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ÚNICO

Aferrando con fuerza el ramo de flores que lleva consigo, se obliga a sí mismo a ingresar al gran salón, el cual está decorado especialmente para la triste y lamentable ocasión. No le parece entraña la gran cantidad de gente que se ha tomado el tiempo de asistir, pero sí le incomoda el estar rodeado de todos ellos. Lo hace sentir pequeño, temeroso, indefenso e inseguro de hasta sus propios pasos.

Reconoce a muchos de los asistentes. Algunos son familiares del fallecido, otros son parte del círculo íntimo de amigos con el que coinciden en su mayoría y los demás, son compañeros de clases o alumnos pertenecientes a la misma universidad, quienes decidieron ir a darse una vuelta y dar sus condolencias a los más afectados con la reciente pérdida.

Sus ojos barren el lugar hasta hallar el ataúd a un par de metros de él. Pasa saliva con dificultad y siente como sus tripas se retuercen al ser claramente consiente de que los restos de Jeon JungKook, su mejor amigo y el chico con el que hasta hace dos días bromeaba y posaba frente a las cámaras de sus teléfonos, se encontraba allí adentro. Pálido, frío y sin un ápice de vida.

Todo por su culpa.

El recuerdo de lo que consideraba una hermosa amistad le aprieta con fuerza la garganta y le dificultad el respirar, por lo que, siendo sacudido por un fuerte mareo, se ve en la obligación de arrastrarse hasta una silla cercana para recomponerse antes de terminar desmayándose y montando un show.

Observa el ramo de flores que carga consigo y se siente como un completo hipócrita por presentarse al velorio con ellas. Sus ojos recaen de inmediato en la tarjeta de color blanco en la que se puede leer con claridad: "mis condolencias a la familia Jeon" y su consciencia le grita que aquello no es suficiente. Ni eso ni haberles comprado la florería entera a sus padres mientras de rodillas les pide que lo perdonen por su grave error.

La frase "todos somos humanos y cometemos errores" resuena en su cabeza en un pobre intento por hacerlo sentir mejor, pero no sirve. Sabe que las equivocaciones son humanas, cosas por las que todos pasamos y que nos dejan una enseñanza en el camino, sin embargo, está casi completamente seguro de que tanto sus amigos como los padres de su compañero no podrán perdonarlo jamás por lo que ha hecho.

Porque el dolor y el odio que desarrollarán hacia él, no se lo permitirán.

Decidir asistir al velorio de su ex mejor amigo podría haber sido una muy mala decisión, pero hasta este punto de su vida, lo que está bien o mal se encuentra algo difuso en su cabeza. Creyó que ir era lo mejor para intentar levantar la menor cantidad de sospechas en su contra, en el caso de que las haya y que no se esté volviendo un paranoico de primera gracias a ese gran sentimiento de culpa que lo carcome por dentro.

Ya más calmado, se levanta de su lugar y, con paso tenso, avanza entre la gente con la horrible sensación de ser observado. Siente como si los ojos de todas las personas al interior del salón, se posaran como dagas en su espalda y siguieran cada uno de sus movimientos a detalle, juzgándolo y esperando a que cometa el más mínimo error que delate su culpabilidad en este horrible suceso.

¿Está perdiendo la cabeza?

Posiblemente, pero no se le puede achacar por ello. La culpa que carga sobre sus hombros se está convirtiendo en algo nocivo al no saber cómo manejarla. Porque se arrepiente de lo sucedido, y su propia moral y ética se están encargando se destruirlo con cada minuto que pasa.

Matar a alguien... YuGyeom no es un experto con respecto al tema de la ética, pero está más que seguro de que aquello no es correcto. Y si es así, entonces... ¿Por qué lo hizo?

La respuesta puede resultar ser absurdamente fácil, y hasta algo chocante, para la mayoría de la gente.

Desde hace tres semanas, que la envidia se lo estaba comiendo vivo. Todo porque las cosas en su vida, comenzaron a ir de mal en peor de una manera ridículamente veloz mientras que para JungKook, todo parecía ir como viento en popa. Parecía que el hijo de puta se había encontrado un maldito trébol de cuatro hojas que le cuidaba el culo a cada paso que daba, lo que no era muy alentador de ver para alguien que parecía venírsele el mundo encima con el pasar de las horas.

Su mala racha dio inicio cuando su novia, ShinHey, lo terminó con la patética excusa de que se sentía confundida con respecto a la dirección que estaba tomando su relación, algo que él no se lo tragó en lo más mínimo. Puede ser que YuGyeom estuviera enamorado de aquella castaña de pecho plano, pero no era idiota y ella, lo estaba subestimando.

Él, desde hace unos días (particularmente, el mismo día en que se mudó al departamento continuo de ShinHey un chico británico de tan solo veinticinco años) se percató de que las cosas estaban cambiando. El trato de ella hacia él ya no era el mismo y el tiempo que invertía en estar con Kim, también se redujo, lo que lo llevó a comenzar a considerar seriamente el estar siendo engañado por ella y empezar a debatirse entre si debía o no, continuar con la relación.

Al final ella se le adelantó y, de alguna manera, se lo agradeció, ya que le quitó ese gran peso de tener que ser él, quien diera por finalizado todo. Su personalidad no le daba el valor suficiente para acabar una relación y, mucho menos, si aún existían sentimientos de por medio (los cuales eran claramente unilaterales).

Como muchas rupturas, esta fue difícil y lo mantuvo los días siguientes con los ánimos por el suelo y la cabeza pérdida en la Antártida, y las consecuencias de aquello no fueron particularmente buenas. Al estar tan desconcentrado, estudiar para los exámenes se convirtió en una total odisea y, finalmente, solo consiguió aprobar tres de cinco ramos. Eso consiguió herir de manera profunda no solo en su ánimo, sino que también su orgullo porque tanto YuGyeom como JungKook, siempre sacaban sobresalientes y esta vez, fue solo JungKook quien lo logró. Dejándolo atrás.

Fue difícil sonreír luego de esos dos sucesos, y se le hizo imposible hacerlo tras la llegada del tercero.

Si hasta el momento consiguió mantenerse de pie frente a esos dos golpes que recibió casi al mismo tiempo, no fue lo mismo con el tercero, el cual logró tirarlo de espaldas contra el duro pavimento.

Bastó solo una llamada por parte de su madre para que YuGyeom, sintiera como su corazón se hacía trizas. A través de sollozos y con la voz teñida del más profundo dolor que puede sufrir una hija, su progenitora le informó que su abuelo, ese dulce hombre que se encargó de cuidar de Kim durante gran parte de su infancia, dio su último aliento durante la madrugada del miércoles en su hogar.

— Murió a causa de un derrame cerebral.

Escuchar esas palabras fue algo desgarrador.

YuGyeom jamás había experimento la perdida de algún familiar cercano, y a pesar de que se lo imaginaba y creía que se encontraba preparado para ello, cuando el momento de la verdad llegó, se percató de que no podía estar más equivocado. Ese personaje, que lo cuidó, mimó y apoyó de la misma manera en que lo haría un padre. Quien durante momentos de crisis fue su confidente y hasta uno de sus mejores amigos, abandonó este mundo terrenal y se llevó con él una parte importante de su corazón sin quererlo realmente.

No pudo formular palabra alguna debido al shock que le causó la información y, simplemente, cortó la llamada. Ese oscuro día, JungKook se encontraba en el dormitorio que compartían ambos en las instalaciones de la universidad, recostado sobre su cama jugando uno de sus tantos videojuegos favoritos en su computadora. No tuvo que ser un genio para percatarse de que algo andaba mal con Kim, ya que la expresión en su rostro y lo pálido que se puso, dejaba en claro que no lo llamaron para darle exactamente buenas noticias.

— ¿Qué ocurre, hermano? — cuestionó, dejando la computadora a un lado para levantarse e ir con él. El colchón se hundió bajo su peso y su mano derecha, se posó en la espalda del azabache.

— M-mi abuelo... él... — habló tartamudeando, con un nudo en la garganta del tamaño de una pelota de ping pong, y sin poder decir la palabra muerto. Porque él aún no lo podía creer y porque en su interior, se rehusaba a hacerlo.

Jeon lo envolvió en un amoroso abrazo que el universitario necesitaba con urgencia, y lo dejó llorar a sus anchas sobre su hombro, convirtiéndose en el pilar que impedía que Kim se desmoronara completamente. Acarició su espalda mientras que el cuerpo de YuGyeom era sacudido por feroces espasmos y un llanto, a lo menos, desgarrador, el cual era alimentado por un dolor puro.

— Lo lamento mucho, Gyeomie. Entiendo tu dolor...

Eso lo molesto, debido a que era mentira. Porque JungKook no lo entendía. En lo absoluto. ¿Y cómo iba a hacerlo? Si él jamás sufrió la pérdida de un ser querido.

Fue en ese momento en el que YuGyeom se encontró a sí mismo detestando a su propio mejor amigo. En el que se comenzó a darse cuenta de que los logros de JungKook ya no lo hacían feliz, más bien, creaban un amargo sentimiento que lo invadía.

Estaba empezando a sentir envidia, celos de su propio amigo. Y el pequeño monstruo que se había instalado en su interior y que estuvo viviendo a base de sus desgracias al ser comparadas con las victorias de Jeon, fue tomando fuerza y creciendo de una manera exorbitante. Ese duende malévolo, ahora le enumeraba a gritos sus fracasos y los comparaba con los del castaño, ocasionando que una rabia injustificada se empezara a desarrollar hacia él.

Porque mientras que YuGyeom lloraba por el rompimiento con su novia, JungKook disfrutaba saliendo con la suya; mientras que él se sentía como un perdedor por fallar en las materias, JungKook aprobaba con sobresaliente todo y se destacaba nuevamente como el mejor de la clase; y mientras que el azabache lloraba la pérdida de su abuelo, Jeon disfrutaba de hablar con el suyo, aprovechando el tiempo que aún le quedaba con él.

Deposita las flores junto a las demás y se para a un lado del cajón, hecho de una brillante y hermosa madera. Humedece sus labios con lentitud y traga con dificultad, rememorando con una nitidez disgustante, la última vez que vio a su mejor amigo con vida.

<< Ganaste de una manera justa la competencia y me arrepiento de haber hecho lo que hice. Simplemente... No sé qué me pasó en aquel momento. En un instante estábamos hablando tranquilamente y en el otro... ibas en caída libre desde el séptimo piso del edifico de artes >>.

Culpar al alcohol sería algo ruin, ya que él no bebió y se encontraba en sus cinco sentidos... O, al menos, eso creía.

Era su segundo año en la carrera de danza y el maestro de baile moderno, necesitaba a alguien para que realizara el papel protagónico en el show que se realizaría a finales del primer semestre, para darle un hermoso cierre al tiempo que compartieron juntos.

Hizo audiciones de freestyle para ayudar a elegir a alguien apto para el puesto y, tras ver a una gran cantidad de alumnos, solo JungKook y YuGyeom parecían cumplir con sus altos estándares. Los hizo competir entre ellos.

Ambos dieron lo mejor de sí, sin embargo Kim, desesperado por obtener una victoria por sobre Jeon, se sobre exigió demasiado y eso lo terminó pagando su pierna derecha. Intentó hacer una acrobacia, la cual está más decir, no salió como se lo esperaba. Pareció escuchar el momento exacto en que la rótula se salía de su lugar y un punzante dolor, recorrió su anatomía poniéndole la piel de gallina. Gritó, cayendo al suelo de bruces mientras que su pierna, latía adolorida e hinchada.

No giró bien y como resultado, se dislocó la rótula en plena presentación por lo que, además de perder contra Jeon, obtuvo una licencia de seis semanas para poder sanar correctamente su lesión.

Eso lo enfureció más de la cuenta y lo llevó a su límite. El estrés, sumado a la auto decepción por no lograr hacer nada bien y el auto compararse con JungKook, hicieron que esa noche, en la que JungKook lo invitó a la azotea para beber algunas cervezas bajo un gran manto de estrellas que fueron testigo de lo que pasó entre ambos chicos, Kim lo terminara empujando justo en el momento indicado para no poder fallar.

Mientras que YuGyeom se mantenía sentado con un inmovilizador en la pierna derecha, escuchó como ese pequeño duende le susurraba en el oído que lo empujara. Que sería fácil y que el castaño lo estaba tentando por la manera en la que se paseaba tan campante a un lado de la cornisa. Y solo bastó un leve empujón, nada más que apoyar sus manos en su fornido pecho y un pequeño impulso, para hacerle perder el equilibrio y que terminara cayendo siete pisos.

Era obvio que Jeon no se esperaba una traición de tal magnitud, de otro modo, ni siquiera hubiera pensado subir a una azotea con YuGyeom. También era notorio que JungKook pasó por alto aquella mirada bañada de algo siniestro que poseía el azabache. La manera en que sus orbes se movían de un lado a otro de manera veloz y la forma en la que, a veces, YuGyeom comenzaba a mover los labios, hablando consigo mismo sin hacer el menor ruido ni perder de vista la formada figura del castaño.

Dos días después de lo sucedido, ningún policía había llegado hasta el cuarto que compartía con el difunto para arrestarlo y, según lo que le dijo la madre de su ex mejor amigo, los policías lo declararon como suicidio tras observar en la escena las latas de cervezas vacías (solo las de él, ya que las suyas se las llevó) y que no hubieran testigos que afirmaran haber visto a algún sospechoso por los alrededores.

YuGyeom, tras oír eso, creo dos conclusiones: o los policías que atendieron el caso eran unos completos idiotas con el cerebro en el culo o que él, en su defecto, era un muy buen asesino. Y la última opción no le dio ni la más mínima pizca de orgullo.

Ahora se encuentra ahí, sin poder haber podido pegar un ojo en casi tres días, dentro de un salón repleto de gente que viste de luto y se lamenta la muerte de un ser tan bueno como lo era Jeon JungKook.

— Sé que es hipócrita pedirte esto, pero... — susurra sin despegar su mirada del ataúd cerrado. — Necesito que me dejes tranquilo. Lamento haberte hecho esto, en serio. Y es por esto mismo, que necesito que dejes de perseguirme — le ruega con la voz ahogada, recordando todas las veces que ha intentado dormir en paz y ha fallado.

Todas las horrorosas pesadillas que lo atormentan constantemente le han quitado hasta las ganas de pestañear, porque cada vez que cierra los ojos lo ve.

Los músculos del diafragma no le responde cuando intenta gritar con terror al ver como la tapa del ataúd es abierta y su amigo, con la cabeza deforme a causa del impacto y una expresión similar a la de alguien quien ha perdido más de un tornillo, se sienta sin dejar de observarlo.

¿Por qué me hiciste esto, Gyeomie?

Su mano se aferra al antebrazo de YuGyeom y este grita despavorido, dando un salto hacia atrás con intenciones de alejarse de él. Lanza un manotazo al aire, todo con la finalidad de deshacerse de ese agarre que le ha revuelto las entrañas con un desesperado terror.

Escucha un chillido. Pestañea y, con el corazón latiéndole de una forma bestial dentro de su pecho, se percata de que todo ha sido solo parte de su imaginación y que, lo que le tomó del brazo y lo que golpeó, se trata de Suri, la ex novia de JungKook. Está acompañada de TaeHyung y BamBam, quienes lo observan como si se tratara de un completo enfermo.

Mira el ataúd, cayendo en la cuenta de que este jamás se abrió y que JungKook, nunca se sentó para confrontarlo como creyó.

Solo fue su cerebro jugándole una mala pasada, otra vez.

— ¡¿Qué diablos pasa contigo?! — interroga BamBam, fijándose en que el brazo de la chica se encuentra bien, al igual que TaeHyung. — ¿Has estado durmiendo bien?

Traga con lentitud, respirando de manera superficial y percibiendo como el sudor se comienza a formar en su frente. Se toma unos segundos para observar a su alrededor y percatarse de que, todo el mundo, lo está mirando debido al espectáculo que ha hecho sin quererlo, en primer lugar.

— Y-yo...

Vamos, Gyeomie, diles que sí — le murmura al oído esa reconocible voz. Su cuerpo se tensa y sus piernas tiemblan como un par de gelatinas, entretanto percibe su frío y putrefacto aliento acariciar su rostro. Con el corazón en la garganta, gira lentamente su cabeza a hacia su izquierda, hasta que sus ojos se topan con su rostro decorado por la espesa sangre. Su tenebrosa sonrisa, que parece haber sido sacada de una de las peores películas de terror que se han creado en la historia, lo saluda con una falsa amabilidad que le hiela la sangre. YuGyeom abre la boca para gritar, pero no es capaz de hallar su propia voz. — Diles que ambos estamos muy bien.

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