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7.❁

🥀Reproducir la canción del multimedia para una mejor ambientación.

Al abrir los ojos, se halló rodeado por un extenso campo lleno de hermosas hortensias. El pasto entre los dedos de sus pies causaban un ligero cosquilleo junto a la suave brisa que acariciaba su piel, llevando consigo el delicioso aroma de las flores. El cielo completamente despejado dejó que apreciara su precioso tono azul en todo su esplendor.

—¿Dónde estoy?— preguntó al aire. Aún cuando ese lugar le era irreconocible, no sentía una pizca de miedo. En vez de eso, algo en su interior le decía que debía permanecer ahí, que sería bueno para él.

Miró a todos lados sin buscar algo en específico. La idea de regresar no le parecía del todo atractiva, puesto que respiraba una paz que mucho tiempo atrás perdió. No le interesaba volver.

Permaneció parado en el mismo lugar donde despertó, observando con cariño las flores a su alrededor. Tocó los pétalos y paseó sus manos sobre las que se encontraban más cerca, gozando de la calma.

Sin embargo, su concentración se rompió cuando escuchó a lo lejos como una melodiosa voz tarareaba una canción de cuna. Le parecía tan conocida y querida...

Era de su madre, estaba seguro que era ella. Pero, ¿porqué se encontraría en un lugar como ese? Tal vez todo lo que alguna vez vivió había sido una mentira, una pesadilla en una noche demasiado larga. Tal vez se perdió en medio de un paseo y en esos momentos su madre lo llamaba. No lo sabía y tampoco le importaba descubrirlo.

Caminó siguiendo el canto. Y, sin saberlo, tiñó el camino de azul.

Mientras más cercana era la voz, más cambiaba su entorno. Al principio, el pasto bajo sus pies se convirtió en piedras y espinas, pero le fue irrelevante. Debía llegar junto a su madre para no preocuparla. No deseaba causarle más malestares, no quería que lo regañara por su desobediencia.

Siguió por el doloroso sendero hasta llegar a un lugar que parecía salido de una fantasía; crisantemos rojos cubrían el suelo, rodeando el sitio que mantenía en el centro una vieja y algo desgastada banca de madera, la cual era iluminada por los escasos rayos de luz que lograban colarse de entras las hojas y ramas de los frondosos árboles que lo encerraban.

—Es precioso.—pensó, maravillado. Jamás vio tantas flores de esa especie reunidas en un mismo lugar, a excepción de su jardín, claro, donde tuvo varios de los momentos más valiosos de su infancia.

En un parpadeo una mujer de cabellos castaños apareció sentada en la banca, dándole la espalda a la entrada. No era capaz de ver su rostro, mas, sabía a la perfección que ella estaría admirando aquel lugar de en sueño.

Tony, cariño, ¿qué haces ahí?
Ven, siéntate conmigo.

Obediente, se acercó y tomó asiento a un lado de la mujer. El ambiente eran tan cálido que unas enormes ganas de dormir se apoderaron de él. No pudo evitar soltar un bostezo. ¿Por qué se sentía tan cansado?

¿Pasa algo, cariño?
No te ves muy bien.

—No, ma. Solo tengo un poco de sueño.— respondió con otro bostezo. Su madre se deslizó hasta la orilla de la banca y palmeó su regazo.

Acuéstate. Mamá está aquí.

María no tuvo que repetirlo dos veces porque de inmediato recargó su cabeza en sus piernas. Las suaves manos de la mujer acariciaron su cabeza con tranquilidad, acomodando de vez en cuando su cabello detrás de su oreja, peinándolo con cuidado.

Cuánto había añorado esa calidez de vuelta. Por primera vez en mucho tiempo se sentía en paz, capaz de cerrar sus ojos sin esperar que alguna pesadilla arruinara sus sueños.

Había extrañado tanto a su mamá.

¿Por qué estás aquí, mi niño?
Tus amigos deben estar preocupados.

—¿Quiénes?— cerró sus ojos, disfrutando el momento.

Los que te esperan a fuera de este lugar.
Aún no es tiempo, Tony.

—¿Realmente tengo que volver? Estoy bien aquí, junto a ti. Yo... te extraño mucho. Estoy solo allá, me duele.— respondió, sintiendo sus ojos arder y sus mejillas húmedas.

No pudo aguantar más su llanto.

Lo sé, mi bebé. Yo también te extraño.
Pero, aún te queda mucho por ver y sentir. Aún te falta experimentar la felicidad que te espera. Además, tienes a mucha gente que te quiere. Sufrirán tu pérdida.

—Podrán superarlo.— murmuró, negándose a abrir los ojos. Su terquedad saldría a relucir y daría pelea hasta el final. —Perdemos cosas todos los días, lo superamos y seguimos.

El dolor de una pérdida siempre quedará presente. Aún cuando pienses que lo haz superado, seguirá en el mismo lugar donde la ocultaste.

La voz de su madre se tornó triste, consiguiendo que la culpabilidad se instalara en su pecho.

Incluso cuando ya no estaba con ella, seguía decepcionándola.

—Ya no quiero seguir con esto. Ya no puedo. ¿Por qué intentarlo cuando ya tengo la respuesta de lo que será mi final?

Se aferró al vestido blanco de su madre, sin usar demasiada fuerza. Temía que desapareciera ante sus ojos, la necesitaba junto a él; aconsejándolo, cuidándolo, mimándolo, amándolo. Necesitaba pasar todo el tiempo posible junto a ella antes de tener que dejarla ir.

Tony, yo también sufrí en mi vida.

—Los crisantemos rojos siempre fueron tus favoritos.— mencionó, ignorando intencionalmente la declaración de María. Sabía perfectamente en qué terminarían las cosas cuando tocaran ese tema. Por eso, decidió que alargaría un poco las cosas.

Era egoísta, pero uno muy herido. Quería pensar que tenía el derecho de serlo solo por aquella ocasión.

Sí. Eran las flores que tu padre me regalaba. Incluso tú llegaste a llenarme el jardín con ellas, ¿recuerdas?

—Te ponías muy feliz con solo verlas.— recordó, abriendo nuevamente sus ojos para admirar las flores que los rodeaban.

Debía admitir que eran preciosas, pero jamás le gustarían más que las hortensias azules, eran completamente diferentes.

Siempre fueron especiales para mí.

—¿Por qué? ¿Qué las hacía tan únicas?— una fina corriente de aire removió el lugar, creando una bella sinfonía con las hojas. Aún sin haber visto el rostro de su madre desde que llegó, intuyó que ella sonreía.

Porque de mi pecho nacieron crisantemos la primera vez que amé y no fui correspondida.

—Por favor, basta. No quiero volver, estoy cansado de todo eso.

El amor es agotador, mi niño. Pero, si es el correcto, cada segundo habrá válido la pena.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

Porque tu padre me salvó en el último momento, donde mis esperanzas eran inexistentes y mi sonrisa ya era una simple memoria.
Él me sanó con su amor, me hizo volver a vivir. Me hizo feliz.
Y sé que Steve hará lo mismo por ti.

—Después de todo sigues siendo una soñadora, mamá.— suspiró, extrañamente feliz.

Quería creer que su mamá siempre tendría la razón. Y, si ese no era el caso, al menos podría decir orgulloso que hizo su mejor esfuerzo.

—No sabes cuánta falta me hiciste.

Claro que lo sé, cariño. Después de todo, soy tu madre.

Giró su cabeza para mirar después de tanto tiempo el rostro de la mujer más importante de su vida. Seguía tan hermosa como la recordaba.

Es hora de que despiertes, Tony.

—Te amo, mamá.— sintió los labios de María en su frente. Ese sería beso más agridulce y efímero que atesoraría en los más profundo de su corazón toda la vida.

También te amo, mi bebé.
Adiós.

Tan efímero como las flores que comenzaron a desvanecerse con el viento, junto a la viva imagen de su madre.

Ya era tiempo de despertar.

Crisantemo rojo: Declaración de amor apasionado. Literalmente "Te amo".

¡Hola! Espero que hayan disfrutado el capítulo ❤️

Bueno, les tengo una mala noticia: La próxima semana entraré a clases. Es mi último año de preparatoria, por lo que consumirá bastante de mi tiempo (lo que significa actualizaciones muy lentas) :(

No abandonaré el fic, ya que tengo casi todo planeado (incluso tengo parte del final, solo que, tal vez cambie conforme avance la historia).

Al parecer se alargará más de lo que tenía previsto, prácticamente se escribe sola cuando la inspiración llega, así que espero poder subir otro capítulo esta semana.

Sin más que decirles, hasta el próximo capítulo.💕✨

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