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1.

Mis alas despliegan ante un cielo reluciente de claridad, por un momento dudo; finalmente cedo a mi deseo ferviente de surcar el firmamento y volar a cualquier dirección donde no la vea, pero aún recuerdo su aroma embriagador como el perfume de una rosa. Reprimo todos esos  recuerdos como una pesadilla. Me encuentro en la cima más alta de aquel edificio abandonado, emprendo el vuelo con el deseo de perderme entre la altitud y dejar de escuchar los murmullos bajo mis pies, ellos ríen y yo... Quiero arremeter mi furia contra lo que sea, no quiero sentirlo más, cada recuerdo de ella me atormenta...

Por varias horas y sin una dirección siento de pronto el pesar en mi cuerpo, veo a la lejanía una pequeña isla. Los rayos del sol emergen con intensidad, por un momento me elevó hasta sentir a tope mi respiración, absorbo cada partícula de luz. Hago batir mis alas con intensidad hacia una pequeña pendiente en picada, desciendo con hosquedad levantando una ligera cortina de polvo.

Por fin aprecio el mar intenso y sereno, el viento me arropa con rigor, como si le perteneciera desde siempre. Me niego a sentir su furia contra mí, así que decido caminar y guardar mis alas coloridas y lustrosas como el arcoíris. Un sonido me amedrenta, respiro aliviado al ver a Mahelet salir entre unos arbustos con el cabello enredado. Ve mi labio curvarse y frunce el entrecejo.

—¡Henning! ¿Cómo puedes dejarme y luego hacerme volar hasta el cansancio?

Sin ánimos de hacerla enojar me quedo callado un instante, luego respondo con rigidez:

—No podía quedarme ahí viéndola pelear por alguien más.

—Y mira donde nos has arrastrado. Eres un idiota. ¿Qué esperabas? ¡te utilizó! Y la retribución a tu amor fue perderlo todo.

—No tienes que recordarme a cada poco mi error. Aún me duele.

—Para lo que me importa. —responde gruñendo.

Inclina la cabeza en señal de que la siga. Repaso la idea de arrepentirme, nunca puedo predecir con que disparate me va a salir, me resigno en mis adentros a darle un sermón. Al cruzar una pequeña pila de rocas musgosas expande sus alas violáceas y refulgentes para bajar todo el resto de la montaña, la sigo. Da la vuelta para desparecer entre unas ramas. Al verla parada cerca del tronco de un árbol guarda sus alas rápidamente, hago lo mismo cuando llego a su lado.

—Hay humanos aquí. —Pronuncia casi como un susurro—, hay varios de ellos enfermos, ¿no crees que deberías de usar tu habilidad para sanarlos y conseguirnos comida?

Río de pronto. Debí pensar que necesitaba llenar ese estómago humano insaciable que tiene. Ella avanza sabiendo que haré lo que me pide y acierta. Camino por detrás, de pronto me pregunto: ¿porque habría humanos en una isla lejana? Más allá de cualquier ciudad moderna. Lo comprendo cuando los veo.

Un hombre de cabello largo y trenzado se inclina sobre el cuerpo frío de dos niñas delgadas y morenas, tan delgadas que sus huesos parecen más gruesos que su propia piel. El pronuncia unas palabras en un idioma muy propio de ellos. Alza la vista hacia nosotros, toma una lanza para apuntarnos con desdén. Descubro una hostilidad profunda en sus ojos negros y entreundidos.

Corre a mi dirección para atacarme. Mahelet lo detiene, él se arrodilla para contener su respiración. Cuando veo su espalda herida con la marca de látigos se me crispa la piel. Actúo sin pensármelo dos veces. Extiendo ligeramente mis alas para rozar sus heridas con ellas, veo cómo se van cerrando sin dejar una solo cicatriz.

Sus ojos ven con benevolencia a Mahelet, ella ha usado su habilidad para calmar su dolor. Era como una anestesia para el alma. Nos quedamos en silencio un tiempo. El hombre comienza a hablar:

—Mis hijas, se han ido... —se detiene para tomar aire hasta llenar sus pulmones— los demonios vinieron por mi hijo —exclama con voz punzante.

—¿Demonios? —pregunta Mahelet sorprendida.

—Demonios de piel blanca con alas blancas como aves, ojos grandes y dientes como perros.

Nuestras miradas se cruzan. Aun no asimilo lo que describe el hombre, antes de que articulara una palabra, escucho la voz de Mahelet entonar una canción suave. Comprendo enseguida que desea ver los recuerdos del hombre, la quietud parece impasible a nuestro alrededor cuando él cae dormido en sus brazos.

Decido actuar y examinar los cuerpos de las niñas. Mis manos sienten un piquete eléctrico al tomar la muñeca de una de ellas. Quedo estático ante lo que veo. Marcas infernales. Uno mis palmas luego extiendo mis alas para rozarlas, invocó la Balanza Celestial para lograr percibir a los devoradores. Mis ojos se aclaran con rapidez a una lugar tétrico y blanquecino.

Veo a los devoradores con manos alargadas, piernas delgadas y deformes, sus bocas desaliñadas y gruesas toman la esencia de las almas de las niñas. Recito una oración de plegaria hacia la Divinidad. Pronto las siluetas de dos niños con alas doradas aparecen, ellos desvanecen a los devoradores con sus espadas, luego toman las almas de las niñas dentro de un cubo dorado.

Agradezco a Azrael por su ayuda, a pesar de haber fallado, mi mentor aun me auxilia. Respiro profundamente al volver al plano mortal. Mahelet me observa orgullosa. Le dedico una sonrisa de satisfacción.

—Vi sus recuerdos, son los demonios del segundo infierno de Asmodeo. Se llevaron a todos los niños, otros fueron usados como ritos para abrir portales. ¿Crees que los Principados sepan lo que ocurre?

—No lo sé —respondo apesadumbrado, tomo fuerzas para pronunciar las siguientes palabras—: Ya no puedo entrar al cielo de ellos.

Ella disuade su semblante, queda tan asombrada como me temía. Recuesta al hombre al suelo. Luego se para delante de mí con un temple prudente y expedito.

—Mañana dictarán tu sentencia, ora para que puedas volver a casa y enmendar tu error. Alia te perdonará, además el camino que has tomado es muy poco usual para todos nosotros que deseamos pertenecer a algún cielo.

—Mi castigo será no poder volver a casa. No existe clemencia ante un error como él mío. Es como remover el universo mismo solo por capricho, el curso natural no es ese. Todo cuanto existe tiene su propósito.

Ella palpa mis hombros y sonríe. Me pregunto cuanto amor hay en ella para tolerarme todo. Todo lo que le hice sin siquiera recriminarme acto alguno. Me siento en deuda con ella a pesar de todo. Luego ensombrece la mirada tan pronto como escucho sus palabras en mi mente.

—Ellos están aquí, son siete y uno de ellos es un caído.

Me pongo rígido tratando de percibir su presencia, por desgracia no siento nada. Enfurezco por dentro al perder poco a poco el contacto con el mundo etéreo al que pertenezco. Hasta que ocurre, ellos aparecen frente a nosotros desapareciendo todo a nuestro entorno.

Siento unas manos frías y gélidas arrancarme la piel. Veo a Mahelet brillar en su máximo esplendor, su color violáceo se mueve a una velocidad fugaz, solo los estruendos de cuerpos chocar y atronar entre la nada como fuerzas extraordinarias me hacen desear volver a mi estado original. Nada parece mejorar; me doy cuenta que algunas partes de piel aún me cubren.

Me muevo con dificultad cuando veo una espada resplandeciente moverse hacia mí, el demonio me perfora con la mirada luctuosa cuando impulsa la espada con más fuerza, respondo rápidamente a su ataque.

La atrapo con todas mis fuerzas, embisto la espada para atravesarlo, pronto se desintegra. Entonces algo ocurre; veo a Serena tomar las manos de un caído al cual no conozco. Mis puños se cierran y mi orgullo se siente herido, me rompo por completo. Ella parece feliz, sonríe. ¿Me pregunto cómo puedo lidiar con mis sentimientos? con todo lo que llevo dentro, el amor que le entregué fue traicionado y engañado.

Advierto voces susurrantes de varios espectros rojizos, todo se difumina cuando ellos me toman con látigos largos y oscuros. Mi respiración se contrae, siento temor, tampoco puedo ver a Mahelet. Temo lo peor. Cierro mis ojos recitando una plegaria para liberarme de la atadura demoniaca.

Nada ocurre, mi plegaria parece no ser escuchada por ninguno. Pienso que al final mi castigo es convertirme en polvo. De pronto Mahelet aparece irradiando su luz, viaja a una velocidad prodigiosa. Rompe los látigos, luego me deja una espada, mis manos la atrapan sintiendo un ardor incontenible, sin perder tiempo alza el vuelo para atacar, y yo derroto con facilidad a mis contrincantes por el furor que me corroe por dentro.

Todo acaba, volvemos al plano físico. Mahelet respira con rapidez, y yo caigo de rodillas. El sudor recorre mi rostro, me sorprendo al notarlo. Ella levanta la mirada intacta, como si nada hubiera pasado. Comprende enseguida lo que ocurre al ver mis palmas quemadas.

—A este ritmo perderás toda tu gracia, te convertirás en un humano olvidando donde perteneces.

—Me aterra pensar que todo pasa tan rápido. Ya no tengo la fuerza de un iluminado, ni puedo deshacerme por completo de este cuerpo.

Me quedo callado. Siento la tensión más fuerte que nunca y mi alma clama por misericordia. La imagen de Serena se aviva de nuevo dentro de mí, estoy confundido al pensar que fui utilizado, la traición a mi propia hermana solo por un amor... que se ha vuelto mi destrucción.

Su amor es mi ruina, pero cada momento a su lado me da fuerza, a la vez siento irritación al recordarla sonreír, parezco un tonto al no reconocer las cosas, tan claras como el cielo mismo, nada quedó, solo estoy yo apostando por una esperanza que ya se ha extinguido.

Antes de que me levante, unas manos me toman. Veo a tres ángeles escoltarnos al segundo cielo, tiemblo de miedo. El juicio me espera y mi castigo ha de imponerse sin retardo alguno... 

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