinó casi desde el primer momento. Cuando me di cuenta de que seguía enamorada de ti, ya era tarde para mí —suspira con una media sonrisa avergonzada y triste.
—No me extraña que te enamorase porque a mí me tuve en la palma de su mano desde el primer minuto, pero ponte en mi lugar. Me subo al ring después de un año preparándome para la pelea con el hombre que tenía a la mujer de mi vida amenazada, una pelea en la que me juego todo, y, de repente, entre el público, veo al hermano al que odio abrazado a esa misma mujer. A ver, que igual no estaba en mi mejor forma por el tema de las drogas, el aislamiento y los continuos golpes en la cabeza, pero toda la situación apuntaba a que tú estabas aliado con Luca para joderme y... —Rememorarlo en voz alta, pensando en todo lo que se me pasó por la cabeza en aquel momento, me hace pausar para soltar un risa incrédula al escucharme a mí mismo—. Vale, sí, definitivamente fueron los golpes en la cabeza. Te juro que tenía mucho más sentido en ese momento y no sonaba a conspiración secreta de la CIA.
Liam ríe conmigo y niega con la cabeza, relajándose notablemente. Existe cierta camaradería entre dos hombres que han odiado a los mismos enemigos o querido a las mismas mujeres. Ambos estamos mucho menos nerviosos que al principio y lo agradezco, porque, si soy honesto, quiero empezar a llevarme bien con mi hermano. Aquella primera conversación que tuvimos antes de mi cumpleaños y el tiempo que estuvimos en buenos términos fueron como la primera cura para la herida que tenía abierta desde hacía años. Por primera vez en mucho tiempo, algo dentro de mí dejó de dolerme y pude avanzar con una preocupación menos.
Me di cuenta de que quiero a Liam, a mi hermano.
—Tranquilo, a mí también me hubiera parecido extraño, pero ni siquiera sabía que tú eras el Demonio. De hecho, me dio mucha pena y rabia verte subido en ese ring, volviendo a las peleas. Me alegraba mucho ver que tus negocios iban mejor que nunca, que te graduabas y te iba bien, aunque no fuese junto a la familia. Siempre fuiste mi referente cuando éramos pequeños, pero cuando te metiste en ese mundo, sentí que te había perdido y nunca quise perder a mi hermano.
Bajo la luz del amanecer anaranjado, veo los ojos de Liam brillar ligeramente, como si estuvieran hechos de cristal. Algunas lágrimas se agolpan en ellos y, cuando una de ellas rueda por su mejilla, suelta una risa en forma de exhalación, avergonzado. Aparta la mirada, nervioso, y por primera vez en mucho tiempo, le miro como un hermano mayor a su hermano pequeño.
—Liam —murmuro con una sonrisa, mirándole a los ojos—, nunca me perdiste. Sé que no he sido el mejor hermano mayor del mundo, pero nunca he podido dejar de cogerte las llamadas o de saber de ti. Siempre esperaba el día en que te dieses cuenta de que Bruce no era el padre perfecto que creías que era y... Bueno, que vieses que tu hermano nunca te odió. Que, en el fondo y a pesar de mi comportamiento, nunca dejé de quererte.
—Ese día llegó hace años —confiesa, devolviéndome la mirada con una sonrisa y los ojos aún anegados en lágrimas—. Vi la verdadera cara de Bruce en cuanto murió mamá y por eso me distancié de él, aunque no supe toda la verdad hasta tu cumpleaños. Ya no quiero llamar 'papá' a un idiota que ha tratado así al hermano al que quiero.
Mi visión se vuelve un poco borrosa y me doy cuenta de que yo también tengo lágrimas en los ojos. La herida abierta está empezando a cicatrizar de nuevo y sé que, esta vez, el primer paso para recuperar la relación con mi hermano es definitivo.
Con una mezcla de sollozo y risa, me pongo en pie y en menos de un segundo, estrecho a mi hermano entre mis brazos, sintiéndome de nuevo y por primera vez en años como un verdadero hermano mayor.
AMIGAS 🥹
A ver, antes de nada, tengo que recomendaros una divertidísima comedia romántica que os encantará si sois amantes del género 🥰. Una amiga me ha animado a ponerme retos para final de año (porque odio hacerlo) y el logro imposible es... LLEGAR A LAS 100K LECTURAS 🥳. Sé que es una locura, pero con que os guste, yo ya estoy más que satisfecha. Espero que disfrutéis de ¡Devuélveme mi cuerpo! 🥰 (os dejo el link en este comentario ➡️)
Y AHORA, VOLVEMOS A EPIFANÍA ✨
A ver, tengo un problema con este tipo de capítulos (especialmente cuando se trata de Liam porque COMO LE ODIÁIS TANTO 🙄): como los personajes hablan y actúan a través de mí, nunca sé cómo serán las conversaciones tan profundas y claves para las relaciones hasta que terminan. Luego a mí me parece que todo tiene sentido porque yo les conozco y sé lo que piensan (a ver, me los he inventado yo, está claro 😅), pero no quiero que el lector lo lea y se quede como "¿y esto por qué?", "no tiene sentido que esto sea así" y demás.
Así que, pregunta: ¿tienen sentido los sentimientos y pensamientos de Ace, y la evolución de su relación con Liam? 🤍
¿Cómo creéis que les irá a partir de ahora?
Os leo! ❤️
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