10. ❁
🥀Dedicado a @Barzst
🥀Mención especial a @YTuMierda por crear la maravillosa imagen que se encuentra en el multimedia, inspirada en el final del capítulo 3.
🥀—Pensamientos—
Sin darse cuenta llegó a uno de los pocos lugares que lo hacían sentir completamente seguro, donde residía la única persona que sabría ayudarlo en esos momentos. Entró al edificio y en la recepción saludó cordialmente a una de las enfermeras en turno mientras se registraba. Al terminar caminó con impaciencia por el pasillo que conocía como la palma de su mano, por todas las veces que ya había ido previamente. Cuando halló la puerta que buscaba dio unos pequeños toques y al escuchar un ligero "pase" se dispuso a entrar a la habitación, encontrando a quien fue el amor de su vida.
—Hola, bonita. —saludó, sonando más triste de lo que le hubiera gustado demostrar. — Discúlpame por no haber venido antes, pero, ya sabes, el trabajo me mantiene más ocupado de lo que me gustaría.
—Que agradable sorpresa verte, Steve.— respondió una mujer de cabello platinado, sonriendo de manera cansada por culpa de su edad avanzada. Rogers le dedicó una sonrisa tierna y fue hasta su lado. Tomó asiento en la silla para las visitas y se permitió alcanzar la delicada mano de Peggy, disipando la frialdad del cuerpo ajeno. —No tienes porqué disculparte. Estoy feliz de que me visites cada vez que tienes un poco de tiempo libre.
Al mirar su fatigado rostro, divisó de manera fugaz su historia y su final, además de todos los sentimientos que fueron surgiendo a lo largo de su tiempo juntos. Y, aunque su oportunidad ya había pasado, estaba seguro que jamás lograría remplazar lo que tuvo con la agente Carter.
¿Podría amarlo tanto como a ella?
¿Podría amarlo?
Ser más que... ¿amigos?
¿Eran amigos?
No lo sabía.
Pocas fueron las veces que no discutieron por una u otra razón. Poseía escasos recuerdos con Anthony donde se comportaban como algo más que compañeros. No estaba seguro si podía llamarlo su amigo.
Lo estimaba sin duda alguna, no lo negaría. Incluso, admitía que lo admiraba —de cierta manera— al ver cómo se desenvolvía con tanta facilidad entre las multitudes o al presenciar sus magníficos trabajos con su empresa y sus armaduras.
Sin embargo, ¿cuántas veces habían pasado tiempo juntos y platicado como más que simples conocidos? Podía contarlas con los dedos de una mano. ¿Sabía cosas de él que no supieran los demás? No lo creía.
Aún siendo un equipo, lo sentía como un desconocido.
—¿Qué sucede? Te noto intranquilo.— preguntó Peggy, disfrutando del tímido contacto mientras que en su expresión denotaba su preocupación. Rogers respiró profundamente y recostó su espalda en el respaldo de la silla. —¿Steve?
—No sé qué hacer.— empezó, en tono bajo. —Siento tanta culpa que se transforma en nauseas. Me siento atrapado, perdido.
—¿Qué sucedió?— cuestionó la mujer. Steve deshizo el agarre de sus manos y las llevó hasta su cuello. Masajeó con insistencia su nuca, en busca de un poco de conforte.
—Una persona a la que respeto y aprecio... está muriendo. Y... es por mi culpa.— se negó a alzar el rostro, ligeramente apenado. Ahora dudaba sobre si había sido la mejor decisión contárselo a Peggy. Ella ni siquiera estaba al tanto de lo que ocurría con los vengadores, tampoco tenía el derecho de atosigarla con sus problemas.
Mas, no podía seguir así, necesitaba desahogarse. No tenía a nadie más para poder platicar de un tema tan serio. Confiaba en su equipo, pero aún no veía en ellos a los amigos que perdió, ni a la familia que añoraba.
Aún no eran su hogar.
—¿Por tu culpa?
—Sí. Al parecer... me ama, pero yo no... no sé qué hacer. No sé cómo tomarlo, no sé cómo reaccionar. Esto es tan diferente a lo que era. Es tan nuevo, tan libre y espontáneo. No es el modo para el que fui criado, simplemente no puedo pensar en él de esa manera. Sé que está bien y lo respeto, pero...
—¿Él?— asintió levemente, inseguro. Sus ojos paseaban por toda la habitación, con miedo de encontrarse con la mirada de la agente.
¿Por qué tenía miedo?
—Es mi amigo.—prosiguió, sintiendo un nudo en su garganta. —No quiero que muera, no así... No por mi culpa.
¿Qué puedo hacer? ¿Qué debería hacer? Ni siquiera estoy seguro de poder mirarlo de frente, no ahora.
Margaret guardó silencio por varios minutos, analizando las palabras del capitán.
—¿Qué es lo que quieres hacer tú?— preguntó la mujer con tranquilidad. Steve tensó su cuerpo al oír sus palabras, sin saber qué contestar. —¿Qué es lo que deseas?
¿Qué deseaba?
—Yo... no quiero que muera.
—¿Solo eso?— quizo preguntar Peggy, mas, decidió que no era el momento para llenarlo de nuevas inseguridades ni pensamientos. Lo que requería era una respuesta.
En eso, una pequeña idea llegó a su cabeza. No estaba segura si sería lo que el rubio esperaba escuchar, ni si era lo correcto, pero sentía que era lo más sensato.
—¿Por qué no le das una oportunidad? Deja que te demuestre cuánto te ama y lo que desea ofrecerte.
—Pero ¿qué haré si lo lastimo? No quiero causarle más sufrimiento innecesario.
—¿No sería bueno para él si dejas que se desahogue? Pasa tiempo con él, conócelo. Y, si al final no sientes nada más que amistad, al menos le habrás regalado momentos que podrían ser irremplazables para él.
—Creo que tienes razón.— suspiró sintiendo que la carga en su cuerpo disminuía levemente.—Gracias.
Después de eso, Peggy le regaló una sonrisa sincera y siguieron conversando de cosas triviales hasta que una enfermera llegó para informarles que la hora de visita había finalizado. Steve le besó con ternura la frente y le prometió que intentaría visitarla más seguido. Ella se limitó a sonreír.
—Es una pena.— pensó la agente Carter mientras veía su espalda desaparecer a través de la puerta. — Aún en esta situación intenta mantenerse fuerte. Siempre pensando en los demás antes que en sí mismo.
—Stark.— saludó Stephen, entrando a la habitación y cerrando a su vez la puerta. Había esperado hasta el final de la visita de James para no importunar la plática. Sabía perfectamente que lo mejor para Anthony era distraerse y rodearse de personas que le hicieran olvidar al capitán Rogers, todo para disminuir el crecimiento de las raíces.
Se acercó y sacó una pequeña lámpara de su bata para revisar rápidamente los ojos del castaño. Por suerte, no encontró nada inusual. Sus reflejos se encontraban en buen estado y su piel comenzaba, aunque de manera lenta, a retomar su color natural.
—¿Cómo te sientes? ¿Tienes dolor en alguna zona en especial? ¿Mareos? ¿Vista borrosa?— cuestionó, revisando la bolsa de suero que permanecía a un lado de la cama. —Pronto necesitará otra dosis de morfina.
—Estoy bien. No tienes que ser tan formal conmigo ¿Acaso no somos amigos?
—A veces me arrepiento de ser amigo de alguien tan irresponsable.— bromeó, manteniendo su rostro neutral en un inútil esfuerzo por mostrarse serio. Tomó la tabla de observaciones e inició con leves anotaciones de algunos medicamentos y suplementos que tendría que administrarle al más bajo.
—Oh, vamos. Como si tú no rompieras las reglas de vez en cuando.— ironizó Stark, mirándolo con su típica sonrisa altanera. Al verse ignorado, Tony rodó los ojos e intentó mover su brazo izquierdo, sin imaginar el dolor que esa pequeña acción lograría en su cuerpo.
Anthony mordió su lengua antes de emitir algún sonido que alertara a su amigo.
—Soy muy dedicado y profesional en mi trabajo. Siempre evito ese tipo de situaciones.— replicó el doctor, aún sin mirarlo. Tony repuso su sonrisa enseguida y soltó una ligera carcajada, teniendo cuidado de no demostrar su incomodidad. —Y ya te dije que no creo en la magia.
—Claro que sí, querido mago. A todo esto, ¿Cuándo me harás algún truco con cartas? Todo buen mago debe saber hacerlos.
—Nunca cambiarás, ¿verdad?— bufó Stephen, observándolo con detenimiento. Anthony negó cómo un niño pequeño lo haría y le mostró la lengua juguetonamente.
—No necesito cambiar nada, querido mago. Mi sola existencia es la encarnación de la perfección misma.— presumió Stark, pestañeando exageradamente. El más alto río ante la acción y rodó los ojos.
—No puedo soportarte.
Sin quererlo, la atención de Strange se clavó en las raíces que permanecían en el cuerpo de su amigo. La ira en su interior avivó de un momento a otro, su mandíbula se tensó y su respiración comenzó a ser profunda.
Se dio cuenta de que perdería el control si seguía observando, por lo cual apartó la vista y se dirigió al ventanal de la habitación, todo bajo la atención de Anthony, quien tenía una idea de lo que ocurría. Sin embargo, prefería guardar silencio hasta que el castaño decidiera hablar.
—¿Por qué... no me informaste antes? ¿Por qué que dejaste que se expandiera hasta este punto? ¿Sabes cuánto peligro corres ahora mismo?—interrogó, sin notar el creciente volumen en su voz. —¿Al menos te importa?
Tony mantuvo su rostro agachado y su vista en las sábanas. Se negaba a encararlo. No sabía si se debía a la debilidad que lo embargaba el encontrarse en esa fría y vacía habitación de hospital o al miedo de haberle fallado a uno de sus mejores amigos.
No se sentía preparado para soportar que le dijeran la verdad de frente.
—Estoy bien, sigo aquí, vivo. ¿No es eso lo importante?
—No se trata de que estar vivo. El asunto aquí es que te dejas morir por una estupidez. Ese es el problema.— reclamó el doctor, con ese tono tan mordaz que llevaba tiempo sin escuchar. —Deberías valorar más tu vida que a ese idiota. ¿No eres tú el que siempre presume de su supuesto intelecto superior? ¿Por qué no lo demuestras? Eres un cobarde que no puede hacer una simple confesión y seguir adelante.
—¡Cierra la boca! Eso no es de tú incumbencia, así que no permitiré que sigas regañándome.—gritó, arrepintiéndose segundos después por culpa de un dolor punzante en su pecho. Las ramas en su cuerpo comenzaron a molestarle, pero su orgullo fue más fuerte y decidió que no diría nada.
—¿Por qué no sería de mi incumbencia la vida de un amigo que casualmente corre peligro mortal?— preguntó Stephen, mirándolo con frialdad.
—¡Porque son mis sentimientos! ¡Por qué son mis decisiones y porque es mi vida! Aunque seas mi amigo y me quieras, no tienes derecho a meterte en donde no te corresponde.
—¡Solo quiero mantenerte a salvo! ¿Eso es malo? ¡Tú harías lo mismo por mí o cualquiera de los demás!
—¡Lo sé! ¡Eso ya lo sé! Es solo que... No deseo quedar vacío.— contestó Anthony, estrujando con la poca fuerza que poseía las sábanas que cubrían su pecho. —Quiero seguir siendo yo hasta el final. ¡Quiero amarlo hasta el final!
Strange lo miró con dolor y suavizó su expresión. Soltó un ligero suspiro y se pasó de manera un poco brusca una de sus manos por toda la cara para después acercarse a pasos cortos hasta la cama.
—Pero no tiene porqué haber un final.—Stephen se arrodilló a su lado y con sumo cuidado tomó sus manos. Las acercó a su rostro y sin prisas depositó un pequeño beso en cada una, para después apoyarlas en su frente, brindándoles un poco de su calor corporal al notarlas inusualmente frías. —No tienes que acabar así.
—Ross se pondría muy celoso si te viera de esta manera.— bromeó Tony, aunque su mirada reflejaba tristeza. Strange soltó una risa vacía y recargó su cabeza en la cama, ahora sentado en el suelo. Sus ojos se encontraban perdidos en algún punto de la habitación, con su mente trabajando a toda velocidad.
—Él entendería.— susurró para sí mismo. Sin pensarlo, su cerebro recreó pequeños recuerdos tan íntimos y bellos, que prefirió cerrar sus párpados y disfrutarlos desde la privacidad de su privilegiada memoria.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde ese día?— susurró Tony, esperando que su voz no perturbara la repentina tranquilidad que los rodeaba. Deseaba que sus palabras no llegaran demasiado lejos y no fueran muy dolorosas. Sin embargo, era imposible quitarle el dolor a un hombre que había perdido al amor de su vida sin que él estuviera presente.
No podía imaginar cuánto sufrimiento cargaba en su corazón o cuánta culpa atormentaba su consciencia. Después de todo, esa fue la primera y única vez que vio a Stephen Strange perderse en el amor.
—Cuatro meses, dos semanas, cuatro días, seis horas.—respondió sin dudar, apretando los labios con cierta molestia. No era un tema que le gustara tocar y menos en la situación en la que se encontraba.
—¿No hay segundos?— Anthony escuchó una risa, tan efímera y hueca que no distinguió si fue un producto de su imaginación. Sabía que no había sido buena idea sacar el asunto, pero las palabras habían salido antes de que pudiera procesarlo.
Para su desgracia, era realmente bueno para arruinar los momentos serios
—Jamás pierdo la cuenta y, por desgracia, el tiempo sigue corriendo.— suspiró Strange, sintiendo como sus ánimos para seguir peleando se esfumaban, dejando en su lugar una terrible nostalgia.
—Recuerdo el día en que me llamaste a mitad de la noche pidiendo que te prestara todos los contactos posibles para localizarlo. Pudiste notar su ausencia antes que el gobierno, aún cuando él se encontraba de misión al otro lado del mundo.
—No había noche alguna en la que no recibiera un mensaje de buenas noches, siempre a la misma hora. Palabras más, palabras menos, pero siempre aparecía en mi celular...¿Quién pensaría en Everett como un hombre de siempre escribir "Te amo" antes de ir a dormir?— contó, riendo con ternura al recordar sus preciados mensajes nocturnos.
Después del incidente había decidido comprar un celular nuevo, manteniendo el viejo en un lugar seguro para así poder leer los mensajes antes de acostarse. Tenía miedo de perder las últimas palabras de su amado por algún descuido.
Tenía miedo de aceptar qué tal vez jamás regresaría a su vida.
—Fue una gran persona.— comentó Tony, sin saber qué más decir. Le dolía ver a su amigo así, incluso había hecho hasta lo imposible para ayudarlo a encontrar al agente Ross. Pero, lamentablemente todos sus esfuerzos fueron en vano. Jamás pudieron encontrar alguna pista sobre su paradero.
—El mejor de todos.— murmuró Stephen, añorante. Parpadeó varias veces para desvanecer la imagen de su pareja y volver a centrar toda su atención a su amigo. —Tú... fuiste quien me ayudó a conocerlo, me empujaste para que fuera feliz cuando lo único que deseaba era sumergirme en mi trabajo. ¿Por qué no puedo devolverte el favor? ¿Por qué no me dejas ayudarte a salir de esto?
—Porque mi corazón decidió quedarse con un soldado anticuado de preciosos ojos azules. Y ni tú, ni nadie me harán cambiar de parecer.— tanta determinación en esos ojos avellana lo obligaron a levantarse de su lugar y salir de la habitación sin dar tiempo a una despedida. Su cuerpo ardía por la frustración acumulada mientras sus dedos se clavaban dolorosamente en sus palmas
—Eso lo veremos.
Él le demostraría a su amigo el significado de la terquedad, para bien o para mal.
¡Lamento muchísimo la demora! No creí que tardaría tanto en actualizar, pero no pude evitarlo. Me encuentro en mi último año de educación media superior, específicamente a 6 meses o un poco más para ingresar a la universidad, por lo que necesitaba centrarme en la escuela.
¡Gracias por todos sus votos y comentarios! Me hace feliz ver como lentamente va creciendo el número de lectores. Espero que todos se queden hasta el final de la obra y la disfruten en su totalidad.❤️
También quiero invitarlos a mandarme cualquier dibujo que hagan inspirados a la historia y con muchísimo gusto los publicaré en los capítulos con sus respectivos créditos. No saben cuánta alegría me dan con ese tipo de detalles :")
Sin más que agregar, hasta el siguiente capítulo. ❤️
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