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* 3 *

El uniforme de este sitio no combina con el resto del entorno, si se mira por la ventana se puede ver cosas de colores absurdos, pero bastante colorido al fin, sin embargo este jumper negro, la camisa mangas largas blanca, calcentines y zapatos negros, se ven como uniforme de cualquier escuela corriente, de hecho, el de mi antigua escuela era parecido.

Me lo pongo y escondo las horribles cicatrices de mi cabeza en nuevas vendas que me trae Margarita, me pregunto qué pensarán los demás chicos cuando me vean así. ¿Cuántos chicos habrá en este sitio? No sé si quiero saberlo. ¿Qué es lo que se hace? ¿Clases de Matemática o Biología? Tengo muchas preguntas sin respuestas, dolor de cabeza y una confusión horrible porque todo lo que soñé parece haber sido demasiado real.

Margarita ha esperado en el pasillo a que terminara de vestirme. Salgo y la sigo, sin decir palabra me regala una media sonrisa y un gesto para que camine a su lado. Luego de un largo pasillo con muchas puertas cerradas, bajamos por unas escaleras y llegamos a lo que parece un enorme comedor. Hay dos mesas largas, sin embargo solo una está ocupada por un puñado de jóvenes. Puedo reconocer a las chicas del baño y además hay tres más. Todos me miran con curiosidad y yo siento la necesidad de bajar la mirada.

—Puedes sentarte, serviremos el desayuno enseguida —informa Margarita desapareciendo por una de las puertas. Yo voy hasta el final de la mesa donde se encuentran los alumnos y veo a una de las chicas indicándome que me siente a su lado. Lo hago.

—¿Dormiste algo? —me pregunta y yo niego—. Era de suponerse.

—¿Cómo te llamas? —Quiere saber un chico que está sentado en frente.

—Saskia —respondo. El chico sonríe y asiente, tiene una mirada dulce y una sonrisa agradable. Es rubio, tiene los ojos de color verde y la cara redonda, tiene mucho sobrepeso y los botones de su camisa están apenas prendidos.

—Yo soy Benjamín —Se presenta—. Puedes llamarme Benja.

Yo asiento e intento sonreír pero no creo que haya funcionado. En ese momento una mujer de baja estatura y piel morena, trae una bandeja con distintas frutas que deja en medio de la mesa. Benjamín es el primero en servirse un trozo de manzana y pone cara de desagrado al probarla.

—A nosotras ya nos conoces —dice una de las chicas del baño.

—Sí, aunque no recuerdo sus nombres, lo siento —me disculpo, anoche no estaba nada bien.

—Yo soy Pili y ella Abigail —dice la muchacha presentando a su amiga. Pili está a mi lado y es muy bonita, su cabello es de color caoba y sus ojos marrón claro, es muy delgada, no me había percatado de eso ayer. Abigail es más bajita y algo rellenita, es morena y tiene una sonrisa bonita. Ellas dos me caen bien.

—Yo soy Oscar —Se presenta un chico de cabello negro largo hasta sus hombros, se lo ve delgado y alto, aunque está sentado como el resto, o quizás es porque está al lado de Abigail y ella parece demasiado pequeña.

—Y yo Adriana —dice la muchacha que está al lado de Benjamín, se ve seria pero no parece desagradable. Solo queda un chico para presentarse, en ese momento la misma mujer de hace rato llega con dos termos, uno tiene escrito la palabra «café» y el otro «leche», lo deja en el centro y se retira. Una mujer la sigue y deja una bandeja con panes de distintas clases, quesos, mermeladas y mantequilla.

—Él es Naoki —dice Benjamín señalando al chico que está sentado en la cabecera de la mesa. Es delgado y de cabello negro, tiene rasgos orientales, él solo hace una reverencia con la cabeza a modo de saludo y yo intento sonreír como respuesta—. Él no habla —dice Benja y se encoge de hombros.

Nadie vuelve a hablar, todos comemos en silencio. Nadie me ha mirado de manera extraña, parecen no haberse percatado de la venda que traigo por la cabeza, pienso que si hubiera estado en mi escuela ya me habrían tildado de loca o rara. El silencio se rompe cuando Margarita entra al salón seguida de dos niños, uno se ve como de nueve años y el otro como de once, ambos se sientan en la otra mesa bastante apartados de nosotros, lo que más me llama la atención es que el niño más grande también trae una venda en la cabeza.

—¿Alguien me explica qué es este lugar? —pregunto cuando Margarita sale de la habitación y los niños se sientan solitos para ser servidos como nosotros.

—Un reformatorio —responde Oscar—, o eso dicen. Yo más bien creo que es un sitio donde nos tienen cuando no saben qué hacer con nosotros.

—Pienso que la confundes más —comenta Pili y él sonríe con ironía.

—¿Ah sí? Pues entonces responde tú.

—No sabemos todo, Saskia, estamos aquí igual que tú, algunos antes otros llegamos después. Tampoco sabemos por cuánto tiempo nos quedaremos, creo que eso nadie lo sabe...

—Y definitivamente no sabemos a dónde iremos después de aquí —interrumpe Benjamín.

—Pero lo que sí sabemos, porque hemos hablado, no porque nos hayan dicho mucho —continúa Pili—, es que todos tenemos algo en común.

—Nos hemos intentado suicidar —agrega Abigail. Los miro a todos uno por uno, todos me están viendo menos el chico oriental, que está concentrado en comer.

—¿Entonces es por eso que estamos aquí? ¿Y esos niños? —pregunto mirándolos.

—También —asiente Adriana—. Son pocos, pero cada vez las cifras de suicidio infantil van aumentando —agrega.

—Sí, chica estadísticas —dice Oscar riendo—. En realidad, ellos intentaron suicidarse —dice señalando a los demás—. Yo no lo hice.

—Es lo mismo —responde Pili mirándolo como si estuviera harta de él—. Según Margarita tanto tú como yo también hemos intentado acabar con nuestra existencia.

—Pero eso es injusto —replica Oscar—. No sé tú, pero no era mi intención hacerlo —zanjó—. No soy entiendo nada y Pilar parece haberse dado cuenta de aquello.

—Nosotros no nos suicidamos, al menos no directamente —explica—, pero estamos aquí porque de todas formas hemos atentado gravemente en contra el contrato —explica, pero su aclaración solo me deja más confundida.

—Hemos fallado al contrato —añade Oscar girando los ojos e imitando a la muchacha.

—Sigo sin entender —agrego.

—Tienen cinco minutos para terminar. —La mujer que había traído las frutas aparece de pronto por una de las puertas dando la orden.

—¡Esto es un asco! —exclamo cuando pruebo un poco del pan. Nada tiene sabor, ni el café, ni las frutas, ni el pan con dulce. Al principio pensé que las frutas estaban viejas, pero el café y el pan tampoco tienen sabor a nada, es como si estuviera masticando un pedazo de papel o tomando agua.

—Nada aquí es igual a lo que estamos acostumbrados, Saskia, pero ya te habituarás —dijo Benja observando su plato con tristeza.

—Ya me di cuenta —respondo. Ellos siguen comiendo, yo no lo hago a pesar de las insistencias de Pili y Abigail.

—Si no comes no podrás mejorar —dice Pilar y yo solo niego, no quiero ni puedo comer. Ella se encoje de hombros y se limita a comer su ración, parece hacerlo con mucha dificultad, como si tragar le generara dolor de garganta.

Un rato después, Margarita aparece diciendo que ya es hora de pasar al salón de reuniones. Nadie dice nada pero todos se levantan y caminan tras la mujer, los dos niños permanecen en sus lugares. Yo los sigo sintiendo que la cabeza comienza a dolerme de nuevo.

—Es muy raro que estés aquí —susurra Adriana en mi oído mientras caminamos. Yo la miro y ella señala mi cabeza—. Las estadísticas dicen que diecinueve de cada veinte personas que reciben un impacto de bala en la cabeza mueren al instante. Tú y ese niño lo han logrado, es rarísimo —añade con expresión de sorpresa.

—¿En serio te sabes todas las estadísticas? —pregunto y ella se encoge de hombros.

—Supongo que investigué bastante antes de tomar la decisión —responde y se adelanta, yo sigo caminando pero prefiero quedarme hacia atrás, me siento más segura. El chico oriental va casi a mi lado, lo observo de soslayo, su rostro es completamente inexpresivo y aunque sé que es joven, se ve mucho mayor que el resto.

Margarita nos hace pasar a una sala amplia pero vacía, hay siete sillas colocadas en círculos y cada una trae un nombre, al acercarme me doy cuenta que una de ellas tiene el mío, me siento allí y espero. No puedo dejar de preguntarme de qué se trata todo esto.

Recuerden que en Sweek ya vamos por el capítulo 14

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