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07

Había mucho movimiento en la ciudad capital, Puerto Nowak.

Las camionetas de Bienestar Social, escoltadas por las del Ejército Argentino, iban y venían por las calles principales. No estaban patrullando, así que iban a alta velocidad llevando y trayendo carga. Quizá eran personas, quizá eran documentos importantes, quizá era comida, quizá eran cadáveres. Nadie sabía qué llevaban realmente, pero la ciudad parecía estar viva de nuevo después de meses.

Mucha gente salía a la calle. Sabían que no iban a haber muchos patrullajes porque todos parecían estar ocupados en algo. Envueltas sus caras en telas, barbijos, máscaras, salían simplemente a dar vueltas, quizá con la intención de recuperar esa vida social normal que alguna vez habían tenido. Algunos padres llevaban a sus hijos en carritos de bebé completamente cubiertos con un plástico transparente, a otros los llevaban en los brazos con trajes herméticos ajustados a su tamaño, lo importante era que salieran y que pudieran observar las calles, los árboles, las demás personas, algo que les diera un poco más de esperanza que lo poco que sus desesperados padres podían lograr dentro de las cuatro paredes de sus casas.

Muchos de esos padres apuntaban al cielo, recordándoles que ahí detrás estaban el sol y la luna, que había nubes con formas, que el cielo era azul y que de noche centelleaban las estrellas. Que alrededor había mucho más además de los pocos metros que permitía ver la densa, siempre presente niebla blanca. A pesar de estar en el fin del mundo, todos tenían alguna clase de esperanza.

Mateo y la mujer corrían por la vereda esquivando la mayoría de estas personas que recorrían la ciudad como si nada. Constantemente ella se volteaba para ver que Mateo le siguiera el ritmo y que no se hubiera sacado la máscara. Finalmente llegaron al edificio al cual habían sido convocados y su interior resultó ser un caos.

Agentes iban de un lado al otro comunicándose con otras bases, constantemente se despachaban soldados y algunos de estos volvían con reportes. Las comunicaciones eran muy limitadas, así que era complicado enviar mensajes a otras bases por radio ya que era muy fácil descifrarlas.

—¿Qué es esto? ¿Qué está pasando?

—Una ciudad cercana está sublevándose, parece que están planteando lo mismo que vos, que la niebla es artificial.

—Pero, ¿una ciudad entera?

La mujer se detuvo y se inclinó un poco para estar a la altura de Mateo, que era un poco más bajo que ella.

—No tengo tiempo ahora para responderte estas cosas, Mateo. Tenés dos opciones. Podés volver a nuestro departamento y quedarte tranquilo jugando al solitario, o podés acompañarme a hacer los interrogatorios y encontrar las pruebas que realmente necesitás. Pero si te ponés a hacer preguntas ahora es bastante molesto.

—Me quedo, no te enojes, acordate que me diste una pistola.

Ella lo fulminó con la mirada, él simplemente miró al suelo y después siguió sus pasos.

"¡Ví el sol, todos lo vimos! ¡Estaba ahí arriba y la gente no podía dejar de ver y alguien gritaba que dejaran de hacerlo porque se les iba a dañar la retina y qué se yo qué cosas más, y mi hija gritaba porque todos estos meses había estado buscando su sombra y por fin la había encontrado...!"

"Se cortó la luz, que no es la gran cosa porque es algo que pasa bastante a menudo, pero esta vez duró algunas horas y cuando salió el sol, todos salieron a gritar a la calle como locos."

"Yo confío en mi gobierno, señor soldado, sé que en realidad hacen esto porque las tormentas solares despertaron el virus en los polos y la niebla es lo único que puede protegernos de que se siga esparciendo. Confío en mi gobierno y si me pidan que niegue que haya visto el sol, entonces voy a hacerlo."

"Yo no vi nada. Le juro que no vi nada. Estaba durmiendo en mi casa tranquilamente cuando me despertó todo el griterío. Salgo afuera y lo siguiente que sé es que me estaban metiendo a la fuerza en una de sus camionetas. Ningún sol, señor, no no no."

La agente realizaba las entrevistas. Interrogatorios en realidad, pero ella no parecía tener el carácter de un personaje de la fuerza, era demasiado amable para hacer las preguntas. Mateo se encargaba de registrar en video las respuestas de los testigos. Bienestar Social almacenaba esos videos para que si en el futuro alguna de estas personas se constituía un enemigo del estado, podían tranquilamente manipularlos para tener con qué acusar a estas personas, era una excelente estrategia del gobierno y había resultado cientos de veces. Lo que menos necesitaban eran personas en contra de la dictadura que se estaba llevando a cabo en todo el país.

Aparentemente, mucha gente había visto el sol. Eventualmente saldría a la luz alguna explicación de cómo pasó semejante cosa, una explicación falsa, artificial, redactada de manera convincente por los mejores científicos de los cuales el gobierno disponía, en contra de sus voluntades.

Finalmente fueron entrevistadas todas las personas. Al final entró un agente de un rango mucho más alto. Tenía tres estrellas en el hombro. No tenía nombre, porque los agentes de los círculos más altos estaban autorizados a no revelar su nombre. Llevaba una máscara, que más que para protección parecía estar para no revelar su identidad. Era mucho más prolija que las de Mateo y la agente, más delicada y mejor hecha. Casi parecía un Power Ranger.

—Romero. —habló al entrar.

La agente respondió poniéndose de pie, retardademente Mateo la copió.

—Vamos a hacer entrar al joven por el cual la hicimos llamar. Esperamos hasta esta hora para que todo esté tranquilo. Nada puede salir mal hoy. Voy a permanecer en la habitación mientras usted lo interroga.

***

En el caso de un interrogatorio, repito, no puede nombrar a Laura o a mí. Dígales todo lo que sabe que yo le expliqué. Esto mismo que le conté lo saben pocas personas más en el país, quizá me convierta en un blanco, pero verán que recientemente estuve de luto por la muerte de mi hija, verán que me estoy haciendo cargo de su familia, y que no salgo de la casa para nada. Quizá me molesten, pero me descartarán pronto. Además podrán verificar que no falta ni una sola pieza de información en mi biblioteca. Si usted no me hubiera devuelto este documento que encontró su amigo Mateo, no podríamos ser capaces de llevar a cabo este plan. Cuénteles todo, no se preocupe, lo dejarán vivir..."

'Me dejarán vivir...'

—...eventualmente será capaz de averiguar dónde está Laura, o qué pasó con ella".

¿De qué me sirve saber qué pasó con ella si no puedo hacer nada al respecto? ¿Cuál es el objetivo si no tengo manera de reportarle lo que pasó? No existe manera segura de comunicarse hoy en día, la única opción es hablar cara a cara, sabiendo que nadie más nos está escuchando. Cuando llegue al final, cuando esto me lleve a caer lo más bajo posible, ¿qué se supone que haga?"

Mis influencias ya no sirven, no puedo hacer nada por usted. Solo podemos esperar lo mejor. Busque aliados, encuentre personas que piensen como usted. Hágase amigos, es mi único consejo.

Esperaba en una oficina, esposado a un tubo de gas en la pared. Había una cámara de seguridad y siempre un agente presente.

Alcanzaba a leer unos documentos encima del escritorio. Tenía mis datos, y de lo que se me acusaba. En la esquina superior izquierda figuraba "451", el número de caso que me habían asignado.

Esperé un día entero, constantemente me tranquilizaba a mi mismo. Rogaba que ese no fuera el punto más bajo. Tenía que haber algo más, recién llegaba a la capital. Ahora podían encerrarme de por vida, matarme, infectarme. De hecho podían estar haciéndolo ahí mismo, si los agentes iban y venían siempre enmascarados y aislados de todo lo demás. Quizá Laura había estado en la misma situación que yo semanas antes, quizá Mateo había estado igual, pero días o tal vez horas antes.

Llegadas las ocho de la noche, me desperté con un golpe, me había quedado dormido con la cabeza apoyada en la pared. Mis manos estaban esposadas por encima de mi cabeza, así que ya no las sentía ni podía moverlas. Se me había caído un hilo de saliva de la boca y el agente que entró a buscarme se quedó mirándome un segundo antes de acercarse a quitarme las esposas. Hice un movimiento desesperado por limpiarme la saliva pero quedé como un estúpido porque no podía.

El soldado me removió las esposas bruscamente y después me extendió una servilleta que estaba sobre la mesa. Tenía la manos adormecidas, no pude tomarla. Quedé como un estúpido de nuevo. Después de largos segundos la agarré con la mano derecha y me limpié. A pesar de todo me mantuve firme y mirando hacia el frente siempre, como que de alguna manera estaba dispuesto a lo que sea y no me importaban las consecuencias que tuviera que sufrir, todo era por una causa justa.

'Justa...'

Fui escoltado por ese agente hasta una sala de interrogatorios. Había dos agentes y una cámara. Todos enmascarados excepto yo.

—Renzo Romano —comenzó diciendo uno de los agentes —Habitante número... ¿Valencia? ¿La cámara?

El otro agente se puso de pie rápidamente y se apuró a encender la cámara. El otro agente que estaba de pie lo detuvo y le dijo que no era necesario.

—Bien. Habitante número 21...

—Yo haré la entrevista —dijo el otro agente de alto rango.

—Señor. Acordamos que usted solo estaría observando...

—No tiene derecho a cuestionarme. Yo haré la entrevista. ¿Cómo llegó hasta acá?

¿Debía contarle todo como me había indicado Fausto? Se suponía que sí. Lo que no podía hacer era mencionar a Laura o a él. El agente de la cámara no dejaba de observarme, o eso creía, estaba detrás de su máscara. El otro a su lado hacía anotaciones.

Había una cámara frente a mí, aparentemente apagada, y otra detrás de mí, una cámara de seguridad. Tres agentes con sus respectivas cámaras adjuntas a sus máscaras. Todos observaban ellos y quizá mucha gente detrás. Tenía que decir algo.

—Estoy buscando a alguien.

—¿Cometió varios delitos con el objetivo llegar a esta sala interrogatoria solo porque está buscando a alguien? Hay otros métodos para averiguar el paradero de una persona que no involucra violar las leyes.

—Aprendí que los humanos hacemos leyes y no siempre son justas.

—Por lo tanto eso lo impulsa a usted a declararse en contra del gobierno y constituirse un enemigo del estado.

—¿Enemigo del estado? ¿Así es como me declaran ustedes? ¿Un enemigo?

El agente tomó la hoja y comenzó a leer

—"Caso 451. A Renzo Romano se lo acusa de comportamiento anticiudadano, se alega traición a la patria, enemigo del estado Argentino y atentar contra la salud pública".

—Solo porque sus soldados me quitaron la máscara de camino acá.

—Apéguese a responder mis preguntas o las cosas van a salir muy mal para usted.

El agente llevó su mano hasta su pistola reglamentaria, quizá con la intención de intimidarme. Los otros dos no se movían ni agregaban nada al interrogatorio. Mientras el interrogador tenía la vista fija en mí, uno de los otros dos tomó su pistola y la apoyó sobre la mesa.

Definitivamente no iba a terminar bien. Jamás había estado tan cerca de tantas pistolas en mi vida, en tan poco tiempo.

—Repito mi pregunta. ¿Cómo llegó hasta acá? ¿Quién le facilitó el traslado? ¿De donde salieron estas acusaciones? Tiene suerte de que no creo que realmente hayan acusado a un tipo tan inútil como usted con semejantes cargos. Alguien lo ayudó a llegar hasta esta habitación con cargos falsos. ¿Quién fue?

'La puta que te parió, Fausto, no estaba preparado para esta pregunta específicamente, te odio, viejo maldito. No dudo que hayas hecho todo esto a propósito'.

—¿Quién fue? —repitió. Sin dudar tomó su pistola y me apuntó con la intención de sacarme una respuesta, no parecía una actitud típica que alguien vería en un interrogatorio. Otro de los agentes que estaba sentado se quejó.

—Señor, le recuerdo que su actitud también se lo considera comportamiento anticiudadano, no puede apuntar a un acusado si este no esta armado o tiene signos de estar infectado.

—Conozco la ley, manténgase en silencio.

El segundo agente que había dejado la pistola sobre la mesa la tomó, se puso de pie y apuntó al agente que me apuntaba. Este redirigió su pistola hacia él y el tercer agente que se había quejado se puso de pie inmediatamente y apuntó al interrogador. Dos pistolas contra una, y yo era el único que no tenía armas. Nadie me apuntaba pero aún así me puse de pie y levanté las manos en alto. Definitivamente la cosa se había puesto fea y no entendía por qué se había generado semejante conflicto entre agentes. ¿Era cosa de todos los días que se apuntaran con armas? ¿Por eso iban protegidos siempre? ¿Se estaban apuntando por mí? ¿Podría ser que alguno de ellos...?

—Somos dos contra uno —habló uno de los agentes, y se quitó la máscara. Era una mujer. Esas máscaras hacían que la voz sonara robótica, monótona y masculina, no se podía saber quiénes eran hombres y quiénes mujeres. —Valencia, no se quite la máscara. Ahora usted, oficial, míreme bien a los ojos y recuerde este rostro. Nadie apunta a los agentes a mi cargo, ni siquiera usted. Le dispararía acá mismo y estoy segura que eso resolvería más problemas de los que me causaría a mí. No tengo razones para no hacerlo, pero prefiero tomar el camino correcto y denunciarlo ante Asuntos Internos como indica la ley.

La agente definitivamente lo hacía por defender el agente a su cargo. Pero el agente, ¿por qué lo había hecho?

"Valencia" se sacó la máscara también. Antes que terminara de hacerlo, pude reconocer el corte de cabello, el color de piel, las marcas de nacimiento en el cuello, antes de que siquiera mostrara su rostro, supe que era el mismísimo Mateo.

En ese instante me quedé boquiabierto, pero intenté contener la respiración y no decir nada porque no quería causar ningún problema adicional ni arriesgarme a que comenzara la balacera. Ahora la cosa sí se había puesto interesante. Mateo se estaba haciendo pasar por agente de Bienestar Social, tenía apoyo. Sabiendo todas las cosas que creía y todas las ideas raras que había formado antes de ser secuestrado, supe que había encontrado alguien adentro del sistema que creía las mismas cosas que él respecto al virus y a la niebla. Aunque dadas las circunstancias actuales, no parecía que nadie fuera a salir vivo de esa.

El interrogador levantó ambas manos en el aire, sacó su dedo del gatillo y permaneció así algunos segundos.

—Marquez —habló en voz alta. —Necesito estar a ciegas.

Su intercomunicador en algún lado emitió un sonido. Parecía que había solicitado que se apagaran las cámaras de seguridad. Si iba a resolver esos por las malas no tenía muchas ventajas. Tenía dos pistolas apuntándole y sus manos estaban por encima de su cabeza.

—¿Cuál es el plan? —preguntó.

—Deshacernos de la basura en la cima que engaña a toda una nación —habló Mateo. La mujer no añadió ningún comentario, parecía estar de acuerdo.

—Las cámaras no funcionan. Pueden matarme, pero no sé como van a salir de esta. —dijo el agente. Después se dirigió a mí —Romano. Por última vez, cómo llegaste hasta acá.

—Ya encontré lo que buscaba. No voy a decir más nada.

—Me temo que no encontraste todo, ¿no es así?

¿Sabía de Laura también? ¿Sabía de Mateo y de Laura? ¿Ese oficial sabía todo desde un principio?

Lentamente tomó su máscara y comenzó a sacársela. La arrojó sobre la mesa. Mateo bajó su pistola inmediatamente, aunque la mujer siguió apuntando porque no entendía realmente lo que sucedía. Yo bajé mis manos, seguro de que nadie en esa habitación me iba a disparar al menos en el futuro inmediato. Laura Roth se encontraba frente a mis ojos, con tres estrellas en su hombro, uno de los rangos más elevados de Bienestar Social.

Después de unos segundos la mujer bajó la pistola también. El silencio en esa habitación era sepulcral. Nadie se movía afuera, parecía que el mundo se había detenido. Ahora intercambiaba miradas con Mateo pero solo miradas, no sabía ni como reaccionar o qué decir o incluso qué gesto hacerle. La mujer miró al suelo. Laura tenía la vista fija hacia el frente, mirando hacia la nada.

—¿Quién te facilitó el traslado, Renzo?

Tenía los ojos cargados de lágrimas pero no me miraba. Parecía que no quería mirarme. Se le había enrojecido toda el área alrededor de los ojos con pequeñas manchas, que era común cuando estaba a punto de llorar.

—N... Nadie. No tuve ayuda... Fausto me dio algunos consejos pero... No pudo hacer mucho más. Llegué por cuenta propia.

Finalmente una lágrima se deslizó por su mejilla. Dejó caer su espalda contra la pared de atrás. La situación finalmente se relajó. Tanto Mateo como la mujer dieron un paso hacia atrás y yo me quedé inmóvil en mi lugar. Laura y Mateo se encontraban en la misma habitación que yo. Y no los había encontrado yo, ellos me habían encontrado a mí.

Laura se limpió una lágrima. Movió su cabeza en mi dirección pero aún así no me miró a la cara.

—Me alegro que estés bien. —dijo finalmente.

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