Capítulo 7
¿Tobias...?
¿Él es la persona que me ha estado acosando?
Pienso rápidamente en la cadena de acontecimientos. Cuando la policía me interrogó me pidió un número.
«Quería comentarte que ya hablamos con tu amigo y corroboró la historia» esas fueran las palabras del policía. Lograron hablar con alguien. Lo cual, en teoría tendría que confirmar lo que he vivido.
Luego, recuerdo el video; la prueba de que mis manos están manchadas de sangre, pero también la evidencia de que alguien más tuvo que estar conmigo, alguien me grabó.
Por lo demás, sigue pendiente ese asunto de que mi padre me vio llegar con alguien a casa.
Reuniendo esa información, tendría que ser imposible que no haya otra persona implicada en lo que sucedió esa noche. Solamente que ese tipo se divierte haciéndome dudar de mí mismo, y yo le he dado el gusto de mostrarme frágil de mente.
Pero ya no más.
—Dame tu teléfono.
Quizá estoy actuando impulsivamente, pero no puedo desperdiciar una oportunidad como esta.
—¿Disculpa? —Tobias se acomoda los anteojos. Me estudia de arriba abajo.
Viktor intercambia miradas entre los dos. Por primera vez es él quien se encuentra ajeno a la conversación. Y yo estaría más que dispuesto a explicarle el porqué de mi recelo hacia su amigo.
—Sabes perfectamente lo que sucede aquí. Alguien me está acosando... —Quisiera sonar más seguro, pero el nerviosismo me traiciona. La situación es incómoda, pero me digo a mí mismo que no solamente estoy velando por recuperar mi tranquilidad, sino también por proteger a Viktor.
Creí que mantener cierta distancia con él era ser sensato, cuidarlo. Pero únicamente estaría dejándolo en unas manos iguales o peores que las mías.
Mis hipótesis se han comprobado antes de tiempo. Tobias es peligroso, y Cordelia debe estar implicada en lo que sea que tramen.
"También podemos deshacernos de él".
Ya sea secuestrarlo o matarlo, pero algo planean hacerle a Viktor, y si tengo que dar mi vida con tal de que no le toquen un pelo, entonces lo haré con gusto. Si he sido capaz de traspasar los límites puedo hacerlo nuevamente, pero si creen que pueden chantajearme con lo que pasó esa noche para manipularme a su antojo y volverme su sicario están dementes.
Me convertiré en algo peor que ellos si de esa manera puedo salvar a Vik.
—Eso... era lo que te tenía tan afligido, Isa —musita Viktor, comprendiendo en parte la maraña de sentimientos que me agobian.
Asiento con la cabeza. Si hay alguien en este mundo que puede empatizar con la situación es Viktor. No me cabe la menor duda de que ha tenido que lidiar con todo tipo de gente extravagante, por no decir otra cosa. Personas completamente obsesionadas con su apariencia e imagen. Con su éxito y encanto que emana de forma tan natural.
«Tú eres uno de ellos». Es apenas un murmullo, pero se siente tan nítido que temo que haya sido uno de ellos el que me lo haya susurrado en el oído.
—¿Y crees que es Tobias? —pregunta Vik medio incrédulo. Me duele que no confíe de buenas a primeras en mi acusación, pero entiendo que Tobias tiene a su favor el beneficio del tiempo.
—Acabo de responder su último mensaje y justo ha sonado su celular.
—Esto es ridículo. Es una coincidencia —asegura Tobias, restándole importancia.
—Entonces muestra el teléfono —le exige Viktor.
Tobias parece estar a punto de que se le salga el corazón. Le ha dolido la petición.
—¿Vas a confiar más en un recién aparecido?
—Si no has hecho nada, entonces no entiendo cuál sería el problema de enseñárnoslo.
Tobias tuerce el gesto, y por un instante me siento el ganador en este cuento. El teléfono yace en mis manos y solo debo comprobar que los mensajes se encuentran en el historial. Sin embargo, una horrible interrupción se hace presente.
La llamada de un número desconocido.
Usualmente no contestaría, pero sin pensarlo dos veces le doy al verde. «Intuición» dirían algunos.
Mientras tanto, Viktor se queda con el móvil de Tobias, esperando a que termine de hablar para dar el siguiente paso.
No obstante, las palabras no salen de mi boca, porque no concibo asimilar lo que me están diciendo del otro lado.
—¿Hablo con Isaac Foster? ¿Hijo de Harold Foster? Hemos dado con su contacto en la agenda... Lamento comunicarle que hemos encontrado a su padre... en muy mal estado en la calle Benson con Arctic. Fue golpeado reiteradas veces en el estómago y piernas. Ahora vamos en camino al hospital Napdale...
—D-debo irme. —Me tiembla la voz. Apenas consigo mantenerme en pie.
Si he conseguido contestarle cortésmente a la mujer ha sido por pura inercia.
—¿Qué ocurre, Isa? —Vik se inquieta ante el terror que reflejan mis ojos. Hace ademán de querer acompañarme, pero lo atajo.
¿Qué puedo hacer? Si viene conmigo, sería hacerlo partícipe de mi vida real. Y decirle la verdad no es una opción.
—No es nada. En serio que no —digo, aunque mi cuerpo revela todo lo contrario—. Hablamos después. —Le dirijo una mirada amenazadora a Tobias; una advertencia. Que se haya salvado no significa que me olvide de este asunto.
—¡Espera! —grita Viktor—. Dame tu celular.
Se lo entrego con prisa. Me invade el miedo de que quiera ver los mensajes de mi acosador y descubra lo que tanto temo. Sin embargo, ya es tarde.
Así y todo, Viktor no hace nada de eso. Ha agregado su contacto. Y si no fuera porque mi padre está grave en el hospital este sería un momento épico, de esos dignos para rememorar mil veces en noches frías.
Salgo del cuarto y camino por el pasillo. Presiono el botón del ascensor en repetidas ocasiones, pero este parece hacer caso omiso a mi instrucción. Pronto, la impaciencia se apodera de cada uno de mis movimientos. Ante la tardanza, opto por usar las escaleras, y es en estas cuando creo cruzarme con Cordelia.
🩸
Cuando despierto me siento completamente desorientado, como si hubiese sido presa de un sueño eterno; profundo y ausente al mismo tiempo.
—¿Viktor? —Me despejo las legañas de los ojos.
Lo primero que acapara mi atención son esos tatuajes al descubierto. La remera de Vik deja al descubierto los lugares precisos, la formidable piel de sus brazos.
—Qué alivio, por fin despertaste.
Siento un gran déjà vu.
—Yo... ¿Qué hago aquí? —Me incorporo de inmediato, despojándome de esas sábanas que huelen a menta y tabaco.
He perdido demasiado tiempo. Pequé de pensar que las insistentes llamadas eran fruto de su necesidad de saber de mí, cuando quizá eran un grito de ayuda.
Tal vez la relación con mi padre no sea la mejor, pero no puedo perdonarme el hecho de que siga solo en un cuarto de hospital. Dudo que esté consciente, pero me atormento con la idea de que lo está y de que se debe estar preguntando qué ha hecho mal, por qué su hijo no ha acudido a verlo, ni ha manifestado ningún tipo de preocupación.
Claramente, muchas cosas ha hecho mal, pero no merece esto de mi parte.
—Te desmayaste. —Viktor me acerca un vaso con agua. Me ayuda a beber de este, como si fuera un niño pequeño y él estuviera a mi cuidado.
—¿Otra vez?
Temo al advertir su desconcierto. Su mirada es extraña y el movimiento de sus manos impreciso; está incómodo y medita bien sus palabras.
—No lo entiendo. Es primera vez que...
Sé a dónde va, y consternado retrocedo un paso.
—Pero... yo ya estuve aquí. Yo... puedo demostrarlo.
Las palabras mueren en mi boca. Reparo en mi alrededor. El cuarto no se parece en nada al que vi anteriormente. Este no goza de la elegancia del otro. Las cortinas son de un color poco atractivo; un ocre verdoso. Los muebles son viejos y están mal cuidados. El polvo abunda en cada sitio, haciéndome picar la nariz. En cambio el anterior...
En cambio el anterior...
De hecho... ahora que lo pienso bien... mis recuerdos carecen de descripciones; se sienten superficiales, como si hubiesen sido obra de un sueño.
Sin duda, es a lo que más se asemeja. Puedo recordar mis sueños, pero nunca están presentes los detalles; son genéricos, con una trama algo superflua, incluso ridícula, pero a fin de cuentas logran formar algo que parece verdadero en su momento.
¿Pero si fue un sueño, cómo puedo estar seguro de que todo lo que he vivido desde que murió el Sr. Brown ha ocurrido realmente?
Tengo miedo, las lágrimas amenazan con escapar y las dejo salir. No tengo otra alternativa. Todo esto me lo merezco, he querido rehusar de lo que hice, incluso acusando a otro del asesinato.
Es mi culpa, el remordimiento no ha sido la compañía más presente, y cuando algo semejante a ello ha surgido, no lo ha sido por los motivos correctos. Sin embargo, ahora emerge de otras maneras, y temo que comience a desdibujar mi vida.
Extraño a mi antiguo yo. Extraño ser un hombre patético del que se burlaban constantemente. Tal vez solían entrar en conflicto partes de mí; aquella que únicamente ejecutaba, vivía en automático por y para encajar, con la que deseaba y acumulaba más y más ira reprimida. Y luego, estaba yo; en disputa, como un espectador presenciando ese constante enfrentamiento.
—¿Isa? ¿Estás llorando?
«Isa».
Un apodo.
Déjà vu.
Viktor me encamina nuevamente a la cama. Con dulzura me limpia las lágrimas del rostro.
—P-perdóname. No debería estar aquí. No merezco nada de esto.
—¿Qué dices? Hice lo correcto. No podía dejarte ahí. Pero también es cierto que me preocupo más de lo que debería por ti. No me gusta verte así... —agrega, al no lograr apaciguar mi pena.
—No sigas... Por favor no... Yo... te he mentido.
Frunce el ceño. Al parecer no sospecha nada de mi historia.
—¿En qué? —inquiere. Hay un leve rastro de dolor en su voz.
Debería soltarlo todo, pero no puedo. Me resisto a ello, porque sería perder lo único bueno que me ha pasado en el último tiempo.
—¿Sabes? Creo que toda la vida mi padre me ha culpado por la muerte de mi madre —suelto, sin pensar en si lo que digo calza o no con las mentiras—. Ella salió temprano, buscaba el regalo perfecto de cumpleaños, mi cumpleaños... —enfatizo, y es como volver a ese tiempo—. Ella sabía que... soñaba con tener ese nuevo disco en vinilo, era una edición especial y costosa.
«Tu disco» quisiera confesar.
—Sé que la consiguió, porque... estaba dentro de sus pertenencias... cuando tuvimos que ir a identificar el cuerpo... —Entierro la cabeza en su pecho. Advierto la agitación de su corazón—. Si ese día no hubiera salido... si no hubiera estado en ese lugar... no hubiera recibido esa bala. Estaría viva.
—Isa... ¿Cómo ibas a saber...?
—Me aferré a ese disco con mi vida, porque era lo único que me había quedado de ella. Sentía que debía amarlo, porque ella murió a causa de él. Y siento que yo soy el disco de vinilo de mi padre... Ha vivido con resentimiento conmigo por arrebatarle al amor de su vida, pero también... soy lo único que le queda de ella. Si me pierde, pierde lo último que dejó en este mundo. Me cuidará y sobreprotegerá siempre...
—Respira Isa. —Viktor no detiene sus caricias por mi espalda; en círculos irregulares, pero suaves.
—Creí que al estar fracturada nuestra relación, no dolería tanto. Pero hace poco me he dado cuenta del miedo que me daría perderlo... Pero... él está bien... —sonrío, porque lo compruebo nuevamente al ver la hora en el reloj de pared. Todavía no es medio día—. Él está bien, pero yo no...
Su cuerpo se ha unido más al mío. Me limpia las lágrimas más recientes.
—Pero lo estarás.
—¿Por qué no te alejas de mí? ¿No te he confesado algo con todo esto?
Vik desvía la mirada. Lo ha entendido.
—Porque no puedo... No quiero.
Analizo con vehemencia el verdor de sus ojos; el brillo del incipiente anhelo y compasión en ellos. Temo que sea más lo segundo que lo primero.
—¿Esto es real?
Ya no estoy seguro de qué día es... Siento como si flotara por sobre mi cuerpo. Pero veo a Viktor y es como si fuera un ancla a tierra.
—Ya me lo dirás tú. —Me acaricia la barbilla antes de llevar la mano a mi nuca y fundirnos en un suave beso.
Un beso salado que huele a menta y tabaco.
Un beso salado que presiento me cambiará la vida.
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