Capítulo 17
Holis! Espero estén bien💕 Ya pasó un tiempo sin que actualice así que breve resumen, del resumen, del resumen: Isaac y Viktor tuvieron una escapada al lugar secreto de Vik. Isa recibió un mensaje anónimo, que daba a entender que se avecina una tormenta. Tuvimos un salto temporal en que vimos a Viktor secuestrado, y cuando se reveló con quién estaba hablando era Isa👀 Ahora sí, seguimosssssssss✨
El tiempo de espera se hace eterno. Viktor me asegura que el chofer está cerca de nuestra ubicación, pero sus palabras más parecen un sedante que entrega alivio efímero. Pasan aproximadamente veinte minutos antes de que las luces del vehículo nos apunten; claridad que espanta la oscuridad a nuestro alrededor, pero no la que habita en mi corazón. Viktor ha intentado robarme palabras, sacarme qué es lo que me pasa, y mi única respuesta ha sido mostrarle la amenaza del mensaje de texto, de que algo ha salido mal.
Lo cierto es, que yo estoy preocupado por mi padre, y Viktor por sus amigos.
Nadie contesta el teléfono.
—Necesito bajarme antes —pido, consciente de que esto traerá muchas preguntas—. Déjeme en la plaza de Napdale —me dirijo al conductor.
—¿No me acompañarás al hotel? —cuestiona de inmediato Viktor—. Si no están ahí... no sé qué haré. No debí dejar que ellos vayan a esa misión. —Se recrimina—. Hubiera sido mucho más seguro que le hable a Gaspar. —El detective privado que aún no he conocido.
—No... No puedo acompañarte. —Intento dejar el titubeo a un lado, aunque no por ello desaparece el remordimiento. Sé que él está con los nervios de punta, una pareja ideal tendría que acompañarlo en este momento, pero no puedo anteponerlo a la incertidumbre sobre el estado de mi padre.
Vik parece algo decepcionado.
—Honestamente, no entiendo tu reacción —dice luego de unos minutos de incómodo silencio—. Estás sudando, Isa, y me parecería raro que fuese por mis amigos. Sé que no les deseas el mal, pero tampoco son tan cercanos... Y si no es por ellos... Necesito saber... ¿Me estás ocultando algo más?
Suena cansado, como si las mentiras que han sido descubiertas ya fueran suficientes, el límite.
—Antes te hice una promesa. —Desvío la mirada para no cargar con la vergüenza de verlo a los ojos.
—Quizá por eso mismo me preocupa —confiesa.
Ambos estamos conscientes de que estoy caminando sobre vidrio, que una mentira más terminará por destruir la conexión que hemos forjado.
—Necesito que confíes en mí.
Y es cierto, lo necesito. No puedo cargar con tantas preocupaciones sobre mis hombros. No podría perdonarme el hecho de que papá esté gravemente herido y que lo último que haya sabido de mí fuese el momento en que le di la espalda y escapé de casa. Si además empieza un interrogatorio de Viktor, o una posible discusión, temo que mi cuerpo no sería capaz de soportarlo.
—Pero es que te ves... tan nervioso.
Esta vez no recurro a palabras, mi expresión de cansancio lo dice todo. Y Viktor cede ante esa petición egoísta. Él debe estar igual o peor que yo, pero decide perecer en su pretensión de satisfacer su curiosidad. Intuye que bajo cualquier otro escenario daría la vida por acompañarlo, estar para él.
Los minutos de conducción se vuelven pesados ante el ambiente inestable. La última vez que me sentí así de perturbado fue cuando iba camino a ver a mamá con la esperanza de que se tratara de un error. Sin embargo, solo regresé con sus pertenencias y un dolor que se incrustaría en mi alma. Ese mal presentimiento me carcome por dentro.
Me bajo en la plaza, con un Viktor indeciso y más frío en su despedida. No lo juzgo, sé que esperaba más de mí.
Dejo esa imagen a un lado para apresurar el paso. Y lo comprendo cuando veo el atochamiento de gente alrededor de mi casa. Hay una ambulancia estacionada en la calle. La policía ha cerrado el recinto con una cinta amarilla. Los vecinos curiosos asoman desde sus ventanas, y los más atrevidos se encuentran intentando traspasar el límite.
Intento hacerme paso a través de ellos. Al inicio no me reconocen, así que no se corren, movidos por el morbo de ver en primera línea lo que ha sucedido. Finalmente, uno de los vecinos se percata de quién soy y hace que se corra la voz rápidamente. Poco a poco se empieza a abrir un mar de personas para dejarme vía libre. Cuando traspaso la banda me llaman la atención, pero basta que vean mi rostro para que los oficiales se miren entre ellos. Sospecho que dudan sobre si sería prudente que atestigüe lo que ha sucedido, pero aprovecho ese descuido para correr como nunca lo he hecho.
Sigue siendo la misma casa que abandoné hace un par de días, pero ahora pareciera como si hubiera pasado un año desde la última vez que di un paso dentro. Temo que en cualquier momento perderé el conocimiento.
Lo presiento, incluso antes de entrar a la cocina, donde levantan un cuerpo al que no puedo ver su rostro. Cerrado y sellado, me impiden distinguir su identidad, mas sí su condición, como si únicamente se tratara de un objeto. Grito y lloro, ante la pérdida repentina y las palabras no dichas, aquellas que temo me perseguirán por años.
«Bala». «Mensajes de texto». Las palabras ajenas flotan en el aire, pero no permanecen demasiado tiempo en mi retina. Me hundo antes de que siquiera tengan oportunidad de establecerse en algún sitio recóndito de mi mente.
La vista se me nubla ante las lágrimas que caen sin control. La impotencia de estar nuevamente en esta situación.
Me solicitan mi presencia, que los siga por inercia hasta al cuartel. Hay preguntas que debo responder, hay diligencias que debo realizar, cuando lo único que querría hacer es quedarme junto al cuerpo ante la expectativa de que se levante y todo sea una broma.
En algún punto, siguiendo una camilla más pesada, siento la presión sobre el hombro, una que a diferencia del peso emocional, consigue abstraerme momentáneamente de mi sufrimiento.
Solo unos segundos, porque pronto advierto la consternación en su rostro.
—T-te vi tan preocupado que imaginé que había pasado algo más... —suelta sin aliento. Sujetándose fuerte la gorra para evitar ser el foco de atención—. Me sentí culpable por seguirte, me repetía mil veces a mí mismo que si dijiste que debía confiar en ti que así lo hiciera —agrega entre lágrimas—. Nunca creí que... —corta el habla, incapaz de retomar.
Se ha venido corriendo desde la plaza. No importa qué tan rápido lo hubiera dejado atrás, la multitud de gente le habría indicado mi posición.
Y no me importa que hayan testigos de por medio, lo agarro fuerte de la camisa, atrayéndolo a mí. Forzándolo a sostenerme la mirada.
—Por favor... No me dejes ahora. Eres lo único que me queda. Lo único.
Es patético. Tan patético. Sueno desesperado, abatido, como si mi última comida hubiese sido un festín digno de la realeza, y me hubieran dicho "adelante, toma todo lo que quieras" para luego abandonarme el resto de la semana con solo migajas. Y yo las junto, y no las quiero perder. Las guardo y las agrupo, como si de esa manera se volvieran más cuantiosas, siendo que en verdad nada ha cambiado. Ni su naturaleza, ni su cantidad.
¿Valía la pena saciar mi hambre hasta vomitar fragmentos míos? ¿Míos y de Viktor?
«Sí» me repetiría después, en múltiples noches en vela.
«Yo nunca te dejaré, Isa. Nunca» dice y repite haciendo eco sus palabras; chocan en el espacio hueco de mi cerebro, y luego rebotan hacia él, generando una cicatriz incapaz de borrar.
Los primeros días son los más difíciles. El espiral de pensamientos solo se ve interrumpido cuando Vik se enfrenta a ellos, desafiándolos y robándose el espacio correspondiente a mis preocupaciones. Ya no es "Vik el cantante". Ahora es Vik, el hombre que me mira como si no existiera nadie más en el mundo. El que odia cantar y tiene dos lunares adornando su brazo. El que disfruta de su escondite secreto, donde puede ser él, burlándose de aquellos que creen poder controlarlo, encontrarle como si su ubicación fuese obligatoriamente información pública.
Pero no pueden encontrarlo. Nadie más que yo podría hacerlo, porque él ha confiado en mí. Porque yo he cambiado junto a él.
—Estaba preocupado por ti... Hoy te escribí. —Se queda a mi lado. El cubrebocas tapándole el rostro. El negro le queda mejor a él que a mí.
La uniformidad de trajes solo ensombrece más un día que debiera asemejarse al sol.
Tal vez debería responderle, pero mi silencio no se compara al que él ha tenido conmigo desde ese día en mi casa.
—Seguiré preocupado por ti. Sin importar nada. Eres... —Busca la palabra apropiada—: Mi amigo —se decide luego de unos sombríos segundos.
«Amigo». Los amigos desconocen el latir del éxtasis. No saben el punto exacto dónde duele, el sitio en que debe introducirse la espina hasta hacer brotar sangre, como cristal quebrado y whisky derramándose. Podrían conseguirlo, pero solo llegarían a medio camino, no podrían cavar tan profundo, y él bien lo sabe. Llevo una mano a la boca porque me han entrado ganas de reír. Estrepitosamente. Compulsivamente. La idea suena tentadora, si los demás piensan que he perdido la cordura quizás regresen pronto a sus casas. Abandonen el sitio que solo requiere la presencia de Harold y de mí. A fin de cuentas, ninguno de ellos hizo nada para ayudarnos después de la muerte de mamá.
—¿Isaac?
El cabo suelto; Viktor.
No puedo poner a Vik en el mismo grupo que ellos. Me ha llenado de amor aceleradamente. «Eres mío» fueron sus palabras. Si soy de él he dejado de pertenecer a mí mismo. Fluyo y corro a su ritmo, me ha hecho esclavo de sus demandas. Me ha mostrado la idea de lo que sería estar juntos. Solo los dos. Los dos siendo uno, no en el sexo, sino en la fluidez de los sentimientos. ¿Y cómo puedo volver atrás? ¿Cómo puedo encontrar a alguien más que corra vertiginosamente? Si todos tienen miedo. La gente rehúye del dolor, no quieren compromisos. Compromiso es involucrarse, involucrarse es perder lo que se era antes; la muerte de uno mismo.
«Requiescat in pace» suelta con burla Tobias.
¿Habré muerto ya?
—No sabes lo jodido que es esto. Porque... siento que debo dejar a un lado las mentiras por lo que estás viviendo, pero... necesito pensar y...
—Lo sé. Lo sé.
¡No lo sé! No lo entiendo. O sí, lo comprendo ¿Pero cómo es posible? ¿Cómo se puede estar enamorado un día, y después borrar a la persona de tu vida así como así? Me ha dado poco a poco una dosis mayor de él y luego me la ha quitado repentinamente. Y siento que muero. Muero lentamente en la agonía de volver a tenerlo. Me conformaría con mendigar partes de Viktor. Sería una muerte lenta y dolorosa, pero al menos calmaría el ruido. Tarde me he dado cuenta, de que me ha hecho adicto. Ansío más de sus labios, necesito sus caricias y palabras, como si se tratara de una abstinencia letal.
¿Cómo lo ha logrado? Después de Dante me dije a mí mismo que nunca más volvería a sentirme de esta forma.
¿Pero qué ha cambiado en estos años? Absolutamente nada. Sigo disconforme con mi vida, conmigo mismo. Y peor aún, todo lo que alguna vez tuve se me ha arrebatado.
¿Acaso no sería un milagro que aún pudiera pensar con claridad? ¿Cómo hacerlo después de semejante desenlace? Me he quedado solo. Y la soledad no es buena compañía, perturba el cerebro y abre compuertas que debieran permanecer siempre selladas. El silencio da paso a la divagación, y el ruido mental es mal consejero, al igual que las noches de borrachera. Tampoco puedo canalizar esa fuerza en algo más, porque lo único que era y es objeto de mi devoción es Viktor.
Pero alguna vez hubo algo más, alguna vez quise enfocarme en ser diligente en un nuevo trabajo. En empezar de nuevo, tener otra oportunidad. ¿Qué pasó? ¿En qué momento Viktor reemplazó todas las otras aristas de mi vida?
Si se esforzó tanto en aparecer una y otra vez, entonces esto no puede ser un quiebre definitivo. ¿Me compensará por esta agonía? ¿Lo hará dándome más de lo que me entregaba antes? «Sí, de eso debe tratarse» me convenzo. No es que quiera castigarme, solo me está poniendo a prueba. Quiere averiguar si mi amor por él es suficiente. Si puedo tolerar esta distancia entonces seré digno de tener todo de él. Eso me hace más sentido. Por eso ha sido tan estricto en este distanciamiento.
La presencia de Cordelia y Tobias no hace más que escarbar en la herida.
—Él no volverá —sentencia Cordelia a modo de confidencia. Y la construcción mental se desmorona, como si fueran piezas de una torre. Una por una.
Tal vez quiso ayudarme, abrirme los ojos. Un favor ante la culpabilidad por la muerte de mi padre. Si lo han matado es porque los descubrieron persiguiéndolo. Pero lo cierto es, que mientras eso pasaba recibían atención de Viktor, pese a que solo se les había acabado la batería del teléfono. Su condescendencia es una broma de mal gusto. Me recuerda que perdí por partida doble.
Alguna vez probé lo que era tenerlo todo. Viktor me alimentó de su corazón mientras él consumía el mío. Y, sin embargo, me abandonó el mismo día que perdí a mi padre. Aunque no puedo ser injusto. Se preocupó de que hubieran personas cerca para no quedar tan vulnerable. Lo hizo pese a saber que solo le mentí cada vez que lo vi a los ojos.
Pero no los quiero a ellos. No me son suficientes los brazos de Miranda, la tibieza de su compañía dura escaso tiempo. Luego, se vuelve agreste para terminar siendo nula. Es agradable, pero la calidez se pierde. No es que ella haga algo mal, sino que no es la persona a la que me han acostumbrado. Seth de malas ganas me cuida, aunque no sea a voluntad hace su mejor esfuerzo. Espanta a quienes me tiran miradas que desprenden tiña, ataja a quién quiera atacarme con preguntas que no llevan a un lado, que no cambian la realidad.
Suspiro. Quisiera acercar mi mano a la suya. Quisiera borrar esta ausencia que nos separa. Que la ha causado mi origen, mi familia, Barthos y una noche distante. Sin embargo, hago algo diferente. Opto por otra idea que se me ha cruzado por la mente.
Quiero que hablemos
En persona
Solos tú y yo
Isaac│14:09
La respuesta es casi instantánea, refleja ansia y una compulsividad que entiendo perfectamente.
Estaba esperando este momento
+17194021364│14:10
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro