Capítulo 18
Cuando lo has perdido todo, invade la extraña sensación de que ya nada tiene sentido. Suena cliché, es cierto, pero es lo que siento en estos momentos. Como si incluso traicionar convicciones y valores propios fuera algo natural ante la pérdida de la esperanza.
Me he sumergido completamente en la desolación de no volver a saber de él, de haber perdido mis últimos momentos con mi padre por darlo todo ante un amor que ha acabado. Pienso constantemente en Viktor, como si fuera una especie de medicina al dolor. Quizá no tiene sentido refugiarse en una cura dolorosa, pero es preferible ello a tener la mente despejada. Si quito a Vik de mi mente, me embargaré de lleno en el duelo, en las preocupaciones que se avecinan ante un futuro incierto.
Y no quiero.
Además, es cierto que su ambivalencia me ha arruinado.
Cada cosa me recuerda a él. Tantos años pensando en Viktor han causado recuerdos y emociones fijas; un vínculo y recuerdos reales que se solidifican incluso desde los doce años.
¿Hasta qué punto la ensoñación puede afectar los sentidos? ¿Por qué siento que lo amo cuando apenas lo nuestro puede contabilizarse en días?
Me asfixio pensando en la idea de no recuperar lo que teníamos. No puedo comprender cómo para él ha sido tan fácil. Si ha sido tan sencillo es porque los sentimientos siempre fueron unilaterales, porque el destello de obsesión que percibí en su hogar secreto no fue más que una actuación. Y me recrimino, y me siento imbécil, porque debí haberlo intuido desde que confesó que nada de lo que él mostraba era real.
Yo tampoco lo conocí.
Solo supe de él lo que quería mostrarme.
Pero asumir esa creencia como real, me pone en un sitial de omnisciencia. No puedo saber todas las respuestas, pero quisiera saberlas.
Y entonces río, estallo en una carcajada mientras la comida recalentada sigue girando en el microondas.
Pequeñas explosiones anuncian la erosión en el jugo de la carne, la cubierta del filete escuece la lengua en contraste a su interior que yace frío y con sabor a refrigeración.
Prendo la televisión para seguir viendo cómo hablan del asesinato de mi padre.
Y mientras indagan en posibles teorías, yo sigo empecinado en mis propios pensamientos, en que a estas alturas tendría que conocer la fórmula para dejar ir a las personas. No a Harold, porque pensar en mi progenitor sería indagar en la aterradora idea de pensar en mí mismo, en el remordimiento de haber quedado con cuentas pendientes. Me hace un miserable, un egoísta. Prefiero seguir enfocado de manera obsesiva en Viktor, en culparlo y analizarlo como un amante.
Un mensaje me acompaña cuando acabo la comida.
La constancia de quien me lo ha quitado todo, marca una diferencia ante la ausencia de Viktor. Mientras de él no he sabido nada desde el día del funeral, mi acosador aguarda por mí cada segundo. Espera pacientemente por mis respuestas para acabar poco a poco conmigo.
A estas alturas, pienso que podría entregarme por completo a él como una forma de buscar mi propio desenlace. Algunos quizá no lo entenderían, pero comienzo a creer que uno podría acercarse voluntariamente a quien podría destruirte, como una forma de ponerle fin al cansancio sin necesidad de apretar el gatillo.
Emocionado por hoy?:)
+17194021364│14:13
Hoy día por fin lo conoceré. Podré colocarle un rostro a mi tormento, al desconocido o —posible— conocido que se cruza día a día en mi camino.
¿Pregunta si estoy emocionado?
Emoción fue lo que sentí cuando creí ser merecedor de amor, cuando pensé que las cosas podían ser diferentes y darle una jugada al destino; sin tener que ajustarme a lo que se había escrito de mi historia, porque seguía manteniendo un mínimo de esperanza.
Sé puntual
Isaac│14:19
El lugar propuesto fue el bar Rockie, testigo del origen y final de una interacción torcida. Puedo imaginarme al tipo riéndose mientras tecleaba cada letra, creyendo que su obra ha sido una perfecta sinfonía de inicio a fin, sin ser descubierto y burlándose constantemente de mis movimientos.
Y a pesar de ello, de lo detestable de su persona, comienzo a medir el tiempo en función de su presencia, tal y como hice con Viktor. Su ausencia está siendo llenada por un extraño. Y no me satisface en lo absoluto, porque no solo es el responsable de la muerte de mis padres, sino que además es el culpable de sembrar las dudas en nuestra relación. Si Vik me ha abandonado, es porque también duda de cuáles fueron mis reales intenciones.
Pasan las horas y mi mente va de un lado a otro. Por más que analice la situación, no conseguiré respuestas, y me odio por ello.
Pero lo que más odio es no haber sido capaz de decirle la verdad a Viktor cuando aún estaba a tiempo.
Llego antes de la hora acordada. Pido algo para beber mientras espero a que él aparezca. El ambiente se mantiene calmado. Todavía es temprano, así que el sol no se ha ido por completo.
Juego un par de veces con el vaso, en tanto mi única diversión es apreciar el exterior a través de la ventana. Sin embargo, la diversión pronto pierde su gracia y pasa a ser algo diferente. Porque se me rompe el corazón ante la imagen que estoy viendo. Lo reconozco aunque tenga una gorra ocultando su cabello, y el cubrebocas tapándole parte del rostro. De todas las maneras de destruirme, esta era la peor de todas. Caminan de la mano, en tanto ella ríe despreocupadamente. Le baja la mascarilla en un gesto demasiado íntimo. Y, aunque advierto un leve nerviosismo en Viktor —como si temiera que su traición fuese a ser vista por mí—, esa ilusión se rompe cuando unen sus labios en un apasionado beso.
No me estaba haciendo un favor cuando me dijo que Viktor no volvería, ella tenía la certeza de que así sería.
Y quiero sufrir, analizando la forma en que sujeta a Cordelia de la cintura. Grabarme la escena de tal manera que sea capaz de reproducirla en solitario todas las veces que sean necesarias para convencerme de que realmente ocurrió.
Mis planes se ven frustrados ante el aroma familiar que impregna mis fosas nasales; cuero y flores blancas. El bar Rockie y un vaso de whisky.
—¡Qué has hecho! ¡Estás loco! ¡Estás loco, Isaac!
Grita e intenta contenerme o sujetarme. No estoy seguro. Solo sé que apenas puedo con mi propio peso.
Quiero darle sentido a sus palabras, y aunque sigo con la vista borrosa, reviso mis manos que están manchadas de sangre.
Pero... no es posible.
¿O sí?
Lo oigo llorar en tanto la sensación de malestar sigue aumentando, el regusto de tristeza me invade como propio.
«Ayúdame» Mis últimas palabras antes de perder nuevamente el conocimiento.
Me tiembla el cuerpo ante el golpe de realidad de un fragmento recuperado.
—Tú... tú s-siempre. —Me ahogo con mis propias palabras antes de siquiera verle el rostro.
Porque mis instintos me dicen que solo puede tratarse de una persona.
Y quiero gritarle por creerse con el derecho de arruinar mi vida, por creer que puede entrar y salir cuando se le dé la gana sin temer por las consecuencias de sus actos.
Pero la vida parece adorar dejarme en ridículo, porque la persona que toma asiento frente a mí no es Dante.
—Yo... N-no lo entiendo. Tú... ¿Por qué? ¿Por qué... me harías todo esto? Yo...
«Te mataré» son las palabras que habría querido decir, tanto si se trataba de él como de Dante o de quien sea.
Se ajusta las gafas con las iniciales doradas, que sospecho hacen juego con el nombre suyo y el de Viktor.
—Hola, Isaac.
Tobias le hace una seña al camarero para ordenar una bebida. Observo la confianza que desprende incluso al ser descubierto.
No comprendo de qué manera se vincula con todo lo que me ha sucedido. Apenas nos conocemos y solo está de paso por Napdale. ¿Cómo podría haber asesinado a mi madre? ¿Por qué ensañarse con mi padre?
—¿No me vas a saludar? Tal vez ahora sin Viktor demuestres más abiertamente cuánto me odias.
—Yo no te odiaba... No lo hacía. Solo no me fiaba de ti, siempre creí que engañabas a Viktor. —Contengo los puños, nunca me he defendido, pero esta vez siento el impulso de hacerlo. Si no estuviéramos en un espacio público creo que ya habría actuado. Elegir este sitio fue un punto a favor para él—. ¿Qué clase de juego es este? ¿Por qué has venido tú?
Una pequeña sonrisa se forma en su rostro, lo cual es extraño. No es precisamente alguien que demuestre desenfado.
—Al menos entiendes que yo no tengo nada que ver con las muertes de tus padres. Ya habrás sacado tus conclusiones, porque hace años ni me enteraba de tu existencia. Y si Viktor no fuera tan inmaduro, tampoco habría sabido de ti durante este mes.
Incluso desde esa posición es capaz de seguir denigrándome. Todo en esta interacción me repugna.
—Pero de alguna manera, formas parte de esto. Tú... Yo siempre supe que había algo malo contigo. Incluso con Cordelia yo pensé que... —Me detengo, porque solo pronunciar su nombre me recuerda lo que he visto.
Desvío la mirada, porque soy incapaz de apartar esos pensamientos. La ira recorre todo mi cuerpo ante el juego que han hecho estos dos, logrando que Viktor se involucre con ambos —quizá de qué maneras— y mintiéndonos descaradamente el día en que mataron a Harold, asegurando que iban detrás del asesino, que tenían una fotografía de él. Ambos atreviéndose incluso a figurar en el funeral.
—Yo tampoco conozco a quién está detrás de los mensajes. A quién ha estado asesinando como si fuera un deporte más.
—No te creo. Tú y Cordelia están planeando algo. Quieren acabar con Viktor. Lo supe... Lo supe desde el inicio, incluso antes de conocerlos. Podía verlo en la forma en que se comportaban, en cómo cambiaba Viktor cada vez que se juntaba con ustedes. Nunca fue el mismo desde que ustedes entraron en su vida.
Tobias disfruta el whisky que han dejado en su mesa hace solo unos minutos.
—¿Te escuchas? Estás sonando como un loco ahora mismo.
—Entonces explícame cómo te relacionas tú con todo lo que está pasando en Napdale —lo increpo.
—Cuando comienzas a recibir los mensajes te conviertes también en un peón —dice, como si fuera algo evidente—. Quien está detrás de esto tiene demasiado poder. Y Viktor tenía razón, él es el origen. La obsesión de este tipo supera cualquier sentimiento que tú o yo podamos tener por él. Mientras no lo saquemos de esa industria, mientras no lo llevemos a un lugar apartado de todo, donde pueda empezar como cualquier persona normal, nunca estará a salvo —agrega, como si por un segundo, estuviéramos en el mismo bando—. Si vine aquí es porque me obligaron a presentarme por él. No sé de qué manera se relacionaban tus padres en todo esto, a mí tampoco me hace sentido, pero puedo darte mi palabra de que yo no soy la persona que te está acosando.
—Quiero una prueba. Una prueba de que te están forzando. Una prueba... d-de que no debo romperte la cara ahora mismo —Tobias abre grande los ojos. Debe sonar raro viniendo de mí.
—Cave verbis tuis.
—Ya nada me importa, Tobias. —Y le consta, no tengo nada que perder.
Saca su móvil y me enseña toda una conversación a través de mensajes de texto.
Las indicaciones sobre el sitio al que debía ir, el horario, las amenazas de que sino Viktor sería perjudicado... Pero hay una diferencia.
El número es distinto.
—¿Viktor no sabe nada de esto, verdad? —pregunto, bajando la voz.
—No sabe... Solo cree que yo lo estoy ayudando a él a investigar, pero no que me he visto tan involucrado... A veces pienso que debería decírselo... Pero se sentirá culpable.
—Lo mejor es que no se lo digas. No hay por qué poner más carga sobre sus hombros —suelto, quizá demasiado rápido—. Sería ponerlo en más peligro del que ya está —aconsejo, medio inseguro.
—Coincido...
Me tomo lo que queda de bebida; abruptamente, como si quisiera borrarme de la faz de la tierra.
—Bien, debo regresar a casa.
Tobias no insiste demasiado, ya que tampoco disfruta de mi compañía. Solo suelta un último comentario de que espera que ahora entienda por qué fue tan desagradable conmigo, que desde el inicio sospechó de mí porque nuestros primeros encuentros se trataron de una causalidad demasiado afortunada, que casi parecía que los andaba acechando.
Solo se arrepentía de haber pensado mal de mí por la muerte de mi padre. Eso derrumbaba cualquier teoría.
No me molesto en decir algo sobre sus palabras, finjo que estoy bien con ello. Que ya no hay nada más que hablar.
Y cuando apenas me he alejado un par de cuadras empiezo a correr lo más rápido que me permiten mis piernas.
Porque ni siquiera he procesado todo lo que me ha dicho, porque mi mente solo se ha quedado con un dato; el número que me ha mostrado.
Lo conozco perfectamente. De hecho, me lo sé de memoria.
Y eso es...
Porque es el mío.
*Nos queda solo un capítulo de esta parte, ayyyyyyyyyyyyy.
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