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9.❁

*Modifiqué unas cosas de la parte de Loki, porque al principio no me di a entender. Lamento las molestias.*

🥀Reproducir la canción del multimedia para una mejor ambientación.

Natasha lo condujo nuevamente a los sillones de la sala y lo obligó a sentarse.
Con elegancia, la rusa se acomodó a su lado izquierdo, dejando dos asientos de espacio entre ellos.

Intentó ignorar la incomodidad que comenzaba a tomar presencia en el lugar; Tenía un mal presentimiento sobre la extraña actitud de sus compañeros. Ni siquiera quería imaginarse lo que le diría.

Tal vez ya saben tu secreto.

Su cuerpo se tensó ante ese pensamiento fugaz. No había posibilidad de que estuvieran enterados sobre la confesión de Anthony... ¿Verdad?

Cobarde.

No era un cobarde, por supuesto que no. Aún cuando su cuerpo fue frágil y débil, jamás lo fue. Solo... no estaba preparado para enfrentar ese asunto, no era el momento de hacerlo. 

—¿Qué ocurre?— La expresión de la pelirroja pasó de su natural neutralidad a una más melancólica.

—Es acerca de Tony.— empezó Natasha. Un escalofrío estremeció su cuerpo momentáneamente. Una parte dentro de él se burlaba por lo paranoico que se estaba volviendo. —Sobre lo que le está sucediendo. Tenemos una vaga idea de lo que es, pero...

—Habla claro.

—Puede que Anthony sufra de una enfermedad extremadamente rara, la cual provoca que broten flores en su cuerpo, hasta el punto de asesinarlo.— explicó su compañera. Permaneció en un ligero shock al escucharla, incrédulo.

Una opresión en su pecho lo devolvió a la realidad, junto con unas desagradables ganas de vomitar. Repentinamente se sintió fatigado, con el enorme deseo de irse, desaparecer. ¿A dónde? Ni siquiera él lo sabía.

Cobarde.

—¿Cuál es la razón por la que esas flores aparecen?— sin quererlo, su voz salió como un susurro. Recordaba a la perfección aquellos pétalos azules que inundaban el taller de Ironman. Nunca imaginó que se tratara de una enfermedad.

Curiosamente, aún siendo consciente de ser el poseedor del suero de Súper soldado corriendo por sus venas, podía afirmar que en cualquier instante le daría un ataque de asma, como en sus viejos y olvidados tiempos donde enfermaba por cualquier cosa y su madre o Bucky se encargaban de cuidarlo.

Volvía a ser aquel, físicamente vulnerable, siempre ignorado y subestimado, chico de Brooklyn.

—Amor no correspondido.— respondió su amiga.

Que inesperado.
Al parecer es mi culpa.

Mentira.

—Cuánto desearía que las cosas fueran como antes, cuando yo era lo más raro que el mundo había conocido.— divagó, olvidando sin querer la presencia de Natasha.

—¿Steve?

—¿Es seguro de que sea eso?— cuestionó, distante. La espía lo miró sin comprender a lo que quería llegar, analizando disimuladamente su reacción.

—No... No estamos completamente seguros de que es lo que sucede con Stark. Sin embargo, por las características que presentó, lo más probable es que lo sea.

—De acuerdo.— Apoyó sus bazos en el sillón y se levantó. Dio media vuelta y, como si no hubiera escuchado ni una palabra de la conversación anterior,  se dirigió hacia la salida.

Ignoró por completo la perplejidad de la rusa. Para su sorpresa, no le importó en absoluto lucir cómo si estuviera huyendo o que lo mirara como si fuera un maldito sin sentimientos.

Porque eso fue lo que hizo, huir. Tenía el derecho de hacerlo, ¿no? De darse su propio espacio para meditar las cosas, para olvidarlas. Estaba abrumado, la situación lo sobrepasaba, ¿qué más podía hacer? ¿Qué esperaban de él?

Si los demás tenían esa oportunidad, ¿por qué él no la tendría? ¿Cambiaba la situación por tratarse del Capitán América? ¿Se le negaba por ser un héroe que vivió y ganó una guerra? ¿Por ser un soldado?

—¿Capitán?

—Necesito pensar.— sin prestar atención a su alrededor, desapareció por la puerta, caminando sin un rumbo fijo.

¿Quién lo diría? El Capitán de los vengadores es un cobarde mentiroso.

A miles años luz, en una celda de máxima seguridad se encontraba encerrado un hechicero de preciosos ojos esmeralda, quien miraba fijamente un objeto en especial.

Muchos sabrían que no se trataba de un prisionero cualquiera al ver todas las comodidades que disfrutaba en su aislamiento; una pequeña mesa de merienda que hacía juego con un cómodo sofá individual, una cama matrimonial y tres estanterías llenas de libros visiblemente antiguos. Todo un espacio diseñado especialmente para él.

No obstante, aún poseyendo tan magnifica cantidad de elementos para su entretenimiento, él seguía firmemente concentrado en un diminuto pétalo azul.

No le fue sencillo conseguirlo, pero el tiempo que le tomó hacerlo había valido completamente la pena.

—Es tan fascinante como una pequeña forma de vida puede poseer tantos significados.— alzó ligeramente una de sus manos para después recitar un par de palabras en una lengua antigua. El pétalo comenzó a elevarse hasta quedar frente a él. —Disfrutar de la capacidad para provocar un sin fin de situaciones.

En el aire el pétalo se separó en dos. Uno de los trozos fue cubierto por una densa neblina rojiza, hasta que el color quedó impregnado en él. Volvió a pronunciar otra oración con el mismo idioma de antes, consiguiendo que el pétalo, ahora rojo, fuera encapsulado en una bola de energía.

—Mover los hilos de la vida de otra criatura debe ser tan divertido. Las circunstancias pueden modificarse con efímeros pensamientos o sentimientos escondidos.— sonrió con burla al presenciar los pequeños sonidos que lograban colarse de la esfera de energía; había logrado conectarse con la mente del midgardiano líder del equipo de pacotilla del cual su hermano era miembro.

Todo gracias a esa pequeña flor.

—Es hora de ver qué tan lejos pueden llegar, inútiles midgardianos.

Un trébol de cuatro hojas es deseado por la supuesta suerte que te entrega al obtenerlo. Mas, al ser un simple trébol de tres pétalos, su significado cambia a lo único que busco:
Venganza.

—Son tan curiosos e ignorantes. — susurró, admirando con detenimiento un pequeño pétalo azul envuelto en un inusual brillo verdoso. —En especial tú, hombre de hierro.

Se tomaría su tiempo para disfrutar y divertirse con el inesperado show. Después de todo, unos simples humanos merecían pagar por la humillación que le hicieron soportar y él estaría en primera fila para verlo.

Decir que no le había costado mucho esfuerzo abrir sus ojos sería una completa mentira. Su cuerpo se sentía extraño. Pensó que sufriría de un agonizante dolor al estar consciente, mas, lo único que sentía era un alivio inusual.

Parpadeó repetidas veces para lograr acostumbrar su vista ante la cegadora luz de lo que parecía ser un día espléndidamente soleado. Las cortinas abiertas de par en par le brindaban un maravilloso paisaje del exterior.

¿Cuando fue la última vez que se detuvo a admirar el cielo? ¿Por qué decidió dejar de hacerlo? Tal vez desde que el azul se volvió un color increíblemente doloroso para él. Era una lástima.

Al sentir una cálida mano sobre su brazo, llevó su atención a la persona que dormía recargada en su cama, cerca de su estómago. Se permitió apreciar el rostro dormido de su mejor amiga.

Incluso en sueños lucía tan preocupada.

—¿Pepper...?— su garganta estaba tan seca que un pequeño ataque de tos lo sorprendió, logrando sin querer despertar a la pelirroja.

—¡Tony! ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo? ¡Debo llamar a Stephen!— Virginia acercó rápidamente su mano al botón de emergencia. Sin embargo, la débil caricia que recibió en ella la detuvo de manera instantánea.

—No lo hagas. Estoy bien, solo tengo mi garganta seca.— dijo con dificultad, teniendo varias pausas entre palabras.
Virginia posó una de sus manos en sus pálidas mejillas y lo miró con alivio. Le retiró cuidadosamente la mascarilla de oxígeno y la colocó a un lado de su cabeza, para que pudiera hablar sin mayor problema.

—Estoy tan feliz de que al fin hayas despertado, Tony. Te... te perdieron varias veces en el quirófano.— murmuró Pepper, pestañeando rápidamente para evitar que las lágrimas nublaran su vista. —Fue una suerte que Stephen se encontrara aquí, no hay mejores manos que las de él cuando se trata de salvar una vida. En especial si es la tuya.

—El mago lo logró de nuevo... ¿Cómo llegué aquí?

—Jarvis le avisó al Capitán lo que te ocurría. Steve tuvo que romper la puerta de tu taller para sacarte.— abrió los ojos con terror e hizo un gran esfuerzo por no llorar. Por primera vez en mucho tiempo se sentía muerto de vergüenza.

¿Por qué de todas la personas tuvo que ser Rogers el que lo encontrara en tan horrible situación?

—¿Lo vio? ¿Lo sabe, Pepper?—preguntó, alterado. La pelirroja tomó su mano y la apretó con la suficiente fuerza para ayudar a calmarlo sin llegara a lastimarlo.

—No, no completamente. No supo de dónde salieron las flores.

—Bien...—suspiró, aliviado. Al menos no lo sabía, su secreto seguía seguro. —Bien.

—¿Qué fue lo que te pasó, Tony? ¿Por qué recaíste de esta manera?— apretó el agarre de su amiga y suspiró con calma al sentir su calor. Siempre supo que su amiga tenía algo especial para reconfortarlo, y en ese momento agradeció que se hallara junto a él.

—Tuve una pelea con Steve, lo usual. Pero, esta vez... me afectó más de lo que pude soportar.

—¿Por qué no me llamaste? ¡Pudiste llamar a Happy! Sabes que estamos muy preocupados por ti, no trates de tomar todo solo.— si hubiera tenido la furia suficiente en sus brazos habría limpiado las lágrimas que rodaban por las mejillas de la pelirroja. —Por... por poco te perdemos hoy. ¿Qué le hubiera dicho a Rhodey si tú...?

—Mírame, sigo vivo. Ahora, quita esa cara y mímame hasta que me harte. Estoy enfermo y necesito que mi asistente favorita me consienta como merezco.— dijo con un puchero. Pepper hizo una mueca de enfado y bufó ante la actitud despreocupada de su jefe.

—No puedo creer que sigas bromeando después de todo esto, Tony.

—Necesito distraerme. Es bastante estresante estar así.— Virginia relajó su expresión ante sus palabras. Llevó su mano izquierda hacia su cabello y comenzó a masajear su cuero cabelludo con tranquilidad.

—De acuerdo. Te mimaré como el niño malcriado que eres.

—Adoro tu face de mamá amorosa, nunca cambies.— la pelirroja sonrió y siguió con el masaje, causando que la minúscula tensión que aún residía en su cuerpo desapareciera. 

Estaba luchando internamente por no quedarse dormido hasta que regresó su vista al rostro de su asistente. Su vista se mantenía fija en las ramas que sobresalían de su pecho y hombros.

—... ¿Te duelen?— abrió y cerró su boca repetidas veces, sin saber cómo contestar la pregunta. Ni siquiera él entendía cómo se sentía.

—Un poco. No puedo mover mucho mis brazos y tengo un dolor de cabeza que no sentía en años. Fuera de eso, me encuentro de maravilla.— respondió con honestidad, esperando la cara de sorpresa de su amiga. Parecía que ella moría por seguir preguntando sobre su salud, mas, al ser siempre tan prudente, decidió guardar sus comentarios para otra ocasión.

—Bueno, eso es algo... ¿estás seguro que no quieres que llame a Stephen?— volvió a preguntar Virginia, insegura. Asintió con una diminuta sonrisa, intentando demostrar que su estado no era tan malo como parecía.

—Debe estar ocupado, ya vendrá cuando esté libre.— Pepper asintió y siguió acariciando su cabello. —¿Cuánto tiempo llevo aquí?

—Desde ayer.

—Ya veo... ¿Sabes? Tengo muchas ganas de ir a la playa.

—Tony, tienes que tomarte más en serio tu salud. No puedes viajar en estas condiciones.— rodó los ojos ante el regaño de su amiga, fastidiado de sentirse tan débil.

—Quiero disfrutar todo lo te pueda, Pepper. Quiero irme sin arrepentimientos.

No mentía. Era consciente de que en cualquier momento moriría. Si bien, el saberlo creaba en él enormes ganas de viajar por el mundo y disfrutar de aquellas cosas que ignoró antes. Era el momento de hacer todo lo que deseara.

—Deja de decir eso, Anthony. No morirás.

—Hierba mala nunca muere, ¿no es así?— Virginia detuvo su masaje y alejó su mano de su jefe, furiosa.

—¿Cómo es que puedes seguir siendo un idiota en esta situación?

—Prefiero reírme a derrumbarme, señorita Potts. Se llama profesionalismo.— Pepper bufó y negó, sin estar de acuerdo con sus palabras.

Extrañaba hacerla enojar. Observar cómo las tiernas pecas de su rostro se hacían notar por culpa de su rostro acalorado.

—Eso se llama ser un niñato.

—Entonces soy el niñato más hermoso que verás en tu vida.— presumió, regalándole su típica sonrisa marca Stark.

—Por supuesto que lo eres.—sin muchos ánimos de seguir discutiendo, giró su rostro en dirección al gran ventanal de la habitación.

—Sabes, Pepper, tuve un buen sueño.— mencionó, mirando embelesado el increíble amanecer que ocurría frente a sus ojos. —Deberé conformarme con mi segunda mamá, que no deja de regañarme por todo.

Virginia estaba lista para contestar hasta que fue interrumpida por el sonido de la puerta abriéndose. Ambos voltearon a ver al nuevo visitante, quien se adentró y cerró para mayor privacidad. La pelirroja lo miró con incredulidad mientras que el castaño soltó una carcajada de alegría pura.

—No sé cómo lo soportas, Pepper.— Virginia sonrió y se levantó a saludarlo con un abrazo.

—¡James! ¡Oh, hermoso hombre de chocolate, ven acá!— Aún sin poder moverse sin que las ramas lo lastimaran, alcanzó con algo esfuerzo unos botones en la parte izquierda de su cama para poder alzar el respaldo de la cama, quedando prácticamente sentado.

—¿Me extrañaste, Tones?

—Más de lo que crees, viejo amigo. Pensé que no volvería a verte. Habría lamentado  lo que quedara de mi existencia si no me despedía del hombre con la suficiente paciencia como para aguantarme casi toda una vida.

—Habría perseguido tu espíritu solo para seguir regañándote.— Virginia se levantó de su asiento y les avisó que iría a buscar un poco de café y fruta. Depositó un beso en la frente de Ironman y salió de la habitación con tranquilidad, sabiendo que su amigo se encontraba con la única persona que podría animarlo hasta en los peores días.

—Lo sé, Rhodey, no puedes vivir sin mí, yo también te amo. Aunque, ¿puedo culparte? Soy irresistible.—Rhodes soltó una pequeña carcajada y asintió. Se acercó y se sentó a los pies de la cama, con mucho cuidado de no lastimas a su amigo.

—¿Cómo te sientes?

—No lo sé. Por una parte, me duele el cuerpo, ya sabes, las ramas y eso. Pero, por otro lado, me siento un poco aliviado, como si hubiera sacado de mi interior, algo grande.

—Me alegro que sigas con nosotros, Tony.— declaró James, mientras daba pequeñas palmaditas en sus piernas. Anthony cerró los ojos con cansancio, sin borrar su enorme sonrisa de alivio.

—Es bueno estar aquí.


Disculpen la tardanza. Prometí que no abandonaría está historia y pienso cumplirlo. ❤️

Les agradezco de todo corazón sus votos y en especial sus comentarios. Perdón si no soy capaz de contestarlos, pero sin duda siempre me aseguro de leerlos.

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Bueno? ¿Malo? Me encantaría saber su opinión, no saben cuánto me ayuda a seguir adelante.

*Quiero aclarar que Loki solo está conectado con la cabeza del Capitán, por lo que únicamente puede escuchar sus pensamientos. No lo está controlando ni nada.*

Sin más que decir, nos vemos en el siguiente capítulo. ¡Hasta luego y muchísimas gracias por leer!

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