Capítulo 3
Lo normal sería escapar de él. Huir ante el más mínimo descuido y perder cualquier tipo de admiración por Viktor. Sin embargo, no consigo hacerlo. No puedo dejar de observar su boca, en tanto espero que esto no sea más que un horrible malentendido.
—No tengo la menor idea de... —Empiezo, pero no me deja terminar.
—Espera... Creo... creo que me equivoqué. Es que... te pareces demasiado al tipo del teatro. Y... cuando dijiste eso en la mesa... Pensé que eras algún admirador obsesionado que nos andaba siguiendo. —Pasa una mano por su cabello, reflejando cierta desesperación—. Suena paranoico, pero no sería la primera vez que ocurre y puede llegar bastante lejos la situación...
«Una cuota de tranquilidad es necesaria». La entrevista de 2018.
Bien. El error claramente fue mío.
Debo tener más cuidado si no quiero ser descubierto.
—No todos los días se ve a alguien de ojos rasgados y claros... —sigue explicándose—. Son difíciles de olvidar.
Si mis rasgos son dignos de ser recordados por él, comienzo a tener una mejor perspectiva de mí mismo.
El cuchillo que se trajo de la mesa lo deja caer al suelo. Se le ve profundamente apenado, y la culpa de mentirle otra vez amenaza con subir por mi garganta. No obstante, aguanto ese cargo de consciencia. Ya empecé este camino, no pienso echarme atrás.
—No te preocupes, puedo entenderlo, aunque la amenaza... fue un poco excesivo ¿No crees?
—¿Te asusté? —Se ruboriza de la vergüenza—. Ahora que lo pienso, debe ser impactante que alguien te confronté así. No tengo excusas, me he pasado en el mal sentido de la palabra.
—Sí, te has pasado —confirmo.
Nos quedamos observando por un instante. La embriagadora sensación de que sus ojos me estén recorriendo, así como tantas veces hice con él a través de una pantalla o el papel es asfixiante y abrumadora. Podría morir únicamente por este momento, por haber recibido la atención de él que jamás creí que obtendría en toda mi vida.
No puede ser de otra manera. Hay algo familiar en su mirada, porque esos ojos retrotraen recuerdos del paso del tiempo. Crecí con él, escuchando su música y admirándolo de lejos. Es inevitable que algo de mí se haya conectado a Viktor, de una manera tan arraigada que seguramente nunca conseguiré sacármelo de la cabeza. Menos ahora que he tenido la oportunidad de intercambiar palabra con él.
Tobias interrumpe el momento, tiene el teléfono suspendido a la altura de sus oídos. Intercambia una mirada rápida entre Viktor y yo. Luego, capta su atención el cuchillo que yace en el suelo, pero no dice nada al respecto.
—Oye —le habla finalmente a Viktor— se dignó a contestar. —Extiende el celular.
—Ya era hora. —Voltea en mi dirección un segundo—. Debo atender.
—Claro —respondo como si no me importara.
Me pregunto quién estará del otro lado de la línea telefónica. A Viktor le cambió la cara al enterarse de la llamada.
Me intriga que se tome más tiempo de lo habitual al teléfono. Hoy en día nadie le dedica más de cinco minutos a hablar por celular, a no ser que sea algo demasiado importante.
La rigidez de mi postura le dice a Tobias que pese a que ya no tengo nada más que hacer aquí, no pienso marcharme. Se limita a observarme minuciosamente. Al parecer el interrogatorio lo dio por finalizado en la mesa, o bien, este ya no tiene sentido. Ya no puede humillarme frente a Viktor.
Cuando Vik regresa advierto su desánimo. Conozco cada una de sus expresiones a la perfección. Sé cómo se juntan sus cejas y se le arruga el entrecejo cuando está preocupado; dos líneas superfluas que no alteran en nada la belleza de su rostro. También, la manía de mover sus dedos se hace presente. Muchas veces quedó al descubierto en entrevistas donde no se sentía cómodo. Ahora, ambos gestos se hacen presentes.
—Tu cara lo dice todo, acabas de confirmarlo, ¿no? —suelta Tobias. Me molesta que también pueda leer algo de sus emociones—. Sería bueno que no descargues tu rabia con personas que no lo merecen. —Por fin se atreve a hacer un comentario sobre la escena que armamos.
Y no puedo evitar tomármelo de mala manera. No está siendo amable, solo cree que no soy digno de recibir nada de Viktor. No podría afectar en ningún sentido sus emociones, porque a su juicio pese a mis mentiras no soy nadie.
—Ya le pedí disculpas a Isaac —ignora su pregunta—. Todo bien, ¿verdad?
Asiento con la cabeza, restándole importancia a lo que sucedió.
Temo que si sigo buscando excusas para quedarme con ellos, Viktor pueda darse cuenta de mis reales intenciones. Regreso a la mesa, en busca de mi bolso. Mientras camino siento sus miradas punzantes en mi aspecto. Sé que no me veo como ellos, pero espero mi apariencia sea suficiente para sostener la mentira. Tengo puesto el mejor pantalón de mi colección, es sencillo, pero el color azul marino le da un toque sofisticado. La chaqueta negra, aunque genérica y de segunda mano, está a la altura, o eso creo.
Vuelvo donde Vik y Tobias para despedirme. Cordelia se mantiene en la mesa fingiendo que lee, así que igualmente la ignoro.
—Me gusta tu bolso —dice Vik, detallando el bordado del ciervo.
—Gracias, es mi favorito.
—¿Nos volveremos a ver? —pregunta con ilusión.
Levanto los pulgares, intentando actuar cuerdo y reprimir mi euforia ante tal insinuación. Esa pregunta que esconde la promesa de volver a reunirnos.
«Cuento con ello» es lo único que pienso. Mientras siga su estadía en este pueblo las posibilidades de cruzarnos son altas. Y al menos en esta oportunidad, estuve lo suficientemente cerca para conocer su aroma; tabaco y menta.
La sonrisa de la boca se me borra rápidamente. Aún no me he alejado lo suficiente como para permanecer completamente ajeno a la conversación que han iniciado Vik y Tobias. Y son precisamente las palabras que suelta Viktor las que me atormentan.
—Está muerto. —Le oigo decir a mis espaldas y me tenso por completo.
—Requiescat in pace —Que descanse en paz. Me cabrea escuchar el latín en su boca.
—Era la última pista que teníamos —contesta Viktor frustrado.
¿Se tratará de una coincidencia?
¿Pero, y si por eso estaban en el teatro? ¿Y si Viktor en verdad había ido a buscarlo y lo de la función era una fachada?
Napdale es un pueblo pequeño, no puedo evitar pensar que se están refiriendo a mi supervisor, al hombre que tal vez maté. Solo que no encuentro la conexión entre los dos. ¿Qué podría necesitar Vik de un simple trabajador de un teatro? Y lo que es peor, ¿Qué pensaría Viktor si supiera que yo he arruinado sus planes? Tendría motivos más que suficientes para odiarme. Yo le arrebaté la posibilidad de hablar con ese hombre. Yo interferí en sus planes.
Los pensamientos se convierten en supuestos, y los supuestos en hechos verídicos que se materializan frente a mis ojos. Puedo advertir la decepción en su rostro, el juicio que recae en mí, convirtiéndome no solo en una paria de la sociedad, sino también en un marginado para Viktor. Ser una persona repudiada por la figura que más admiro en el mundo... Es esa posibilidad la que tensiona todo mi cuerpo. No podría soportarlo.
Apresuro la marcha, tomando distancia del hombre del que nunca querría separarme en la vida.
🩸
El corazón se me acelera al subir cada peldaño de la casa. «Fui un descuidado, debí haber escondido la ropa en un mejor lugar» me recrimino mientras reviso una última vez la hora, percatándome de la cantidad de tiempo que ha tenido mi padre para revisar mi cuarto. Si sospechó de mi comportamiento en la mañana, lo más seguro es que habrá hecho una inspección por toda la pieza.
Ya puedo oír sus palabras de recriminación. Mi vida se ha ido a pique por una noche que ni siquiera recuerdo.
—Estás aquí. —Mi padre me escanea rápidamente, advirtiendo el miedo en mis ojos.
—Se me hizo un poco tarde en el trabajo —me excuso, esperando que sea suficiente para despejar sus dudas.
Considerando que me vio con alguien anoche, y que estoy llegando más tarde de lo habitual podría pensar que estoy saliendo con ese muchacho.
—Y yo solo pensaba limpiar un poco. Tienes un gran desastre. —Hace un gesto con el dedo, indicando todo el cuarto.
En efecto, hay ropa tirada por doquier. Una infinidad de papeles se encuentran arrugados en el suelo. Muchos de ellos son versiones antiguas de currículos que luego he arreglado para dar una mejor impresión.
La única explicación que encuentro a que mi padre aún no se haya enterado de que tal vez su hijo es un asesino, es que debió haber entrado hace pocos minutos. Quizá después de todo si tengo algo de suerte.
—Yo me hago cargo. —Le arrebato la camisa de sus manos antes de que se acerque más al mueble dónde dejé la ropa manchada.
Por más que mi actitud es un claro "déjame solo", no abandona la habitación. No me sorprende. En esa obsesión de cuidarme del peligro quizá no se ha percatado de que el peligro sea su propio hijo. Las dudas sobre lo que pasó anoche parecen ir disipándose con el pasar de las horas, pero no en el sentido que me gustaría.
No me queda más que proponer un tema que lo despiste de mi nerviosismo, en tanto sigo ordenando el cuarto. Si no lo hago es probable que comience a ayudarme con la limpieza.
—¿Recuerdas las clases de latín? Quisiera volver a cultivar esa lengua. Me gustaba mucho.
—¿Y eso?
—Ya ha pasado un buen tiempo... —suspiro con cierta nostalgia.
Mi padre se dirige al baúl al fondo del cuarto, el sitio donde quedaron guardados todos esos recuerdos. Sopla sobre los libros, quitándoles el polvo.
—Me haría feliz oírte otra vez hablar en latín. A tu madre siempre le gustó —dice y siento el sabor amargo de sus palabras.
Nunca quise botar esos libros, como si una parte de mí se hubiera rehusado a abandonar mis estudios. Era feliz cuando estudiaba latín y la Antigua Roma. Había cierto magnetismo en esas clases, eran especiales. No se trataban únicamente de enseñar la lengua, sino también de explorar los datos más interesantes de la cultura, adentrándose en sus creencias; los rituales y sacrificios.
Y ahora, esa lengua muerta es la que me ha hecho conectar con Vik. De otra manera, no habría conseguido integrarme con tanta facilidad en su grupo. Menos con esos egocéntricos de Cordelia y Tobias en el medio. Jamás habrían permitido alguna interacción con Viktor, creen que es de su propiedad.
Mi padre me obliga a salir de mis pensamientos, me habla atropellado, indicándome que me esperará en la mesa, que no tarde demasiado en dejar decente este lugar. Apenas sale, lo primero que hago es meter la ropa sucia en una bolsa de basura. Pienso tirarla mañana en el sitio más lejano a esta casa.
Guardo todo a la rápida, cuando de pronto, me vibra el teléfono. Es extraño, no suelo recibir mensajes. Si me enviaran algo sería del trabajo, pero la probabilidad es baja al ser tan tarde.
Al ver el remitente confirmo que se trata de un número desconocido. La curiosidad me gana y con prisa abro el mensaje:
Hoy empieza nuestro juego.
Yo sé lo que hiciste y tengo pruebas que fácilmente puedo subir o entregar a la policía.
Pero... no te preocupes, no planeo delatarte, aunque mi silencio no será gratis
Desde hoy tendrás que hacer cada cosa que te pida ¿Sencillo, no?
El precio por tu libertad,
es que seas mío, Isaac Foster
+17194021364│21:53
El teléfono resbala de mis manos, impactando en el suelo. Habría deseado jamás haberlo visto. Maldigo la curiosidad que me hizo abrir el mensaje.
Alguien sabe lo que hice y ahora estoy amarrado a los designios de esa persona; del muchacho que me trajo a casa anoche.
Eso siempre y cuando pueda hablar.
De pronto, comienzo a temblar y no es por el chantaje de sus palabras, sino porque...
comienzo... ¿A sonar como un a-asesino?
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