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Tres

Sophia

Abrí la puerta con mi cabello aún goteando debido a la ducha que recientemente había tomado. Unos ojos de color verde cristalino —casi haciéndose pasar por azules—, me observaban con diversión desde el marco de la gran y blanca puerta de mi apartamento.

—¡Buenos días, preciosa! —dijo con aquella característica jovialidad mientras me daba un beso en la frente y pasaba sin ninguna invitación como la mayoría de las veces que venía.

Se sentó en el gran sofá rojo con los brazos estirados en el respaldo y viendo a mi dirección con una gran sonrisa. Su rubio cabello había crecido considerablemente, al ser lacio llegaba al inicio de sus cejas lo que hacía que sus manos intentaran apartarlo constantemente.

—Creo que te hace falta un corte, Irving —comenté mientras me sentaba en el sillón individual frente a él subiendo los pies. Hizo un gesto con la mano quitándole importancia y recargando los codos en sus rodillas mientras me observaba con suma atención.

—¿Cómo estás? ¿El golpe sigue molestando? —preguntó mientras tomaba una de mis manos, al sentir el raspón en la muñeca se quedó observando con el ceño ligeramente fruncido—. ¿Esto fue por la misma caída?

Negué con la cabeza y le comenté mi accidente mañanero.

—Salí a correr. Me sentí mal por saltarme la rutina del gimnasio ayer, así que hoy fui a dar unas vueltas a la manzana, pero un chico chocó conmigo y pues caí.

—¿Encima de él? —bromeó sonriendo mientras movía sus cejas de arriba a abajo con picardía, me molestaba saber que yo no podía hacer eso, algo tan común para muchos.

—No Irving, o no tendría los raspones. —«Aunque la verdad no me hubiera molestado», pensé. No había dejado de pensar en aquellos bonitos ojos color verdosos y la incipiente barba de aquel desconocido. Había visto muchos hombres guapos debido al medio donde me encontraba, pero nunca nadie con una mirada tan cautivadora. Moví mi cabeza para intentar despejar mi mente y concentrarme en Irving quien tenía una gran sonrisa en el rostro.

—¿Era guapo cierto? —inquirió con un matiz divertido—. Detalles Sofi, detalles. Sabes que vivo a través de ti.

Reí ligeramente. Irving había sido mi mejor amigo desde la primaria; siempre me ayudaba a salir adelante, a darme las verdades de la manera más cruda y sarcástica que alguien pudiera implementar, a no dejarme llevar por los malos comentarios; me ayudó a llegar donde estoy, me quiso cuando no tenía nada y me apoyó cuando lo tuve todo. Fue una de las razones por las que sobreviví a mi presión familiar, hasta que él tuvo la suya propia.

Hace tres años, Irving se había declarado homosexual abiertamente, algo en lo que sus padres no estuvieron de acuerdo ni un segundo. Fue una mala época para él, pero también se convirtió en el impulso que necesitaba para independizarse y empezar a manejar su vida de la manera en que él lo prefirió. Como siempre debió de haber sido.

Ahora era un grandioso columnista quien vivía en el edificio de a lado, y con quien mi amistad parecía no tener fin.

—Sí, era muy guapo —suspiré—. ¿Feliz?

Llevó una mano a su corazón con una sonrisa tonta en su rostro.

—Como no tienes idea.

Reí y me levanté del sofá para ir por la invitación a la encimera de la cocina con un montón de papeles sobre ella. Regresé y le extendí el fino papel que había llegado el día anterior por la tarde.

—¿Y si vas conmigo? —interrogué haciendo que me lanzara una mirada sorpresiva.

—¿Es en serio?

—Claro. Pareces ser el acompañante ideal. —Sonreí.

—Pero no soy famoso.

—Yo tampoco —comenté, pero inmediatamente me retracté cuando alzó una ceja—. Solo un poco, y para un puñado de personas interesados en el ballet. No es para tanto.

Fingió una tos donde murmuró un "presumida." Lo golpeé amistosamente con el papel de la invitación.

—Solo piénsalo, no quiero ir sola. La mayoría de las veces no socializo con los que van a este tipo de eventos.

—Tal vez eso sea una señal de que debes ir sola —observó señalándome con un dedo—. Algo interesante podría surgir de ello.

—Eh, no lo creo. —Me levanté—. ¿Me ayudarías a escoger un vestido?

—¿Por qué?

Rodé mis ojos.

—Porque seguro tienes un buen ojo para la moda.

—¿Dedujiste eso porque soy gay?

—Tal vez... —Me hice la pensativa pero le sonreí para confirmarle la broma. Era un columnista de moda, claro que tenía un buen ojo para ella, pero no por sus preferencias aunque eso él lo sabía muy bien.

Me sonrió de vuelta y se encaminó a mi habitación detrás mío. Vestido tras vestido se encargó de darme su muy sincera versión, esa honestidad cruda que lo caracteriza.

—Con este se te hacen los rollitos que no tienes. Fuera.

Me observé en el gran espejo; el vestido era azul cielo, muy pegado y con unas varillas a los costados que, efectivamente, me hacían unos rollitos no muy lindos en la parte alta de la espalda. Me mantenía en forma de una manera rigurosa, que casi llegaba a rayar en lo obsesivo por lo que cuando compré ese vestido creí que se vería mejor. Ahora he confirmado que no importa qué tan delgada pueda estar, si me apretaba demás alguna parte de mi cuerpo se podían generar esos molestos rollitos. Me quité el vestido arrojándolo a la cama, el quedar en ropa interior frente a Irving hace mucho dejó de incomodarme; era como tener a la mejor amiga que nunca tuve, además que confiaba en él como para desinhibirme totalmente. Me adentré en el gran armario y al visualizar un poco de brillo saqué un vestido que no recordaba tener.

Me lo probé y mi boca se abrió del asombro, el que no fuera la única me hizo sentir mejor.

—Es hermoso —murmuró Irving con ambas manos alrededor de su boca. Asentí con satisfacción; era el vestido indicado.

Tiempo después Irving se marchó prometiendo traer la cena cuando ambos regresáramos de trabajar. Tomé mi mochila, amarré mi cabello en una cola alta y salí del edificio con dirección al estudio donde ensayábamos para el musical al que todavía le faltaba algo de tiempo, sin embargo, aún se necesitaban muchas horas de ensayo.

Cuando entré al lugar del escenario todos estaban en el suelo comenzando a estirar para lo que serían unas cuatro horas muy intensas. Dejé mis mochilas a un lado y comencé a hacer lo mismo. Una vez que me sentí algo más relajada y con unos músculos no tan tensos, me coloqué las puntas en mis pies y empecé a hacer ejercicios en la barra.

—¡Muy bien, atención! —gritó Paco agitando unos papeles en su mano, nos acercamos a él hasta casi invadir su espacio personal y empezó a quejarse de cómo no estábamos lo suficientemente preparados para lo que se avecinaba. Era algo como su discurso motivacional sin ningún tipo de motivación por lo que desconecté de sus palabras de inmediato.

»En fin —dijo cuando pareció acabar—. Haremos la cargada de ayer una vez más, y no nos iremos de aquí hasta que esa parte les salga perfecta.

Gruñí un poco sintiendo cómo punzaba mi costado de los raspones del día anterior cuando caí en ese movimiento. Me ordené a respirar hondo diciendo que todo era psicológico, que solo eran pequeños golpes y no me dolían. No quería darle aquella satisfacción a Paco de suplicar que no me hiciera hacer ese paso. Era mi trabajo, uno que amaba realizar; no me lo iba a quitar por esa actitud horrenda con la que seguramente había nacido.

Todos corrían a las orillas del escenario dejándonos a Javi y a mí con el espacio necesario. Se le notaba nervioso, como si pensara que podría tirarme de nuevo y eso no ayudó a mi seguridad.

—Sophia, bras.*—Rodeé mis ojos, cuando empezaba a cambiar sus palabras por tecnicismos del ballet solo para impresionar me frustraba, pues segundos después lo decía coloquialmente como si la mitad de las personas presentes no fueran ya profesionales en el arte y dominaran el nombre de cada paso.

Coloqué mis brazos en preparación como lo pidió y la música empezó a sonar, comencé a flotar en mi propia nube de algodón de pasos ligeros, movimientos fluidos y continuos. Paco seguía dando órdenes, pero el baile no se podía ordenar, se debía sentir, y eso es a lo que me dedicaba a hacer al no escucharlo y solo dejarme llevar por aquella suave melodía que era la encargada de guiarme. Me preparé para el cabriole* y sin pensarlo lo hice; me había costado años perfeccionar ese paso, pero en ese momento ya era tan parte de mí como todo el ballet. Brinqué lo más grácil que pude y sonreí nerviosamente cuando Javi pudo atraparme, sin embargo este se tambaleó cuando me iba a soltar y nos hizo caer a ambos. Al menos esta vez yo caí encima de él.

Cerré mis ojos con frustración, me encantaba ensayar, y sabía que las cosas no saldrían a la primera siempre, pero aún así me frustraba el no poder lograr algo.

Horas después mi respiración se volvía errática y las piernas me temblaban, había acabado con dos botes de agua llenos y una manzana que solo me había dado más hambre. Javi había terminado sin fuerza en los brazos, si bien yo no pesaba mucho, el cargar a alguien repetidas veces y tan alto puede acabar con las energías de cualquiera, incluso del más fuerte.

—Bien, esto no se va a poder lograr hoy con todos tan agotados —suspiré con agradecimiento al cielo cuando escuché a Paco decir esas palabras—. Mañana quiero que esto salga de una buena vez.

Javi y yo nos miramos con horror. No estábamos seguros de lograrlo.

Subí a mi coche y cerré los ojos intentando recobrar fuerzas en mis piernas para poder conducir y llegar a mi dulce hogar a descansar por un buen rato. El haber corrido en la mañana y las intensas horas de ensayo me habían agotado.

"Esta noche tocan tacos, ¿te animas?"

Sonreí ante el mensaje de Irving, aunque la punzada de culpabilidad resurgió y una pequeña voz en mi cabeza me decía que no debía, que me arrepentiría. Por un segundo incluso sentí una acidez subiendo por mi garganta como si fuera a vomitar lo que aún no comía. Respiré hondo repetidas veces con los ojos cerrados antes de contestar.

"Tacos suena bien; supongo que después del esfuerzo físico de hoy me los merezco."

Respondía rápido y me apresuré a llegar a la casa. Mi hambre voraz se encargó de darle un poco de energía a mis cansadas piernas para poder conducir. Solo esperaba poder terminar ese paso mañana.

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*Bras: Brazos en preparación. Esto es "la preparación" del bailarín. Los brazos formaran un círculo con las palmas enfrentadas y los dedos a la altura de los muslos en forma de círculo.
*Cabriole: Un paso del allegro en el cual las piernas extendidas se baten en el aire. Los Cabrioles se divide en dos categorías: petite, que se ejecutan en 45 grados, y grandes, que se ejecutan en 90 grados. La pierna de trabajo se empuja en el aire, la pierna que esta debajo la sigue y la golpea enviándola más arriba. El aterrizaje entonces se hace primero con la pierna que esta debajo.
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Sophia Bethancourt en multimedia (Renata Notni) mexicana pura
Hola, ¿qué les pareció el capítulo? ¿Les gustó? ¿No? ¿Por qué?
Les agradecería me ayudaran con un voto, comentario. Esta historia está en crecimiento y eso solo se podrá con su apoyo.
En realidad el capítulo era más largo pero decidí que podía cortarlo ahí. Tal vez en todo el libro encuentren términos de ballet algo complicados, pero siempre habrá una descripción al final del capítulo. Aprendemos juntos en esto.

Gracias por leer.

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