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1ST PART. THE LOST LANDS

Cerca del archipiélago de las antiguas islas Filipinas se alzan los Tierras Limítrofes, un conglomerado de porciones irregulares de suelo y vegetación donde la naturaleza ha adoptado formas que podrían crisparle la razón al más cuerdo.

En una dimensión atemporal para lo que la humanidad solía considerar común, los reinos del mar y la tierra se han desprendido en una guerra por el control de lo único que puede ser codiciable después de la Quinta Glaciación.

La vida siempre ha llegado desde la arena y las pequeñas formaciones que se arrastran bajo el agua. Aún en el planeta que antiguamente contaba con una tecnología hasta cierto punto respetable, las criaturas de Alatea, el reino submarino, han aprendido a cuidarse y evitar la codicia de aquellos que sobreviven en la superficie.

Cristal de coral, piedra sagrada o amuleto de la inmortalidad... esos eran los nombres para el extraño mineral cuya capacidad de sanación era la envidia de los que se mantenían en tierra.

En tiempos donde la evolución se ha distorcionado, imaginar ciudades bajo el agua, como lo era Alatea, castillos nevados al sur o imponentes corceles marinos, no es tan descabellado. 

En tiempos donde los arrecifes separan el límite de las tierras prohibidas, el príncipe Park Jimin se prepara para otra de las expediciones en las que su gente promete encontrarse con aquellos seres abominables de dos piernas y arpones malignos.

—Me preocupa la migración whalien. La oleada más grande que se ha visto en siglos no quedará fuera del radio de operaciones de esos malditos.

Jung Hoseok, el Primer Comandante del Ejército de Alatea, señaló hacia un estrecho trazado en el mapa que adornaba la sala del trono.

Las escamas doradas de su cola resplandecieron al son de sus cabellos tornasolados cuando colocó otro prendedor con la forma de una estrella de mar sobre el punto donde la expedición se proponía interceptar a la flota ballenera de Hygge.

—Sugiero que se envíe a un grupo de exploradores y según las condiciones del sitio, trazar una estrategia de rescate. Es el último año antes del Ciclo Quiescente. Tomará otros quinientos años para que las ballenas solitarias se vuelvan aparear, no podemos permitir que la codicia de los terrestres nos arrebate el trabajo de la madre naturaleza. El corazón del mar sería gravemente insultado si los balleneros de Hygge atrapan "la oleada" entre sus redes.

Kim Hee Chul, el anciano mayor del consejo de Alatea, señaló antes de posar sus orbes color amatista en el joven pelirrojo que presidía la junta del reino.

Park Jimin había asumido el trono siendo sólo un tritón de trece años de edad cuando el arpón envenenado del soberano de Hygge había privado a su padre de la vida, al intentar defender a su cautiva esposa, y madre de Jimin, de las maniobras de los terrestres.

Mezclar aquella especie que se pavoneaba sobre dos piernas, armados con arpones y gruesas pieles para hacer frente al invierno que les perseguía para ser testigo de que debían cargar con una herrumbrosa maldición al agredir a la naturaleza, era lo mismo que invocar un desastre marino.

Ahora con diecinueve años, Jimin se preparaba para hacer frente por primera vez a los bárbaros de Hygge y al soberano que le había robado a sus padres.

Min Jae Hyung pagaría con creces la afrenta que por años condenó a su pueblo a la desolación, y aún cuando el joven pelirrojo sabía que nada bueno nacía del fuego de la venganza, cada vez que su mirada verde se perdía hacia arriba, donde un tímido sol acariciaba a la madre agua, el pensamiento de que debía ajustar cuentas se reflejaba en el silencio de su amuleto.

Todos los herederos de Alatea nacían para un fin, y a todos, la madre agua, la creadora del mar y la vida, les otorgaba una gema que conectaba su ascendencia con la corriente del destino.

El medallón de Jimin era de una extraña especie de cristal coral con el símbolo del tridente tallado al dorso. Era el rey legítimo y aunque muchos cuchicheaban sobre el pasado contradictorio de su progenitora, Jimin se atrevía apostar que una vez que cobrara su revancha contra los gobernadores de Hygge, la lectura de las caracolas arrojaría algo de luz sobre a quién debería desposar.

—¿Mi señor?¿Hay algo más que podamos hacer para facilitarle el viaje hacia la tierra de los condenados por la madre agua?

Esta vez era Kim Taehyung quién interrumpía las cavilaciones del príncipe. El joven tritón de ojos azules y escamas a juego, había sido su mejor amigo desde que eran casi unos pequeños renacuajos.

Era la señora Kim Ara, la madre de Tae, la única que le recordaba a su difunta progenitora. Park Soo Jin, había sido una belleza de cabellos de fuego, labios carnosos y ojos tan verdes como las esmeraldas y Jimin había heredado todos sus dones, unido al cerebro y el carácter fuerte de su padre Chanyeol.

Por eso el actual regente de Alatea se repetía que había demasiado en juego como para cejar en su empeño por hacer justicia y alcanzar la paz con los terrestres.

Con otra inspección al medallón que colgaba de su pecho, Jimin se dirigió a los pocos que quedaban en la sala del trono.

—Lo único que resta es consultar a la hechicera Chisa, si las criaturas del mar nos bendicen, esta misma noche emprendemos el viaje hacia las Tierras Limítrofes.

Argumentó el joven y con aquel decreto la sesión dio por concluida. Fuera de los muros del castillo submarino de Alatea, la vida florecía como las piedras del collar más exquisito.

El circuito recordaba a lo que los terrestres habían bautizado como la Atlantis, con la única diferencia de que la latitud y la longitud en la Tierra era muy diferente aquellos tiempos.

Pero los torreones con agujas hacia el tenue reflejo de la luz solar abogaban por otorgarle a la capital de los Mares, el título sobre aquellos escondrijos desprovistos de la vitalidad de los mercados de coral y conchas o la Ópera de Altea.

Exactamente a dieciocho mil millas del epicentro de la corte, los restos del primer imperio antes de que la evolución humana se confundiera con las criaturas del mar, Kim Seok Jin contemplaba con aburrimiento cómo su hechicera levantaba otra caracola con musgo negro.

Un mal augurio, para los que se paseaban por las calles llenas de colorido de Alatea, la posición que por derecho le pertenecía hasta que los usurpadores comandados por Park decidieron enlazar el pasado con el futuro y condenarle a la miseria como un rey marchito al borde de las Tierras Limítrofes.

—Una nueva oleada... whalien es la respuesta...

Se santiguó la sacerdotisa a cargo de aquella lectura, por la cual Namjoon había insistido tanto. Jin estuvo tentado a poner los ojos en blanco.

A excepción del pesado medallón de coral negro que cargaba sobre el pecho y que hacía juego con sus cabellos y escamas, no creía en hechizo o predicción que pudiera hacerle menguar su sed de venganza para con los Park.

"Tu impaciencia es la limitante. Ten presente que cuanto más cerca estemos de ellos menos esperarán el golpe. Hasta entonces, debes obrar con prudencia, mi rey."

La voz de Namjoon volvía a repiquetear contra los muros mentales que apresaban a Jin. Entrecerrando los ojos, reparó en la labor que Hinata, la última de los Sohara, ejercía sobre las caracolas.

Las uñas azules de la sirena, más similares a unas grotescas garras se alargaron hasta hincarse en la piel del antebrazo de él.

Sangre oscura manó para hacer visible el símbolo de un arpón atravesando al coral rojo. Una sonrisa siniestra se dibujó en las facciones de Jin antes que la sacerdotisa oscura diera su veredicto.

Lo que le fue arrancado a la tierra regresará desde el mar. El príncipe de Alatea está destinado a padecer la enfermedad que condena los sentidos y expande el corazón. Su hora está cerca, whalien es el camino. El trono usurpado regresará a los verdaderos herederos y la criatura que duerme bajo la madre agua cobrará su venganza...

El trance agitó las escamas azul prusia de la sirena hasta que lágrimas de sangre oscura se reflejaron en sus ojos carentes de iris. Seok Jin amplió su sonrisa a una carcajada fantasmal. No había nada mejor que saberse ganador antes de iniciar la contienda.

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EPHEMERAL

××—THE CURSE OF THE HEART—×× 

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