Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Acto I

Tras haber logrado escapar de milagro de las garras del Dios de los mares, es que la tripulación de Alec lograría llegar hacía tierra firme, llegando a una isla desconocida. El cansancio mental y físico era algo que sentían todos a ese punto, luego de haber visto como la gran mayoría de su tripulación, de sus amigos, fueron asesinados sin piedad alguna por Poseidón, con sus cuerpos siendo arrastrados al fondo del mar y no pudiendo tener un funeral digno, tras 10 años batallando en la guerra de Troya, Alec no había perdido a ni uno solo de sus soldados, 600 hombres bajo su mando sobrevivieron a la guerra solo para morir debido a su error... Debió haber matado a ese Cíclope...

Alec sería de los primeros en bajar a tierra, tambaleándose un poco y encaminado por la arena hasta el pastizal, mirando los enormes árboles que no permitían el ver que había más allá de aquella costa. Alec respiró hondo y se dio vuelta para mirar a sus hombres: 43 hombres, eso era todo lo que le quedaba... 43 hombres dependían de él ahora, 43 hombres pondrían sus vidas en sus manos y era su deber el llevarlos a casa con vida... Alec se dejó caer sentado sobre el pastizal, llevando una mano a su cara, cubriendo sus ojos y elevando sus lentes, cerrando sus ojos unos momentos mientras apretaba su ceño.

—Connor... Más que nunca te necesito aquí... Tú verías el lado positivo de esto... —Alec murmuró con frustración.

Alec no podía dejar de pensar en cómo habría evitado todo esto, si no hubiese dejado con vida al Cíclope y dicho su nombre, Poseidón no habría intervenido... Si no se hubiera dormido, ahora mismo estarían ya en Ítaca, sus hombres estarían con sus esposas e hijos, con la gente que por 10 años llevaba esperándolo... Y él al fin podría reunirse con su querido esposo: Tom, el hombre más bello de toda Ítaca... Y su querido hijo, Daniel... Se preguntaba cuánto había crecido, como se vería... ¿Lo recordaría? Odiaba pensar que se perdió los primeros 10 años de vida de su hijo...

—Y todo por culpa de una estúpida guerra... ¿De qué sirvió conquistar Troya? —Alec llevó ambas manos a su cabeza, agitando un poco sus manos en su cabello.

—Capitán...

Alec escuchó la voz de su segundo al mando, su mano derecha: James. Este caminaba a espaldas suya, deteniéndose. James se notaba algo tenso, teniendo su ceño fruncido hacía arriba y con sus labios apretados, al igual que todos los demás, James estaba claramente afectado por lo ocurrido.

—Capitán... Hay algo que le debo de confesar, algo que debo de sacar de mi pecho... Si no lo hago, no podré descansar en las noches... —James llevó una mano a su pecho, entrecerrando sus ojos.

James se escuchaba realmente afligido y con bastante pena en su hablar, mirando hacía otro lado por unos momentos antes de mirar nuevamente a Alec. Al no recibir respuesta alguna de su capitán, es que James empezó a sentirse nervioso, acercándose un poco más para poder tomarlo del hombro delicadamente.

—¿Capitán?

—James... Toma a algunos hombres y marchen hacía el interior de la isla, revisen que es segura y si hay comida... Ya tendremos tiempo para hablar sobre lo que quieras decir, pero por ahora... Asegurémonos de no perder más hombres. —Alec respondió mientras tomaba la mano de James y la apartaba tranquilamente.

Ante esa respuesta, James se mostró algo frustrado, apartando la mano como Alec quería y le miró con su ceño fruncido, aunque no estaba molesto, solo... James soltó un suspiro, asintiendo y dando media vuelta.

—A sus órdenes capitán... ¡Tú, tú, y tú, vengan aquí! ¡Tenemos que explorar la isla! —James ordenó a algunos de los hombres.

Y con eso, James reuniría a un total de 9 hombres, quienes tomaron sus armas y algo de agua antes de empezar a encaminarse hacía los interiores de los árboles, sumergiéndose en la oscuridad de lo desconocido. Alec ni siquiera se giró a verlos, solo mantuvo su mirada al frente, sobre el mar y sobre el resto de sus hombres, quienes se movían por la costa hablando entre sí o bajando algunos suministros del barco.

Uno de sus hombres se acercó a Alec cargando una de las cantimploras que quedaba, entregándolo a Alec. Este lo aceptó, abriéndola y dándole un largo sorbo antes de entregárselo de nuevo al soldado, agradeciendo y regresando su mirada al frente, soltando un suspiro... Itaca estaba allí, a la lejanía... Y él estaba ahí, en medio de la nada, lejos de su familia...

—... Con Poseidón queriéndome muerto, es poco probable que podamos regresar a casa a salvo... ¡Mierda! —Alec daría un golpe contra la tierra a su costado.

Luego de eso, Alec soltó un suspiro y se dejó caer de espaldas sobre el pastizal, contemplando el bello cielo azul y las nubes blancas que le adornaban... Alec cerró sus ojos unos momentos, debía descansar, pues había pasado los últimos 9 días sin haber dormido...

[...]

Media hora fue lo que descanso Alec, abriendo sus ojos con cierto cansancio y sentándose de forma lenta, usando una de sus manos de apoyo tras su espalda para poder sentarse, soltando un bostezo y teniendo que acomodar sus lentes. Alec, adormecido, miró a los lados, viendo a sus soldados, los cuales estaban igual que él: Descansando o simplemente esperando. Alec notaría entonces que James y sus hombres aún no habían vuelto, por lo que apoyó una mano en su rodilla para ir poniéndose de pie, soltando un quejido.

—Señor, James y sus hombres todavía no han regresado.

—Lo sé... Ya pronto volverán, debe ser una isla grande.

Alec se estiró un poco mientras se giraba para ver a su hombre.

—¿Cómo están el resto de los hombres?

—No muy bien señor, lo ocurrido con Poseidón ha bajado los ánimos y la esperanza de volver a casa... Hemos perdido muchos camaradas.

—Lo sé, pero no es momento de agachar la cabeza... Los llevaré a todos a casa, lo prometo.

Alec se acercó a su hombre, tomándolo de ambos hombros y sonriendo, intentando transmitir su confianza.

Fue entonces que ambos hombres escucharon un ruido desde los árboles, haciendo que Alec de inmediato apartará a su soldado detrás suyo, sacando su espada de inmediato y apuntando al bosque. Todos los soldados se pondrían en alerta, levantándose y tomando sus armas.

Fue entonces que de entre los árboles saldría un exhausto James, quien parecía bastante agitado y hecho un desastre. James se detendría, encorvandose y llevando ambas manos a sus rodillas mientras intentaba retomar el aire. Todos los hombres bajaron sus armas sorprendidos, incluído Alec, quien guardó su espalda y se acercó a James.

—¡James! ¿Dónde está el resto de tus hombres? Y por los dioses. ¿Qué te pasó?

Alec tomaría con sus manos de los brazos a James para ayudarlo a reincorporarse, notándose la preocupación en su mirar y hablar. James retomo un poco el aire y miró a su capitán, indicando con la mano que necesitaba agua. Alec se giró y miró al resto de sus hombres.

—¡Traigan agua, ahora!

Rápidamente otro de sus hombres se acercaría con una cantimplora para entregársela a Alec, quien se la entregaría a James mientras tenía una mano sobre su espalda. James tomó desesperado la cantimplora y la abriría de forma brusca para empezar a beber, haciendo que algo de agua se escapara por las comisuras de sus labios y caigan sobre el césped. Alec y el resto de hombres que se acercaron lo miraron confundidos y con curiosidad de saber que paso.

Una vez acabo de beber es que James lograría calmar un poco su respiración, limpiando sus labios con uno de sus brazos antes de mirar a Alec por unos momentos, esperando que su agitada respiración se detuviera un poco antes de empezar a hablar.

—Encontramos un palacio... ¡Era enorme y encantador! Le dije a nuestros hombres que se pusieran alerta, que no sabíamos que podíamos hallar, fue entonces que lo oímos...

—¿Qué cosa?

—Una voz, desde el interior del palacio, sonaba tan dulce y amigable que pensamos en acercarnos y saludar, no creíamos que algo malo iba a pasar... Pero nos equivocamos. ¡No teníamos idea de a que nos enfrentamos!

—¿Qué escondía el palacio?

Ante la pregunta de su capitán, James tomó aire y le entregó la cantimplora a otro de los hombres, abriéndose paso hacia la costa y parándose firme mirando hacía el mar. Alec y el resto le miraron confundidos, pero solo Alec tomó el paso para ir detrás suyo.

—Capitán, sabe mejor que nadie la cantidad de seres peligrosos que hemos enfrentado desde que abandonamos nuestro hogar... La guerra, el cíclope, las tormentas. ¡Un Dios! Ya los conoces bien, pero le juro...

James se giro, con ojos atemorizantes, miró a Alec y lo tomó fuertemente de sus hombros. Alec se estremeció, entreabriendo sus labios. ¿Cuál era ese peligro que tanto aterro a su mejor soldado? Alec apretó los labios y miró con decisión a James.

—¡Esto no se compara en NADA a lo que enfrentamos! ¡Nuestros hombres son inútiles contra algo así!

—¿Qué fue? —Alec se impacientaba.

Una mujer.

El silencio inundó la costa, con el viento pasando y elevando un poco la capa de Alec. Este último se quedó consternado al oír eso, pero su mente empezó a procesar lo que su mano derecha le había dicho, dibujando pronto una mueca en su rostro y levantando una ceja. ¿Había oído mal? Entrecerró sus ojos mientras procesaba lo dicho.

—... ¿Qué?

—Nos cautivo con solo dos simples palabras.

"Vengan dentro"

Alec al oír eso es que alzaría ambas cejas, pareciendo algo perplejo.

—... Diablos.

—Se apareció en la puerta del palacio, vestía de forma tan bella y olía a rosas... Era como... ¡La mujer de ensueño! Los demás no tardaron en caer ante ella y corrieron a sus brazos, aún recuerdo sus palabras vívidamente.

"Bienvenidos a la mejor parte de sus vidas, pasen y descansen donde deseen"

—Solo yo permanecí afuera, sus encantos no fueron tan fuertes en mí, pero el resto... No corrieron esa suerte.

"No se preocupen más, Ellie está con ustedes ahora"

—¿Ellie? ¿Ese era su nombre?

—Si, eso creo... Me asomé por una ventana para ver qué sucedía, ella los sedujo y otras mujeres les trajeron platos de comida y vino, antes de que pudiera hacer algo, ellos empezaron a comer, y fue demasiado tarde...

"Piensen en su pasado"

—Dentro de la comida... Ella puso un hechizo.

"Y en sus errores"

—¡Empezaron a chillar! ¡Les crecieron hocicos y colas!

"Este será el último error que cometerán"

—¡Ella los cambió!

"Tengo todo el poder... Tengo todo el poder"

—Se empezaron a transformar... ¡Y no fue rápido! ¡Podía oír sus gritos de dolor! ¡Convirtió a nuestros hombres...

"Este es el precio que pagan por vivir, y el mundo no suele perdonar"

—¡En cerdos! ¡EN CERDOS!

"Tengo todo el poder, si, tengo todo el poder... No soy una jugadora, soy una titiritera"

Luego de oír lo contado por James es que Alec quedó en shock por unos segundos. ¿La mujer había transformado a sus hombres en cerdos? ¡¿Cerdos?! Cerró sus ojos por unos momentos, llevando una mano a su rostro cubriendo sus ojos mientras intentaba pensar con claridad. El resto de sus hombres murmuraban a sus espaldas, habiendo oído también el relato de James.

—Tenemos que salvarlos. —Alec abrió sus ojos, frunciendo el ceño.

—¡No, no lo haremos!

James tomaría del brazo a Alec para llevarlo cerca del barco, donde lo soltaría y se giro a verlo, notándose angustiado y preocupado, tomando de los hombros nuevamente a Alec, haciendo que lo mire a los ojos.

—Capitán... Ya hemos perdido demasiados hombres, y cada vez que nos enfrentamos a una nueva amenaza. ¡Perdemos más de lo que ganamos! Ya no podemos pensar en nuestros compañeros caídos ante los hechizos de la mujer, debe centrarse en los que todavía están aquí, en esta playa, listos para zarpar y volver a casa.

Luego de esas palabras es que Alec dirigió su mirada al resto de sus hombres, bajando la mirada y pareciendo derrotado por un momento. James odiaba ver a Alec de esa forma, sabía que a él le importaban mucho sus hombres, pero en esos momentos... Estaban ante una amenaza que ni Alec, con todo su ingenio, podía enfrentar. James bajaría sus manos de sus hombros, entrecerrando sus ojos.

—Mira... Tomemos a los hombres, subamos al barco y huyamos de aquí... Tú y yo aún podemos llevarlos a casa.

Alec ante esas palabras es que apretó sus puños y entonces levantó su mirada para ver fijamente a James, teniendo una mirada llena de molestia y cierta decepción.

—¡Por supuesto que quiero huir James! Pero apenas si puedo dormir o dejar de pensar luego de todo lo que hicimos, todos a los que perdimos...—Alec llevó una mano a su rostro. —Por mi culpa, varios hombres, buenos hombres, están ahora en las profundidades del océano, sin un funeral digno. ¡Sin poder haberle dicho a sus familias adios! Pero ahora... ¡Esos 9 hombres, que confían en mí, en su capitán, están allí dentro, esperando ser rescatados!

Mientras Alec hablaba, es que entre los árboles, una figura flotante se asomaba, sonriendo con cierta diversión al oír el pequeño discurso dado por Alec, agitando las alas sobre su casco antes de meterse nuevamente entre la maleza.

Alec suspiró, dando media vuelta para empezar a caminar hacía el bosque, dándole unas palabras a James que le harían sentirse horrible.

—Sabes que haría lo que sea por salvarte si te pasara eso a ti... Solo espero que tú hicieras lo mismo...

James frunció sus labios mientras cerraba sus ojos por unos momentos, y antes de que Alec pudiera adentrarse al bosque es que corrió detrás suyo, agitando sus brazos.

—¡Su voz es engañosa! ¡Su forma de seducir es fuerte! ¿Qué harás si no puedes matarla? —James exclamó alterado.

—No lo sé... —Respondió Alec, encogiéndose de hombros mientras caminaba.

—Es una hechicera astuta, una maestra del engaño... ¡Será una lucha de ingenios, una muy difícil! Pero no tienes que luchar...

—¡Tengo que intentarlo!

Y fue entonces que Alec, sin dar vuelta atrás, se metería entre los árboles para comenzar su camino hacía el templo de la hechicera Ellie, manteniendo su ceño fruncido, se sentía nervioso, pues debía pensar en una buena forma de poder enfrentar a una hechicera de alto poder como ella si quería rescatar a sus hombres... No sabía cuánto tiempo tenía hasta poder llegar al templo, pero lo que sabía es que debía ser más astuto y rápido que Ellie si no quería morir ese día.

[...]

Ahora se podía ver el interior de aquel enorme palacio, en donde podía verse a un grupo de ninfas levantando la comida y copas de la mesa, mientras otras ninfas llevaban a los cerdos hacía afuera. Ellie se encontraba de pie junto a un pilar, teniendo una sonrisa satisfactoria en su rostro. Ella vestía con una larga falda que cubría por completo sus piernas de un color rosado casi morado, igual que el top que cubría gran parte de su pecho. Cuando una de las ninfas pasaría a su lado, Ellie la detendría para tomarla suavemente de su hombro.

—No te preocupes, Ellie está con ustedes. —Ellie le daría un toque en la nariz.

La pequeña ninfa soltó una risa antes de empezar a caminar hacía otra zona del palacio. Ellie entonces caminaría hacía la mesa, pasando su mano sobre la misma y tocando la madera con sus dedos haciendo resaltar algo de su magia, la cual tenía un tono verdoso mientras rodeaba sus dedos.

—Nadie encontrará la forma de interponerse entre mis ninfas y yo... Y todo el que venga sabrá, que soy su querida reina. —Ellie cerró sus ojos mientras llevaba su mano a su pecho.

Ellie se dirigió hacía la puerta que daba al gran salón del palacio, en donde podía ver a varias de sus ninfas pasando el rato, algunas peinándose entre sí, otras jugando con uno de los cerdos más pequeños y otras regando las flores. Fue entonces que una de sus ninfas se acercó, pareciendo estar algo nerviosa. Ellie borró su sonrisa y la miró, tomándola gentilmente de sus manos.

—¿Qué sucede pequeña? ¿Algo te atormenta?

—Solo... Uno de esos hombres no entró con los otros, lo vi en la ventana... ¿Qué tal si trae a más hombres? ¿Qué haremos? —La ninfa entrecerró sus ojos con temor.

—Oh, querida... No tienes que temer, yo tengo todo el poder, y con ese poder, haré lo que sea necesario para que ningún hombre te haga daño a ti o a las demás. —Ellie acaricio su mejilla con cuidado.

La ninfa sonrió, sintiéndose segura por las palabras de Ellie y asintiendo para dar media vuelta y caminar hacía donde las otras ninfas. Ellie borro nuevamente su sonrisa y frunció el ceño para darse media vuelta y empezar a caminar hacía uno de los ventanales, poniendo su mano sobre la misma para ver el enorme jardín que tenía tras su templo, en donde estaban siendo metidos dentro de un corral... Junto a un montón de cientos de cerdos. Ellie sonrió levemente mientras acariciaba la ventana con la yema de sus dedos.

—Este es el precio a pagar por el amor... No soy una jugadora, soy una titiritera... No soy una jugadora, soy una titiritera.

Ellie alzó su mirada para mirar al bosque, sonriendo levemente mientras fruncía un poco el ceño, podría presentir que alguien iría hacía el templo para intentar salvar a esos ingenuos hombres... Y ella lo estaría esperando, lista para revelar su verdadera forma. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro