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Diez

Alonso

—No puedo evitarlo, Ulises. —Tomé mi cabeza entre las manos pasándolas desesperadamente por mi cabello. Sentado frente a mí en una banca del gimnasio se encontraba mi mejor amigo de la preparatoria. Su cabello a rapa y su piel oscura lo hacían verse como un típico chico malo, aunque en realidad era muy tímido para relacionarse y un chico muy cursi con su novia actual, que curiosamente seguía siendo la misma desde la escuela. Era dueño del gimnasio al que íbamos todos los fines de semana y uno que otro día entre lunes y viernes para quitar el estrés de nuestros trabajos –o en mi caso hasta hace poco, la falta de este–, siempre había sido bueno escuchando por lo que ahora lo necesitaba.

—¿Por qué quieres evitarlo? —preguntó con un acento no muy marcado. Su familia había llegado de Cuba cuando él nació, por lo que su madre tenía más ese tono jocoso que él. Tomé agua tardándome más de lo debido en contestar, su ceja se levantó viéndome con suspicacia al entenderme. Suspiró—. No todas son Paulina, Alonso. Además hace año y medio que dejaste de salir con ella, es momento de avanzar.

Bajé la cabeza pensando.

—No la estoy comparando, sería imposible. —Sonreí al evocar el recuerdo de Sophia, sus delicados y gráciles movimientos al hablar, al bailar, la manera en la que con un platillo nada extravagante hicieron brillar nuevas emociones en esos ojos tan inusuales. Era famosa, hermosa y aún así no dejaba de ser sencilla. En ese momento un mensaje suyo hizo vibrar mi celular, sonreí aún más; desde aquella comida hace ya una semana intercambiábamos muchos mensajes sobre cosas importantes o banales, trabajo o hobbies, cualquier cosa era interesante al momento de mantener la conversación.

—Es solo que... —Continué—, me juré nunca volver a caer por alguien involucrado con los medios, eso siempre termina mal. Y si sigo por este camino, estoy seguro de que Sophia me hará caer.

«Y sería inútil resistirse» pensé para mí.

—¿Y quién dijo que ella quiere hacerte caer? Te das mucha importancia.

Volteé a verlo mientras le aventaba la botella de agua vacía, se levantó de la banca riendo y golpeando mi hombro.

—Hannia quiere que vayas a comer a la casa, ¿te apuntas? —preguntó mientras se dirigía a las regaderas. Hace mucho que no pasaba tiempo con ellos, y tal vez una tarde de amigos me ayudaría a entender de una vez por todas qué quería hacer, si alejarme o acercarme a Sophia; aunque la respuesta ya la sabía mi subconsciente.

—Hola preciosa. —Sonrió Ulises besando a Hannia antes de abrazarla. Era pequeña y delgada por lo que la musculatura y altura de él la ocultaban.

—¡Poncho! —Se escuchó el grito en cuanto Ulises se separó para aventar las llaves y cerrar la puerta. Detrás de él salió Hannia con los brazos abiertos y una sonrisa enorme que hacía levantar sus lentes de lectura. Me abrazó y palmeé su cabeza con ternura; siempre habíamos sido un grupo de tres; cuando empezaron a salir, la amistad seguía pero era algo incómodo tener que ir a todos lados con ellos y pensar que sobraba.

Cuando todo inició con Paulina la incluyeron sin pensar y por un momento efímero ahora éramos cuatro, ya no era la tercera rueda, pero cuando todo se desmoronó empecé a valorar más a mis amigos y su apoyo incondicional.

—¿Trabajando? —inquirí observando su overol blanco lleno de pintura junto a trazos multicolores en sus mejillas sonrosadas debido a la emoción que tenía cada vez que creaba algo nuevo. Ambos habíamos asistido a la UNAM* en artes visuales, solo que ella enfocada a la pintura y escultura mientras yo me interesaba solo en la fotografía; era interesante pues cada foto de paisaje que yo tomaba ella lo recreaba de una manera significativa con todo tipo de materiales.

—Estoy dibujando un mural en nuestra habitación, ¿quieres verlo?

—¡Claro! —La seguí entusiasmado. Ulises habló diciendo que pondría la mesa mientras tanto.

Al entrar al cuarto detrás de Hannia el olor a pintura me hizo estornudar un par de veces antes de centrar mi atención en las cuatro paredes que nos rodeaban. En la del lado derecho estaba pintado la mitad de una montaña y un lago donde ésta se reflejaba; los trazos del dibujo estaban sobre toda la pared prometiendo lo que sería un gran mural. Yo capturaba arte, ella lo creaba.

—Es genial Hannia, hace mucho que no hacías un trabajo tan grande. —Sonreí volteando a verla con las manos en su cintura mientras veía hacia la pared con orgullo.

—Estaba algo inspirada. —Volteó a verme aún con su sonrisa y empezó a caminar-saltar a la puerta por lo que la seguí—. Voy a asearme un poco, cuida que Ulises no destroce mi cocina por favor.

—A la orden —dije cual soldado mientras la veía irse al baño a paso veloz, siempre había sido muy enérgica y atlética, era lo único en común que tenía con mi amigo, sin embargo eran el claro ejemplo de que los opuestos se atraían.

Me lavé las manos y lo ayudé con la comida. Una vez sentados en la mesa me alegré de haber venido, esporádicamente Hannia tomaba la mano de Ulises y este dejaba un beso en su frente. La conversación fluía y pronto nos encontrábamos riendo como tantas veces.

—Entonces Ponchito, ¿quieres o no quieres conquistar a Sophia? —inquirió Hannia, dos pares de ojos me miraban mientras mi tenedor se encontraba suspendido en el aire.

—No lo sé —suspiré. Si bien hacía una semana que no la veía desde aquella comida, no podía sacarla de mi cabeza.

Recuerdos de cuando bailamos juntos inundaban mi memoria, cómo estábamos tan juntos y sincronizados como si nos conociéramos de años y la confianza fuera extensa. Quería volver a bailar con ella, tocarla, verla en su elemento, deshinibida, concentrada, con una sonrisa genuina y hermosa. Deseaba fotografiarla en cada momento, capturar sus hermosos ojos miel que parecían una mezcla de colores cálidos y poder detallar cada rasgo de su rostro, nunca antes me había sentido tan atraído e inspirado por alguien, era atemorizante a la par de atrayente. Quería más de eso.

—Si piensas eso de ella... —continuó Hannia haciéndome entender que todos mis pensamientos fueron expuestos—. ¿Por qué no intentarlo?

—Paulina, cariño —comentó Ulises sin despegar la vista del plato; Hannia me miró frunciendo el ceño y amenazándome con el tenedor.

—No todas las chicas bonitas y famosas son iguales, Alonso. Si no vas a entender eso entonces no mereces que ella se fije en ti.

—Eso fue cruel.

—Es la verdad —destacó encogiéndose de hombros.

—No me privaré de intentarlo. —Dicho eso todos se dieron por satisfechos, aunque el temor seguía latente, ¿qué tanto podía resistirme a sentir algo por Sophia más fuerte que la atracción?

Llegada la noche esperé afuera de la casa amarilla con las palmas de mis manos sudando, las pasé por mi pantalón repetidas veces antes de tocar la puerta. Casi al instante mi madre abrió recibiéndome con una sonrisa enorme. Su cabello castaño tenía destellos blancos que a pesar de su edad eran pocos.

—Entra mi niño, ¿quieres algo de cenar? Tu hermano tenía una sesión importante hoy por lo que todavía no llega pero tú y yo podemos platicar un ratito.

—La verdad ya comí, mamá.

—Bueno, un café y pan.

Reí un poco porque sabía que no pararía de ofrecerme hasta que aceptara algo.

—Está bien, mamá. Me gustaría un café. —Emocionada se dirigió a la cocina mientras yo la seguía a paso lento—. ¿Está papá? Me gustaría hablar con los dos juntos.

Prendió la mecha para hervir el agua antes de voltear a verme con algo de desconfianza.

—Sí, acaba de llegar de la refaccionaria. Iré por él.

La vi dirigirse con pasos cortos al patio trasero de la casa, seguramente estaría trabajando. Llegó detrás de mamá limpiándose las manos con un paño sucio, traía su overol de trabajo y la cara con manchas negras. Sus ojos claros los cuales heredamos mi hermano y yo me miraron severamente, no recordaba la última vez en la que su mirada hacia mí fue cálida.

—¿Qué es tan importante Alonso? —habló con voz dura mientras mi madre servía el café.

—Ya tengo un trabajo estable. —Sonreí. Había esperado tanto para anunciarle esta noticia.

—¿Ah si? ¿En dónde? —inquirió. «Aquí venía lo difícil» pensé; respiré hondo y levanté la cabeza, no debía avergonzarme por ello, era un trabajo honesto.

—Soy el fotógrafo del musical del "Cascanueces". Se presentarán en el Palacio de Bellas Artes en diciembre. Hasta entonces, tendré un sueldo fijo.

Empezó a reírse antes de toser, daba palmadas en su pierna como si no pudiera soportar la risa.

—¿Fotografiando bailarinas? ¿Ese es tu gran trabajo? —preguntó irónico.

—Álvaro, es un trabajo digno, no va a morir de hambre, no le hace falta nada —habló mi madre calmando un poco la risa de mi padre. La única capaz de controlar su mal genio.

—No es un trabajo de hombres.

—¿Y qué es para ti un trabajo de hombres exactamente? —Empezó a explotar mi temperamento.

—Debes ensuciarte de vez en cuando, saber arreglar las cosas eléctricas, cargar pesado, solo mírame.

—Un mecánico que vive de deudas.

—Este mecánico pagó tu carrera —habló entre dientes acercándose a mí cada vez más, ya no era tan alto e intimidante como cuando era joven, ahora solo era una persona mayor e irracional ante mis ojos.

—¡Hiciste que mi madre saliera a buscar trabajo porque no te llegaban clientes! Si tan hombre te dices, ¿porqué no saliste tú?

—Alonso, basta —balbuceó mi madre negando. Pasé ambas manos por mi cabello y cara para calmarme, a final de cuentas era mi padre y merecía mi respeto.

—Vendré luego a ver a Héctor. Perdón por el café mamá.

Sin mirar atrás salí de la casa y me dirigí a al metro agradeciendo que hubiera un lugar libre para sentarme y dejar salir mis frustraciones.

Cuando llegué al apartamento me sentí muy solo; por un momento quise ser alguien que disfrutara del alcohol para perderme en él, pero siempre fui un joven raro al que no le gustaba embriagarse. Me di una ducha larga intentando que mis músculos dejaran de estar tensos tras aquel encuentro con mi padre, siempre era difícil buscar su aprobación y ser rechazado cruelmente en cada intento; volvía a ser aquel chico desgarbado temeroso de hablar con él, era muy difícil de superar cuando de niño yo era su favorito.

Sin querer pensar en nada más me aventé a la cama aún tenso, esperando que el sueño me diera paz.

Desperté por una constante vibración en mi mesa de noche. Estiré el brazo tirando el reloj en el proceso hasta encontrar mi celular; lo llevé a mi oreja aún sin abrir los ojos.

—¿Sí? —Escuché mi propia voz ahogada en un bostezo.

—¡Alonso! Me alegro encontrarte.—La voz de Sophia me despertó por completo—.  ¿Estabas dormido?

Hice un sonido nasal de aceptación mientras me tallaba los ojos, ¿qué hora era?

—Rayos, lo siento.

—No, no. Me alegra escucharte. —Sonreí sorprendido de ese hecho. Mi ánimo anterior había cambiado en un instante—. ¿Sucede algo?

—Necesito un favor —habló tan bajo que pensé no haberla escuchado.

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*UNAM: La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es una universidad pública mexicana. Considerada una de las mejores universidades del mundo, por su extenso trabajo académico, así también, una de las más activas en materia artística y tecnológica.

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Lo siento. Me pasaron muchas cosas, finales, mi cumpleaños, además de uno que otro problema que mencioné en mi perfil. Y este capítulo lo vengo escribiendo desde hace meses jaja

¿Les gustó? ¿Si? ¿No? ¿Por qué?

¿Me dejarían un voto o comentario?

Mural de Hannia en multimedia. ¿Qué les parece la pareja nueva? Pónganle mucha atención.

Inscribiré la novela a los Wattys, ¿ustedes que piensan?

¡Hasta la próxima!

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