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Seis

Alonso

Entré a la tienda seguido de mi hermano. Todo el lugar olía a piel: zapatos, carteras, cinturones, en fin, un mundo de objetos forrados en piel.

Según mis ahora jefes, debía vestir impecable, con un traje y antifaz como cualquier invitado. Debía encajar con la clase de personas que estarían en el evento de acuerdo a sus palabras.

Mi hermano ya tenía un traje, muchas veces en sus sesiones le gustaba tanto la ropa que modelaba que en cuanto salía a la venta, tenía que comprarla. Había adquirido un gusto por la ropa que mi madre le envidiaba constantemente. Sin embargo, yo debía rentar uno; no creía ir a más de un evento formal en el año por lo que no valía la pena comprarlo, equivaldría gastar un mes de renta en ropa.

Un señor elegante con traje y cabello canoso se acercó a nosotros mirándonos de pies a cabeza con ojo crítico.

—¿Qué buscan jóvenes? —inquirió colocando sus manos detrás de su espalda.

—Un traje, señor.

—¿Color? —se inclinó para escucharnos mejor.

—Negro.

—¿Camisa? ¿Zapatos? ¿Talla?

Procedí a decirle todos los detalles que necesitaba para facilitarme la búsqueda, no es como que me gustara ir de compras, sin embargo mi hermano observaba todo con ojo analítico. El señor que se presentó como Sergio tronó sus dedos y de inmediato llegó un chico bajo y menudo muy animado; dictó los datos y este asintió comenzando con la búsqueda.

Nos guiaron hasta un sillón que se encontraba frente a un gran espejo y a los lados de este unos vestidores con cortinas rojas y grandes. Nos sentamos esperando que el chico regresara con las opciones.

—¿Cómo está papá? —pregunté fingiendo desinterés, pero Héctor no se lo tragó ni por un instante.

—Ya no habla mal de ti, si es lo que preguntas.

Me encogí de hombros.

—No he conseguido un trabajo fijo y de oficina como él quería, siempre va a pensar mal de mí.

—No tanto como si siguieras yendo a esa academia de baile. —Río con fuerza—. Ahí si lo volviste loco.

Chasqueé la lengua. A mis dieciséis años en la fiesta número catorce de mi hermano me dio un ataque de ansiedad, de aquellos que a esa edad para mí eran usuales de tener, mi madre le subió a la música la cual siempre lograba tranquilizarme, pero en esa ocasión mi nerviosismo no paraba, así que me sacó a bailar... me fue mejor de lo que esperaba, mi cuerpo se adaptaba al cambio de música y se movía al ritmo olvidándome por un segundo de aquello que me perturbaba para concentrarme solamente en el baile. Había sido un escape de la realidad tan asombroso que deseaba aprender más, no solo para evitar ser malo o calmar la ansiedad, si no porque me gustaba la sensación de manejar mi cuerpo a cualquier tipo de ritmo. Se lo comenté a mi madre y entusiasmada me inscribió en una academia donde me enseñaron de todo: cumbia, huapango, tango, norteño, incluso capoeira*. Yo fui feliz dejándome llevar por los bailes individuales tanto como los de pareja; sin embargo, cuando mi padre se enteró me sacó de la academia aunque mi madre había pagado el año; me metió en una escuela de boxeo y me dijo que aprendiera a ser hombre. Pero eso no fue el verdadero problema, el asunto explotó cuando se dio cuenta de que seguía yendo a bailar sin su consentimiento. Los golpes que me dio ese día aún dolían en mi espalda.

Era increíble cómo en un mundo tan moderno mi padre siguiera siendo un retrógrada pensando que el azul era para niños y el rosa para niñas. Había tantos famosos en baile como en cualquier deporte, aún así solo quería ser un chico que mi padre aprobara, así que estudié fotografía, otra de mis pasiones; tampoco saltó de alegría con esa carrera pero me hizo dejar danza y eso lo calmó por un tiempo. Desde entonces me he empeñado en conseguir un trabajo estable para después poder salir a un club, o incluso volver a una academia y bailar sin escuchar aquella voz de decepción de mi padre constantemente en mi cabeza.

El que mi hermano fuera modelo y no un gran empresario lo dejó igual con un mal sabor de boca, hablaba todo el tiempo sobre como: "sus hijos estaban descarriados por los mimos de la madre" palabras de siempre y por las cuales me había ido de la casa.

El encargado llegó con la ropa y fui a probármela. Salí del vestidor con el traje puesto y mi hermano silbó con aprobación haciéndome reír; me acerqué al espejo. Se ajustaba bien, no me quedaba muy justo pero tampoco holgado... incluso pasaría a cortarme el cabello para lucir más presentable.

—¿Entonces hermano?

—Me lo llevo. —Asentí al encargado y fui a pagar. Adiós a mi dinero de reserva.

Llegamos después de unos treinta minutos, fuimos en el carro de Héctor por lo que fue un camino largo por el tráfico de la ciudad. Entramos a la casa y el olor a especias nos recibió.

–¡Mis niños! —Mi madre salió de la cocina con un pañuelo entre sus manos, tomó mis mejillas y me hizo agacharme para darme un beso en la mejilla, se separó y procedió a hacer lo mismo con Héctor—. Tan guapos mis hijos. Yo los engendré, no esperaba menos.

Reímos al unísono.

—Pero pasen pasen, hice mole*. —Sonrío al escucharla, ella era de Puebla por lo que el mole era una de sus especialidades. Toda la casa tenía un aroma a especias demasiado familiar que me hizo sentir un poco de nostalgia por aquellas veces en que me levantaba de la cama para averiguar qué nuevo platillo habría preparado.

—Mamá. —Se quejó Héctor alargando la última sílaba—. Sabes que no puedo comer, tengo una sesión mañana, eso me inflamará.

Yo solo miraba entretenido las paredes sabiendo que desataría la furia de mi madre al rechazar su comida.

—Pues aquí no es restaurante, así que o comes lo que te doy o no comes.

Se adentró a la cocina y después de darle una palmada en el hombro a mi hermano, la seguí. ¿Cómo rechazar la comida de esta mujer?

—¿Estás listo hermano? —inquirió Héctor en cuanto abrí la puerta del apartamento. Debido al equipo de fotografía que llevaba conmigo, además de ir lo suficientemente arreglado como para no querer sudar en el metro, quedamos en que pasaría por mí. Era algo irónico que siendo yo el hermano mayor fuera el que no contaba con carro. Si se lo dijera a alguien más, sería incluso penoso.

Empecé a pasarle unas cosas mientras yo cargaba con otras y cerraba la puerta con algo de dificultad.

Llegamos diez minutos antes de que comenzara el evento, era la hora perfecta para entrar. Bajamos las cosas y empezamos a cargar con ellas directo a la entrada pero alguien nos detuvo antes de ingresar.

—¿Nombre? —Un tipo muy fornido y alto nos miró.

—Alonso y Héctor González.

—¿Sin invitación?

—Somos los fotógrafos —comenté aunque Héctor masculló por lo bajo que era el asistente. Le entregué los pases que me había entregado el señor Gonzalo solo para que levantara sus cejas con sorna.

—El personal entra por la puerta de servicio. Tienen que rodear por atrás, ahí encontraran una puerta blanca, toquen tres veces y tal vez les abran.

Cerré los ojos contando hasta diez, no había nadie dentro, ni cámaras, el salón estaba a un paso y este señor nos quería hacer rodear con todo y el equipo encima.

—Eso haré, ten lindo día quedándote en la puerta.

Después de decir aquello nos fuimos a la puerta de servicio donde una señora colorada nos abrió la puerta, el calor era inmenso ahí abajo, íbamos comenzando con el evento y ya sentía que el guardia de la entrada había echado la sal a mi trabajo, estaba harto de ser siempre desplazado como si mi trabajo no valiera para ser respetado.

La ropa comenzaba a picarme del sudor, pero después de subir una gran cantidad de escaleras, llegamos.

Empezamos a colocar el equipo antes de que llegaran los invitados. Unas chicas menudas y pequeñas fueron las primeras en llegar, eran las coristas pues llevaban vestidos iguales y subieron al escenario empezando a colocarse. Una llevaba una revista donde la portada era mi hermano; ya traíamos los antifaces por lo que supongo la chica no se acercó, de hecho Héctor intentó hablarle.

—De seguro yo saldría mejor en la portada que él. —Sonrió mientras la chica lo miraba con incredulidad.

—Estás loco. Nadie le gana a Héctor.

Se marchó con sus amigas y mi hermano solo me miraba con gracia, siguió acomodando las cosas mientras me decía:

—Si tan solo supiera. —Reí mientras comenzaba a tomar fotos. Alcancé a capturar algunas imágenes de los adornos antes de que los primeros invitados llegaran. Todos se presentaban elegantemente tarde.

Muy pronto el salón se llenó de máscaras multicolores, vestidos y trajes de diferentes diseños. Me encontraba extasiado con la multitud de opciones para sacar una buena fotografía. Héctor reconocía a uno que otro de la farándula y los detenía para tomarles una foto.

Cuando la fiesta llegó a ese punto muerto en el que todos habían llegado y las coristas empezaban a subir la intensidad de las canciones, ya no sabía qué más tomas podía hacer, sin embargo me quedé a observar. No sabía cuando volvería a tener la oportunidad de presentarme en una fiesta de ese tamaño.

Decidí que debía tomarle una foto a las coristas, también merecían su reconocimiento, por lo que fui yendo de espaldas con la mirilla de la cámara en mi ojo intentando encontrar su luz. Tropecé con alguien y temí que se hiciera un alboroto por lo que me volteé de inmediato a pedir disculpas pero el choque de unos ojos oscuros multicolor me detuvo. Su piel bronceada sobresalía por su máscara roja, al igual que sus labios, unos muy carnosos labios. Le entregué la cámara a mi hermano sin voltear la cabeza esperando que no se diera cuenta.

Resistí la tentación de bajar la mirada a su escote, no fue difícil, pues cuando me sonrió y entrelazó su brazo con el mío, yo solo me dejé llevar.

Me había desconectado de la conversación que ella tenía con aquel güero de esmoquin y sonrisa de comercial hasta que escuché la palabra novio salir de la hermosa chica. Aclaré mi garganta por la sorpresa.

—¿Y por qué la dejaste sola? ¿Buscando a alguien más interesante por otro lado? —habló el idiota que no se iba. ¿Cómo podía decir una indirecta cuando la aludida estaba ahí frente a él? Si esa era su manera de intentar que me alejara solo conseguía que quisiera quedarme.

—De hecho fui al baño, ahora sé que no puedo dejarla ni un minuto o algún idiota podría acercársele. —Pasé un brazo por su cintura sintiendo la curva que marcaba el inicio de sus caderas, la pegué a mi costado aprovechándome un poco de la situación y decidí responderle más al tipejo—. Como ahora puedes ver

La sonrisa del chico se borró por fin y su ceño se frunció, al parecer ya no estaba tan contento. Abrió la boca claramente molesto, pero empezó a sonar algo que se me hacía familiar.

—Oh, escuchen. —Señalé mi oreja con mi mano libre mientras una voz sonó por el micrófono diciendo que el tango iba a comenzar y podían empezar a tomar a su pareja y llevarla a la pista. Hacía años que no bailaba y mucho menos tango que no quise dejar pasar la oportunidad, por lo que me atreví a preguntarle a la bella chica de mi lado, a final de cuentas por esa noche era mi novia.

—Es tu canción favorita cariño, debemos bailarla.

Le ofrecí mi mano esperando que no la rechazara, menos enfrente de ese.

Intercambiaron unas frases cortas antes de que me tomara la mano y ella misma me llevara a la pista.

—Oye, te lo agradezco en serio, pero no tienes que hacer esto, el tango puede ser algo complicado.

Sonreí mientras mordía mi labio para evitar que mi sonrisa se ensanchara tanto y me acerqué a ella, pues claro que era algo complicado. Su comentario no me ofendió, si no que me dio la seguridad de que esta chica sabría bailar y podría disfrutarlo.

—Tranquila, sé lo que hago. —Coloqué mis brazos con los suyos pero aún se sentía insegura por lo que le dije algo que no creí que fallaría—. Además, aún está viendo.

Volteó no tan discretamente al montón de personas arremolinadas a los lados de la pista, para mi suerte, sí estaba viendo.

—De acuerdo. —Y cuando la voz de una mujer se escuchó en la canción, comenzamos a movernos.

Volteé mi cabeza a los lados contrarios cuando debía recordando mis lecciones, me encantó el sentir la ligereza con la que la chica se acoplaba a mis pasos y yo a los suyos.

La levanté y cargué por la espalda sin esfuerzo, cuando bajó estaba tan pegada a mi cuerpo que fue inevitable no rozarse, la sensación me hacía casi suspirar. Si bien ya había bailado con muchas mujeres antes, nunca había sentido la sensación de pasión y sensualidad que se descargaba cuando la chica en mis brazos se movía. Me concentré mucho en ella cuando nos miramos de frente y dimos una vuelta.

Levantó una pierna con tanta flexibilidad que esperaba no babear sobre ella cuando la toqué. Me distraje un poco cuando arqueó su espalda haciendo que su tez acaramelada brillara por la luz que se reflejaba en su pecho. Estábamos tan cerca cuando volvimos a estar de frente que con un simple movimiento podía tocar esos labios que parecían clamar mi atención al ser tan llamativos. Se separó y cuando la canción iba a terminar hice que girara, el impulso hizo que quedara abrazada a mi pecho, tomé su estrecha cintura y cuando levantó su pierna y tomé su muslo con mi mano temí empezar a temblar. Respiraba igual de agitada que yo pero no quería dejarla ir, había sido... diferente, irreal e incluso podría decir que algo apasionado.

Cuando la gente se empezó a ir quitó todo lo que se sostenía de mí, sin embargo yo quería sentirla un poco más por lo que no liberé su cintura. Mi vista bajó hasta sus ojos y después a sus carnosos labios. Mierda, tenía que ser un caballero. Sin embargo, eso no me impidió dejarle un beso casto en la comisura de su boca.

—Fue un gusto haber sido tu novio por una noche —susurré en su oído—. Pero fue más que bueno haber bailado contigo.

«Y qué baile» pensé.

—Lo mismo digo —murmuró y tuve que soltarla para ver su sonrisa—. Gracias.

—Cuando quieras. —«En serio, cuando quieras» me alejé sabiendo que la magia estaba por terminarse hasta que tomó mi muñeca haciendo que me detuviera.

—Espera... ¿Cómo te llamas?

—Alonso. —Sonreí—. ¿Y tú eres?

—Sophia... —Creo que ella esperaba que su nombre me dijera algo por la mirada en su rostro, pero solo sonreí porque en realidad no conocía a nadie en esa fiesta.

—Un placer Sophia. —Le sonreí antes de voltearme y comenzar a andar donde mi hermano me esperaba con los brazos cruzados y mi cámara en el tripié, de vuelta al trabajo. Me creí una especie de Cenicienta masculina cuya magia duró solo cinco minutos y ahora volvía de golpe a la realidad.

—Cinco segundos antes te había dicho que si podía bailar con una actriz que me encontré y ¿cuál fue tu respuesta? "Estamos trabajando." —Me carcajeé por su mala imitación de mi voz lo que hizo que frunciera más el ceño—. No te rías, es serio.

—Tienes envidia —bromeé para hacerlo rabiar. Mi buen humor llegó de repente.

Alzó las manos al cielo exasperado repitiendo en voz baja.

—No lo mates, es tu hermano, no lo mates, es tu hermano.

—Vámonos —demandé comenzando a desmontar todo—. Se supone que no debía "molestar" a los invitados, si alguien descubre que quien bailó con esa chica es el fotógrafo, se podría hacer un gran chisme.

Asintió comprendiendo y ayudándome a escapar.

—Bueno, al menos alguien se divirtió con una chica linda.

Sonreí cuando la localicé sola viendo hacia las coristas con una pequeña sonrisa y moviéndose en su lugar al ritmo de la música.

—Lo hice.

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*cumbia, huapango, tango, norteño, incluso capoeira: tipos de bailes, el tango (Argentina) y la capoeira (Brasil) son los únicos que no se ven mucho en México.
*mole: platillo mexicano, es un tipo de salsa al que se le echa una gran cantidad de especias, chile y algunos les ponen chocolate. Se le echa al pollo o se pueden hacer las "enmoladas" tacos fritos con mole encima.
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Alguien debería darme un premio. Este capítulo esta igual de largo que el anterior y solo un día después.
Me alegró ver que cumplieran el reto, este es su premio.

Si les gustó háganmelo saber con un voto o comentario por favor, y si me quieren dar mi premio, únanse al club de lectores cuyo link se encuentra en mi perfil o recomienden la historia si creen que vale la pena.

Daniel Cavazos (ex de Sophia) en multimedia (Diego Boneta)
Entraré a clases por lo que seguiré escribiendo pero subiré cada semana, a veces puedo poner retos como el anterior. Les dejé su capítulo doble y ambos con una muy buena cantidad de palabras, espero les guste. Gracias por leer.

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