Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Diecisiete

Sophia

Cuando el viento empezó a calarme en los ojos me apoyé en la espalda de Alonso, aferrando mis brazos alrededor de su torso cuando incrementó la velocidad. Sus brazos iban aferrados a la moto y sinceramente se veía la manera en que disfrutaba el paseo.

Después de un rato en el que mis piernas se llegaron a acalambrar por la tensión, Alonso se detuvo frente a una estructura color verde, con puertas cristalinas y un letrero muy peculiar, donde se mostraba un bicep sosteniendo una pesa.

—¿Un gimnasio? —cuestioné confundida—. ¿Tratas de decirme algo?

—Claro que no. —Expulsó una risa baja y ronca que me removió el pecho en una agradable e intensa emoción—. Nosotros venimos acá, sígueme.

Después de sacar algo de un pequeño compartimento trasero de la moto, tomó mi mano y me guió por una puerta trasera, perteneciente al mismo edificio. En cuanto llegamos, me quedé de piedra frente a la entrada, era una piscina que abarcaba fácilmente tres cuartos del espacio, era un lugar cerrado, sin ventanas y con un techo de cristales que permitían solo un poco el paso del sol. Había como tres de aquellas mesas de madera que venían con las bancas sin respaldo incluidas; el agua llevaba su pequeño oleaje producto de alguna corriente de aire que mantenía fresco el lugar. Al fondo había dos puertas azules que supuse conducían a los baños.

—Debido a que aún no podemos hacer pública nuestra relación, no hay muchos lugares donde pueda llevarte —habló Alonso rascándose la ceja como signo de su nerviosismo—. Pero este espacio es nuestro por hoy. Creí que podríamos nadar un rato y después cenar algo que traje.

—Es increíble que se te haya ocurrido esto. —Me dejé guiar por él hasta una de las mesas de en medio donde dejó las cosas que había traído y comenzaba a quitarse los zapatos.

—¿Quieres nadar primero o comemos?

Torcí el gesto mientras la ansiedad me hizo empezar a rascar mi brazo derecho.

—No traigo mi traje de baño.

Se encogió de hombros respondiéndome.

—Yo tampoco, pero podemos usar la ropa interior. —Entrecerré mis ojos viéndolo al darme cuenta que tenía todo un plan armado; sin embargo me vio con inocencia—. Es como un bikini para ti, ¿no?

Volteé hacia otro lado nerviosa, el problema en todo eso es que yo nunca usaba trajes de dos piezas, ni siquiera me gustaba ir a la playa. Desde que entré a la adolescencia y aquellas marcas parecidas a unos rasguños aparecieron en lo alto de mis piernas y en la parte baja de mis caderas, me había sentido cohibida porque alguien las notara; además de la pequeña parte en lo bajo de mi pecho que se había quemado producto de jugar con fuegos artificiales de pequeña. Adoraba la forma de mi cuerpo, lo saludable y fuerte que era; pero después de Daniel y sus comentarios sobre que nadie más me consideraría atractiva en paños menores, calaron hondo escondiéndose en un lugar que no había tenido tiempo de reparar aún.

Al observar que me retraía, Alonso se acercó hasta quedar frente a mí tomándome de los brazos.

—Hey, lo siento. —Levantó mi barbilla y dejo un beso rápido en mis labios haciendo que me invadiera su aroma a cítrico—. Podemos solo sentarnos en la orilla y remojar los pies.

Sonreí un poco y empecé a descalzarme; sin embargo, antes de quitar mis calcetines lo miré con indecisión.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—Antes de que veas mis pies tienes que recordar que me gano la vida en el ballet.

Sin más preámbulos quité mis calcetas y mostré mis pies, no eran los más femeninos y estaban algo maltratados por tantos años viviendo en puntas, pero me encargaba de cuidarlos para que no lucieran tan mal. Lo miré intentando levantar una ceja, pero al no poder, levanté ambas incitándolo a decir algo.

—No tenías que ser tan misteriosa, lucen bien. Te daría un masaje si quisieras.

Me reí y me dirigí al borde de la piscina para sentarme y meter los pies al agua. Estaba fría y tardé un tiempo en aclimatarme, fue cuando Alonso se había arremangado el pantalón y se sentaba a mi lado.

—¿Cómo es que nadie viene? —pregunté observando aquella calma, ni siquiera se escuchaban los ruidos dentro del gimnasio del que solo nos separaba una pared.

—Estamos a principios de octubre, comienza a hacer más frío. Y el dueño me debía un favor.

Sonrió al decir lo último volteando a verme. Con sumo cuidado y ternura, depositó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

—Sophi, ¿puedo hacerte una pregunta? —inquirió mirando sus manos. Hice un sonido con mi garganta para acceder—. ¿Por qué te preocupó tanto lo del traje de baño? Sabes que yo no intentaría hacer nada sin tu permiso.

—Lo sé —suspiré mirando hacia el frente—. Es un tema que se supone ya debía de haber superado; es solo que, toda mi vida mi padre se encargó de decirme que la imagen era lo que importaba, que si alguien viera siquiera algún tramo de mi piel que no fuera perfecto nadie me escogería, nadie me contrataría ni sobresaldría de ninguna manera. Supongo que son costumbres difíciles de superar.

Me miró con los labios en una fina línea, antes de que con una mano tomara su camisa por la espalda y se la quitó. Me permití observar los lunares que salpicaban todo su torso, además de los que se encontraban escondidos debajo del vello de sus pectorales. Tomó una de mis manos y la llevó a su espalda, bajo las yemas de mis dedos sentí un desnivel en su piel; fruncí el ceño haciendo que se volteara en un instante, dejando a la vista aquellas tres finas cicatrices que se encontraban en lo alto y medio de esa ancha espalda.

—Mi padre lo hizo cuando descubrió que me saltaba las clases de box por ir a bailar —dijo en voz baja, mi cuerpo se estremeció—. Fue solo una vez, pero hubo tres cortes profundos que se redujeron a eso.

No podía concebir el que un padre golpeara brutalmente a su hijo solo por un pasatiempo que no le agradara, era terrible.

—No tienes que contarme... —murmuré haciendo que me mirara, juntó su frente con la mía mientras cerraba los ojos. Su quijada se había endurecido, pero se calmó mientras respiraba hondo.

—Quiero hacerlo. Es una manera de demostrar que no arruinó nada para mí. Creo que es tiempo de dejar de pensar en nuestros padres e importarnos más por la manera en que nos sentimos nosotros. Y créeme Sophia, que contigo no tengo ninguna pena de mostrarme, física y emocionalmente; me traes esa paz que tanto anhelé tener.

A esa distancia, abrió sus ojos y el verde oscuro de los suyos me llevó a un sueño hipnótico que me impedía apartarme. Confianza, todo en él me gritaba esa palabra, confiar en él, en mí, en nosotros; nuca hubo algo que me hiciera dudar de su afecto, ¿por qué ahora?

—Ahora que ya viste mi espalda y no saliste corriendo, supongo que nadaré un rato. Eres libre de acompañarme.

Se levantó quitándose el pantalón y arrojándolo a la banca rápidamente. Mi boca y ojos se abrieron cuando solo se quedó en un apretado bóxer negro, que si bien era largo, no dejaba mucho a la imaginación.

Mi tono de piel no dejaba que se enrojeciera muchas veces, pero en esa ocasión podía sentir el calor subiendo en mis mejillas, y no precisamente por vergüenza. Pues después de que me dejara ver en un primer plano su buena parte trasera, se aventó un clavado al agua.

Me mordí el labio indecisa, pero al final terminé sonriendo. Me había perdido de tantas experiencias de chica, ya fuera por mis entrenamientos, por las reglas de mi padre o simplemente por inseguridad, que no quería permitir perderme una más. Ni siquiera podía salir con Alonso a la calle como una pareja normal por culpa de aquellos malditos estereotipos. Pues, por ese día, no iba a dejar que me detuviera, no después de sentir aquella confianza que él me brindaba.

Me levanté y antes de que me arrepintiera me quité la blusa quedando con un sostén color carne. Respiré hondo, armándome de valor y bajé mi pequeño short quedando a la vista mi ropa interior negra, no era un conjunto pues no esperaba que eso sucediera, incluso mi pantaleta era de esas grandes que llegaban hasta la cintura pues siempre me parecieron cómodas, pero no creía que se viera tan mal. Y con Alonso de espectador caí como bomba dentro de la piscina.

Llegó nadando hasta mí, mientras que yo juntaba los brazos sobre mi pecho como si eso pudiera aminorar el hecho de que estaba frente a él en ropa interior. El agua llegaba hasta mi cintura, pues estábamos en la parte baja de la alberca.
Alonso separó el cabello de mi cara, analizando cada detalle de ella como si fuera la primera vez que la viera, sus nudillos acariciaron mis mejillas bajando por mi cuello hasta detener sus palmas en mis hombros.

—¿Sabes que adoro tus pecas? —susurró acariciando su nariz con la mía. Parpadeé saliendo de mi trance para empezar a acariciarlo. Mis manos que se encontraban en su cuello, bajaron hasta sentir sus pectorales debajo de ellas. Era firme y los lunares esporádicos de su abdomen comenzaban a amenazar mi tranquilidad.

Hace mucho tiempo que no me llegaba a sentir de esa manera, atraída y con la mente en las nubes pensando en qué otras emociones éramos capaces de surgir. Si con mirarnos de esa manera ya sentía toda aquella tensión que llevábamos acumulando, desde la primera vez que bailamos en aquella mascarada.

Sus manos pasaron a mi cintura de repente, pero cuando iba a llegar al inicio de mis desaires di un paso hacia atrás.

—¿Una carrera? —pregunté tomando aire y nadando lejos mientras lo escuchaba gritar.

Llegué con mucho tiempo de sobra a la orilla contraria. Cuando Alonso me alcanzó empezó a reír.

—Tramposa. —Me dijo aventándome agua, fue así como comenzamos una guerra que paró hasta que tenía tanta agua en la cara que me ahogaba.

—¿Sabes? —hablé haciendo formas en el agua—. Es la primera vez que vengo a una alberca por diversión.

—¿Entonces acerté? —preguntó con una sonrisa que le devolví al instante, acercándome a él.

—Fue una muy buena idea. —Acaricié su barbilla donde el rastro de su barba picaba sobre mi palma, para mí era relajante. Volteó su rostro dándole un beso a mi mano.

—¿Qué otras cosas no has hecho?

Levanté ambas cejas por la sorpresa inicial, poco después me llevé una mano en la barbilla pensando, con la vista fija en uno de los carteles de seguridad de la pared.

—Mi padre me llevaba a clases de todo pero nunca hice nada. No anduve en bici, no nadé hasta hoy, nunca tuve una borrachera, no fui a ninguna fiesta infantil y no tuve ninguna tampoco.

Torcí el gesto pensando en todas aquellas cosas perdidas en el tiempo, el reloj avanzaba, yo crecía, maduraba, y aún así me seguía absteniendo a las reglas. Siempre que quería salirme del borde había esa vocecita en mi cabeza que me decía que no, ¿qué dirían de mí? A pesar de que fuera algo que yo quisiera.

Claro que algunas cosas fue por el ballet, de lo cual no me arrepentía, pero ¿y lo demás? Ahora que lo pensaba, nunca tuve una razón de peso para excluirme en mi soledad.

Alonso acarició la arruga que se había hecho en mi frente y tomó mis manos para entrelazarlas con las suyas.

—¿Tampoco has dado un beso bajo el agua?

Sonreí entrecerrando mis ojos.

—¿Es algo común?

—Podría decirse —mencionó encogiéndose de hombros y acercándose peligrosamente—. El asunto aquí es que de ahora en adelante cumplas todas las experiencias.

Sonreí ligeramente y deshice el agarre de nuestras manos. Él lo tomo como una negativa hasta que me vio tomar aire y sumergirme al mismo tiempo que él.

La expectativa me dejó ansiosa hasta que sentí una suave presión en mis labios. Era incómodo, pero de cierta manera, cualquier roce hacía que las emociones hirvieran en el interior de mi pecho. Definitivamente yo era una adicta a esa sensación que solo él había despertado.

Sus manos se mantenían en mi cintura. Cuando salimos a la superficie en busca de aire yo aún tenía los ojos cerrados, lo que me hizo estar desprevenida cuando un nuevo beso se hizo presente.

Era más intenso y profundo que el anterior, me hacía querer adherirme a él de todas las maneras posibles, fue entonces cuando, con la guardia baja, mis piernas fueron a enredarse en sus caderas y sus manos en mis muslos. Sentí sus dedos presionando en mi piel cuando me besó la mandíbula.

Sus manos subieron por mis piernas, sin embargo, cuando alcanzó a tocar aquellas marcas que me preocupaban, me aparté como si tuviera un interruptor. Lo observé con su cabello revuelto, las gotas cayendo por su pecho, algunas detenidas en los rizos oscuros de sus pectorales, y los labios hinchados. Llevé una mano a los míos por inercia, sintiendo que palpitaban.

—¿Eso era lo que te preocupaba? —Se acercó sigilosamente, como adentrándose en un terreno peligroso. Asentí sin apartar la mirada, hacía mucho había aprendido a guardarme todo y expresar nada, servía mucho para las cámaras, pero aún cuando Alonso podía verlo todo en mis ojos, yo no bajé la cabeza—. Mira.

Levantó su brazo y en lo bajo de su pecho observé aquellos finos rasguños que marcaban el estiramiento de su piel.

—Yo era un niño muy rellenito —habló sumido en sus recuerdos—. Creo que no te lo había contado pero yo amo el béisbol. Sin embargo, cuando eres un niño pasado de peso pocas veces te invitan a jugar..., nunca me aceptaron en el equipo.

Rió sin gracia mientras yo solo lo veía interesada por su historia.

—Yo estaba muy enojado, pero ¿sabes lo que me dijo mi madre? —Acarició su barba y sonrió—. Que todos venimos en un molde, como las galletas. Un espacio en el que se espera que cumplamos con todas las expectativas, pero que yo había roto ese molde porque era más, que podía hacer más pero nadie lo aceptaba aún.

Sonreí cuando se agachó a mi altura tomándome de las mejillas, haciendo que lo mirara fijamente.

—Tú eres mucho más que cualquier molde que pudieran ponerte. Tu corazoncito necesitaba un empaque más grande, y deberías aceptarlo porque es hermoso.

—¿Dónde estuviste toda mi vida? —Negué con la cabeza sonriendo y me colgué de su cuello para sentir sus labios de nuevo. Aquellos que tenían todas las palabras correctas.

—¡De nuevo! —Se escuchó el grito de Paco retumbando por el lugar. Pasé los mechones sueltos de mi cabello por detrás de mis orejas, limpiando un poco del sudor de mis ojos y sobando la parte baja de mi espalda al sentir un dolor punzante en la zona.

Era una escena complicada, con más de veinticinco bailarines compartiendo reflectores en el escenario, tratando de ejecutar aquellos pasos con la mayor gracia posible sin golpearnos entre nosotros.

Comencé con lo que me tocaba, intentando que los brazos se notaran sutiles a pesar de la rigidez que debía mantener para realizar un paso estético. Empecé con los giros aumentando la velocidad de estos cuando junté las piernas y subí los brazos. Sentía que el mundo era el que giraba, que era una mera espectadora afortunada por haber encontrado el lugar donde la rotación de la tierra se volvía visible, con una rapidez impresionante.

Terminé con mi brazo derecho estirado hacia arriba, el izquierdo curvando mi cintura y una sonrisa tensa tras el creciente dolor en mi zona lumbar. Nos quedamos en esa posición hasta que Paco asintió y dio un aplauso, fue entonces cuando un suspiro colectivo de alivio se hizo presente, las posturas se relajaron y todos comenzamos a reunirnos al frente para finalizar el ensayo.

—Cada vez estamos más cerca de la presentación. —Empezó a decir Paco—. Ensayaremos más, porque todo el mes de noviembre nos encargaremos de pulir cualquier detalle de la obra ya terminada. Por hoy, pueden irse.

Todos dimos tres aplausos con la fuerza que nos quedaba por haber terminado el ensayo y comenzamos a recoger nuestras cosas.

Llevé el celular a mi oreja cuando vibró anunciando una llamada, la cual me hizo sonreír cuando vi el nombre titilar en la pantalla.

—Hola desaparecido.

—Cállate que tu tienes novio y te olvidas de uno —habló Irving enfurruñado desde el otro lado de la línea. Me lo podía imaginar cruzado de brazos y su eterno ceño fruncido, lo que me hizo sonreír y sentir que lo extrañaba.

—Podemos vernos, tengo lo que resta de la tarde libre y...

—Estoy recargado en tu puerta con comida, mueve tu lindo trasero que esto se enfría.

—Voy lo más rápido que puedo. —Me quejé cuando mis piernas parecían no tener más fuerza, mientras aceleraba el paso más temblaban por lo que resoplé y decidí bajar el ritmo cuando ya estaba en el estacionamiento—. Tengo una llamada en la otra línea, llegaré pronto. No te comas lo mío.

—Pues apúrate —habló con la boca llena antes de colgarme, después de tantos años ya no me tenía duda de todo lo que Irving podría digerir y guardar en su estómago. Malditos hombres y su metabolismo tan veloz.

—Ernesto, ¿qué ocurre? —pregunté a mi representante cuando contesté la llamada usando el manos libres del auto.
—¡Lo conseguiste Sophia! En enero del próximo año comienzan las audiciones, debes prepararte muy bien, recuerda lo importante que es esa obra, es todo lo que habías estado buscando.

Sonreí mientras en mi interior gritaba eufórica, "La bella durmiente" era un proyecto relativamente nuevo de los extranjeros, buscando al menos un representante de cada país para la gira por Latinoamérica, si conseguía el papel lograría una de mis metas más lejanas mucho antes de lo esperado.

—Muchas gracias, Ernesto.

—Una cosa más... —Aclaró su garganta—. Otra vez te tomaron fotos con aquel chico, cobré un favor en la revista porque respeto tu decisión de mantenerlo privado, pero no creo que puedas ocultarlo mucho más.

Paré en un semáforo y suspiré quitando un mechón rebelde de mi frente.

—Solo quería disfrutar de mi vida privada un poco más, sin mi padre o mi carrera interviniendo, créeme que ha sido grandioso evadir tanto escándalo.

—El escándalo se creará cuanto más tardes en hablar y aclarar las cosas..., piénsalo querida. Seguimos en contacto. —Después de ello, cortó la llama sin dejarme contestar. Evalué mis opciones mientras llegaba hasta mi departamento, por un momento, la vida fuera del foco de atención ayudó a que Alonso y yo gozáramos de algo de intimidad, pero no podía seguir ocultándolo. No quería que pensara que estaba avergonzada, que no lo tomaba en serio, que lo escondía tras la espalda, y mientras el tiempo avanzaba, era lo que parecía.

Respiré hondo cuando el dolor en mi espalda se sintió más fuerte mientras caminaba por el pasillo. Al oírme llegar, Irving se levantó apresurado colocando una mano en mi cintura y ayudándome a entrar.

—¿Quién te apaleó? —inquirió tirándome en el sofá.

—Me duele mucho la espalda. —Me quejé—. Hay una crema en mi buró, ¿podrías ayudarme?

Reí cuando tronó su cuello y estiró sus brazos.

—El señor masajes ha regresado. —Lo observé irse al cuarto y me acomodé boca abajo sintiendo un poco de alivio..., tanto ensayo comenzaba a pasar factura.

Hacía un poco de limpieza en mi cocina cuando el teléfono sonó. Fruncí el ceño cuando observé el apellido de mi familia en el identificador de llamadas.

—¿Pablo? —pregunté cuando contesté, pensando que como siempre, el mayordomo fuera el que hablara. Sin embargo, enderecé la espalda y detuve el aseo cuando la voz calmada pero autoritaria de mi padre se escuchó en el altavoz.

—Sophia, en una semana será el aniversario de tu madre y mío. —Hice un sonido con mi garganta para que supiera que lo había escuchado—. Haremos una fiesta y te esperamos ver ahí.

Sonreí ligeramente, era una extraña manera de que la invitación se sintiera más personal, rara vez hacía sus propias llamadas.

—Y por favor, consigue a alguien que quiera venir contigo. Los medios nos comerán vivos si vuelves a llegar sola a un evento.

Rodeé los ojos sin sorprenderme de su comentario. Pasé la mano libre por mi cara.

—¿Algo más?

—Llega temprano.

Respiré hondo intentando serenarme.

—De acuerdo, nos vemos en la cena del viernes. —Colgué. Si quería que llevara a alguien, ahí estaría.

**************************************
¡Hola!  Capítulo largo porque lo merecen
¿Les gustó el capítulo? ¿Me regalarían un voto o comentario?

Recuerden que tenemos un grupo de lectores en facebook (link en mi perfil) donde subo adelantos y FanArts

Estamos llegando al punto medio de la historia, ¿listos para el drama que viene?
¡Gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro