04
Tuve que empezar a pensar en todas las cosas que Laura me había dicho y había hecho hasta el momento. La situación del celular fue vital y fue una fácil de recordar porque era una situación en la que yo había estado presente. Para el momento que nuestra relación había comenzado a decaer, muchas veces ella hablaba y yo no le prestaba atención. En cambio, pensaba en cuánto me hacían enojar sus actitudes o ciertas cosas y no le prestaba atención. Tenía la cabeza en otro lado, cuando podía estar, quizá, dicéndome algo de vital importancia que podía usar el día de hoy para encontrarla.
Muchas veces hablaba de cosas legales, operaciones de las cuales no entendía nada. Muchas veces me había recomendado libros o artículos que iban a hacer eso mucho más fácil de entender. Pero la ignoré totalmente. Ahora entiendo mejor por qué la relación se estaba yendo al carajo. Quizá si hubiera estado para ella, si le hubiera prestado más atención. Si le hubiera demostrado interés, me habría contado lo que le estaba pasando, si se sentía perseguida, o había visto algo raro. Si lo hubiera hecho diferente...
—Pensar esas cosas no te va a hacer sentir mejor —dijo Fausto.
—¿Qué sabe usted lo que estoy pensando?
—Esa expresión la conozco. La tenía mi esposa en su lecho de muerte también. Deseaba haber hecho las cosas de otro modo, se arrepentía.
Fausto había perdido una hija y una esposa en poco tiempo. ¿Es esta la clase de eventos que convierten a un superhéroe en un supervillano? Fausto era un supervillano ya desde un principio, quizá estas pérdidas lo hacían, de alguna manera, una persona mejor.
—La verdad, lo siento mucho por su esposa y por su hija. De verdad quiero ayudarlo a encontrar a Laura. Pero no podemos hacer nada si usted no dice nada.
Fausto se rehusaba a hablar. Obviamente tenía muchísimos secretos, uno de ellos era el maldito documento.
—Puede comenzar explicando como ese documento que le acabo de traer, llegó al basural de la ciudad y a las manos de Mateo.
—¿Que este documento qué?
No tenía idea de todas las manos por las que había pasado el documento. Con una expresión perpleja, extendió su mano hasta la carpeta de nuevo, la abrió, y comenzó a notar que las hojas estaban un poco mas arrugadas o sucias que las de los demás. Alguien había hojeado ese archivo muchas veces, probablemente había sido Mateo el que lo dejó así.
—También, de paso, puede contarme cómo justo antes de la desaparición de Laura, había decidido aislar su casa por completo y ya no dejarla salir. ¿Cómo se secuestra a una persona que está aislada dentro de su casa?
—Usted, muchacho —respondió inclinándose hacia adelante —sabe muy bien que es la última persona que la vio con vida. Aún así, evité que lo interrogaran o lo llamaran a declarar porque conozco muy bien la situación que vive su familia. Lo menos que puede hacer es agradecerme.
—Yo solo estoy haciendo suposiciones, pero usted sabe más cosas que no está diciendo.
—¿Qué espera que le diga a un mocoso insolente como usted?
—Soy el que mejor conoce a Laura. Soy el que mejor sabe quién era, cómo pensaba y qué cosas le gustaban. Si hay alguien que sabe dónde empezar a buscar, ese soy yo. Usted pagaba su cuota de la universidad y se encargaba de invertir en ella para satisfacer su propio ego, poder enorgullecerse de su hija y nada más. Si quiere que la encontremos, vamos a tener que cooperar. Así sea un mocoso o un viejo como usted.
Dejando de lado las veces que no le presté atención a Laura, todo eso era cierto. Podía ver el enojo por fin en las expresiones de Fausto, pero sabía que tenía razón. Y su prioridad ahora mismo era Laura. Quizá sí la había dado por muerta, pero el menor atisbo de esperanza en encontrarla que le dí, lo tomó y se veía decidido a, al menos, intentar buscarla.
—Según Mateo, este documento dice que la niebla es artificial.
—Eso es algo que está muy por encima de mí. Si es artificial o no, es algo que no me incumbe.
—¿Entonces no está negando que podría ser artificial?
Fausto sabía cosas. Se acomodó los anteojos y se recostó en su asiento.
—Todas las personas a las que escuché decir eso en voz alta, no volví a verlas. Si tu amigo creía eso, dudo que vuelvas a verlo.
—¿Usted cree que Laura dijo eso?
—No sé que cosas creía Laura. Si este documento desapareció de mi estantería, tuvo que haber sido ella.
Ya sabíamos que alguna organización gubernamental se había llevado a Laura, porque escondieron el error de conteo. Ya sabíamos que solo Laura tenía acceso al archivo que demostraba que la niebla era artificial, y quizá eso había hecho que desapareciese. Aún no sabemos como llegó al basural, si fue ahí donde la secuestraron, si Laura tenía ese archivo el día que nos vimos..
No, ese día Laura no tenía nada en la mano.
—¿No puede ir a Puerto Nowak a preguntar si ellos la tienen o si hay algún reporte de ella?
—Nadie puede salir de la ciudad. Es ilegal irse.
Nadie que conocía había salido alguna vez de la ciudad. Creí que con su dinero y sus influencias quizá Fausto si salía, pero parecía tan atrapado en Villa Keller como el resto de nosotros.
—Hay una manera de salir, —sugerí, estúpidamente. —y estoy seguro que sería capaz de enterarme a dónde se la llevaron.
—¿Cómo?
—Siendo secuestrado yo mismo.
—Eso...
—Voy a necesitar algo de su dinero.
***
Mateo estaba vivo.
O al menos eso creía. Se despertó en una habitación de lo que parecía un departamento, pero estaba vacío. Solamente había un sofá, y parecía que en algún momento había sido un comedor. El suelo seguía totalmente alfombrado y había rastros de que alguna vez hubo muebles apoyados encima del tapizado.
Se sentó lentamente, y luego de a poco se puso de pie, porque no quería hacerlo muy de repente y terminar mareándose y cayéndose. Afuera era de día y no sabía si habían pasado horas o semanas.
En el suelo estaban sus anteojos, casi los pisó, justamente porque no tenía los anteojos puestos no era capaz de verlos. Se sentó nuevamente y se los puso, ahora podía notar que había una cocina que tenía la luz apagada, la cual parecía estar vacía. No muy lejos había una ventana completamente abierta desde la cual podría escaparse tranquilamente. Podía ver edificios al frente, así que dedujo que en realidad estaba unos pisos más arriba de la planta baja. Había un acceso a otra habitación, aparentemente también vacía.
Mateo se puso de pie y se acercó a la ventana. Había viento, así que la niebla no era tan densa, pero al mirar hacia arriba no se podían ver los últimos pisos de los edificios. Estaba en una ciudad, una grande, quizá estaba en Puerto Nowak, la ciudad capital. La calle estaba vacía y solamente cada unos minutos pasaba un vehículo de Bienestar Social o del ejército. También había unos vehículos grises fuertemente armados que no era capaz de reconocer, jamás había visto uno de esos en Villa Keller.
Después prestó atención y escuchó el sonido de alguien escribiendo en un teclado, quizá eran más personas, y provenía de la habitación contigua. Después algunas voces conversando y otras que provenían de alguna radio. Sin miedo, se dio la vuelta y avanzó a la otra habitación.
Allí se encontró con tres personas trabajando en computadoras diferentes, no eran normales, había muchas pantallas para ser computadoras regulares, el suelo debajo de los escritorios estaba lleno de aparatos y detrás había aparatos incluso más grandes apilados uno encima de otro. Todos estaban encendidos y Mateo se imaginó que consumirían una alta cantidad de energía.
Un soldado salió de un costado que él no podía ver y lo apuntó con algún tipo de arma.
—Alto, retroceda. —ordenó.
No, no era un soldado, al menos no uno del ejército. Llevaba un traje bastante particular, gris oscuro. Una máscara que le cubría toda la cara y parecía tener una pequeña cámara al costado de los ojos. En el pecho, el símbolo de Bienestar Social.
—¿Desde cuando Bienestar Social se viste de soldado y porta armas? ¿No eran una ONG hasta hace unos meses?
—¡Retroceda! —repitió. Su voz estaba alterada por algún dispositivo en su boca, sonaba como salida de una radio y casi robótica.
—¡Ok! ¡Ya voy! —después por lo bajo se burló diciendo —...bienestar social.
Se preguntó dónde estaría Renzo, que habría pasado después, si se habrían llevado a él también y a su papá. Se preguntó si Laura habría pasado por lo mismo, dónde estaría ella ahora y si encontraría el mismo destino que ella. Laura no había aparecido por tres semanas, entonces asumió que probablemente él tampoco.
Sentado en el mismo sofá de vuelta, alguien entró por la otra habitación vestido exactamente igual y también armado. Traía una silla, la cual apoyó en el suelo frente a Mateo y se sentó. Bastante cerca.
—Mateo Fontana —comenzó a hablar —veintidós años de edad. Habitante número 22114 de Villa Keller, hijo de...
—¿Dónde estoy? —Interrumpió.
—...habitante número 22114, hijo de...
—¿Usted es un robot?
—No, permanezca en silencio y permítame comenzar el interrogatorio. Hijo de Nicolás Fontana y Ana María Romero.
—Bueno, gracias por eso. La verdad nunca supe quién era mi madre.
El soldado parecía tener la mirada fija en Mateo, Él no podía ver sus ojos, el visor que llevaba estaba completamente polarizado. Finalmente el soldado habló.
—¿Sabe por qué está aquí?
—No tengo idea, pero si estoy sentado en un sillón y no tengo las manos esposadas probablemente no sea algo malo. Me están tratando demasiado bien, hasta me siento impulsado a pedir un vaso de agua.
—Nadie toma agua en esta ciudad.
—¿Dónde estoy?
—Asumo que ya miraste por la ventana, es Puerto Nowak.
—¿Dónde está Renzo? ¿Y Laura?
—No trajimos a Renzo ni a Laura.
'¿Por qué sabe exactamente de qué Renzo y de qué Laura estoy hablando? Esta persona definitivamente me conoce'
—Siento que yo soy el que lo estoy interrogando a usted.
—Entonces aproveche y haga todas las preguntas que crea necesario ya que me siento con ganas de hablar.
'¿Esto es un interrogatorio?'
—¿Por qué Bienestar Social tiene soldados?
—No somos soldados, nos encargamos de mantener la paz y verificar que la cuarentena se cumpla. Detectamos infectados y nos hacemos cargo de que lleguen a destino correcto.
Mateo observó el arma. Se veía bastante letal y era algo que definitivamente no se pudo haber fabricado en Argentina, era algo salido de la ciencia ficción.
—El destino correcto sería la muerte. No pueden arriesgarse a tener infectados sueltos por ahí, ¿cierto?
—No matamos a nadie. Mucho menos a los infectados. Todos son un paso vital en encontrar la cura del virus.
—¿Argentina está buscando una cura al virus? Eso es nuevo... Y si no matan a nadie, ¿dónde está Laura? ¿Qué hicieron con Renzo?
El soldado se puso de pie, dio un paso hacia atrás y se quitó la máscara. Detrás de ella había una mujer, quizá de unos cuarenta años. El pelo enrulado comenzó a inflamarse debido a la humedad mientras ella observaba fijamente a Mateo.
—Ahh... realmente esperaba que fuera Laura, ese hubiera sido un giro interesante. ¿Se supone que debo reconocerte?
La mujer negó con la cabeza. Después tomó de un bolsillo una especie de celular y tipeó algo. Se acercó y se lo entregó a Mateo.
"Laura Roth" decía en la parte superior de la pantalla, y debajo aparecía un mensaje de "buscando..."
El mensaje cambió a "Ubicación restringida".
—El gobierno no quiere que sepamos dónde esta Laura. El gobierno se lleva a las personas por dos razones: porque les puede ser de ayuda, o porque le está causando muchos problemas. No sé en cual de las dos entraba Laura Roth, pero ahora es propiedad de ellos.
—¿Propiedad...? Bueno, cualquier cosa es esperable de Laura. Honestamente no se cual de los dos podrá ser.
La mujer tomó el celular y realizó el mismo procedimiento de antes. Cuando le devolvió el celular a Mateo, mostraba la ubicación de Renzo.
—Está... saliendo de la ciudad. ¿Por qué está saliendo de Villa Keller?
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